Después del choque deliberado de un artefacto espacial de la NASA contra un asteroide, le tocará a la sonda europea HERA intentar descifrar "la escena del crimen", recogiendo datos de la operación.

Además de ser un potencial peligro para la Tierra, los asteroides representan una mina geológica, una puerta para descubrir los orígenes del Sistema Solar.

La misión DART de la NASA intentará en la noche del lunes al martes desviar la trayectoria de Dimorphos, una pequeña "luna" que gira en torno a un asteroide más grande, Didymos, situado a 11 millones de kilómetros de la Tierra.

Esta experimento tiene como objetivo reducir la duración de la órbita del pequeño asteroide en torno al de mayor talla, y al mismo tiempo, comprobar si la humanidad sería capaz de modificar la trayectoria de un asteroide que pudiera amenazar algún día a nuestro planeta. 

Inédito

"Un sistema de dos asteroides es un terreno de pruebas perfecto para una experiencia de defensa planetaria, pero también es un escenario totalmente inédito" explica Ian Carnelli, responsable de la misión HERA de la Agencia Espacial europea (ESA).

La sonda fue bautizada HERA en homenaje a la diosa griega del matrimonio.

Será lanzada en octubre de 2024, y su llegada a Dimorphos está prevista en 2026.

Gracias a los sofisticados instrumentos a bordo (cámaras, láser, radar...) HERA podrá analizar los datos que ofrezca ese desvío, que no supone, por su distancia, ningún peligro para la Tierra.

Esos datos deberían permitir la configuración de modelos para extrapolar escenarios de impacto.

Nuevo mundo 

"Necesitamos conocer la naturaleza y la composición de los asteroides porque en función de la textura de la roca no siempre representan el mismo peligro", destacó Bhavya Lal, administradora asociada de la NASA, durante el Congreso Internacional de Astronáutica esta semana en París.

Los científicos esperan sorpresas gracias a esos datos.

"Lo ignoramos prácticamente todo" de esos cuerpos celestes, indica Patrick Michel, investigador principal de HERA. "Vamos a descubrir un nuevo mundo".

Para este astrofísico, los asteroides "no son simples piedras sin historia flotando en el espacio, sino pequeños mundos geológicos fascinantes y complejos, con cráteres, cuencas, eyecciones de partículas..."

A causa de su peso, insignificativo en comparación con la Tierra, su gravedad es muy escasa, porque lo que el comportamiento de la materia en la superficie de esos asteroides "es totalmente contraintuitivo, no nos podemos basar en imágenes para saber cómo se comportan los asteroides, hay que tocarlos también", explica Patrick Michel.

¿Un ejemplo? Una pequeña explosión provocada cerca de la superficie del asteroide Ryugu (descubierto en 1999) formó un cráter de 15 metros, mucho mayor de lo que ofrecían las simulaciones.

Por otra parte, "la superficie se comportó como un fluido durante el impacto", en lugar de la imagen sólida que se asocia a estas rocas.

En la etapa final de la misión HERA, un microsatélite debería aterrizar en la superfice de Dimorphos (160 metros de diámetro, la talla de la pirámide de Gizeh).

Los sistemas binarios como Didymos y su satélite Dimorphos representan aproximadamente el 15% de los asteroides conocidos, y hasta la fecha no han sido explorados.

Los asteroides representan "rastros de la historia del Sistema Solar" de gran utilidad, explica Patrick Michel, porque han guardado la memoria de la composición del sistema y de sus planetas, que se fueron formando a partir de colisiones.

"Actualmente estamos en una era en la que todas las superficies sólidas del Sistema Solar tienen cráteres. Para volver a hallar el escenario original, tenemos que comprender lo que sucede cuando dos cuerpos sólidos entran en colisión". Y eso será posible, en escala real, gracias a la pareja DART-HERA, esperan los cientìficos.

AFP