Contenido creado por Gerardo Carrasco
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¡Volvieron los uruguayos!

¡Volvieron los uruguayos!

Los orientales volvieron desde el pasado, de casi un siglo atrás. Nos despertamos de la modorra inducida, de las décadas de decadencia edificada o mejor dicho demolida pedazo por pedazo. Volvimos a soñar y sobre todo a construir en grande. A lo grande.

13.05.2014

Lectura: 7'

2014-05-13T09:02:00-03:00
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Durante mucho tiempo pensábamos y hacíamos las cosas a lo grande, como pocos países en esa época eran capaces siquiera de imaginar, en las cosas materiales y en las otras, las del alma, las de los derechos. De un saque construimos en 9 meses un estadio que era en su época el mayor del mundo y les pagamos los pasajes a todos los equipos de fútbol que vinieron a participar en el campeonato mundial. ¡Y lo ganamos!

En el partido entre Uruguay y Suiza había 60 mil espectadores...en 1930...

Se produjo una de las tantas inundaciones en la costa de Montevideo, y cortamos por lo sano, construimos una rambla en terrenos que le ganamos al mar-rio, totalmente de granito rojo, única en el mundo, y antes habíamos erguido, si erguido uno de los parlamentos más lindos del planeta y para que se viera bien le pegamos un tajo a la ciudad he hicimos la avenida del Libertador, para que desde lo alto de la cuchilla de 18 de Julio se viera aquella maravilla de estilo neoclásico y con los más nobles materiales que es un canto a la democracia y su grandeza aquí en la Banda Oriental. El palacio de las leyes.

No nos alcanzó, un idealista empedernido y místico construyó el mayor hotel de toda América, el Argentino Hotel de Piriápolis y sus casas estupendas en Montevideo. Y el arquitecto Carlos Surraco diseño el gigantesco Hospital de Clínicas en 1929. En realidad todo ese impulso era la continuidad de un país que tuvo en su capital cuando era algo más que una aldea, un gran teatro como el Solís inaugurado en 1856 y se llenó de nombres construcciones para albergar teatros en muchas capitales del interior. Un país realmente de vanguardia que a finales de siglo y comienzos de este aprobó leyes revolucionarias, como el voto femenino, el divorcio, la despenalización del aborto, las ocho horas, la creación de un sistema completo de empresas estatales que son todavía hoy el pilar del edificio nacional.

Los hermanos Salvo le encargaron al arquitecto Mario Palanti la construcción de un edificio que con sus 95 metros de altura fue durante 7 años el segundo más alto de América Latina, entre 1928 y 1935. El mayor era el Palacio Barolo en Buenos Aires (de 100 metros), del mismo arquitecto. Ambos estaban inspirados en la Divina Comedia.
Un país de pintores, de músicos, de políticos brillantes, de escritores, de poetas y de pedagogos, de grandes juristas. Un país con mujeres que ingresaron al parlamento y a la medicina antes que en cualquier otra nación de América latina y muchas de Europa.

Volvimos de ese país, aunque algunos no quieran reconocerlo y ese es el mayor cambio que vive el Uruguay, muy superior al aumento del PBI o de cualquier indicador estadístico, aunque estos sean fundamentales para entender este viaje de retorno de nuestro mejor pasado. Un pasado emocionante y desafiante. Y es por eso que los uruguayos somos nostálgicos, tenemos motivos.

Ahora de retorno hicimos, primero que ningún otro país del mundo el Plan ceibal y dejamos de lamentarnos de la brecha digital y le dimos a cada niño de la escuela pública una computadora, lo ampliamos a la enseñanza media y construimos un sistema de contenidos, de programas y de comunicaciones para que funcione.

Estamos construyendo una plana regasificadora que cambiará la historia energética y económica del Uruguay y llenamos las cuchillas orientales de enormes torres con sus aspas que mueve el viento y nos transformamos en el país de toda la región que tiene el mayor desarrollo eólico proporcional y casi en absoluto.

Se construyó un aeropuerto adecuado a nuestros delirios, a nuestras exigencias funcionales y estéticas. Si no puede ser el más grande que sea entre los más lindos del mundo. Y terminamos el puerto de Montevideo que dormitaba en buenas intenciones. Hicimos en tiempo record una ruta perimetral que esquiva una parte fundamental del tráfico pesado de la capital, reformamos y recuperamos el Mercado Agrícola, terminamos el teatro del Sodre, la sala Adela Reta al más alto nivel y batimos record en venta de entradas de espectáculos de ballet y de ópera.

Se construyó la polémica torre de las telecomunicaciones, la de ANTEL, en el gobierno de Sanguinetti, que se integró a este impulso y nos observa desde lo alto de su esbelta figura futurista y a pesar de que la criticamos hoy hay que reconocerlo. Ahora ante la adversidad de un incendio, reaccionamos nuevamente a lo grande y derrumbaremos lo que quedó del Cilindro y construiremos el ANTEL Arena.

Se terminó la gigantesca planta de celulosa de BOTNIA/UPM y la de Montes del Plata y pagamos un alto precio por nuestra osadía y perseverancia.

En sólo una década hicimos la gran revolución verde del Uruguay, la más grandes desde que Hernandarias nos trajo los primeros ganados a poblar estas fertilidades y luego las alambramos. Un revolución productiva, tecnológica, de inversiones y de cambios en la vida de la gente del interior. Una enorme transferencia de recursos e inversiones y producción.

Mirácolo: luego de 46 años, un plazo mayor que el necesario para construir la pirámide de Keops... se terminó la Torre Ejecutiva y se renovaron las dependencias del Poder Judicial en la Plaza Cagancha.

Tenemos las manos y las cabezas llenas de proyectos, el puerto de aguas profundas, una terminal granelera en el puerto de Montevideo, exploración petrolera y gasífera en tierra y en el mar y la posibilidad cierta de explotar el mineral de hierro en grandes cantidades y de comenzar una aventura industrial con amplios horizontes. Mineral y energía disponibles.. .

Y volviendo de ese mismo pasado, pero mejor, no hicimos todo esto esperando que el mercado distribuyera la riqueza, desbordara y le llegara alguna migaja a los de más abajo. Mejoramos los salarios, disminuimos la pobreza, aumentamos los empleos, atendimos a los más necesitados, le dimos salud a todos y operaciones de ojos a los que lo necesitaban y salimos de la miseria más absoluta para la policía y la educación y comenzamos a avanzar. En estos dos sectores, todavía lentamente y contradictoriamente.

Y nos dimos derechos y obligaciones nuevas. De un solo saque pasamos a la vanguardia de los que combaten el mayor flagelo, la mayor pandemia de estos tiempos: el tabaco. Y nos enfrentamos al monstruo tan temido de Phillips Morris y vamos para adelante.

Aprobamos leyes de vanguardia, sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo, que además de hablar de un acto civil y de derechos hablan de tolerancia, despenalizamos el aborto y comenzaron a disminuir los abortos y nos jugamos a terminar con la esquizofrenia de la marihuana, regulamos su producción y su venta en un país que hace décadas aprobó que el consumo no era un delito y de esa manera empujábamos a los consumidores en los brazos de los narcos. Y sobre todo reconocimos ante nosotros mismos y ante el mundo que los métodos actuales de combate a las drogas son el mayor fracaso de la civilización de las últimas décadas.. Y algo había que hacer y arriesgarse.

Aquellos uruguayos en algún momento se durmieron en los laureles y en los cantos de la Suiza de América, nosotros deberíamos aprender aquella lección y seguir bien despiertos. Falta mucho, siempre falta mucho.

Es posible que me haya olvidado de muchas cosas, pero de la principal no me olvidé, para hacer todas esas cosas diferentes, históricas en serio, no alcanza con tener plata, hay que tener espíritu, audacia, confianza, hay que volver a ser orientales actuales que regresan de su mejor pasado, no por la nostalgia, sino por el futuro.