Contenido creado por Martín Otheguy
Invitados

Transmisión transgeneracional

A un mes del fallecimiento de Jorge Abbondanza, un homenaje y un adiós. Por Juan Mendaro

Dicen que las personas mueren dos veces, una cuando fallecen, y otra cuando dejan de recordarlas. Por el Psic. Juan Mendaro.

29.09.2020 13:24

Lectura: 5'

2020-09-29T13:24:00-03:00
Compartir en

Me gusta llegar antes a las citas. Debe ser un defecto en mi ADN uruguayo. Soy puntual como los relojes. Eso me permitió verlo llegar con sus 83 años y su conocimiento milimétrico de las veredas. Venía de su casa a un par de cuadras. Caminando aparentemente suelto y despreocupado, pero sobrio y elegante, adivinando las baldosas rotas de la calle Maldonado.

Iba peinado impecable, a la gomina. Camisa blanca, buzo escote en V verde oscuro y pantalón pinzado de pana marrón. Un dandy. Los lentes Rayban marrón clarito ocultaban sus ojos que casi no veían. Padecía de una maculopatía que le había ido quitando progresivamente la vista al punto que ya no podía leer. Algo pesadillesco para un lector ávido como él.

La barba blanca espesa, escrupulosamente recortada, no delataba su llegada a la cuarta edad. Se sentó en su mesa, la de siempre, y el mozo vino presto a atenderlo. Yo miraba la escena desde otra mesa, a unos pocos metros, como un camarógrafo que no se pierde detalle.

Miércoles 7 de agosto de 2019. 11.30 horas. Bar Las Flores. Boulevard España y Blanes. Iba a conocer a una de esas personas que me marcarían de por vida. Lo intuía. Y así fue.

A través de él me asomé al último coletazo de la "Tacita de Plata". Vi su esplendor. Tomé, convidado por sus cuentos, una copa con Alsina Thevenet y Espínola Gómez en algún bar del centro. Conocí a Ángel Curotto, a Alberto Candeau, a Carlos Brussa y a Atahualpa del Cioppo.

Sentí el frenesí de la sala de redacción de aquel diario El País, en el cual dirigía la sección de espectáculos. Me arrastró, a través de sus anécdotas, al envión de la plástica en los tiempos de Luis Alberto Solari, Leonilda González y Lily Salvo, Miguel Bresciano y Ulises Beisso.

Y pude apreciar el uso del verbo de aquel hombre renacentista. Cómo construía las oraciones, cómo adjetivaba. Hasta sus pausas eran exquisitamente reflexivas. Uno descubría universos nuevos en cuadros, películas, obras de teatro y libros gracias a sus palabras como crítico.

Su militancia respecto a la visualización y posicionamiento de las artes plásticas en nuestra cultura se nota prístina en su discurso, al recibir, él y Silveira, el galardón de Ciudadanos Ilustres de Montevideo, el 17 de Setiembre de 2018.

Era un hombre de su generación, parido por aquel Uruguay, el de Enrique Estrázulas, Eduardo Galeano, Carlos Maggi, Mario Benedetti, Daniel Vidart, Alberto Restuccia, Daniel Viglietti, Idea Vilariño, Luis Cerminara, Lily Salvo, Alfredo Zitarrosa, Nibia Romero y muchos más, que hicieron de embajadores de su país en el mundo. ¡Vaya embajadores!

Quedan algunos pocos estoicos que resisten los embates del tiempo: Julio Calcagno, Pepe Vázquez, Ida Vitale, Mauricio Rosencof, Estela Medina. Esa generación de hombres y mujeres de un Uruguay "abolido históricamente, pero simbólicamente vigente", diría Vidart.

Esos enormes "faros" de nuestra cultura nos legan el Uruguay de hoy, nuestro querido y desvencijado "buque escuela", y el desafío de seguir navegando estas convulsas aguas para construir una tierra más digna y justa para nuestros hijos y nietos. Un desafío enorme para los hoy cincuentones, sesentones y setentones.

¿Cómo llenar los vacíos en la cultura que generan estas pérdidas? ¿Cómo capitalizar su saber y experiencia para continuar con su prédica, tan exquisita y noble? Muchas veces la transmisión transgeneracional no se da y se producen vacíos y discontinuidades irreparables. A los uruguayos nos cuesta terriblemente dar el valor y la dimensión real a los prohombres y mujeres de nuestra tierra, especialmente en el ámbito de las artes. Una falta enorme que heredamos y debemos enmendar.

Me llevo algunas frases extraordinarias de Jorge, que garabateé en una cuadernola para no perderme ni las pausas, ni los silencios, ni los gestos, ni las inflexiones de voz, ni las ideas de aquella persona que quedó impresa en mi corazón y mi memoria.

"Una cosa que escalofría es cómo se emplea el idioma. Y no es porque pierda su belleza epitelial. El entorpecimiento en el uso del idioma nos lleva a la imposibilidad de entendernos, que nos conduce al femicidio, a la violencia doméstica, la muerte de niños a golpes como pasó hace cuatro días. Eso es el embrutecimiento del hombre civilizado".

"Uno de los peores rasgos de la sociedad organizada es la tendencia antropofágica a devorar a los débiles, olvidando que en el linaje de la debilidad militó gente tan variada como Jesucristo, San Francisco, la Madre Teresa, Gandhi, hasta Mandela. Si la sociedad que conocemos practicara el culto a los débiles tendríamos una escala de valores a salvo. Pero sucede lo contrario. La sociedad contemporánea prefiere defender a los fuertes. Así desembocamos no solo en el fascismo, sino también en la brutalidad individual, en la rudeza de las comunicaciones y en la estupidez del razonamiento. Admirar a los débiles significa reconocer las menos visibles de las virtudes humanas: la humildad, el culto a la belleza, la sensibilidad, la dulzura y la alegría. Desconocer ese cuadro de principios significa nada más que la ruina cultural en la que está el mundo de hoy, regido por energúmenos que piensan que la batalla se gana o se pierde en un forcejeo de aranceles. Hoy EEUU es el pasado y la decrepitud cultural, y China es el futuro. Les guste o no. La ignorancia es la mejor arma de las bestias para combatir la cultura".

Dicen que las personas mueren dos veces, una cuando fallecen, y otra cuando dejan de recordarlas. Por eso, a un mes de tu desaparición física, conjuro la muerte diciendo tu nombre y recordándote. Dondequiera que estés Jorge Ramón Abbondanza Mendaro, muchas gracias por todo lo que nos dejaste.

Por Juan Andrés Mendaro Bruno
mendarobruno@gmail.com