Google anunció un acuerdo para respaldar la construcción del Broadwing Energy Center, una planta de 400 megavatios en Illinois que funcionará a gas natural y empleará un sistema de captura y almacenamiento de carbono (CCS). La compañía aseguró que el proyecto le permitirá abastecer parte del consumo eléctrico de sus centros de datos, que se disparó con la expansión de la inteligencia artificial.

El plan prevé que la planta comience a operar en 2030 y que capture hasta el 90% del dióxido de carbono emitido, que será inyectado a más de un kilómetro bajo tierra en un pozo cercano. Google indicó que comprará “la mayor parte” de la energía que produzca el complejo una vez entre en funcionamiento.

La iniciativa busca, según la empresa, “acercar al mercado nuevas soluciones de CCS” y acelerar la innovación en tecnologías limpias. Sin embargo, el anuncio provocó cuestionamientos por parte de ambientalistas y expertos en energía.

Según informó The Verge, el historial del CCS en Estados Unidos es limitado. Un informe de la Oficina de Responsabilidad Gubernamental (GAO) reveló que de seis proyectos financiados por el gobierno, solo uno llegó a operar. Los demás fracasaron por problemas técnicos o falta de rentabilidad. Además, un estudio australiano de 2023 estimó que la electricidad generada con captura de carbono cuesta entre 1,5 y 2 veces más que la producida con fuentes solar o eólica.

Aunque el gas natural emite menos CO2 que el carbón, su componente principal —el metano— es un gas de efecto invernadero mucho más potente y suele filtrarse durante la extracción y el transporte, anulando parte de los beneficios climáticos.

El proyecto se inscribe en un contexto político adverso para las energías renovables en Estados Unidos. La administración de Donald Trump eliminó incentivos fiscales para proyectos solares y eólicos, al tiempo que mantiene subsidios y beneficios tributarios para la captura de carbono.

Google, que durante años fue uno de los mayores compradores de energía renovable del mundo, enfrenta un dilema: su consumo eléctrico crece al ritmo del desarrollo de la IA, y su huella de carbono volvió a aumentar pese a sus compromisos ambientales. Con Broadwing, la empresa busca mantener su meta de operar con energía libre de emisiones para 2030, aunque apoyándose en una tecnología que aún divide a la comunidad científica.