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Música
Como San Martín

Trueno: “La música que hago es gracias al freestyle, fue y va a ser mi primer amor”

El artista argentino habló con LatidoBEAT sobre su colaboración con Gorillaz, en vísperas de su presentación en Uruguay.

21.10.2025 16:51

Lectura: 8'

2025-10-21T16:51:00-03:00
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Por Sofía Durand Fernández
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Siempre tuvo claro cuál era su sueño. Sea por las raíces musicales en su familia —sus dos padres son músicos y su abuelo Yamandú tocó la guitarra con artistas como Alfredo Zitarrosa—, por haber visto la película 8 Mile (2003), protagonizada por Eminem, con cinco años o por haber empezado a rapear a los siete. Tal vez pudo haber sido porque de adolescente, y con toda la confianza del mundo, le dijo a su madre que se quedara tranquila, que él iba a poder vivir de la música. Capaz también pudo haber ayudado que con 13 años se haya presentado a su primer concurso de freestyle, disciplina que hoy considera su primer amor. 

Con 23 años, la música de Mateo Palacios —más conocido como Trueno— ha recorrido el mundo. Él y su orgullo por el lugar donde nació hacen que esto se sienta, en sus palabras, como San Martín clavando la bandera en otras tierras. En sus letras aparece Argentina, La Boca, su crew. La última hazaña viene de la mano con Gorillaz: realizaron una colaboración, "The Manifesto" que formará parte del próximo álbum de la banda y, además, el rapero los acompañará en su gira. El vínculo nace a través de Damon Albarn, que lo invitó al escenario en el Quilmes Rock de 2022. 

En la actualidad disfruta del éxito de El último baile, su nuevo álbum, en el que afirma haberse metido más en la parte de producción y lo define como una instancia de aprendizaje. 

Este 2 de noviembre se presentará en el Antel Arena, las entradas se pueden conseguir aquí.

Foto: Sebastián Andrade

Foto: Sebastián Andrade

Forjaste un vínculo con Damon Albarn que llevó a “The Manifesto”, una colaboración junto a Gorillaz. ¿Hay algo que hayas aprendido de él al trabajar juntos?

Más allá de Gorillaz, creo que Damon, con Blur, con su carrera solista y con todos los proyectos en los que estuvo, fue un pilar en la producción de canciones y en la forma de captar el nuevo sonido de los 2000 en adelante. Directa o indirectamente, nos marcó a todos un poco. Una enseñanza que me llevo de Gorillaz y de él como persona es la humildad que tienen en ese nivel y estatus musical. Siento que ya no necesitan nada más y, aun así, hacen espacio para alguien que vive en otro continente y canta en otro idioma.

A partir del freestyle que hicimos en el Quilmes Rock, y gracias a PopArt, generamos una buena relación. Empezó a nacer esto de que me invite al estudio, que podamos hacer un tema, que haya salido para The Mountains, el disco que va a salir el año que viene, que lo hayan querido elegir como adelanto y que los acompañe en la gira. Es una consideración enorme. Eso también habla de cómo siguen priorizando la música y cómo el ego no existe, aunque estén en grandes niveles. Más allá de lo musical, esa es la gran enseñanza que me llevo de Damon, de Gorillaz y de todo su equipo.

En los últimos tiempos, el género urbano en Latinoamérica demostró su capacidad de mutar y de convivir con otros estilos. ¿Sos de trabajar con el productor? ¿Producir te genera curiosidad?

Sí, siempre fui medio productor sin darme cuenta. Nunca supe usar los programas, pero siempre estuve en las decisiones musicales o tarareando melodías para que después las traduzcan con instrumentos. Siempre de la mano de los productores con los que compartí, que obviamente están en otro nivel. Justamente, en el deluxe de El último baile (2025), empecé a entender un poco más los programas, a meterme en el tecnicismo, en lo manual, y a poder trasladar mis ideas a la música. Hay dos temas en los que ya participo como productor. Es una puerta que se abrió y que siempre había quedado medio inconclusa. Opinaba, pero desde afuera. Meterme y mojarme un poco más en la música, más allá de la composición —que es lo mío—, me abre la cabeza para otras cosas. Se trata de aprender.

¿En qué creés que te ayudo haber pasado por la escuela del freestlye para estar donde estás hoy? 

En un montón de cosas. Me tocó crecer junto con el movimiento argentino y ver cómo se formaba esta escena urbana. Me ayudó a romper el miedo escénico. El freestyle y la incertidumbre de la improvisación, más si es competitiva —cuando te enfrentás a alguien que te quiere humillar y vos lo tenés que humillar más—, hacen que salir a tocar tus canciones después sea mucho más leve.

Siempre recomiendo la improvisación como el mejor entrenamiento para escribir, porque te da rapidez y agilidad. Creo que fue progresivo: hacer freestyle me despertó las ganas de decir “bueno, ¿qué pasa si escribo una letra, le doy más tiempo y le pongo más sentimiento?”. La música que hago es gracias al freestyle. Fue y va a ser mi primer amor.

Estás llegando a otros mercados donde no necesariamente se habla español. ¿Te dio un poco de miedo al principio? Porque las letras son una parte importante de tu música.

A mí me flashea todo, porque tampoco es que dije “quiero sonar en Suecia”. Pasaron cosas con canciones como "Mamichula", "Dance Crip", "Real Gansta Love", "Feel Me??". Son como hijos: uno los larga, crecen, hacen su propio camino y llegan a lugares que uno ni se imagina.

Me pasó que, en el mes de mi cumpleaños, hice mi primera gran gira europea, en países a los que ni me hubiese imaginado ir de vacaciones. Poder ir y encontrar gente que canta tus canciones —de Argentina, latina y de esos países europeos— te hace darte cuenta de que la música y el sentimiento, más allá del idioma, comunican algo universal. Cuando sale así de repentino y las cosas se logran sin forzarlas, me encanta. Siento que voy como San Martín a clavar la bandera en otros países.

Mucho en tu música remite a Argentina. ¿Planeás continuar con eso? ¿No estás dispuesto a dejarlo?

Soy muy fiel y orgulloso de lo que me rodea. Siempre pienso que yo solo no sería nada: tiene mucho que ver lo que me formó y me crió. Después hay algo genuino y espontáneo que sale. Escribo y me sale plantar esa bandera, dejar en claro la historia con mi viejo, la crew con la que crecí, los sueños que tengo. Siempre digo que hacer la Bombonera es el máximo sueño de mi vida. Es algo tan inculcado que, por más que lo quiera forzar, sale solo: pertenece a mi identidad. Nace y termina generando un concepto de personaje o proyecto, pero surge espontáneamente desde Mateo.

Foto: Camila Medrano

Foto: Camila Medrano

Tenés raíces uruguayas, ¿qué te gusta de venir a presentarte acá?

Tengo muchos sentimientos con Uruguay y con esa rama familiar. La mitad de mi familia es uruguaya. Vengo de uno de los barrios con más inmigración uruguaya: La Boca es básicamente Uruguay. Hay llamadas de candombe, y cuando de chico caminaba de noche, veía cómo calentaban los tambores con la fogata. Es algo que está en el ADN del barrio. Me crié entre mi papá, los familiares, los amigos de mi abuela Solange —que son uruguayos y me decían “sobrino”—. Siempre fui muy cercano a Uruguay, así que cada vez que voy me siento en casa. Me encuentro con gente, con Rada y su familia.

En mi segundo álbum representé más la música rioplatense, con mucha influencia de la música uruguaya que escuchaba. Soy argentino, pero tengo sangre charrúa, y el público de allá lo siente. Tengo muchos amigos argentinos que se fueron a Uruguay, gente de la infancia que conocía a mi abuela o a mi viejo. Es como tocar en casa.

A los 16 años le dijiste a tu madre que ibas a poder vivir de esto. ¿Le darías algún consejo a ese Mateo que tenía todo tan claro y no sabía lo que se venía?

Es una locura, porque no sabía cómo, pero sabía que iba a ser rapero, que iba a vivir de la música y del arte. Obviamente no sabía a qué nivel. No le diría nada, porque estaba tan seguro de lo que iba a hacer —ya fuera con el freestyle, con la música o con cualquier cosa vinculada al arte y la cultura del hip hop— que iba a perseguir esa pasión.

Hoy mi vieja está tranquila por eso. Ella también es música, vive de la música al igual que mi viejo, y me entendieron porque mi familia viene de ahí. Desde los tres o cuatro años, cuando empecé a rapear con mi papá y a jugar con esto, dije: “esto es lo que más me gusta”. Es el camino que quería tomar y siempre estuve segurísimo de que algo iba a pasar.

Por Sofía Durand Fernández
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