Irlanda y los irlandeses me son muy simpáticos. Por haber sufrido tantos años la ocupación colonialista de uno de los imperios más colonialistas de la historia: Gran Bretaña, por James Joyce, por todos esos rincones oscuros y luminosos del alma en que se parecen a nosotros, los orientales, y por razones que no trato de explicarme. Me son simpáticos. Hasta que comenzaron a molestarme.
Irlanda era el ejemplo, el paradigma, el modelo total hacia donde se dirigía resplandeciente el mundo. Si se hablaba de economía, Irlanda; de nuevas tecnologías, Irlanda; de modelos de desarrollo, Irlanda y no recuerdo cuantas cosas más. Era el paraíso europeo.
En la prensa, en el debate político, en algunos discursos “desinteresados”, Irlanda era el espejo donde mirarnos. De un solo salto había salido de la cola de Europa para ocupar los primeros lugares en el desarrollo. Su política económica, su manejo de las finanzas y del sistema fiscal y de financiación a las empresas era la ruta obligada para todos los países del planeta.
Ayer escuchaba con dolor – porque a nadie le gusta que los sueños y las realidades de tanta gente se vengan al suelo – que el déficit fiscal de Irlanda este año alcanzará el 32% del PBI. Y no me comí ninguna coma, el treinta y dos por ciento del Producto Bruto Interno. Ese sí que es bruto déficit.
Para mitigar el impacto de la información se nos aclaraba que 20 puntos de esos 32 totales correspondían a la intervención del Estado al sistema bancario privado para salvarlo de la bancarrota. Las dos informaciones impactan. 12% del PBI de déficit neto y 20% del PBI para ayudar a los bancos ¿Qué clase de enfermedad atacó esa economía? ¿La aftosa? ¿La vaca loca? ¿La fiebre N1H1? ¿Una maldición bíblica? ¿O el liberalismo salvaje y la codicia?
No, en realidad lo que los mató fue el paradigma, fue esa misma inmaculada política económica que transpiraba prosperidad. Los mató la soberbia de un capitalismo sin límites y sin frenos que utilizó el capital financiero como perverso mecanismo para que toda la sociedad lo siguiera en su despiadada búsqueda de niveles de ganancia imposibles y absurdos.
A diferencia de Grecia, allí no se falsearon las cifras, no se maquillaron los balances, no fue la violación de las normas, sino las propias normas las que hundieron al país. Y lo hundieron en lo más profundo. La tragedia es que no está solo. Grecia ya explotó y, otros están en la puerta, esperando. Y todos eran modelos refulgentes.
El fondo de 700.000 millones de euros aprobado para el salvataje de los países de la Eurozona es la última soga. Para la salvación o para ahorcarse. No tengan la más mínima duda que los que se ahorcarán con esa soga no serán los banqueros, que antes de ser estatizados se llevaron su enorme tajada, los que se estrangularán serán nuevamente los desocupados que aumentan todos los días, los más débiles, los derechos de los más amplios sectores sociales. Para Irlanda se habla de una ayuda de 80.000 millones de euros, el país estatizó tres bancos fundidos al costo de 45.000 millones de dólares. Y no le alcanza, necesita un torrente de euros para seguir salvando bancos.
Lo perverso del “modelo” en derrumbe es que nadie se hace responsable. Es obvio que no se trata de uno o dos malos gobiernos que fracasaron. Es un virus general que afecta todo el norte, aunque se manifieste en forma más grave en algunos países. Lo que se cayó no fueron algunos libros, fue la estantería entera.
Los responsables no aparecen, las doctrinas, las concepciones que hicieron de ese “modelo” el sol de la civilización no figuran y todo debe atribuirse al maldito diablo llamado “el ciclo” o a alguna otra perversidad imprevista. ¿Se terminó la soberbia de los que transformaron la economía en una ciencia exacta e inexorable, los que nos vendieron el enorme contrabando de que había llegado el fin de toda historia porque las fuerzas del mercado desatadas eran el único motor del progreso y del porvenir?
Aquí en Uruguay también deberíamos recordar a los que se lavan olímpicamente las manos sobre todo este lodazal económico, social e incluso teórico y con cara de póquer prosiguen pregonando el “modelo” con algunos ajustes y maquillajes.
Aquí tampoco nadie fue responsable de nuestro derrumbe. La diferencia es que en el Uruguay y en muchos países de América Latina reaccionamos, analizamos, votamos y los botamos. En muchos países del mundo los que siguen en el timón son los directos responsables del naufragio. Y con la misma codicia. Aunque hayan precipitado su país de la especie de los tigres a la de los gatos apaleados.
Qué bueno sería una discusión profunda seria sobre esos procesos.
¿Y el tigre celta?
¿Y el tigre celta?
23.11.2010
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