Jeremy Carrasco comenzó a publicar en TikTok e Instagram hace apenas unos meses y rápidamente se transformó en una de las voces más visibles sobre alfabetización en inteligencia artificial. Su crecimiento no provino de tutoriales ni promesas de productividad, sino de un trabajo sistemático para explicar cómo reconocer videos generados por IA y qué riesgos implica su expansión en plataformas dominadas por contenido breve.

Carrasco, que durante años trabajó detrás de cámaras en transmisiones multicámara, decidió lanzarse como creador cuando notó que casi toda la conversación sobre IA estaba mediada por las propias empresas tecnológicas. Encontró un nicho al enseñar a detectar señales como texturas irreales, ojos que vibran, objetos que aparecen y desaparecen o palabras sin sentido en carteles. Su objetivo inicial era mostrar usos responsables, pero terminó enfocado en advertir sobre la avalancha de clips sintéticos que circula sin control.

Según explicó a The Verge, producir videos con modelos como Sora es cada vez más sencillo y barato. Esa accesibilidad fomenta un flujo constante de contenido artificial que compite directamente con creadores reales. Un clip de pocos segundos puede transformarse en ingresos si alcanza millones de vistas, una dinámica especialmente atractiva para usuarios de países con ingresos bajos. El incentivo económico existe y el volumen de material generado automáticamente crece sin pausa.

Carrasco también señala que la situación abre espacio para estafas. Menciona cuentas que utilizan personajes generados por IA para vender supuestos ebooks o productos sin sustento, y otras que directamente roban videos de creadoras para reemplazar sus rostros con avatares artificiales. En algunos casos, la imagen completa de una persona es capturada, procesada y reutilizada en plataformas de contenido para adultos sin su consentimiento.

Consultado sobre si existe un uso ético de la IA en este ecosistema, Carrasco es cauto. Reconoce excepciones vinculadas a accesibilidad, pero afirma que el modelo predominante depende de entrenar sistemas con material tomado sin autorización. Intentos de compañías por crear modelos éticos basados únicamente en sus propios catálogos han demostrado que la cantidad de datos disponibles resulta insuficiente para generar resultados competitivos.

El divulgador también cuestiona el rol de las redes sociales, que han permitido que sus feeds se llenen de videos generados por IA sin exigir etiquetado consistente. Esto hace más difícil distinguir lo real de lo artificial y debilita la visibilidad de los creadores tradicionales. Al mismo tiempo, plataformas como Meta, Amazon o TikTok desarrollan herramientas propias para producir anuncios generados por IA, lo que amenaza una de las principales fuentes de ingreso de los influencers: las marcas.

Carrasco sostiene que la economía de creadores podría enfrentar un quiebre profundo. La atención es limitada, pero la producción de contenido sintético es infinita. En ese desbalance, afirma, las plataformas salen ganando y los creadores quedan cada vez más relegados.