Contenido creado por Gastón Fernández Castro
Cybertario

¡Hop, hop!

¡Hop, hop!

03.12.2008

Lectura: 3'

2008-12-03T12:04:47-03:00
Compartir en

Todo indica que vuelve el fútbol de primera división, luego de un par de semanas de detención y tras la piñata en Jardines del Hipódromo. De ser así, habremos asistido a una gigantesca payasada. Ríos de tinta, horas de aire en radio y televisión, decenas de declaraciones de autoridades públicas y dirigentes de la AUF, todos abogando por una solución a la violencia en el fútbol, para terminar como el Gatopardo: cambiando algo para que todo siga igual. En caso de duda, alcanza con saber que la reanudación del campeonato no se debe a que se haya alcanzado un acuerdo serio y profundo entre las autoridades del gobierno y del fútbol sino a que la AUF se quedaba sin fechas para los partidos que faltan.

¿Garantías para espectadores, periodistas y vecinos? ¿Medidas que apunten a tener estadios sin alambrado olímpico? ¿Desarticulación de los grupos violentos? ¿Acabar con la complicidad, financiamiento y asistencia jurídica de los dirigentes a las barras bravas? ¿Establecer una política preventiva y represiva adecuada? Nada de eso. Todos a la cancha, que la función debe continuar.

Sería mejor que el Ministerio del Interior se ahorrara este papelón y preservara su cometido institucional desentendiéndose de los espectáculos deportivos que no pueda controlar. Advertidos los usuarios y los organizadores de tales limitaciones, cada uno sabrá a qué se expone. “Este espectáculo deportivo no cuenta con servicio de seguridad. La Jefatura de Policía de Montevideo no se hace responsable por los desmanes, arrebatos, agresiones con arma blanca o de fuego y demás violaciones a la ley que se produzcan una vez traspasadas las puertas de acceso. Suerte en pila”. La redacción es tentativa.

La medida no será ortodoxa pero sí original. De paso, desnudaría hasta qué punto la Policía está cumpliendo con su cometido de preservar el orden. Después de todo, si va a mirar para el costado cuando se viola la ley o participar de conciliábulos inconducentes y a la medida de la AUF, es mejor que no haga nada. Eso sí, con previo aviso.

Otro resultado positivo de tal decisión sería dejar en evidencia el grado de responsabilidad que tienen los dirigentes de la AUF con sus sufridos y cada vez más escasos clientes. En principio, el fútbol no es más que un juego deportivo en el que los puntos se dirimen en la cancha y no en los quirófanos. Sin policías merodeando, algunos dirigentes tendrán que elegir entre miles de hinchas pacíficos que pagan su entrada y su choripán (en el Palermo se venden unas tortafritas de película) y un puñado de violentos que cobran, en dinero o especias, su incondicional aliento a la camiseta. Del otro lado de la improbable advertencia policial, el club locatario podrá establecer que, “habida cuenta de la decisión de las autoridades de no enviar más funcionarios policiales (que antes cobraban por no actuar) la comisión directiva deslinda toda responsabilidad por la integridad física, moral o patrimonial de los espectadores”. Y listo el pavo.

Un observador imparcial notará que todo este asunto de la lucha contra la violencia en el fútbol resulta muy poco serio. Más aún, cualquier persona que pueda sacar su cabeza del barro de la política (del fútbol y de la otra), comprenderá que la ciudadanía igualmente va a señalar a los responsables cuando los malandrines vuelvan a hacer de las suyas, lo que no demorará en ocurrir. Pero como nadie parece dispuesto a tomar riesgos, las instituciones involucradas van a seguir haciendo lo de siempre; es decir, nada. ¡Hop, hop!