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El estado que los psicólogos llama "pensamiento rumiante", es conocido por todos quienes algunas vez hayan estado obsesionados por asuntos sentimentales, laborales, económicos, o de cualquier otra naturaleza.
Cuando estamos en plan de rumiar, masticamos nuestro problema una y otra vez, le damos vuelta, lo volvemos a masticar...luego lo masticamos otro rato, para finalmente -luego de masticarlo de nuevo- lo tragamos, sin haber obtenido otra cosa que perder tiempo y ganar angustia, mientras nuestros problemas siguen incólumes y los días pasan.
A tan estéril -cuando no perjudicial- actividad mental, intenta poner coto el psicólogo español Xavier Guix, que acaba de publicar en su país el libro "Pensar no es gratis".
"Cavilar demasiado no resulta ni siquiera barato. Nos hace gastar tiempo y energía: una inversión que puede ser inteligente o desastrosa", advierte el escrito en un artículo a cargo de la periodista Kaleria Vázquez, que publica el diario madrileño El País. Señala asimismo que la solución lógica que aplicaríamos a un asunto financiero -cerrar el negocio y buscar nuevos horizontes- nos resulta condenadamente difícil de llevar a cabo en asuntos vinculados a sentimientos. "Rumiamos para entender nuestras emociones y nuestra relación con los demás", explica Guix, ya que "somos seres narrativos y necesitamos contarnos las cosas para que tengan sentido".
El problema es, precisamente, que no se resuelve el problema de fondo, pero el asunto no queda ahí. El pensamiento rumiante no significa "empatar en cero" al no aportar nada positivo a nuestra causa, sino que supone costos nada baratos. La común expresión "estoy cansado de pensar" bien puede ser literal y no metafórica. "Al pensar influimos en nuestra química cerebral, y los pensamientos no son neutros, porque están construidos con imágenes, sensaciones y voces que actúan como estímulos para nuestros estados internos. Es así como podemos alegrarnos o destrozarnos el día, a golpe de pensamientos",
Guix apunta que el pensamiento aumenta el consumo de glucosa por parte del cerebro, por lo que el coste de cavilar demasiado no se mediría solo en tiempo y angustia, sino que se pagaría también en "combustible" mental.
El también psicólogo Jesús de Gándara añade que "las mujeres rumian más", pero en contrapartida, suelen ser más dúctiles y eficaces a la hora de buscar la puerta de salida que las saque de tan poco recomendable situación. "El fenómeno tan femenino de darle mil vueltas a todo aumenta la permanencia de los problemas en la conciencia y causa fatiga emocional. Nos perturba más la opinión que tenemos sobre lo que nos pasa que el hecho en sí mismo", apunta Gándara.
La "solución" consistente en reunirse entre amigas para hacer "terapia", debatiendo los problemas largamente en una mesa de café, es aun remedio cuya eficacia es motivo de disenso entre los psicólogos. Mientras algunos señalan que ello puede constituir un refuerzo emocional valioso para la persona atribulada, otros afirman que tales conversaciones agregan leña al fuego de la angustia, y dificultan el recomendable olvido de la obsesión.
"Lo curioso del pensamiento circular es que lo que hacemos para resolver el problema se acaba convirtiendo en el auténtico problema. Por ejemplo, si cada vez que estoy ´pillado´ busco refugio en los amigos, les lleno la cabeza con mis angustias y agoto sus energías, lo más normal es que me quede sin ellos. Lo que antes era una solución se ha convertido en un problema", explica Guix, y apunta a la necesidad de utilizar la memoria para los fines primordiales y positivos que tiene en nuestra existencia, y cortar la "manija" obsesiva. "Una de las funciones de la mente, en concreto de la memoria, es ayudarnos a sobrevivir, a no repetir situaciones que en el pasado nos han hecho sufrir o nos han traumatizado", dice el profesional.
En su obra, el autor insiste en la necesidad de darnos cuenta del uso que estamos haciendo de nuestro pasado, que "puede servir para justificarse, para crear una identidad o para ahondar en la adicción a determinados estados de ánimo a los que nos hemos acostumbrado".
También reconoce que salir del "ciclo rumiante" no es sencillo, y requiere esfuerzo y concentración. La solución radicaría en buena medida en establecer una distancia con nuestros propios pensamientos. "Si vivo identificado con lo que pienso y siento, no hay nada que hacer. A medida que somos capaces de observar el proceso de ida y venida de nuestros pensamientos nos damos cuenta de su fugacidad. Al poderlos observar, tenemos más capacidad para intervenir en ellos y decidir dónde ponemos la atención", sugiere.
Posteriormente llama la atención sobre las denominadas "técnicas de parada", que pueden contribuir a poner freno al vertiginoso y perjudicial rumiar de nuestra cabeza. La idea es apoyarse en dos pilares básicos: disciplina y persistencia, para interrumpir el diálogo negativo que sostenemos con nosotros mismo. Lo primero es identificar esos pensamientos dañinos y obsesivos. Luego se pueden aplicar diferentes técnicas. Algunos profesionales recomiendan pronunciarlos a voz en cuello, otros recomiendan cambiar de habitación o lugar físico .
Por su parte, Guix recomienda el mindfulness ("atención y conciencia plena del momento presente"), técnica tomada del budismo zen, y que según explica el psicólogo, consiste en "estar en el presente y atento a la experiencia, pero sin precipitarnos en poner etiquetas".
Finalmente, la obra incluye algunos consejos elementales para no caer en el lazo del pensamiento rumiante
1. Hacer dos o tres respiraciones profundas.
2. Puede cerrar los ojos, pero no es estrictamente necesario.
3. Concentre su atención en la respiración. Aparecerán pensamientos y emociones. Déjelos pasar. Imagine que coge ese pensamiento y lo traslada fuera de su cuerpo. Hay quien prefiere contar del cien al cero para alejar los pensamientos invasivos.
4. Cuando se sienta centrado, dirija la atención a las imágenes externas e internas que ve. Contémplelas sin más.
5. Luego haga lo mismo con los sonidos.
6. Después repita el esquema con las sensaciones corporales.
7. Finalmente, centre la atención sólo en su cuerpo y su respiración.
8. Procure estar en silencio el máximo de tiempo posible.
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