Contenido creado por Seguridad_Administrador
Pablo Mieres

Escribe Pablo Mieres

¿Quién gobierna en nuestro país?

El pasado domingo el Dr. Carlos Maggi con lucidez concluía, alarmado, que el Plenario del Frente Amplio se había convertido en el órgano máximo de gobierno en nuestro país, en la medida que tenía poder para mandatar a la mayoría parlamentaria del partido de gobierno y, de esta forma, decidir qué se aprueba y qué no en el Parlamento nacional.

18.05.2011 12:17

Lectura: 4'

2011-05-18T12:17:00-03:00
Compartir en

No debería ser extraño que la conducción política de un partido posea capacidad de influencia sobre su correspondiente bancada parlamentaria. De hecho, los órganos de dirección de todos los partidos mantienen una sintonía permanente con sus respectivas bancadas y actúan de común acuerdo.

El debate sobre el poder del partido o de los parlamentarios es tan viejo como la misma historia de las organizaciones políticas; sin embargo en la actualidad ya se ha superado la vieja concepción, propia de los partidos de masas, por la que la dirección partidaria le imponía a sus legisladores su línea política. En la política moderna los parlamentarios y los dirigentes partidarios coordinan y acuerdan sus líneas de acción.

Pero en el Frente Amplio la conducción orgánica muy poco tiene que ver con la representación electoral de ese partido. Y esta situación la conocen y la critican casi todos los dirigentes frenteamplistas, anunciando desde hace mucho tiempo la necesidad de una reestructura de su organización que nunca llega.

El Presidente de la República fue electo con el 53% de los votos emitidos en la segunda vuelta presidencial y los parlamentarios del Frente Amplio obtuvieron el 48% de los votos en la primera vuelta de octubre de 2009. Sin embargo, un Plenario Nacional integrado en el 50% por una representación de las "bases" que, con suerte, representan a dos o tres miles de militantes que, a esta altura de la vida representan una especie de "tribu urbana" totalmente ajena a la realidad de la ciudadanía, es la que manda y decide dentro de esa fuerza política.

¿Sabían esto los ciudadanos que votaron al Frente Amplio en octubre y noviembre de 2009?

¿Tenían información de que su voto a tal o cual sector, a tal candidato presidencial o legislativo no tendría luego correspondencia en sus posiciones porque los elegidos se someterían sin resistencia a los mandatos de un pequeño grupo de militantes que no cuentan con su propio respaldo electoral?
Esta historia es muy vieja, no hay que olvidar que fue una de las principales razones de la ruptura del Frente Amplio en 1989, cuando un Plenario, en aquel entonces incluso con mayor respaldo militante que el actual, le imponía sus decisiones a la mayoría de los legisladores que pertenecían al bloque que integraban el PGP y el PDC. Nada más que, en aquella oportunidad los representantes de esos sectores prefirieron ser fieles a sus convicciones que a los mandatos surgidos de la lógica militante de los Comités de Base.

Ahora, sorprendentemente, solo uno de los cincuenta diputados está dispuesto a actuar poniendo el respeto a la Constitución y a los pronunciamientos populares por encima de la disciplina partidaria.
Es tremendo que en el Frente Amplio no haya un solo dirigente que esté dispuesto a cuestionar la legitimidad de una conducción partidaria que es totalmente deforme y distorsionada con respecto a la correlación de fuerzas real de ese partido. Todos sabemos que son varios los legisladores del Frente Amplio que no comparten lo que van a votar este jueves, sin embargo prefieren acatar la decisión de un Plenario anacrónico que defender su derecho a actuar de acuerdo a su propia conciencia.

Por otra parte, esa mayoría militante no posee reflejos democráticos, solo cree que "su verdad" debe ser impuesta a todos, sin reparar en las reglas de juego o en la lógica de las instituciones.
Si el freno final de este voto díscolo se diluyera, si finalmente el diputado rebelde cediera a las enormes presiones que recibirá en las próximas horas, quedará en manos del Presidente de la República demostrar con su conducta lo que ha sostenido en su discurso, para darnos a todos la certeza de que su autoridad no está sometida o subordinada, también, a un Plenario Nacional que carece de toda representación real.

Si en esas circunstancias no veta, entonces sí, quedaría claro que es el Plenario Nacional el que está gobernando a este país, lo que constituiría un incontrastable golpe a nuestra institucionalidad democrática.