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Treinta años atrás, Netscape y Sun Microsystems anunciaron conjuntamente la llegada de un nuevo lenguaje de scripting destinado a hacer que las páginas web fueran interactivas. Era JavaScript, nacido de un prototipo que el ingeniero Brendan Eich armó en apenas diez días en mayo de 1995. Aunque su lanzamiento público se concretó meses después, aquel experimento terminó convertido en la base del internet moderno.
Según informó Ars Technica, JavaScript funciona en aproximadamente el 98,9% de los sitios con código del lado del cliente, según diversas mediciones. Su uso excede ampliamente al navegador: alimenta servidores con Node.js, aplicaciones móviles, programas de escritorio y hasta algunos sistemas embebidos. Desde hace más de una década, encabeza encuestas globales como el lenguaje más utilizado por desarrolladores.
La idea original de Netscape era crear una herramienta ligera y accesible para diseñadores web, sin exigir conocimientos de programación profesional. Eich se inspiró en varios lenguajes: tomó una sintaxis parecida a Java para contentar a la gerencia, pero estructuró el núcleo con elementos de Scheme y Self, de donde proviene su modelo de objetos basado en prototipos.
Aquel anuncio de diciembre de 1995 reunió el respaldo de 28 compañías tecnológicas que con el tiempo desaparecerían, quebrarían o serían absorbidas: Digital, Silicon Graphics, Netscape y la propia Sun Microsystems, entre otras. JavaScript, sin embargo, sobrevivió a todas.
Su desarrollo inicial fue turbulento. Las modificaciones constantes molestaron incluso a figuras como Bill Gates, que en 1996 se quejó del ritmo de cambios. Microsoft creó su propia implementación, JScript, lo que abrió años de incompatibilidades entre navegadores que complicaron la vida de los desarrolladores web.
El nombre tampoco ayudó. Antes de ser JavaScript, el lenguaje se llamó Mocha y luego LiveScript. La marca final surgió en diciembre de 1995, como parte de un acuerdo entre Netscape y Sun que buscaba capitalizar el furor por Java. Esa decisión comercial generó tres décadas de confusiones: más allá de ciertas similitudes superficiales, Java y JavaScript comparten poco más que cuatro letras.
La estandarización llegó en 1997 con ECMAScript, bajo la órbita de ECMA International. Tras un período en que la innovación se estancó por el dominio de Internet Explorer, la web se revitalizó en 2005 gracias a AJAX, que permitió interactuar con páginas sin recarga completa. Cuatro años más tarde, Node.js habilitó el uso del lenguaje del lado del servidor, ampliando su alcance mucho más allá del navegador.
Hoy, JavaScript sostiene frameworks móviles como React Native, aplicaciones de escritorio hechas con Electron, y un ecosistema gigantesco: se calcula que existen entre dos y tres millones de paquetes en npm, su registro oficial.
En paralelo, una parte de la comunidad busca liberar el nombre “JavaScript”. Tras la compra de Sun por Oracle, la empresa heredó la marca, pero sin desarrollar productos que la utilicen. Más de 28.000 desarrolladores —incluidos Eich y Ryan Dahl, creador de Node.js— firmaron una petición presentada en 2024 ante la oficina de patentes de Estados Unidos para cancelar el registro. Alegan que el término se volvió genérico y que la marca, en la práctica, está abandonada. Hasta que esto no se resuelva, no puede existir oficialmente una “JavaScript Conference” ni una “JavaScript Specification”, lo que obliga a usar alternativas como “JSConf”.
A pesar de sus contradicciones, sus peculiaridades heredadas del desarrollo urgente y sus rumores persistentes, JavaScript se consolidó como el estándar de facto de la web. Irónicamente, los applets de Java desaparecieron hace años, pero JavaScript quedó como protagonista absoluto. Aquella creación frenética de diez días redefinió cómo se usa el internet.
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