En redes sociales ya es casi inevitable encontrarse con videos generados por inteligencia artificial. Clips extraños, con desastres naturales falsos o animales haciendo cosas imposibles, inundan el feed. Aunque muchos tienen una calidad visual deficiente, son celebrados como una nueva forma de arte destinada a revolucionar el cine. Sin embargo, lo que se presenta como una amenaza existencial para Hollywood no siempre tiene sustento técnico o creativo.
Para el cineasta Bryn Mooser, esa percepción es errónea. Desde Asteria, la productora que fundó en 2024, busca mostrar que la IA generativa puede ser aliada del cine, no su verdugo. En diálogo con The Verge, Mooser explicó que su estudio —parte de la productora XTR y en colaboración con el laboratorio de IA Moonvalley— desarrolló un modelo llamado Marey, entrenado solo con material con licencias adecuadas. Esta apuesta por la ética cobra relevancia tras las demandas de Disney y Universal a plataformas como Midjourney por infracción de derechos de autor.
“Era evidente que las herramientas de IA que se estaban presentando a Hollywood no las había construido nadie que hubiera hecho una película antes”, sostuvo Mooser. “La idea de pedir ‘haceme una nueva Star Wars’ y que salga algo usable es una fantasía de Silicon Valley”.
Asteria se diferencia, asegura, por ofrecer más control a los realizadores. Su método consiste en crear modelos específicos para cada proyecto, entrenados con material visual original. Así lo hicieron en el cortometraje animado A Love Letter to LA, del músico Cuco, que se basó en 60 ilustraciones del artista Paul Flores para construir un entorno animado único. Si bien el resultado es estéticamente sólido, Mooser reconoce que la tecnología aún no permite controlar la imagen hasta el nivel de un píxel, como exigen muchos cineastas.
Otro diferencial es que, según el acuerdo con cada cliente, Asteria permite a los artistas conservar parte de la propiedad intelectual sobre los modelos creados, además de pagar licencias por los materiales de entrenamiento. La empresa evalúa también esquemas de reparto de ingresos. Por ahora, su principal atractivo está en reducir costos de producción y hacer viables proyectos que tradicionalmente requerirían grandes estudios.
“Si hacés una película animada tipo Pixar, es raro que tengas propiedad sobre lo que hacés. Pero si con IA bajás los costos y financiás de forma independiente, podés acceder a un nuevo modelo de financiamiento que te dé verdadera propiedad”, explicó Mooser.
Esa lógica será puesta a prueba en Uncanny Valley, un largometraje que dirigirá y coescribirá Natasha Lyonne, actriz y pareja de Mooser. El film cuenta la historia de una adolescente que comienza a percibir el mundo como un videojuego, y muchas de sus secuencias visuales —inspiradas en Matrix— serán generadas con herramientas de IA de Asteria. Sin embargo, Mooser insiste en que el toque humano será esencial: “No es que texteás ‘entran a un videojuego’ y listo. Nadie quiere ver eso”.
Para él, la IA generativa tiene un potencial democratizador. Cree que, bien utilizada, puede bajar el presupuesto de una película de 150 millones de dólares a unos 10 o 20 millones. Aunque reconoce que conseguir incluso ese monto es difícil para cineastas jóvenes, ve la posibilidad de agilizar procesos y trabajar con equipos más pequeños como una ventaja, ya que permite mayor contacto directo entre directores, guionistas y supervisores de arte o efectos visuales.
Pero el hecho de reducir equipos implica menos puestos de trabajo. Cuando se le plantea el riesgo de que esta tecnología reemplace trabajadores, Mooser menciona el reciente cierre del estudio de VFX Technicolor como una señal de que los cambios en la industria ya estaban en marcha antes del auge de la IA.
Sin minimizar la preocupación —que estuvo en el centro de la doble huelga que paralizó Hollywood en 2023—, Mooser cree que muchos trabajadores pueden reconvertirse si adoptan esta tecnología, como ocurrió cuando el montaje pasó del celuloide al digital. “Los que son verdaderos técnicos —directores de arte, guionistas, fotógrafos, actores— tienen una oportunidad. Lo importante es que sepamos qué es útil de esto y qué es peligroso”, dijo.
Lo realmente inquietante, más que la “muerte” del sistema de estudios, es que la IA podría facilitar que se hagan películas con menos gente. Esa eficiencia es, precisamente, uno de los principales argumentos de Asteria. Si su modelo se impone, será difícil imaginar una transición masiva del actual ecosistema laboral a estos nuevos flujos de trabajo.
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