Este 16 de setiembre, Día Mundial del Ozono, se conmemora una de las historias más exitosas de la diplomacia ambiental: el inicio de la recuperación de la capa de ozono, un escudo atmosférico fundamental para la vida en la Tierra. A casi cuatro décadas de la firma del Protocolo de Montreal (1987), los científicos observan una tendencia clara hacia su restauración, aunque advierten que el regreso a niveles preindustriales podría tardar aún medio siglo.
El científico Alberto Redondas, del observatorio de AEMET en Izaña, Tenerife, explica que la presencia persistente de sustancias nocivas en la atmósfera, muchas con vidas químicas superiores a los 70 años, impide una recuperación más acelerada. A ello se suman nuevas amenazas, como las emisiones ilegales detectadas entre 2013 y 2018 en China, la presencia de compuestos no regulados y eventos extremos como incendios forestales o erupciones volcánicas.
Una amenaza superada… parcialmente
Durante las décadas de 1980 y 1990, el llamado “agujero de la capa de ozono” sobre la Antártida se convirtió en una de las principales preocupaciones medioambientales globales, gracias a las imágenes satelitales y al consenso científico sobre su origen: los clorofluorocarbonos (CFCs). Utilizados en refrigeración, aerosoles y extintores, estos compuestos reaccionaban con el ozono estratosférico, descomponiéndolo y reduciendo su capacidad de filtrar la radiación ultravioleta.
La respuesta internacional fue inédita. Con el Convenio de Viena (1985) y el Protocolo de Montreal (1987) se acordó la eliminación progresiva de estas sustancias. A diferencia de otros tratados ambientales, este contó con apoyo unánime, mecanismos de verificación, financiamiento para países en desarrollo y un marco jurídico eficaz.
El resultado: una tendencia a la recuperación, aunque todavía irregular. En 2023, por ejemplo, el agujero antártico fue uno de los mayores registrados. En 2024, en contraste, fue de los más pequeños. Para 2025, los datos muestran una media estable, lo cual es interpretado como una señal positiva.
El nexo con el cambio climático
Redondas advierte sobre la interdependencia entre la capa de ozono y el cambio climático. El aumento de CO2 enfría la estratósfera, ralentizando la destrucción del ozono, pero al mismo tiempo altera la circulación atmosférica, dificultando la distribución del ozono hacia las regiones tropicales. Estas zonas podrían enfrentar un déficit crónico de ozono en las próximas décadas, con implicancias directas para ecosistemas vulnerables y poblaciones humanas con alta exposición solar.
Además, el debilitamiento del ozono puede alterar los patrones de precipitación en el hemisferio sur, afectando regiones como la Patagonia, Australia o el Cono Sur de América
Con información de EFE
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