Por The New York Times | David Austin Walsh

ELON MUSK, UN PROMOTOR SISTEMÁTICO DE CUENTAS DE ULTRADERECHA Y ANTISEMITAS EN TWITTER, FUSIONA AHORA SU SENTIDO DE VICTIMISMO CON LOS ELEMENTOS MÁS TÓXICOS DE LA DERECHA.

Elon Musk, uno de los hombres más ricos del mundo que, en fechas recientes, ha dado de qué hablar por ser dueño del sitio web X, antes conocido como Twitter, tiene una nueva excusa para el vacilante desempeño de la empresa desde que la compró el año pasado. El problema, según Musk, son los judíos.

El lunes, en un arrebato en su plataforma, Musk afirmó —sin presentar ninguna prueba— que los ingresos publicitarios de Twitter disminuyeron un 60 por ciento “sobre todo debido a la presión sobre los anunciantes por parte de @ADL” —sigla en inglés de la Liga Antidifamación— que según él “ha estado tratando de acabar con esta plataforma mediante acusaciones falsas contra ella y contra mí de antisemitismo”.

Aunque durante mucho tiempo el sitio web ha tenido la reputación de ser una cloaca de mentiras, discursos de odio y de contar con una importante base de usuarios neonazis, durante la gestión de su ex director ejecutivo, Jack Dorsey, Twitter había empezado a tomar medidas para prohibir el acceso a los usuarios más provocadores y abiertamente racistas y antisemitas. Según un informe de 2018 de la Liga Antidifamación, en la plataforma se habían compartido o vuelto a compartir 4,2 millones de tuits antisemitas en el año anterior, antes de que entrara en vigor la prohibición de Twitter de cuentas extremistas. Musk revirtió esas políticas casi en su totalidadvaliéndose del derecho a la libertad de expresión. Gracias al restablecimiento de cuentas extremistas —y a un nuevo algoritmo que da prioridad a las publicaciones de usuarios “verificados” que pagan más de 8 dólares mensuales a la empresa— X/Twitter ahora funciona como un megáfono para los elementos más tóxicos de la derecha nacionalista blanca.

Musk también culpó a la Liga Antidifamación del desplome del valor de la empresa —algunos cálculos posicionan el valor actual de la empresa en cerca de una tercera parte de los 44.000 millones de dólares que Musk pagó por ella—, pues afirmó que estaba considerando emprender acciones legales en contra de la Liga y señaló que estaba a favor de prohibir el acceso de la organización a X.

Musk insiste en que sus reclamos no son antisemitas y que no tiene ninguna animadversión hacia los judíos; no obstante, a lo largo de esta última semana atacó en varias ocasiones al director de la Liga Antidifamación, Jonathan Greenblatt, y lo acusó de mentir sobre la influencia política de su organización.

No es la primera vez que grupos de extrema derecha atacan a la Liga Antidifamación por sus supuestas “calumnias”. A finales de la década de 1950, Russell Maguire, propietario de la revista de derecha American Mercury, afirmó que grupos judíos lo estaban difamando a él y a su publicación, acusándolos de antisemitas y, al igual que Musk, sugirió que estaban organizando un boicot en su contra. Unos años más tarde, a mediados de la década de 1960, Robert Welch, líder de la ultraderechista John Birch Society, afirmó de manera similar que la Liga Antidifamación estaba mancillando de manera injusta la reputación de su organización con el argumento de que había antisemitas entre sus filas.

No hay duda de que, la Liga Antidifamación los criticó a ambos, pero tenía buenos motivos. En efecto, Maguire era un antisemita comprometido. Respaldó la autenticidad del infame tratado antisemita “Los protocolos de los sabios de Sion” en su revista. Welch, en buena medida debido a la presión de la Liga Antidifamación, se vio obligado a expulsar de la John Birch Society a sus antisemitas más acérrimos en 1966. Teniendo en cuenta que Musk ha restablecido y retuiteado a una serie de cuentas abiertamente antisemitas y nacionalistas blancas desde que adquirió el sitio web, sus ataques a la Liga Antidifamación son muy acordes con esta tradición.

La Liga Antidifamación no es la única organización que vigila el discurso de extrema derecha ni tampoco ha sido la única en provocar la ira de Musk y la de la extrema derecha en línea en Twitter. El Southern Poverty Law Center, fundado por activistas de los derechos civiles en la década de 1970, cuenta con un grupo de investigadores que vigilan y catalogan el extremismo de ultraderecha y, desde hace mucho tiempo, ha recibido ataques de neonazis y supremacistas blancos y, sin embargo, este centro, una organización no sectaria, no ha sido objeto de señalamientos por parte de Musk.

En parte, esto se debe a que la Liga Antidifamación, hasta hace relativamente poco, era ambivalente, incluso partidaria, de Musk. En 2022, Greenblatt de la Liga elogió al empresario multimillonario. En declaraciones a la CNBC, Greenblatt dijo que Musk era un “emprendedor impresionante, un innovador extraordinario. Es el Henry Ford de nuestros tiempos”.

Como todos sabemos, Henry Ford saltó a la fama por ser el genio creativo detrás de la Ford Motor Company. Y, al igual que Musk, Ford era una verdadera celebridad. De la misma manera que los seguidores de Musk en Twitter se jactan de que su empresa SpaceX llevará a la humanidad a un futuro cósmico, Ford era visto como el apóstol de la modernidad industrial. Iósif Stalin recurrió a expertos de la Ford Motor Company para que lo ayudaran a industrializar a la Unión Soviética a finales de la década de 1920. Aldous Huxley fechó el calendario en su novela distópica de 1932 “Un mundo feliz” como “d.F.”, “después de Ford”.

Junto con Charles Lindbergh, Ford fue uno de los antisemitas más tristemente célebres del siglo XX en Estados Unidos y Greenblatt fue muy criticado por liberales e izquierdistas por no haberlo señalado.

A pesar de que Greenblatt alabó sin tacto a Musk por ser la nueva encarnación de Henry Ford, la Liga Antidifamación se ha preocupado con razón de vigilar Twitter como uno de los principales foros mundiales de antisemitismo desde que Musk es su propietario. El histórico método desregulado con el que Twitter aborda la libertad de expresión, si bien ha permitido que voces antes marginadas ocupen un lugar destacado en la narrativa de los medios de comunicación, también ha brindado nuevas oportunidades a antisemitas y racistas declarados, hasta ahora confinados a sitios web para verdaderos creyentes. Twitter no ha sido la única red social que ha coqueteado con el extremismo (Facebook se convirtió en un vector de desinformación durante las elecciones de 2016), pero su poder para dar forma a la narrativa mediática ha sido único.

¿Qué explica la cuestionable toma de decisiones de Musk? No es difícil imaginar que un hombre de negocios inmensamente rico —que cree firmemente en su propia misión mesiánica de elevar a la humanidad y que se enfrenta a críticas públicas intensas y sostenidas sobre sus ideas políticas y su perspicacia empresarial por primera vez en décadas— pueda llegar a la conclusión de que hay fuerzas oscuras que traman su desprestigio. Lo que separa este linchamiento de un conspiracionismo en toda regla es la sensación que tienen Musk y sus acólitos de que criticarlo pone en peligro el futuro utópico de la humanidad. Eso, aunado al hecho de que Musk ha impulsado de manera sistemática cuentas de extrema derecha, así como a nacionalistas blancos y antisemitas en Twitter desde su llegada a la red social, fusiona en la práctica su sentido de victimismo con el antisemitismo conspirativo de los elementos más tóxicos de la derecha.

A pesar de que X, originalmente conocida como Twitter, ha perdido un valor considerable debido a la incompetencia de Musk y al hecho de tener que enfrentarse a rivales como Threads de Meta, sigue siendo la plataforma de redes sociales más influyente a la hora de dar forma a la narrativa de las noticias nacionales. Como dijo Kanye West, que no es ajeno a hacer declaraciones antisemitas descabelladas: “Ningún hombre debería tener todo ese poder”.

El Partido Republicano ya tiene un grave problema con ciertos elementos del personal de campaña que abiertamente quieren sacar provecho de discursos de antisemitas y nacionalistas blancos. El hecho de que Musk utilice a los judíos como chivos expiatorios de sus propias decisiones empresariales catastróficas en relación con su gestión de una de las plataformas de redes sociales más influyentes del mundo no hará sino echar más leña al fuego. Este artículo apareció originalmente en The New York Times.