Por The New York Times | Clifford Krauss
Con una pala adornada con listones en la mano, el primer ministro Keith Rowley asistió el mes pasado a la ceremonia de colocación de la primera piedra del primer gran proyecto de parque solar en Trinidad y Tobago, que se espera genere energía para 42.000 hogares.
Pero si alguien creía que el proyecto simbolizaba el ocaso del largo apego de la nación isleña a los combustibles fósiles, Rowley aclaró la situación.
“Seguiremos extrayendo los hidrocarburos de los que disponemos mientras exista un mercado internacional”, declaró Rowley ante la mirada de ejecutivos de BP y Shell. “Si vamos a vender el último barril de petróleo o la última molécula de gas, que así sea”, agregó.
Trinidad y Tobago es conocida por sus playas de arena blanca, sus selvas montañosas y sus tambores metálicos. Pero su economía depende del petróleo y el gas natural, no del turismo.
El país es uno de los mayores productores de combustibles fósiles del hemisferio occidental y más de un siglo de perforaciones ha dejado su huella. Las principales autopistas de la isla principal están congestionadas por el tráfico y repletas de almacenes industriales. El petróleo está arraigado en la cultura, como tema de muchas canciones de calipso. Incluso los tambores metálicos tienen su origen en las tapas de barriles de petróleo usados.
Si Trinidad parece oscilar en su política de cambio climático, no es la única. Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Estados Unidos también están construyendo grandes parques solares mientras exploran nuevos yacimientos de petróleo. Los países en desarrollo ricos en combustibles fósiles (entre los que se encuentran Guyana, Nigeria, Namibia y Trinidad) afirman que no pueden cambiar tan fácilmente a las energías renovables porque carecen de capital y porque sus habitantes pobres dependen de la energía barata y de los ingresos del petróleo para financiar programas sociales.
El presidente estadounidense Joe Biden y los líderes europeos no tienen una respuesta fácil. Los países industrializados siguen siendo productores y usuarios de combustibles fósiles y no han aportado los 100.000 millones de dólares anuales que habían prometido destinar a un fondo verde para las naciones pobres a partir de 2020.
“Los países del sur les dicen a los países del norte: ‘Ustedes son los que causaron el problema climático, así que ¿por qué no actúan primero, ya que tienen el capital y las tecnologías para impulsar las energías renovables?’”, afirmó Anthony Paul, quien trabajó en el Ministerio de Energía e Industrias Energéticas de Trinidad y Tobago y asesoró a gobiernos y empresas de varios países africanos.
Trinidad tiene una población de apenas 1,5 millones de habitantes, pero lleva mucho tiempo dando la talla en el sector energético. Es el segundo exportador de gas natural licuado del hemisferio occidental, después de Estados Unidos y tiene uno de los ingresos per cápita más altos del Caribe. También es uno de los principales fabricantes de productos petroquímicos, como amoníaco y metanol.
Pero con el agotamiento de sus yacimientos de petróleo y gas, la producción de petróleo ha caído a 58.000 barriles diarios, en comparación con los 230.000 barriles diarios de su apogeo en 1978. La única refinería de petróleo del país se cerró hace cuatro años. La producción de gas ha disminuido un 40 por ciento desde 2010, lo que ha obligado al país a cerrar una de sus cuatro terminales de exportación de gas natural licuado y tres de sus dieciocho plantas petroquímicas.
Al mismo tiempo, el país está percibiendo los efectos del cambio climático, con temporadas lluviosas más húmedas y estaciones secas más secas que reducen la producción agrícola, y mares más tormentosos que castigan a los pescadores e inundan carreteras costeras y viviendas.
“Nos enfrentamos a una decisión de enorme importancia: hacer un cambio de rumbo”, dijo Ryun Singh, presidente de la Asociación de Ingenieros Energéticos de Trinidad y Tobago. “Si no lo hacemos bien, nos enfrentamos a la ruina económica”, agregó.
Por ahora, el gobierno de Rowley quiere redoblar los proyectos con combustibles fósiles al intentar que las empresas energéticas desarrollen nuevos yacimientos en alta mar.
El sector del petróleo y el gas “es la base de nuestra clase media”, comentó Ainka Granderson, científica medioambiental del Instituto de Recursos Naturales del Caribe, una organización de investigación en San Juan, ciudad de la isla principal. “El petróleo y el gas fueron en su momento la columna vertebral de la nación, pero ahora son la muleta que nos sostiene”, afirmó la científica.
Esa muleta cada vez aporta menos sostén.
Una tarde reciente, un buque cisterna llegó a la terminal Atlantic LNG en Punta Fortín para recoger una carga de gas refrigerado con destino al Reino Unido. “Trinidad al rescate”, dijo sonriente Jean Andre Celestain, director de operaciones de la planta. Debido al descenso de los ingresos por exportación de energéticos, el producto interno bruto de la nación disminuyó un 20 por ciento entre 2015 y 2021. El alza de los precios del petróleo y el gas tras la invasión rusa de Ucrania y un nuevo descubrimiento de gas por parte de Shell han propiciado un pequeño repunte en el último año.
Pero eso no basta para frenar el descenso de la producción y los ingresos energéticos, según los expertos en energía.
En un esfuerzo por compensar el déficit, el país intenta reducir el uso interno del gas natural para poder exportar más. Esa es la principal misión de los parques solares que BP y Shell están construyendo en Trinidad. Para reducir la demanda interna de gas, los reguladores energéticos proponen subir las tarifas eléctricas para residentes y empresas. Esta propuesta se enfrenta a una dura oposición política.
“Cuando se es un país productor de petróleo y gas, siempre se está rezagado en materia de energías renovables porque la gente disfruta de las tarifas eléctricas más baratas que ofrecen los combustibles fósiles”, afirmó David Alexander, profesor de ingeniería petrolera de la Universidad de Trinidad y Tobago.
Alexander y otro profesor dirigen un proyecto para crear un “atlas de captura de carbono” de los yacimientos de petróleo y gas agotados, que puede utilizarse para almacenar el carbono capturado en las plantas petroquímicas trinitenses y ayudar al país a compensar la mayor parte o la totalidad de sus emisiones de gases de efecto invernadero. Los analistas afirmaron que Trinidad necesitaba actuar con rapidez o arriesgarse a perder clientes de gas en beneficio de otros exportadores, como Estados Unidos y Catar, que están construyendo terminales de gas natural licuado más eficientes.
Quizá sea una tarea difícil, e incluso a algunos trinitenses que llevan mucho tiempo trabajando en el sector del petróleo y el gas les preocupa que no haya mucho que hacer para detener el declive de su industria.
Ronnie Beharry trabajó en varios puestos de campo antes de convertirse en gerente de un yacimiento de gas explotado por Touchstone Exploration. Solo estudió el bachillerato, pero puede permitirse enviar a su hija mayor a la universidad.
“Les digo que miren otras opciones porque hemos empezado a ser ecológicos”, comentó, refiriéndose a sus tres hijos. “No sé hacia dónde van las cosas. A veces creo que el país tiene un plan alternativo y a veces no”, aseveró. Un buque cisterna de GNL con bandera de las Bermudas llega a la terminal Atlantic LNG de Punta Fortín para recoger un cargamento de gas refrigerado con destino al Reino Unido, en Trinidad, el 19 de abril de 2023. (Tony Cenicola/The New York Times). La planta de desalinización Desalcott en Point Lisas, uno de los mayores consumidores de electricidad de Trinidad, el 20 de abril de 2023. (Tony Cenicola/The New York Times).
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