Gerónimo Pose | @geronimo.pose| @geronimo.pose
Las cuerdas ejercen una presión muy similar a la de la distorsión. Es más: quizás hayan inventado el aparatito, el pedal de la distorsión, para suplir toda esa presión física y sonora que tienen las cuerdas. Sobre esto habla Pedro Dalton en una mesa junto a Juan Casanova, en un bar que queda sobre una avenida como una luz en el medio de los edificios grises. Los muchachos de la mesa de al lado en este caso son los que acaparan todo el volumen de nuestra conversación, y luchamos contra la pared sónica de sus estruendosas risas y aflicciones.
Suma Camerata aterrizó como una anomalía en la música uruguaya. No se trataba de cantantes que se hubieran adherido a la Filarmónica, ni que probaban cantar con una orquesta para grabar un único disco en vivo. La idea era que fuera una banda, un proyecto en el cual todos patearan para el mismo lado. Comandados por Luciano Supervielle, Dalton y Casanova encuentran un nuevo disfrute hasta ahora desconocido para ellos en esta Suma Camerata. engloba emoción y ataque directo en sus presentaciones en vivo, que, como dicen, son escasas, debido a lo que implica ensayar con una orquesta de cámara: reunirlos a todos en un mismo lugar, en un mismo horario.
Se presentan este 12 y 13 de julio en la Sala Zitarrosa, y las entradas se pueden adquirir aquí.
¿Qué sucede en Suma Camerata?
Pedro Dalton (P.D.): Suceden cosas. Vamos descubriendo nuevos rumbos y horizontes a medida que va pasando el tiempo. Somos una banda que toca una vez al año, es la posibilidad que tenemos. En la parte musical, estamos decidiendo cerrar un ciclo con estos dos shows de la Zitarrosa, para el año que viene presentar un disco y mostrar un nuevo repertorio. Empezar a incluir cosas nuevas, pensar de otra manera. Por ejemplo, en lugar de componer para nueve cuerdas, ver qué pasaría si se hace un set de contrabajo, de cello, de violín; empezar a jugar con todo lo que tenemos para generar diferentes climas. Creo que nuestra cabeza anda más o menos por ese lado.
Juan Casanova (J.C.): Pasa de todo. Pero algo que quiero destacar y que no se ha dado siempre, es que pasan muchas cosas a nivel humano más allá de lo artístico. Por primera vez, nosotros estamos con un grupo de personas con las que queremos estar y compartir. Tenemos ganas de ir a los ensayos, porque se disfrutan. Tenemos un grupo de gente que podemos considerar amigos, que desde el principio nos bancaron la cabeza y que dan todo de sí. Las cuerdas son una parte fundamental en todo esto, entonces vamos conociendo otras inquietudes artísticas, otros universos musicales y estéticos. A lo largo de estos shows, empezamos a moldear también una identidad estética.
¿Es una especie de laboratorio?
P.D.: Exacto, las dinámicas son distintas. Juntar todas las cuerdas para ensayar es algo difícil, entonces no podemos hacer un ensayo por semana como una banda funcional. Estamos disfrutando de cosas nuevas todo el tiempo.
Redescubren cosas también.
J.C.: Canciones que hemos compuesto hace muchos años, por ejemplo, y que estamos revisitando en un formato que es completamente diferente. Es verdad que a esta altura ya estamos acostumbrados a los arreglos de ciertos clásicos, tanto de Traidores como de Buenos Muchachos o La Vela Puerca. Pero surge, por ejemplo, la inquietud de preguntarse cómo quedarían otros temas. Entonces estás justamente redescubriendo canciones. Suenan diferente, están instrumentadas de distinta manera, y así abren otro universo. Ya sea en cuanto a lo armónico y la resignificación para nosotros que las cantamos, o para quien las escucha.
Cortesía de producción
¿La revisión de canciones no se come todo el espacio para las nuevas composiciones?
P.D.: En un momento sí, pero, por ejemplo, ahora recién terminamos de componer una canción para el Auditorio, que fue una prueba de cómo los tres componemos algo nuevo. Por un lado aparece la música, los tarareos. Con Juan nos juntamos y trabajamos en la letra, cosa que nunca habíamos hecho. Funcionó muy bien y hay ganas. El tema es que tenemos pila de cosas que hacer, entonces hay un tiempo determinado que le podemos dedicar a esto. Pero cuando te dan ganas de juntarte es mucho más fácil.
J.C.: Además, no solo estamos revisitando cosas del pasado, sino que también hay canciones en esta formación que es única. Es decir: no existe en el país. Porque una cosa es tocar con la Filarmónica o con una orquesta, pero esto no lo es. Es una orquesta de cámara. Tiene diferentes formatos; en este caso vamos a tocar con nueve instrumentistas de cuerda, Luis Angelero, en la guitarra y Luciano Supervielle, que tiene la sala de comando de Star Trek, ahí donde toca no solo piano, sino también sintes y dispara secuencias. Ese formato es único. Pero no solo revisitamos esas canciones ya hechas, como te decía, ya sea de nuestro propio acervo o de otros colegas de Uruguay y de la región, sino que hay canciones que son únicas.
Pedro decía recién que compusimos una, los tres juntos, por primera vez. Pero hay canciones que compusimos Luciano y yo o Pedro y Luciano, que solamente las podés escuchar en Suma Camerata. El que viene, descubre que hay un montón de canciones que desconoce, que no están editadas. Algunas las vamos a editar este año, en un disco que nace de una grabación que se hizo el año pasado en el Auditorio Nacional. Hay viejos clásicos que se resignifican y además hay un montón de material nuevo y diferente, que da para sorprenderse por las posibilidades que nos da este grupo humano y artístico.
Hay algo de Scott Walker en ustedes dos al cantar sobre ese colchón de "música educada". ¿Cómo se acercaron a esa sintonía viniendo de un espectro totalmente distinto?
P.D.: Te da curiosidad siempre. "Flores en mi tumba", por ejemplo, que es una canción supermelancólica, es muy triste pero a la vez está cargada de belleza. Yo creo que la primera vez que la escuché, en el Montevideo agoniza (1986), la cabeza me sonó a que perfectamente podían entrar violines y cellos. Una vez que lo tenés, lo probás y ves si funciona. Para mí lo interesante es cuando agarrás, por ejemplo, el tema "Indios" de Legião Urbana, que tiene un ritmo rápido. Las cuerdas terminan ejerciendo una presión que es igual a una distorsión. La presión física, sonora, de volumen, esa que te peina para atrás. Yo creo que la distorsión termina siendo nada más que un aparatito que inventaron para suplir todo eso. Es un delirio, pero es un poco así lo que sentimos. Es algo que estamos descubriendo ahora. El día que tuve nueve cuerdas atrás de mí, sentí que me pechaban. Sentí una vibración que cumplía y que tenía ese rol.
Cortesía de producción
Juan: vos has dicho que no están aferrados a fórmulas, sino que están en un constante desafío. ¿Qué espacio deja eso para la experimentación?
J.C.: Todo es experimentación. Pedro hablaba de "Flores en mi tumba", que le podés hacer arreglos de cuerda. ¿Pero qué pasa cuando no? Cuando se propone una canción, no siempre está claro si admite un arreglo, entonces sí. Estás experimentando todo el tiempo. A lo largo de estos shows que hemos dado, que fueron pocos, presentamos incluso canciones que no funcionaron, y solo te das cuenta cuando llegás al vivo. Hay canciones que funcionan y otras que no, vas probando. Siempre tenés un grado de experimentación que es lo divino de esto también, justamente no estar atado a fórmulas.
De hecho, una vez que encontramos una fórmula, por ejemplo, nos da la posibilidad de desarmarlo y así pensar en otra ecuación para el futuro. Estos dos shows son la culminación de un camino que se ha venido haciendo mediante ensayo y error, a través del disfrute que da trabajar con gente que querés mucho. Hemos consolidado un repertorio, y el año que viene vamos a romper todo esto a lo que llegamos para hacer algo diferente. Es como jugar. Por primera vez en la vida estamos haciendo algo que queremos, que no hacemos ni por la plata ni por la fama, porque no nos interesa. Lo que nos importa es estar juntos y hacer lo que queremos, porque es una oportunidad única. No siempre es fácil encontrar un grupo humano con el que te lleves bien, en el que estén todos pateando para el mismo lado y en el que no haya intereses mezquinos.
Cada show es distinto. ¿Cómo están preparando los del 12 y el 13 en la Zitarrosa?
P.D.: Recién venimos de un ensayo, fue el primero de casi todos. Un ensayo general. Nos amplificamos un poquito, era solo piano sin secuencias y las cuerdas al aire, para corregir detalles. Después sí, tenemos dos ensayos generales más, y ahí sí, con todos los chiches: de cinco horas cada uno. Ahí lo que podemos ensayar es el disfrute. Después viene el verdadero ensayo general, que es cuando tocamos en vivo.
J.C.: Pero lo vamos preparando totalmente comprometidos con lo que estamos haciendo, creyendo en lo que hacemos y con ganas. Hasta el último minuto estás arreglando detalles. Cada vez van quedando mejores las versiones, esa es la verdad, se van descubriendo cosas todo el tiempo. En el ensayo particular de hoy, poniendo énfasis en las cuerdas, se descubren un montón de cosas. La manera de tocar de los músicos en cierto momento —haciendo figuras, digamos— va dando sonoridades distintas. Vamos ajustando detalles, comprometidos como siempre con que el show sea lo mejor que podemos llegar a dar. Vamos a dar un show tremendo, esa es la realidad.
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