Contenido creado por Gastón Fernández Castro
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“Naides es más que naides”.

“Naides es más que naides”.

27.03.2012

Lectura: 6'

2012-03-27T07:45:19-03:00
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Si hubiera que elegir una frase que definió la creación del Frente Amplio hace 42 años, la igualitaria y democrática "Nadie es más que nadie", es la mejor de todas. Nadie era, ni es, más vanguardia que nadie, nadie tiene la verdad para imponérsela a nadie, nadie, por las razones que sea, tiene el derecho de imponer su estructura y sus votos a los demás integrantes libres del Frente Amplio.

Sin esa definición no hubiera sido posible el nacimiento y la continuidad del Frente Amplio. Cada uno llegó con su carga de historia, de definiciones ideológicas, políticas, filosóficas, con sus coincidencias y sus diferencias. Católicos, comunistas, socialistas, batllistas, nacionalistas, independientes, pro-tupas, anarquistas, trotskistas y creo que no me olvido de nadie.

Todos con estructuras políticas diferentes, con un peso social y político diverso, con aparatos y organizaciones muy diferentes y con un espejo deplorable en el resto de América Latina, con la única excepción de Chile. Pero también allí con una lucha fratricida por la hegemonía, que le costó mucho a la Unidad Popular.

La historia detallada de la creación del FA y de todo el proceso posterior se está escribiendo, yo no puedo aportar mucho porque tendría una visión muy parcial, muy comprometida, pero hay algunos rasgos que hoy convendría que todos recordáramos.

Los grandes aciertos y los errores. En esta época en que la derecha descubrió que los demás y sobre todo la izquierda debe hacer autocrítica, sería importante que la izquierda recuerde que la crítica en el sentido más amplio es nuestro método rector. Y nos debe incluir a todos.

Ese respeto, ese esfuerzo por la negociación hasta el extremo, y la construcción de un método equilibrado entre decidir y negociar, entre buscar consensos y no paralizarse fue una labor de finos orfebres políticos cuyo gran constructor fue Líber Seregni y que tuvo en los líderes de la fundación del FA, dignos compañeros de tarea. Como José Pedro Cardozo, Rodney Arismendi, Carlos Quijano, Juan Pablo Terra, Zelmar Michelini, Alba Roballo, Mario Benedetti, Juan José Crotoggini, José D´Elia, Hugo Villar, Hugo Cores, Hector Rodríguez y seguramente otros.

Fue un aprendizaje difícil y puesto a prueba en muchas instancias. Cuando hubo que designar al presidente del Frente Amplio, y elegimos entre todos a Líber Seregni, no fue una decisión fácil. Ahora que todos conocemos el papel, la agudeza política, la calidad humana de Seregni, -o sea, con el diario de cuarenta años después- podemos comprobar cuán correcta fue esa elección, pero en ese momento nombrar a un general, de claro origen batllista para un conglomerado tan heterogéneo no fue por cierto fácil. Afortunadamente, primaron dos cosas: la generosidad y el sentido histórico. Y no nos equivocamos, nadie lo hizo.

Muchos otros momentos nos pusieron a prueba. Tuvimos unidad de acción y de pensamiento en las respuestas a la prepotencia del poder, que aunque había sido elegido democráticamente, superaba todos los días la legalidad y utilizaba la represión mucho más allá de sus alcances constitucionales y legales. Más compleja fue la reacción frente a la guerrilla y sus acciones. Siempre nos movimos en un plano de principios, pero sobre la actitud de imponernos a todos esa metodología y a pocos meses de las elecciones realizar determinadas acciones que cambiarían el eje político de manera dramática y negativa. Para ellos y para todos, no todos pensábamos lo mismo. Sobre todo en cuanto a imponernos a todos una determinada visión y estrategia que no compartíamos. Pero actuamos con principios.

En medio de ese proceso dramático que comenzó en abril de 1972 y que pasó por el mes de febrero de 1973 y culminó con el golpe de estado de junio del 73, el Frente Amplio encontró los mecanismos y la actitud de su bancada, de sus dirigentes, en sus discursos, pronunciamientos y acciones para presentar un frente común. Y eso nos permitió afrontar 10 años de dictadura y superar las pruebas más difíciles, incluyendo el voto en las internas de 1982 y todo el proceso de la salida de la dictadura. Con el diario de casi 30 años después, hicimos muy bien y a todos nos permitió avanzar en la forja de la gran herramienta política de los cambios en el Uruguay.

Cuando sufrimos una dura derrota con el voto Verde en el plebiscito de 1989 y la división de una parte importante del FA, también pudimos recomponer nuestras fuerzas y nuestro estado de ánimo y tuvimos la capacidad de dar la batalla electoral, confirmarnos como la fuerza de la izquierda y del cambio y ganar las elecciones municipales. Entre todos. Incluyendo la reiteración de una izquierda sin exclusiones, tragando sapos históricos del tamaño de un dragón.

A partir de allí nunca dejamos de crecer y de ensancharnos. Y nadie hizo pesar nunca sus mayorías circunstanciales para ocupar y mucho menos monopolizar los cargos de dirección dentro del FA. Nunca. Las fuerzas mayoritarias fueron cambiando, pero ese criterio no escrito, de generosidad y de equilibrio nunca se modificó. Al contrario.

Lo que le da valor a todo ese trayecto es que las diferencias, las definiciones políticas e ideológicas con orígenes y miradas diversas se mantuvieron, nadie absorbió a nadie, porque nadie es más que nadie y nadie es igual al otro, y eso es lo que le da valor al todo.

Esa definición está en el ADN de la izquierda uruguaya. Sabemos convivir y crecer, y combatir, ganar y gobernar Montevideo, otros departamentos y el país, y volver a ganar. Y también perder, como nos sucedió en algunos departamentos.

Y no fue un proceso idílico. Todos podríamos en algún momento tentarnos para imponer la fuerza principal y ocupar posiciones. Por ejemplo los que en 1989 tuvieron el 47% de los votos del FA y además tenían amplia mayoría en las bases. A nadie se le hubiera ocurrido tener o aceptar esas conductas. Los votos y las mayorías pasan y el Frente Amplio queda. Y nadie sigue siendo más que nadie.

Ahora que tenemos la tarea urgente y fundamental de recuperar el protagonismo del Frente Amplio, una relación adecuada y equilibrada con el gobierno y las intendencias, que tenemos que pensar y elaborar nuestra propuesta de futuro, que necesitamos resolver la difícil tensión entre la inmensa mayoría de los frenteamplistas, de los que alguna vez jugaron papeles importantes y estuvieron comprometidos con la vida del FA, hasta los que se sienten emocional y políticamente del FA y una estructura que no los representa, no los hace ni vibrar ni entusiasmar y menos pensar en ella, necesitamos recordar esa frase, porque además está asociada de una u otra manera a la mejor historia nacional.

Al menos en el FA nadie acepta ser menos que nadie. Por eso la polarización era y es mala. No todos lo consideran así.

Esa es además el alma de la revolución artiguista. Nadie es, ni debería ser más que nadie.