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Contenido creado por Sofia Durand
Literatura
Pluma y pincel

Sobre los dibujos inéditos de Franz Kafka y la relación que guardan con su literatura

Conocido póstumamente y por su obra literaria, el escritor también exploró con lo que él llamaba "garabatos".

16.08.2024 16:09

Lectura: 15'

2024-08-16T16:09:00-03:00
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Por Jimena Bulgarelli | @jimebulgarelli

¿Podríamos enfrentarnos a la obra literaria de Kafka por medio de sus dibujos? La relación entre escritura y dibujo en Kafka es ineludible, aunque casi invisible.

En Franz Kafka hay una igualdad entre la expresión literaria y la pictórica, de alguna manera, logra unir su discurso literario con el gráfico. Hay varios escritores que también dibujaron, además de Kafka. Es como si hubiera una alquimia que hace inseparable a las distintas ramas del arte, en la que todas están relacionadas.

Hay un vínculo mayor entre la obra gráfica y literaria de Kafka, hay nexos que los dibujos mantienen con los textos, además del contexto en el que surgen. Kafka dejó una gran huella en la literatura y filosofía del siglo XX, y una obra gráfica que recientemente se dió a conocer. Debemos, entonces, lograr formar un corpus único entre obra escrita y pictórica de Kafka, poniendo en evidencia la interrelación entre ellas.

Algunas de sus citas ejemplifican la complicada correspondencia que tenía entre literatura y dibujo:

“No son tan inofensivos como parecen. Estos dibujos son las huellas de una vieja pasión profundamente arraigada”.Kafka en Gustav Janouch, Conversaciones con Kafka (ca. 1920-1921),

“Para tu colección, que no apruebo pero comprendo, te envío dos imágenes”.
Kafka en Carta a Max Brod (Marienbad, del 12 al 14 de julio de 1916).

“Hay un ir y venir. Un separarse y, a menudo… ningún encuentro”.
Kafka en Cuaderno de autógrafos de Hugo Bergmann (Praga, 20 de noviembre de 1897).

Tanto la escritura, como la pintura, tienen en común que ambas son formas compositivas con significado. Pero no creo que esta característica sea lo esencial, sino la relación que ambas ramas del arte establecen con el humano en una época determinada. La obra de Kafka surge desde Praga en un tiempo determinado, su obra es el resultado de una conjunción entre tiempo y espacio. Su literatura representa una ruptura con la literatura occidental, pero su obra gráfica es más que nada contemporánea. Encuentra referencias iguales para ambas ramas, tanto en lo visual, como en la cultura y en sus viajes.

En las artes plásticas, a comienzos del siglo XX, el arte checo vivió un momento de ebullición junto a las vanguardias, hasta que sucedió la ocupación alemana y la guerra que terminaron por acabarlas. De estas artes, Kafka tiene gran influencia. Hay, en realidad, varios paralelismos entre los dibujos de Kafka y obras de autores de su momento histórico, cultural y geográfico. Son numerosos los artistas checos con los que podemos relacionar sus dibujos: Otakar Kubín, František Kobliha, Jan Konupek, Josef Váchal y Jaroslav Panuška.

Conocía el arte de su tiempo por medio de revistas de arte, de las cuales era seguidor, pero también por las exposiciones. En Praga expusieron a Rodin en 1902, a Munch en 1905, y a Picasso en 1913. Es muy probable que Kafka haya ido a visitarlas, o al menos, haya sabido de ellas.

Tenía una gran capacidad para visualizar imágenes, aunque lo aplicó más en la literatura que en el dibujo. En sus narraciones, es notorio en las descripciones, al acumular datos (aunque también conciso en otras ocasiones). En sus dibujos es casi siempre más esquemático y despojado. Su capacidad con las imágenes queda ya marcada en Diarios (1948), en una entrada de 1911 en la que describe un sueño. Esto da cuenta de su talento para ver un dibujo: saca una conclusión de la imagen del sueño y distingue lo esencial de lo anecdótico para no hacer una mera ilustración.

El pensamiento visual de Kafka puede ponerse en manifiesto tanto en lo literario, como en lo pictórico. Hay una fuerte relación entre estos relatos y sus dibujos, en los que texto e imagen se unen por aspectos formales, como temáticos y simbólicos. Y así el describir se vuelve dibujar, y dibujar se vuelve describir. Su pensamiento visual le permite crear tanto un texto como una imagen, y nos permite crear nexos entre una y otra. Nexos determinados por la forma, la composición y un simbolismo común.

Respecto a la literatura, la obra de Kafka se nutre de su momento histórico: la literatura centroeuropea en lengua alemana de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Tiene precedentes de su tradición cultural, la judía, la alemana, y la checa, aunque también está influido por autores lejanos como Flaubert, Dickens y Dostoievski. Toma, también, elementos de la literatura china como lo hacen otros clásicos en donde suelen aparecer animales y personajes fantásticos. De todas maneras, su obra es profundamente personal. Todo lo vivido por Kafka es adaptado a una narración personalísima.

En cuanto a su obra gráfica, no hay una datación, por lo tanto, no hay manera de saber su evolución. No tiene Kafka una formación académica en el área plástica, sus dibujos no son metódicos ni diarios, por lo tanto es posible que no tengan una verdadera evolución.

El dibujo lo acompañó durante toda su vida, desde sus comienzos en la universidad hasta su muerte por tuberculosis a los 41 años. Hay varios estilos de dibujo en su manera de dibujar. Bocetos un tanto más realistas, como el retrato a su madre; paisajes a mano alzada, como el jardín de Goethe; dibujos esquemáticos y cotidianos, como recuerdos en la mesa de un casino, esbozos impresionistas de bailarinas o trapecistas, o dibujos que acompañaban sus relatos como una máquina de tortura en una carta para Milena Jesenská. Más allá de toda esta variedad de estilos, no hay una verdadera evolución de su dibujo, no es académico sino casual, y según las dataciones estimadas, los estilos están entreverados en el tiempo. La mayoría de los dibujos conviven con el texto, y son parte de cartas, diarios y narraciones. En un momento determinado, hacia 1908, los dibujos quedan completamente subordinados a la escritura.

Toda su obra, gráfica y literaria, está impregnada de lo visible y lo visual. Lo visible en referencia a lo que nos rodea: el mundo y la realidad que visualizamos a través de la visión por medio de la mente. Lo visible por aquello que sigue perteneciendo a ello, pero también a la cultura, como la literatura, o las artes visuales.

La literatura de Kafka revela un sentimiento de maravilla ante la realidad y el misterio de la existencia. Esto implica un sujeto que contemple —Kafka—, y una realidad que es contemplada, el movimiento de la vida. Una contemplación inicialmente de lo visible, que viene de lo material y lo estrictamente real que se deviene visual, espiritual, literario, tras una reflexión sobre lo contemplado. Como ocurre, por ejemplo, cuando Kafka observa desde la ventana de su habitación el pasar de una mujer mientras es adelantada por un hombre, que desembocará en el fragmento "Mirando distraídamente fuera", o al ver personajes que corren que convertirá en el texto "Los Transeúntes", que puede relacionarse con el dibujo "Tres que corren". O cuando observa a una muchacha con un vestido ajado en algún cabaret que le inspirará la escritura de "Vestidos", o viaja en tranvía y escribe "El pasajero", y contempla en sus paseos los jardines y escribe "El árbol". Todos estos textos devienen de una exhaustiva contemplación.

Siguiendo la idea de lo visible y lo visual en su literatura, que funciona como motor de arranque, cabe mencionar que en Diarios, Kafka escribe: “Los espectadores se ponen rígidos cuando pasa el tren”. Pone en manifiesto el asombro de los espectadores y el propio, ante la imagen cinematográfica de la película La llegada del tren a la estación de la ciudad (1896), de los hermanos Lumiére. Esto nos dice mucho sobre la importancia de la imagen en la literatura para Kafka.

Aquí hay un arte visual que él observa a la vez que observa a los espectadores, así hay una doble contemplación: la de un arte (la película) y la de una realidad (espectadores) convertidos en otra realidad/arte (literatura). Las imágenes ponen en movimiento la imaginación literaria de Kafka. Sus dibujos tienen correspondencia con su literatura, y el nexo entre ellos es la contemplación que Kafka experimenta y recrea en ambos. Son formas artísticas diferentes que se entrelazan, hay algo sumamente significativo en esta relación, ambas se interrogan sobre la realidad y descubren nuevas facetas de la misma para abrir nuevos caminos y preguntas que lo llevan hacia diferentes escenarios de conocimiento.

La pintura y la poesía tienen en común el trabajo con formas, y ambas son modos de pensamiento que actúan como grandes fuerzas irruptoras en toda sociedad. En los dibujos y narraciones de Kafka, podemos decir que tienen en común formas significantes: un esquematismo y formalismo característicos de Kafka, que se unen en la imaginación para reconstruir el pasado. Lo esencial en la relación entre sus dibujos y su literatura no es lo que tienen en común, sino en la relación que tienen con Kafka en un momento determinado. Una relación que Kafka tiene con el arte, que no es más que una búsqueda por la verdad, o mejor dicho, sabiduría y más que nada comprensión, conceptos que siempre están presentes en su obra de ambas disciplinas. Kafka siempre entra en lo desconocido buscando comprensión.

Entonces, en vez de la relación de la literatura con el dibujo, lo importante es la relación del arte con Kafka. Tenía un fuerte pensamiento visual que utilizaba para ambas disciplinas. Aplica este pensamiento visual de manera descriptiva y acumulativa en la literatura, y de manera más despojada en sus dibujos. En el texto logra unir forma y contenido en lengua alemana, también logra unirlas en su obra gráfica. Respecto a las imágenes, suelen ser visionarias y oníricas, sombrías y metafísicas. Es como si soñara la composición de paisajes desolados.

En ambos campos Kafka es formalista de forma alegórica. Todos sus dibujos son “kafkianos” y se asemejan al vacío total. Tiene una búsqueda constante de creación de signos puros que remite a su literatura y que, de hecho, es clave para comprenderla. Es una dicotomía, entre la alegoría de la realidad, o abstracción. Sus propias narraciones pueden ser consideradas un conglomerado de signos, y pueden convertirse en un sistema gráfico de signos abstractos.

Las figuras negras, esas marionetas con hilos invisibles, son letras: la letra K. Son signos que remiten a un Kafka expresionista. La obra gráfica de Kafka son signos que remiten a él mismo y a su escritura.

Figuras doblándose, líneas expresionistas rápidas y finas. Es un cuerpo, o una letra. La letra K. La letra K de Kafka que logra incorporarse sobre los papeles. Kafka, autor y símbolo. Usa el lápiz para una caligrafía jeroglífica que logra cobrar movimiento y desplazarse perezosamente, de la letra al dibujo, yendo hacia lo físico y secreto que logra fragmentar su escritura.

“Siempre, querido señor, tengo deseos de ver las cosas tal como son antes de que se muestren”.
Franz Kafka en Conversación con el orante.

Kafka tiene una necesidad de pureza, de visión inédita, una necesidad física de movimiento, de captar lo que no podemos ver. En la entrada de sus Diarios del 25 de septiembre de 1917 leemos: “Sólo puedo obtener felicidad si puedo elevar el mundo a lo puro, a lo verdadero, a lo inalterable”.

Los dibujos que se encuentran intercalados con los manuscritos son dibujos escritos, en el sentido de que todo es narración, y son un descanso a la narración en letras que fragmentan el propio relato. Proporcionándonos un vacío, una imagen perdida, una sensación de melancolía que nos acerca a un realismo crudo aunque de formas fantásticas, casi como un relato alegórico. Las descripciones que Kafka nos ofrece en sus relatos adquieren fuerza por ese descanso, ese dibujo casual en el medio de la escritura, un dibujo veloz que capta lo visible, y que deja un vacío en la descripción textual, que inconscientemente significa lo invisible de lo visible, lo metafísico espiritual.

Esta práctica por el autor, no fue sino hasta hace poco tiempo que comenzó a considerarse importante. Sin bien no conforma una obra pictórica, y se asemeja más a un garabato o signo, forma parte de un proceso literario que nos ayuda a comprender acaso un poco más la escritura existencial y contemplativa de Kafka.

Max Brod, amigo de Kafka, divulgó sus dibujos con un proceso lento, muy espaciado en el tiempo. No se conocían muchos de los garabatos más de lo que ilustraban algunas portadas de libros del propio autor, y que Brod llamaba “marionetas negras de hilos invisibles”: hombrecitos de línea negra que se parecen a letras o signos, en poses serias y pensativas. Muchas figuras cobran vida mientras caminan por una hoja en blanco con gran desasosiego, apoyados en un bastón o en un mostrador, y es que los dibujos carecen de composición, son simples personajes que cambian de movimiento con velocidad.

La relación entre dibujo y literatura, imagen y escritura, es perfectamente sencilla. Los personajes no ilustran los relatos, sino que son una versión más de la narración, otra forma de expresar lo mismo, o de dar un respiro a la tensión narrativa que se deviene imparable. Son los dibujos, la pausa aún contemplativa, son la abstracta letra, un ensayo de comprensión.

"El Proceso" y "El Castillo" tienen la misma característica de inestabilidad que Kafka multiplica en sus figuras flotantes que parecen caminar y caer fuera del papel; sus dibujos y su literatura tienen una relación conflictiva con la gravedad. “Esos equilibristas japoneses que trepan por una escalera que no está posado en el suelo, sino en las plantas de los pies alzadas de otro acróbata que está medio tumbado en el suelo, y que no se apoya en la pared, sino que solo asciende en el aire”, dice en noviembre de 1909, luego de haber visto un espectáculo de acróbatas japoneses.

Son signos que han caminado sin datación e incompletamente hasta 2021, cuando la editorial Galaxia Gutenberg reúne todos los dibujos de Kafka en Los Dibujos (2021), incluidos inéditos, con ensayos de Judith Butler y Andreas Kilcher. Pero también, considero de gran valor la edición de Libros del Zorro Rojo, Dibujos Recuperados (2023), donde se recogen los textos que acompañaban los dibujos, dejándonos hacer una fácil relación entre imagen y escritura.

Hay una lucha en Kafka, contra la fácil implementación de imágenes, contra la totalización de la imagen. Este miedo se ejemplifica cuando el editor Kurt Wolf, de la primera publicación de La Metamorfosis (1915), propone ilustrar la portada con un insecto. El 25 de octubre de 1915, Kafka le escribió: “No. Eso no. Por favor, eso no. El insecto de ningún modo debe ser dibujado. Se lo ruego encarecidamente. Por favor. Que no haya dibujo alguno del insecto”. A lo que el editor obedeció, poniendo de ilustración un hombre saliendo de la oscuridad, que parece movilizarse hacia El Grito de Munch.

Kafka ha hecho el ejercicio de un equilibrista entre imagen y palabra. Camina entre la visión que desata la contemplación. Dibuja para sí mismo y de manera secreta, lo podemos deducir por los soportes que utiliza. Hojas sueltas, márgenes de fotografías o revistas, cartas, páginas cuadriculadas, o páginas en donde yacen sus propios manuscritos.

En la actualidad, sus dibujos y manuscritos se encuentran en la Biblioteca Nacional de Israel y disponibles online. Es posible que, en una conversación casual con Gustav Janouch, Franz Kafka le dijera a su amigo que no sabía dibujar, que eran simplemente unos garabatos, unos jeroglíficos personales e ininteligibles. Kafka había tomado clases de dibujo académico con una profesora que, según él, le había estropeado su talento. Kafka intenta representar lo que contempla de una manera muy propia, sus dibujos son un lenguaje de signos particulares. Sus figuras vienen de la oscuridad para desaparecer de nuevo en ella, ya que les daba vida y los desechaba, utilizaba velozmente el ciclo de la vida, despertar y desaparecer. En una carta dice que por medio de sus dibujos quiere dejar preparadas las imágenes que ve, como los esquimales dibujan para evocar llamas, lo mismo quiere hacer él, pero sus imágenes no evocan fuego.

Al despedirse Kafka dice:

"Queridísimo Max, mi último ruego: todo lo que se encuentre en mi legado (es decir, en el baúl de los libros, armario ropero, escritorio, en casa y en la oficina, o cualquier otro sitio en que pudiera estar y se te ocurra) en cuanto a diarios, manuscritos, cartas propias y ajenas, dibujos, etc., debe ser quemado sin excepción y sin ser leído, igual que todo escrito o dibujo que tú u otros, a los que deberás pedirlos en mi nombre tengan en su poder […]. Tuyo, Franz Kafka".

Quería llevarlo todo a la oscuridad, igual que a sus dibujos. Utilizar ese ciclo de la vida acelerado, y hacerlo fuego.