Federico Cáceres y Natalia Soboredo integran Incluso si es un susurro soviético. Un proyecto musical que nacía como solista pero que, por decisión de Federico, su creador, se transforma en banda. La estética de la antigua cultura soviética fue su musa inspiradora, y hoy, años después, ponen sobre la mesa temáticas como la depresión. Pero no es el único proyecto que los une, ya que ambos se encargan de la organización completa de Tacua Noise. Un festival con sede en Tacuarembó cuyo objetivo es tender puentes. Generar lazos inquebrantables a través de la música. 

Como cada año, se preparan para recibir grandes cantidades de visitantes en su tierra natal. Con la música indie como bandera, se concentran en unificar la música de Tacuarembó, Montevideo y Buenos Aires, apostando por la novedad y el apoyo a las bandas más incipientes, así como al talento de músicos ya consagrados, afirmando una vez más que la escena de cultura no debe reducirse a la capital uruguaya. 

En esta ocasión, el festival contará con la presencia de 11 bandas que darán una fiesta encima de dos escenarios diferentes. Además, contarán con un patio gastronómico con cocina de autor y cerveza artesanal y local, así como venta de merch oficial del festival. Su objetivo, cumplir un deseo que los une: motivar el pensamiento de una cultura nacional menos centralizada en Montevideo, y generar espacios que rompan con un antiguo prejuicio. Con aquella idea que ubicaba a la capital como el único escenario posible en el cual desarrollar el talento del artista. El festival tendrá lugar este sábado 28 de diciembre a las 18.00 horas, y las entradas pueden adquirirse aquí.


¿Cómo ven la escena cultural de Tacuarembó hoy? ¿Qué lo identifica?

F.C.: Tacuarembó se identifica con el tradicionalismo y la Patria Gaucha. Uno dice "Tacuarembó" y piensa en la Patria Gaucha, pero no es solo eso. Hay toda una parte que no se veía, pero que está empezando a sonar ahora, y eso está bueno.

N.S.: Claro. Nosotros ahora, que somos más grandes, estamos deconstruyendo esa vieja idea que teníamos cuando éramos chiquilines de que "en Tacuarembó no pasa nada, Tacuarembó es reaburrido". Nos sentimos responsables de que en nuestra ciudad ocurran las cosas que queremos que ocurran, y que esos chiquilines más jóvenes tengan el lugar que capaz nosotros soñamos con tener y no tuvimos. Generar espacios y que no se den contra una pared, sino que sepan que si quieren armar sus bandas y tocar en Tacuarembó hay gente que los abraza y los recibe. Gente que les va a dar una mano. De repente nosotros, que ya tenemos un poco más de experiencia de vida haciendo música, podemos tender esa mano; es el objetivo principal por el que hacemos estas cosas. No solo mostrar nuestra música y encontrarnos con el público, que es algo que adoramos, sino tender ese puente para los chiquilines. Tenemos una visión linda, hemos abrazado nuevamente a Tacuarembó, y tenemos una perspectiva esperanzadora. Vemos que esto va en crecimiento y nos enorgullece mucho.

¿Cómo es el público montevideano del rock, si tuvieran que compararlo con el de Tacuarembó? ¿Esperan cosas diferentes a la hora de tocar?

F.C.: No sé, siempre es inesperado. Allá y acá. Nos ha pasado que hemos tocado allá y la gente está quieta. Igual hacemos canciones que hablan de la depresión, así que no podemos esperar otra cosa. Después hay otros toques en los que la gente se salta todo, se canta todos los temas, y eso para nosotros es una locura. Acá en Tacuarembó es lo mismo, un toque puede ser tranquilo, en otro puede que la gente esté más receptiva, es como algo que no manejás y nunca vas a saber, y la gente siempre te sorprende.

N.S.: Lo que es un denominador común, es la energía que hay de respeto y de cuidado hacia los artistas y en el público entre sí. Siempre son ambientes muy lindos, muy amorosos, y la pasamos muy bien tanto acá como allá.

F.C.: En Tacuarembó hubo una movida de rock importante en la época de los Pilsen Rock. Acá hacían un baile que contaba con dos pistas: la de baile normal, que era cumbia y todo eso, y otra pista en la que tocaban bandas de rock, y ahí venía Trotsky, Buitres, millones de bandas de ese momento. También tocaban bandas de rock locales, y fue un auge del género. Después pasó un tiempo y eso murió, pero con los años las bandas de rock siempre aparecen. Pero a nosotros nos gusta traer música nueva. 

N.S.: Y la verdad que nos sorprende lo que nos están acompañando con eso. En Tacuarembó hay ganas de conocer cosas nuevas, que es algo novedoso para nosotros también. La sed de la gurisada y no tan gurisada, porque lo que tiene de lindo el Tacua Noise es que es un público reintergeneracional. Hay chiquilines de 20 como veteranos de 50 o 60. Compartimos todos por igual y eso es relindo.

Tacua Noise se concentra en el indie. ¿Cuál es el criterio que siguen a la hora de decidir qué bandas participan? 

N.S.: La curaduría la hacemos con mucho cariño. Siempre nos quedan bandas afuera, querríamos que tocaran 100.000. Este año son 11 bandas; armamos dos escenarios, que es la primera vez que lo hacemos así, para que sea más digerible y no haya tantos intermedios. Termina de tocar una banda en un escenario y arranca la otra, y así vamos a estar toda la noche. Queríamos tender ese puente con Buenos Aires, por eso nos apoyaron los amigos de El Bloque y viene El Club Audiovisual, que ha tocado muchas veces a través de El Bloque. Siempre es tender puentes desde la música que nos gusta escuchar y que tiene un valor, en el sentido de que no han venido anteriormente. Que la gente los pueda escuchar y conocer. También desde la amistad, porque somos una escena muy unida y tratamos de darnos una mano entre todos.

Para esta edición ofrecen transporte desde Montevideo al festival. ¿Cómo se dio eso? 

F.C.: Eso fue una idea de El Bloque. Propusieron contratar un bondi para las bandas que viajen desde Montevideo y les interese. El resto de los asientos, los vendemos para el público. Lo gestionó El Bloque y ya lo agotaron; se viene un bondi de 40- 45 personas lleno de gente. Pero la organización entera del Tacua Noise está a cargo de Nati y yo, la cual disfrutamos mucho.