Contenido creado por Gastón Fernández Castro
Cybertario

A clase

A clase

06.03.2013

Lectura: 3'

2013-03-06T10:08:32-03:00
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Para los conductores de radio, los minutos de tanda no son tiempo muerto y menos durante el primer lunes de marzo y con comienzo de clases. En Uruguay, esto se traduce como "comienzo de clases y paros en escuelas y liceos", un pleonasmo periodístico porque todo el país sabe que los gremios de la enseñanza pública paran durante los primeros días de clase por los reclamos más diversos.

Fue en medio de la resignación y los anuncios comerciales de Informativo Sarandí que Raúl Ponce de León me sugirió la lectura de un análisis de la investigadora sueco/española Mónica Mullor sobre el éxito educativo en Finlandia. Mullor lo compara con el rezago español en la materia pero, aun soslayando algunos particularismos, el material es de una extraordinaria importancia. Al menos para quienes quieran salir del pantano en el que se encuentra la discusión sobre la "crisis de la educación" en Uruguay, reflexionando sobre ideas que funcionan.

La primera observación de la analista es algo que nuestro país ya ha comprobado: el aumento en la asignación de recursos no necesariamente redunda en mejores aprendizajes. Finlandia tiene un gasto muy inferior a España por alumno y obtiene resultados superiores. Como parece obvio, el asunto es saber qué hacen con los recursos; en qué y cómo los gastan.

Mullor subraya un primer factor: los profesores que capacitan docentes alcanzaron, en su mayoría, el doctorado. Lo que se puede llamar "modelo finlandés" es una apuesta a la excelencia en toda la línea. Por lo pronto, solo uno de cada diez aspirantes se convierte en profesor. El resultado es que los centros educativos quedan en manos de docentes elegidos por su capacidad y entusiasmo. La gran autonomía, libertad y reconocimiento social de los que gozan unos y otros impide que las instituciones educativas se conviertan en terreno fértil para las batallas corporativas, ya sean estas ideológicas, comerciales, burocráticas o de cualquier tipo.
Luego viene el control de rendimientos. Si un profesor no es bueno tiene que dejar su cargo. Los profesores no son funcionarios de carrera ni tienen contratos de por vida. Los alumnos saben que las inasistencias y los atrasos en la entrega de las tareas son faltas graves y tienen consecuencias. Se premia la excelencia y se castiga la mediocridad.

Por cierto, es muy difícil instrumentar estas medidas en un medio en el que faltan docentes, hay locales en malas condiciones y los jóvenes no cuentan con las condiciones elementales como para afrontar un curso liceal. No se trata de esperar que estas transformaciones se realicen antes de fin de año sino de preguntarnos si un país como Uruguay, que lleva nueve años de crecimiento histórico y que incrementó considerablemente el dinero destinado a la educación pública, está al menos en el camino correcto, en la búsqueda de la excelencia y la promoción de una "cultura del deber y el esfuerzo", como dice Mónica Mullor, que sepulte la ineficiencia y la mediocridad. Más allá de algunos magros avances, la respuesta es no.