Contenido creado por Inés Nogueiras
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¿Dos equipos económicos?

¿Dos equipos económicos?

Mientras se observaba un arbolito, se dejó de ver un enorme bosque. ¿Qué pasará en el futuro? Me estoy refiriendo al debate, a la campaña de la derecha durante cinco años de que había dos equipos económicos en el Gobierno de José Mujica.

10.02.2015

Lectura: 8'

2015-02-10T06:32:00-03:00
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Falso: la vida de este quinquenio lo demuestra de manera terminante y concluyente, y la economía no admite jueguitos, es implacable. Pero sí hubo centros de gastos del Estado diferentes y con visiones diversas. Y no fue por descuido.

Por un lado, funcionó el Gobierno nacional, con sus ingresos y sus egresos, su política de endeudamiento, sus prioridades, y por otro, los entes del Estado -me refiero a Antel, UTE, Ancap y OSE-, que tienen dimensiones diferentes y resultados también diferentes, pero una tendencia común.

En el déficit fiscal del 3,5 % que tuvo el Estado uruguayo en el 2014, una parte muy importante corresponde a las empresas públicas. No digo (y si lo pensara lo diría de manera clara y fuerte) ni que se haya dilapidado el dinero ni que esta situación fuera el resultado de un descuido. Fue una política y una definición de prioridades, y se invirtió en grandes obras de infraestructura. Las cifras tampoco dan lugar a muchas especulaciones.

Según los datos de la OPP, las inversiones en las empresas públicas representaron en el 2014 prácticamente la mitad del desequilibrio de las finanzas del Estado. El aumento del capital de esas empresas fue de 1,9 % del PIB y eso equivale al ¡55 % del déficit del 3,5 % del 2014!

Las empresas públicas gastaron 0,4 % del PIB por encima de los ingresos que percibieron durante ese año. Antel es la que tuvo el mayor saldo negativo (0,5% del PIB); OSE y Ancap tienen un desequilibrio algo menor a 0,1% del PIB, mientras que en el caso de UTE hay un superávit de 0,1 %.

La oposición, con mirada tan corta en estos tiempos, se concentró en Alur. Aunque esa haya sido la menor de las inversiones y de gran significado social en el territorio, tuvieron en general una mirada muy corta y muy mercantil, no por ser la oposición, sino por ser esta oposición. El problema, la pregunta de fondo es si esas inversiones eran la prioridad correcta para el país en ese momento.

¿Instalar la fibra óptica a los niveles que los hizo Antel y en el plazo que se realizó era la prioridad nacional? ¿Cuál es la estrategia y el plan de negocios para que esa masiva instalación de fibra óptica tenga retorno, en cualquier nivel, en conectividad, dinero, etc.? ¿Cuántos usuarios utilizan hoy ese servicio de acuerdo a sus prestaciones? ¿Cuáles son los objetivos de futuro?

La misma pregunta se podría formular en cuanto a las inversiones en Ancap, a los gastos en materia de transporte de combustibles internos o de refinados desde el exterior y sus costos, y sobre el cemento. No todas las decisiones se pueden seguir apoyando y explicando en el desastre que nos dejaron las anteriores administraciones, blancas y coloradas.

La derecha quiere reducir el debate a las tarifas, que en sus Gobiernos siempre fueron peores, sobre todo si se comparan las tarifas de cualquier servicio con el salario mínimo nacional, con el promedio de los ingresos familiares en todo el país y distribuidos en Montevideo e interior, y a muchos otros puntos de referencia. Siempre pierden, pero nosotros no debemos escudarnos en esa miopía.

El saldo primario fue de un déficit del 0,5 %, lo que implica que el pago de intereses de la deuda representó un 3,0 %. No se puede mantener de forma permanente este nivel de déficit fiscal, lo que transforma al próximo debate presupuestal tanto para el Gobierno central como para las empresas públicas en el tema más importante para el próximo Gobierno.

Es cierto: hoy los uruguayos no estamos preocupados por las cuentas públicas, pero no son un milagro. Influyen, impactan como un tren en nuestras vidas, salarios, inversiones, ocupación, políticas sociales y prioridades nacionales, y hay que prestarle mucha atención. Algunos no se la prestaron adecuadamente o (lo que puede ser peor) consideraron que cada uno puede ejecutar su propia política de inversiones sin una visión global.

Todo indica que en casi todos los casos seguirán al frente de los entes casi las mismas direcciones y sobre todos los mismos presidentes que tienen un enorme poder de decisión, así que este debate es actual y sobre el futuro. Y ya tuvo algunos coletazos, porque no se trata solo de nombres, sino de visiones diferentes.

Las manifestaciones y gestos del presidente electo Tabaré Vázquez son claras en ese sentido: habrá una sola conducción en el Gobierno nacional. Y eso, hoy, es vital.

Las inversiones son en primer lugar la elección de las prioridades y la sostenibilidad del crecimiento y del desarrollo con un directo impacto social positivo. Esa es la clave. No habrá continuidad en el proceso virtuoso si no hay inversiones, privadas y del Estado. Aquí estamos hablando de inversiones del Estado y conjuntas del Estado con privados.

Hay jerarcas que han obtenido grandes y buenos resultados, por ejemplo en materia energética, y sin embargo han demostrado muy poco entusiasmo explícito en los emprendimientos conjuntos entre el sector privado y público. Yo no estoy en contra en absoluto de posibles zonas de monopolios del Estado, pero con la misma pasión rechazo la visión de estatizar todo lo posible. El modelo uruguayo de combinar adecuadamente ambos sectores, el del Estado y el privado, nos ha dado inmejorables resultados. Otros empujes privatizadores han sido un desastre, pero también estatizaciones generalizadas han sido un deplorable fracaso. Actual y concreto.

En el sector energético, esa visión ha sido fundamental, en la producción a través de biomasa y de fuerza eólica. De otra manera no lo hubiéramos hecho.

Hay fracasos que comprometen los resultados inmediatos y toda estrategia de desarrollo, y sobre todo que desprestigian y taladran al Estado y sus funciones. Pluna es un ejemplo terminante y demoledor.
Algún día no muy lejano tendremos que analizar la crisis de Pluna en relación a la particular situación de todo el funcionamiento de los gastos del Estado durante esos años y el impacto que podían tener las diversas alternativas y los distintos caminos y mensajes que implicaban todas las definiciones posibles ante la crisis, y en particular sobre las empresas públicas. Y en ese tema hubo una gran coincidencia de todos los actores del Gobierno, es bueno reconocerlo.

No puede haber una gran inversión en carreteras, puentes y en el conjunto de transporte vial y lo mismo en el transporte ferroviario simultáneamente con altos niveles de nuevas inversiones en telecomunicaciones, energía, saneamiento y combustibles, y todo hecho por el Estado. No es ni serio ni posible.

Lo primero es establecer las prioridades, y para ello hace falta unicidad en el mando. Eso es la Presidencia de la República, asumiendo ese rol a través de los diferentes organismos del Gobierno, pero incluyendo a los entes autónomos. Las primeras señales son sin duda positivas, pero será una batalla permanente. Eso definirá el futuro del Gobierno y sus resultados, no solo ni principalmente en la macroeconomía en un nuevo momento económico diferente para el país y para la región, sino en la marcha general del país. Y en eso se deben incluir las inversiones sociales, claves para un Gobierno progresista.

Un proyecto nacional no es la suma de diversos proyectos y prioridades; es un rumbo compartido y no una lucha por disponer de los recursos y visiones diferentes sobre los resultados, los instrumentos y las prioridades.

Aquí entramos en el otro tema, el de los instrumentos. La ley de participación público-privada (PPP) ha demostrado sus serias limitaciones. Mientras la ley de promoción de inversiones ha sido uno de los mayores éxitos de ambos Gobiernos, las PPP no despegan ni van a despegar, más que en algunos temas parciales. Necesitamos una revisión crítica. No tengo la menor idea de lo que hay que cambiar y ajustar, pero así como está es un texto casi fiambre.

Estos temas no pueden ser lanzados al ruedo desde la izquierda en un artículo y dejar que los lleve la corriente. Hace falta mayor estudio, seguimiento, sentido crítico permanente, no para las próximas elecciones, sino para los próximos cinco años, como mínimo. Me lo estoy diciendo en público y a mí mismo.
Un tercer Gobierno seguido -de cualquier fuerza política y mucho más de izquierda- reclama más exigencias, más rigor, más precisión en el manejo de los temas por parte de sus partidarios, y yo no oculto que soy un ferviente partidario de la izquierda, por eso mismo me he puesto mucho más exigente y crítico. Si hay dos o más centros de gastos en el futuro Gobierno, nos vamos al cuerno.

Trataré de diferenciarme de los que solo ven los aspectos críticos, de los que solo generan malestares contra los Gobiernos de izquierda, de los que se especializan en buscarle la quinta pata al gato y a todos los animales oficiales y oficialistas, pero eso no me inhibe de aguzar mi mirada. Asumo que es un delicado equilibrio que incluye la polémica con la derecha, su visión y sus prioridades, pero detrás de esa excusa no se pueden ocultar las opiniones sobre errores o desaciertos que comprometan el avance del conjunto del proyecto progresista. No hay que hacer especulaciones: hay que mirar alrededor nuestro.