Contenido creado por Martín Otheguy
Ciencia

Algo muy contagioso

Sobre el uso y abuso de los medicamentos: los fármacos antimicrobianos

La amoxicilina es la reina de las autoprescripciones, pero sin idea de cómo debe dosificarse, advierte el químico farmacéutico Bernardo Borkenztain.

31.07.2018 11:57

Lectura: 7'

2018-07-31T11:57:00-03:00
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El químico farmacéutico Bernardo Borkenztain inicia un ciclo sobre el uso y abuso de los medicamentos, centrado en este primer capítulo en los fármacos antimicrobianos.

Infección

Durante milenios el ser humano se encontró relativamente indefenso ante las infecciones. Una sencilla herida en un dedo podía terminar en la gangrena y posible amputación del brazo, e inclusive en la muerte del paciente.

Hasta la Edad Media en Occidente se seguía la teoría de los humores de Hipócrates, que no tenía ninguna aplicación práctica en la cura de estas infecciones, ya que se basaba en retirar el elemento "calor" y la "bilis negra".

Además, no podían establecer las formas de contagio de enfermedades como el cólera o la peste bubónica, ya que no tenían manera de establecer conceptos como vectores de transmisión. De hecho, la malaria se llama así por el "mal aire" del que se creía provenía la misma, cuando en realidad se trata de la infección por parásitos llamados plasmodios que se transmiten por la picadura de los mosquitos anófeles. No fue hasta los trabajos de Louis Pasteur, que refutaron la hipótesis de la generación espontánea, que se asumió que necesariamente los microorganismos invasores tenían que venir de otro lado, o sea, necesariamente por un contagio, fuera por vectores de transmisión exógenos (mosquitos, pulgas), por reservorios (las aguas servidas por ejemplo) o interpacientes.

No fue hasta el siglo XVII que Anton van Leeuwenhoek, un empirista que, viviendo en Delft, la meca de los pulidores de cristales, diseñó los primeros microscopios y descubrió los microorganismos que son los causantes de las infecciones.

Hoy sabemos que las infecciones son el resultado de la invasión y eventual colonización del organismo por diferentes tipos de estos microorganismos, que cuando tienen esa capacidad, son llamados patógenos (que producen sufrimiento).

Hay diferentes tipos y sus mecanismos de agresión son bien diferentes, y es por eso que no pueden utilizarse las mismas estrategias para las diferentes situaciones. Hay bacterias, hongos, virus, protozoos y priones, y son, como dijimos, radicalmente diferentes.

Historia y clasificación de los antibacteriales

Sin embargo, hubo que esperar al siglo XX para que los trabajos de Louis Pasteur eliminaran el concepto de la generación espontánea y a los descubrimientos de Heinrich Hoerlein y su equipo de la Bayer que desarrollaron el PRONTOSIL, primer quimioterápico y a los de Alexander Fleming que en 1928 descubrió la PENICILINA, el primer antibiótico.

El primer caso fue un derivado de la boyante química de las anilinas que había desarrollado la Bayer (el primer compuesto probado teñía de rojo brillante la piel del paciente) y el segundo fue un hallazgo serendípico de Fleming, que descubrió en unos cultivos de Staphylococcus aureus una contaminación del hongo Penicillium notatum alrededor de la cual no crecían las bacterias antes mencionadas.

Hoy vamos a ocuparnos en particular de los antibióticos y quimioterápicos, los que se utilizan para los casos de infecciones bacterianas. La diferencia entre ambos es que los segundos son completamente sintéticos pero los otros no, se deben, al menos en alguna etapa del desarrollo o producción, cultivarlos.

Por su acción, a grandes rasgos, pueden diferenciarse en bactericidas (matan las bacterias) y bacteriostáticos (impiden su crecimiento y proliferación). Por su efecto en cambio, los hay que son efectivos para una gran variedad de patógenos y se los llama de amplio espectro, y los hay más específicos.

También se clasifican por su fórmula y estructuras químicas, pero no le dedicaremos a eso mucho espacio por ser demasiado técnico.

Finalmente, por su uso los hay que se administran solamente de forma tópica (sobre la piel y mucosas), orales e inyectables y solo inyectables.

Sin dudas los más comunes son los "parientes" de la penicilina, llamados por sus estructuras "betalactámicos", que tienen la particularidad de no resistir mucho tiempo en solución acuosa, motivo por el que se comercializan con el agua separada (por ejemplo, ampollas de agua destilada y del polvo del antibiótico aparte)

Terapéutica y modos de uso

Como dijimos la posología (forma y periodicidad del consumo) es variada, y lo más importante es que SIEMPRE un antimicrobiano debe de ser recetado por un médico, ya que su uso imprudente conlleva riesgos.

Lo anterior es importante, por un lado, porque todos los antimicrobianos tienen efectos secundarios, como la tetraciclina que mancha de verde los dientes, o el cloranfenicol que es tóxico al oído (y por eso se usa solo de forma tópica), o, como la mayoría, pueden agredir la biota intestinal y producir trastornos por eso. Las sulfamidas, por su lado, las más comunes dentro de los quimioterápicos, así como la penicilina, pueden generar alergias muy severas.

Por otro lado, hablábamos antes del espectro de acción, no todos los antimicrobianos sirven para todas las especies de patógeno, y, de hecho, en casos complejos se realiza un estudio llamado "antibiograma" en el cual se estudia la sensibilidad del agente a los diferentes antibióticos disponibles.

Por eso es que debe ser el médico el que elija el medicamento y su forma de dosificar, ya que es el que conoce las probabilidades de sensibilidad de los diferentes tipos.

Por último, y más grave, las bacterias tienen la capacidad de desarrollar resistencias, lo que las hace inmunes al fármaco, y, para peor, pueden transmitir esa cualidad, aún entre especies diferentes, lo que potencialmente inutiliza esas drogas y es, de hecho un peligro grande que existe, el de que la terapéutica pierda esas drogas y se limite severamente la capacidad de combatir enfermedades.

Coloquialmente, se suele hablar, por ejemplo, de las "superbacterias" hospitalarias, también llamadas meticilinorresistentes, por ser inmunes a este poderoso agente, la meticilina.

Recomendaciones

Por lo anterior es importante tener en cuenta algunas cosas ante una posible infección. Lo primero, reiteramos que se debe recurrir a un médico y nunca automedicarse. Cuando el paciente decide por sí y ante sí, suele recurrir al que considera más potente y en dosis más alta, siendo la amoxicilina la reina de las autoprescripciones, pero sin idea de como debe dosificarse, y eso, por un lado puede ser ineficaz (no hay forma de que esté seguro de que la infección sea bacteriana, y si es un hongo o virus lo mismo podría comer caramelos de menta) ni si es un antibiótico en cuyo espectro se encuentre el patógeno más probable.

Por otro lado, las indicaciones suelen ser por un período (una semana, diez días, por ejemplo) y debe tomarse el medicamento durante todo el ciclo prescripto, porque, si deja de hacerlo ante una remisión de los síntomas (que si la terapéutica es eficaz ocurre antes) y no se eliminan todas las bacterias, pueden volver a proliferar, pero como estuvieron expuestas al agente, es cuando pueden generar la resistencia. Durante la guerra de Vietnam los soldados americanos se inyectaban penicilina preventivamente para evitar contraer la sífilis, lo cual es una barbaridad, y lograron generar cepas de Treponema pallidum, el agente causante, resistentes a la penicilina, algo que no existía antes de esa costumbre.

O sea, ante un dolor de garganta no se debe ir corriendo a tomar nada, porque solamente en el caso de las anginas el causante es una bacteria, y hoy hay kits de diagnóstico muy rápidos de usar.

Por lo anterior, esas son las mejores alternativas: consultar al médico y seguir sus indicaciones al pie de la letra, en tipo, frecuencia y período de toma.

Por el químico farmacéutico Bernardo Borkenztain