Contenido creado por Gastón Fernández Castro
Cybertario

¡Pobres palestinos!

¡Pobres palestinos!

31.12.2008

Lectura: 7'

2008-12-31T09:07:56-03:00
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Mientras caen las bombas sobre Gaza y su población paga con su vida la insensatez terrorista de Hamás, en Occidente se movilizan miles de personas, preocupadas por el destino del pueblo palestino. Es curioso que gente tan sensible no se haya movilizado para denunciar el trato que reciben los refugiados palestinos en Líbano, Siria o Jordania, por parte de sus hermanos árabes. Tampoco hubo manifestaciones para denunciar el sangriento golpe de estado de junio de 2007 que destituyó a los representantes de la Autoridad Nacional Palestina en Gaza, ni el posterior exterminio y expulsión de cientos de dirigentes de Fatah, el grupo del presidente palestino Mahmud Abbás, ni la feroz represión desatada en la conmemoración de la muerte de Yasser Arafat, ni cuando los comandos de Hamás atentaron a tiros contra colegios palestinos por el sólo hecho de enseñar inglés. Por cierto, ninguno de estos manifestantes occidentales quisieran vivir con Hamás al otro lado de la calle ni tiene la menor idea de cómo se llegó a esta situación.

Para los palestinos de Gaza que pertenecen a Fatah, la suerte es dos veces sombría. Sus hermanos de Hamás suelen gastarle algunas bromas sangrientas, como refugiarse en sus casas cuando los persiguen los soldados israelíes, de modo de exponer a las familias de sus adversarios a las represalias militares. "Nosotros sufrimos una tragedia doble, dice Mohamed Abu Savak, un exfuncionario de la Autoridad Nacional Palestina de Gaza. “De Israel, el enemigo y ocupante, podemos esperar todas estas cosas, pero no de nuestro propio pueblo como los de Hamás”. Mohamed vive hoy refugiado en Ramala, Cisjordania; perdió a dos hijos en la represalia del ejército israelí de marzo pasado en el campo de refugiados de Yabalia, en Gaza. Las bombas que cayeron en su casa fueron prácticamente guiadas por los “combatientes” de Hamás.

Si pudiéramos encontrar a Ismail Haniyeh en su refugio a prueba de bombas, el líder de esta organización terrorista y de su gobierno paria, nos diría que tales acusaciones son mentiras y que el golpe de Estado se debió a que el gobierno de Fatah era extremadamente corrupto además de laico, crímenes que justificarían, en su afiebrada concepción del Islam, cualquier tropelía. Mientras caen las bombas en la ciudad de Gaza sobre culpables e inocentes, Haniyeh y sus terroristas practican el juego que mejor saben: esconderse entre la población civil, tomando como escudos humanos a sus propios compatriotas.

En rigor, los bombardeos diarios de Hamás contra civiles israelíes no tenían como objetivo derrotar al “régimen sionista” sino obligarlo a reaccionar con la fuerza.

Por cierto que la respuesta es desproporcionada si se compara el número de víctimas de sus bombardeos con el que dejaron los cientos de cohetes Qassam, lanzados sobre población civil israelí cada mañana de los últimos tres años y a pesar de que Israel se retirara voluntariamente de Gaza, sin que nadie marchara por las calles de Estambul o París para denunciarlo. La situación es tan cruel que el propio Mahmud Abbas dijo que “todo esto se podría haber evitado si Hamás hubiera escuchado el consejo de la ANP de no romper el alto el fuego".

El Qassam que cayó mientras visitaba la alcaldía de Sderot dejó un pequeño cráter en el asfalto de una de las últimas calles de la ciudad, separada de la frontera con Gaza por una colina demasiado cercana. La explosión hizo pedazos los vidrios del ventanal de una casa y del jeep de la familia y de haber caído cinco metros más adelante, el resultado hubiera sido trágico. A cien metros de allí se levanta una sólida construcción en hormigón, a prueba de Qassams. Parece una sinagoga construida con la estética de un bunker, pero es un jardín de infantes. Los niños están protegidos en ese lugar, siempre que no salgan a jugar a sol.

Sderot es una de las ciudades más castigadas por las bombas de Hamás. Considerada la periferia de Israel, allí viven principalmente familias de ingresos bajos, emigrantes recientes llegados de África del Norte o de la ex Unión Soviética. De los cinco mil niños de la ciudad, el 10 por ciento sufre retraso del crecimiento y cerca de la mitad dificultades de adaptación, a causa de los bombardeos cotidianos, que los obliga a correr a los refugios cada vez que suena la sirena.

En Gaza, como en el resto de las ciudades palestinas, los niños son aún más pobres, no cuentan con refugios ni kindergarten construido con hormigón. La fortuna que el mundo envió a la Autoridad Nacional Palestina no fue destinada a construir refugios, guarderías ni hospitales; tampoco a financiar la institucionalidad democrática de la futura nación ni el desarrollo comunitario de su pauperizada población. En Medio Oriente, todos dicen que las ruta del dinero conduce al entorno de Muhammad Abd ar-Ra'uf Quduwa al-Husayni, más conocido como Yasser Arafat, el padre de la independencia palestina y primer presidente de la Autoridad Nacional. La escandalosa corrupción que caracterizó a su gobierno es una de las simientes de la popularidad de Hamás, que suplió con su mezcla de asistencialismo y fanatismo religioso el vacío de poder y de valores del anciano caudillo. Por eso, cuando las bombas caen sobre los niños y los civiles palestinos, lo que los separa de la muerte no es la ingeniería israelí ni la inversión en obras públicas de Fatah sino una construcción probablemente en escombros, aún antes de las bombas, y su inquebrantable fe en Dios. Poca cosa para enfrentar las descargas letales de los F16.

El mal recuerdo de la última guerra en el Líbano y la esperanza de negociar la liberación del soldado Gilad Shalit, acotaron la respuesta israelí en Gaza a unas incursiones puntuales y “quirúrgicas”, pero esa “proporcionalidad” no logró detener los bombardeos. Por el contrario, prolongó la angustia de la población israelí residente en la frontera con Gaza, generó un creciente número de víctimas palestinas (algunos culpables de actos de terrorismo y otros inocentes) y cebó a los líderes de Hamás. La medida siguiente fue el cierre de los pasos de frontera, que estranguló a los palestinos de Gaza, buena parte de los cuales tienen sobradas razones para querer liberarse de la tiranía de Hamás, al escasear los productos de primera necesidad. El resultado del bloqueo tampoco logró terminar con los bombardeos, deterioró la imagen del gobierno israelí y, como no podía ser de otra manera… ¡desató una ola de manifestaciones en varias ciudades de Occidente!

De una forma trágicamente paradójica, el bombardeo contra Gaza puede favorece la búsqueda de un acuerdo de paz, que no ha avanzado gran cosa desde que hace un año se lo relanzara con bombos y platillos en Anápolis. Es que en este nuevo escenario, crecen las expectativas electorales de Tzipi Livni, la ministra de Relaciones Exteriores y aspirante a primera ministra, o al menos detienen el ascenso de Benjamín Netanyahu, expremier y veterano halcón de la derecha israelí, favorito según las encuestas para ganar las elecciones de febrero próximo.

En estas horas que auguran tragedias todavía peores, el gobierno israelí juega a la política y a la guerra, Egipto y la ANP miran para el costado (alentados por el deseo inconfesable de que los soldados y las soldadas israelíes acaben con Hamás), el régimen iraní lanza sus bravatas de ocasión, la Liga Árabe finge reaccionar, las familias judías rezan para que sus hijos vuelvan a casa, la cúpula de Hamás se pone a resguardo bajo tierra y utiliza a sus compatriotas como escudos humanos, la comunidad internacional no aplaude ni condena los bombardeos y la pequeña burguesía occidental saca a pasear su indignación chic, mientras caen las bombas sobre los civiles de Gaza, que pagan con su vida las consecuencias de la insensatez terrorista. ¡Pobres palestinos!