El trabajo, liderado por Keith Sockman, profesor asociado de biología en la Universidad de Carolina del Norte-Chapel Hill, se basó en la cuantificación sistemática de insectos durante 15 temporadas entre 2004 y 2024. Los resultados muestran una disminución anual promedio del 6,6 %, una caída acumulada que pone en evidencia un patrón persistente y preocupante, aún en ausencia de factores clásicos como el uso de pesticidas o la urbanización.
El trabajo, liderado por Keith Sockman, profesor asociado de biología en la Universidad de Carolina del Norte-Chapel Hill, se basó en la cuantificación sistemática de insectos durante 15 temporadas entre 2004 y 2024. Los resultados muestran una disminución anual promedio del 6,6 %, una caída acumulada que pone en evidencia un patrón persistente y preocupante, aún en ausencia de factores clásicos como el uso de pesticidas o la urbanización.
“La magnitud del declive, en un ecosistema prácticamente intacto, refuerza la hipótesis de que el cambio climático podría ser un motor central en la pérdida de insectos a escala global”, señala Sockman. Según el estudio, el aumento sostenido de las temperaturas estivales en la región muestra una correlación directa con la merma en la abundancia de estos organismos esenciales.
Un impacto que trasciende fronteras
Aunque el estudio se circunscribe al ecosistema montañoso de Colorado, sus hallazgos tienen implicancias globales, especialmente para regiones como América Latina, donde la riqueza biológica es elevada, pero los recursos para su monitoreo son escasos. La desaparición silenciosa de insectos —vitales para la polinización, el reciclaje de nutrientes y la cadena trófica— amenaza directamente la estabilidad de los ecosistemas tropicales y subtropicales.
Los Andes, por ejemplo, albergan una alta proporción de especies endémicas adaptadas a condiciones muy específicas. Si las tendencias identificadas por Sockman se replican en otras cordilleras, podría producirse una pérdida significativa de biodiversidad regional con efectos en cascada para la agricultura, la seguridad alimentaria y los servicios ecosistémicos.
¿Qué se necesita?
Expertos en conservación subrayan que este estudio pone de relieve la necesidad de establecer programas de monitoreo sistemático en paisajes naturales y no solo en aquellos alterados por el hombre. La falta de datos históricos en regiones clave del Sur Global impide una evaluación integral de la crisis de biodiversidad.
Al mismo tiempo, el vínculo con el cambio climático refuerza la urgencia de limitar el calentamiento global. En la medida en que aumenten las temperaturas extremas, los hábitats de alta montaña podrían dejar de ser refugios seguros, transformándose en trampas ecológicas para muchas especies.
Con información de Europa Press