Por The New York Times | Raymond Zhong

El lunes 19 de septiembre, en Puerto Rico, más de un millón de personas se quedaron sin electricidad y muchas estaban sin agua corriente, luego de que el huracán Fiona dejara caer 76 centímetros (30 pulgadas) de lluvia en la isla montañosa, lo que causó amplios daños a viviendas e infraestructura. El presidente Joe Biden autorizó a la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por su sigla en inglés) para que se movilizara y coordinara la ayuda. El gobernador Pedro Pierluisi les pidió a los residentes que permanecieran en sus casas y en refugios.

Fiona ha tenido un impacto catastrófico debido en parte a razones que preceden por mucho tiempo la llegada de la tormenta. A continuación, explicamos tres de las más importantes.

El gobierno de Trump restringió los fondos de ayuda tras las últimas grandes tormentas en la isla.

En muchos sentidos, Puerto Rico todavía se está recuperando de la calamidad de su última tormenta, en septiembre de 2017, cuando los huracanes Irma y María azotaron la isla con solo unas pocas semanas de diferencia. María mató a casi 3000 personas. Tomó 11 meses restaurar la energía eléctrica a todos los clientes en el territorio. Esa situación, combinada con la de las Islas Vírgenes de Estados Unidos, es calificada por los investigadores como el mayor apagón en la historia del país, debido a la cantidad de personas afectadas y su duración.

Aunque FEMA realizó un extenso trabajo de ayuda inmediatamente después de la tormenta, los fondos federales para la recuperación a largo plazo en la isla quedaron entrampados en disputas políticas en el Congreso. El gobierno de Trump también impuso restricciones a porciones de la ayuda dirigida a la isla por temor a que el dinero fuera mal administrado o despilfarrado. Los funcionarios puertorriqueños han calificado estas preocupaciones como exageradas, aunque reconocieron que los obstáculos burocráticos habían perjudicado los proyectos de recuperación.

El gobierno de Biden comenzó a liberar la ayuda y a eliminar las restricciones poco después de asumir el poder el año pasado, como parte de una iniciativa para abordar las disparidades raciales en el impacto del cambio climático.

El gobierno de Puerto Rico se ha demorado con la reconstrucción.

Hoy, incluso con un mayor flujo de dinero gubernamental para Puerto Rico, el progreso de la reconstrucción después de Irma y María sigue siendo lento.

Hasta el mes pasado, el gobierno de la isla había gastado solo alrededor de 5300 millones de dólares, es decir, el 19 por ciento de los 28.000 millones de dólares de los fondos que FEMA ha comprometido para proyectos de recuperación posteriores a 2017, según Christopher Currie, uno de los directores del equipo de justicia y seguridad nacional de la Oficina de Responsabilidad Gubernamental. Una gran mayoría de ese dinero (el 81 por ciento) se destinó a ayuda de emergencia, como la eliminación de escombros, afirmó Currie. Se ha destinado una cantidad considerablemente menor a obras permanentes, como mejoras en las carreteras y servicios públicos.

Currie reveló las cifras en un testimonio realizado la semana pasada ante un subcomité de la Cámara de Representantes sobre la labor de FEMA en Puerto Rico desde el paso de Irma y María. Currie también identificó varias razones por las que la recuperación ha sido dura.

Los funcionarios locales en algunas partes de Puerto Rico no tienen la experticia ni el conocimiento de las regulaciones federales para gestionar los programas de subvenciones de FEMA, afirmó Currie. La inflación ha elevado los costos de los proyectos. Los gobiernos locales han tenido problemas para contratar ingenieros y contratistas. Las piezas y materiales para los proyectos de construcción han tardado mucho en llegar debido a los retrasos en las cadenas de suministro globales, aseguró Currie.

Anne Bink, administradora asociada de la Oficina de Respuesta y Recuperación de FEMA, le dijo la semana pasada al mismo subcomité de la Cámara de Representantes que la agencia estaba mejor preparada para ayudar a Puerto Rico a superar una gran tormenta que en 2017, en parte debido a que ahora se almacenan más suministros de emergencia en la isla.

En la actualidad, FEMA tiene el doble de generadores eléctricos en Puerto Rico, nueve veces la cantidad de agua, diez veces los alimentos y ocho veces el número de lonas en comparación con 2017, informó Bink. La agencia también ha facilitado el proceso para que los propietarios de viviendas reciban asistencia por desastres, aseguró.

El cambio climático está generando tormentas con mayores precipitaciones.

Los científicos necesitarán tiempo para precisar con exactitud cómo el calentamiento global causado por la quema de combustibles fósiles contribuyó al huracán Fiona. Pero, en general, el incremento del nivel del mar provocado por el cambio climático está causando marejadas ciclónicas más peligrosas a causa de los ciclones tropicales: si las aguas costeras ya están elevadas, una marejada ciclónica puede causar estragos más hacia el interior. Las temperaturas más altas también están provocando que se evapore más agua de los océanos y el aire más cálido retiene mayor humedad. Todo eso se traduce en que las tormentas pueden llegar con lluvias más intensas.

Mientras el planeta se siga calentando, los científicos esperan que los ciclones tropicales se vuelvan más fuertes en promedio a nivel mundial. Los modelos científicos predicen que podría haber ligeramente menos cantidad de ciclones tropicales, pero cada uno de ellos podría causar un daño mayor.

Hoy, los científicos están trabajando para comprender cómo el cambio climático está afectando la manera en que se forman los huracanes y hacia dónde viajan, además de su tamaño y fuerza, afirmó Kevin Reed, científico climático de la Universidad de Stony Brook.

Un estudio reciente reveló que el cambio climático añadió un 10 por ciento a las tasas máximas de precipitaciones de 3 horas durante la temporada de huracanes del Atlántico Norte de 2020.

“Si tienes 60 centímetros de lluvia, un 10 por ciento son 6 centímetros de lluvia”, afirmó Reed. Eso es suficiente como para causar mucho más daño en lugares vulnerables. “Esa es una gran cantidad de lluvia adicional que se suma a la que ya tenías antes”.