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Música
40 años

Sr. Flavio: “Considerábamos que había gente a la que no teníamos que gustarle”

Los Fabulosos Cadillacs se presentan el sábado 27 de setiembre en el Antel Arena en el marco de su aniversario de cuatro décadas.

26.09.2025 18:35

Lectura: 6'

2025-09-26T18:35:00-03:00
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Por Sofía Durand Fernández
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A mediados de los ochenta, Flavio Cianciarulo tenía un auto modelo Cadillac 57. A sus compañeros de banda les pareció buena idea nombrar así a la agrupación, hasta que durante una reunión en la casa de Gabriel Fernández (Vicentico) realizaron unos ajustes para llegar al nombre definitivo: Los Fabulosos Cadillacs. 

Con este vendrían las primeras presentaciones, las críticas y las respuestas a ellas. "Creo que nosotros, por lo menos, no escribimos estupideces, que no decimos que está todo bien", repitió Vicentico en más de una ocasión. Con la influencia de The Clash, con el ska y el reggae al hombro y con letras que aludían a diversas temáticas sociales y culturales, Los Cadillacs se abrieron camino a ser una de las grandes bandas argentinas y latinoamericanas.  

Hoy, 40 años después, continúan vigentes. "Tuvimos errores y aciertos. En una banda tiene que pasar todo", afirma Sr. Flavio en entrevista con LatidoBEAT. Cree que la clave está en poder tener una buena relación con sus compañeros y divertirse arriba del escenario. 

Los Fabulosos Cadillacs se presentarán este 27 de setiembre en el Antel Arena. Las entradas se pueden adquirir aquí.

Foto: Agustín Dusserre

Foto: Agustín Dusserre

Hace 40 años, ¿imaginabas que Los Cadillacs alcanzarían el recorrido que tienen hoy?

La verdad es que no. Siempre cuento una anécdota simpática y cómica: una vez estábamos con Gabriel yendo a hacer un trámite vinculado al registro de las canciones, tendríamos 30 años, y dijimos: “Che, ¿qué vamos a hacer cuando tengamos 45? Pensemos en algo”. Tengo 61 y estoy hablando con vos por ir a tocar a mi queridísimo Uruguay. Afortunadamente se nos fue de las manos y estamos muy agradecidos.  

¿Qué significa para vos ver que una creación propia adquirió vida y sentido en otras personas durante tanto tiempo?

El agradecimiento es eterno a los que nos siguen, son los que nos ponen donde estamos. Vivimos una vigencia fuera de lo usual, podríamos ser una pieza de museo y en cierto modo lo somos porque somos una banda de los ochenta, que sobrevivió a los noventa y a los 2000. Pero tenemos vigencia, y eso responderá a un montón de factores. Una banda de 40 años llevándose bien y tocando juntos termina sonando bien. En una entrevista yo te puedo decir cualquier cosa: puedo mentir, agrandar, exagerar, desvariar, pero ¿sabés donde no podemos mentir? En el escenario tocando, donde se ve lo bien que nos llevamos. Las relaciones humanas son complejas y los humanos somos complejos. Todos los que somos fanáticos de la música sabemos lo difícil que es llevarse bien y muchas veces se rompen bandas, parejas, sociedades, grupos de trabajo porque, como diría Nietzsche, somos demasiado humanos. Pero en el escenario no podemos mentir, y eso se ve. Nos gusta probar sonido, algo que la mayoría de los músicos odian y a nosotros nos encanta.  

Tuvimos errores y aciertos. En una banda tiene que pasar todo, incluso cosas que ves en retrospectiva que te dan vergüenza y te reís. Estar vigentes es algo muy loco, lo determina el público, es la gente la que elige. Estar bien juntos es algo muy increíble de lo cual tenemos que estar sumamente agradecidos.  

Foto: Agustín Dusserre

Foto: Agustín Dusserre

Con un repertorio tan amplio, ¿cómo definen el setlist de cada show? 

Tenemos una columna vertebral de la que no nos movemos y son los clásicos que sabemos que quieren venir a escuchar. No somos de esas bandas que odian sus hits, pero los tienen que tocar. A nosotros nos encanta tocar “Matador”, “Vasos vacíos”. También tenemos una serie de suplentes que entran y salen que nos gusta hacer para que los shows varíen. El más conservador quiere escuchar “Matador” en vivo y también está el que quiere una innovación, que nosotros también lo necesitamos. El público tiene que entender que el artista tiene que estar cómodo y tener un cierto egoísmo a la hora de elegir las canciones porque si está contento se transmite en el escenario. 

¿Te sorprende encontrarte con nuevas generaciones en el público?

Completamente. Tengo 61 años y todos somos más o menos del mismo año. De seis Cadillacs originales, cinco somos de Leo. Astrológicamente hay algo ahí. Hoy me llamó un amigo que tiene una hija de 17 o 18 años y me preguntó dónde podía conseguir entradas para el Estadio Ferro porque ella es fanática. Eso uno lo ve en el escenario, ve el público renovado, es fantástico y sorprendente para nosotros. También entiendo que a la gente le gusta ver a una banda que aprendió a tocar en conjunto, que funciona y que tiene un sonido propio.  

Al observar la industria musical actual, ¿sentís que fue una ventaja haber comenzado tu carrera hace cuatro décadas? 

Te tendría que contestar que hay que asimilar las cosas como vienen. Como viejo no me puedo aferrar al “antes era mejor”. Por otro lado, si bien no me niego y creo que hay que acomodarse a la versatilidad de los hechos, es verdad que agradezco haber sido un joven de 20 años formando una banda en los ochenta, noventa y el coletazo de los 2000, porque agarramos una gran época para el rock.  

En sus inicios, Los Cadillacs incorporaron influencias del exterior que no siempre fueron bien recibidas. Hoy, en un mundo más globalizado, ¿cómo recordás ese riesgo?

Fuimos muy resistidos por mucha gente porque éramos una propuesta innovadora que planteaba una estética muy diferente. Por supuesto que el rock más clásico nos odiaba y que había periodistas que nos criticaban. Nos reíamos mucho de eso y nos hacía muy bien. Extraño las malas críticas, hoy en día ya no tenés una revista con una crítica que te dilapida, pero tenés el comentario de la gente. Siempre está quien te va a querer, quien te va a odiar, quien te va a envidiar, y siempre está al que le vas a ser indiferente. Es parte de este juego.  

Nosotros veníamos del ambiente de ir a ver bandas punk, entonces teníamos mucho de esa filosofía. Considerábamos que había gente a la que no teníamos que gustarle; estaba bien que un periodista dijera que éramos un desastre y que no sabíamos tocar. A nosotros no nos interesaba que a esa persona le gustara, si le estábamos gustando, no estábamos por buen camino. Es como Johnny Lydon de los Sex Pistols que dijo que cuando empezó a cantar, lo menos que le interesaba era afinar. Tal vez alguien que siente que un cantante tiene que tener la voz de Gardel o de un cantante lírico piensa que es un desastre. Él creía que tenía que ser un desastre para esa persona. Éramos un poco así, nos divertíamos mucho y nos hacía bien, eso te fortalece si no dejas que te lastime.  

Por Sofía Durand Fernández
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