Por Catalina Zabala
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Mezclas, sintetizadores, estudios, silencio. Cuatro elementos que se repiten de manera constante en la vida de Santiago Marrero, y que le dieron otro oído. Otra forma de escuchar. Una que hace que le dé su toque a cada uno de los proyectos en los que se involucra, y que siempre tenga ganas de crear.
El hecho de que integre El Cuarteto de Nos desde hace 17 años, que haya intercambiado ideas creativas con Rosalía mientras compartían hamburguesas en Las Vegas, o que haya trabajado en varias ocasiones con Luciano Supervielle, son apenas tres ejemplos de la amplitud de su carrera, que si bien se centró en la producción, no se permite limitaciones externas.
Dice que falta silencio en la música de ahora. Que hay que escaparle al "embutido de los algoritmos", y que falta introspección. O como él la describe: música para ir en bici por la rambla. Que no te dé el discurso ya servido, que se lo aportes vos.
Recientemente lanzó Distancia, su álbum en conjunto con Lorenzo Cavalli. Nació en pandemia y es una obra que, en palabras de Santiago, refleja la sintonía de dos mundos muy diferentes que se alimentaron entre sí y lograron su objetivo: que la música simplemente ocurriera.
Con Lorenzo en Copenhague y Santiago en Montevideo, planifican la presentación oficial del álbum en ambas ciudades, fecha a definir el año que viene.
Empezaron con el proyecto en 2021, con una gran conexión compositiva. ¿Cómo fue el recorrido desde el inicio hasta hoy?
Lorenzo me conoció a mí por una entrevista que me hizo en pandemia Luciano Supervielle, cuando entrevistó a diferentes músicos sobre sus procesos creativos. Además, yo había hecho un remix para Luciano de un tema que se llama "Soltar tu mano". Le conté un poco mis procesos creativos, cómo me había enfocado en la parte textural y en el timbre de la música, y no tanto en la armonía y las melodías. En esa entrevista mencioné algunos artistas que escuchaba y que me gustaban y Lolo la escuchó. Me escribió por Instagram y me dijo que no podía creer que había nombrado a los músicos que a él le fascinaban. Me dijo que estaba haciendo unos temas suyos, que estaría bueno juntarnos, que los escuchara y que le diera mi opinión.
Después, vino a mi estudio en casa. Escuchamos los temas y yo le di algunas recomendaciones, pero hasta ese punto sin más que eso. Me pidió que le produjera esos temas, y le dije que sí. Cuando lo empezamos a producir hicimos una dinámica de taller, él venía a casa toda una tarde, tocaba un poco los sintes y yo le iba armando el sonido. Y ahí se empezó a dar una sinergia que aparece cuando hay química, como en cualquier vínculo humano. Pensamos en llevarlo un poco más allá y hacer un disco juntos. No queríamos pensarlo como un par de temas de Lolo, sino que decidimos insertarlos en un disco en conjunto. Así fue que empezó el laburo con él, y creo que tuvo lo interesante de dejarlo ser. Se fue dando eso; teníamos un plan de hacer sus temas que cambió, nos adaptamos a esta nueva idea y así surgió.
El disco tiene ocho tracks, y son los ocho que hicimos. No hay más música que esa. Fue un proceso como de laboratorio que se dio de manera muy fluida. Creo que la producción artística en mi caso tuvo más que ver con decidir qué era lo interesante de todo lo que habíamos hecho. Eran dos mundos muy diferentes, pero convivieron muy bien. Él venía del palo del jazz, de la improvisación y del piano clásico, yo vengo mucho más de la producción musical y de la síntesis de sonido, del trabajo con lo audiovisual. Me parece que él tenía lo que yo no tenía, y yo tenía lo que él no tenía. Esa cosa de complemento, que creo que fue la clave. Siempre que trabajás con otros hay algo que para mí es muy importante, que es poder delegar el ego. Es algo colectivo que se va a parecer a lo que yo quiero, pero también a algo que el otro quiere. Como hacemos en cualquier relación humana; también en una pareja, y creo que eso con Lolo lo manejamos muy bien. El resultado es ese disco, que refleja esa sintonía de los dos mundos.
Foto: Javier Noceti
Trabajaste mucho como productor, y además integrás El Cuarteto de Nos. En Uruguay es muy común que los artistas estén en más de un proyecto en simultáneo. ¿Qué sentís que te aportó la variedad en tu caso, a la hora de trabajar en Distancia?
No es un fenómeno tan uruguayo. Creemos eso, sí, pero pasa en general. Los músicos que tenemos diferentes inquietudes no logramos volcarlas todas en un solo proyecto. En lo personal, hay dos músicos uruguayos que son una referencia para mí en ese sentido, que son Juan Campodónico y Luciano Supervielle. Músicos muy parecidos a mí que producen a otros artistas, sacan su disco solista, hacen un remix y la banda sonora de una película. Yo creo que uno siempre es uno, es muy difícil dejar de serlo. Creo que al Cuarteto le aporto algo que lo hace diferente, y en este disco hay una cosa mía que, inevitablemente, está reflejada.
Tengo una escuela muy de la música instrumental, de chico escuchaba muchas bandas sonoras. Me gustan mucho los compositores de cine. Tengo una vocación por la música instrumental, y me parece que lo que yo soy se parece más a este disco que lo que soy en el Cuarteto. También en las otras cosas que he hecho como solista, que son pocas, porque el Cuarteto suma un montón de energía y tiempo en mi vida. Hay música que vos podés escuchar en el gimnasio, en un bondi o haciendo tres cosas a la vez, y otra que requiere ponerse los auriculares e irse en bici por la rambla, entregarse al disco y a la música.
Creo que, a mí como compositor, esa es la música que más me interesa hacer. Después me gusta participar de un par de cosas que no tienen nada que ver porque también son un desafío, y es muy interesante. Hoy te contaba lo de hacer música para la Comedia Nacional, ese fue un desafío al que nunca me había enfrentado, y lo quise probar. Termina siendo interesante, y en todas las cosas que uno hace queda impresa la manera de uno. Cuando tenés muchas inquietudes las volcás en diferentes cosas.
Foto: Javier Noceti
Decís que un proyecto no alcanza para volcar la creatividad del artista. ¿Tiene que ver con esto de trabajar con otros y ceder?
Yo creo que sí. Es eso de saber ubicarte, en el buen sentido. Yo trabajo con el Cuarteto hace 17 años ya, y le aporto algo que para mí está buenísimo. Pero es un proyecto que existe antes de mí, y que si el día de mañana yo me bajara por cualquier cosa, seguiría existiendo. Es un gran barco del que yo soy una partecita. En esa partecita siento que aporto un montón, pero mis inquietudes artísticas son mucho más diversas que eso. Es cómo uno hace para explorar otras cosas y sentirse lo más satisfecho posible. De este disco que hice con Lorenzo, creo que lo que me da mayor satisfacción es que haya salido y que exista. Después, si lo escuchan 100, 200, 1.500, 3.000 personas, el punto no está ahí, no es su foco. Ni salir a girar con él, ni tocarlo muchas veces en vivo. Sí me gustaría presentarlo acá en Uruguay y en Dinamarca, que es donde ahora vive él.
No son proyectos que tengan mayor ambición que ocurrir, y eso también está bueno. Poder convivir con diferentes relaciones. El Cuarteto es un proyecto superambicioso, al que le va muy bien y que viaja mucho, que gira por toda América. Está buenísimo que así sea, pero también me gusta tener otros proyectos cuyo objetivo está solo en que ocurran. Creo que está bueno aceptarlo así, porque si no puede ser muy frustrante. Con Lorenzo hicimos un disco de música electrónica instrumental en Uruguay; si pretendías que te escuchara mucha gente, lo siento mucho. El objetivo era que saliera y que ocurriera, y me parece que también está bueno. A nivel artístico, pero también de potencial y de las expectativas que tenés.
Foto: Javier Noceti
Hoy en día también hay muchas carreras enfocadas en el éxito comercial, y el objetivo de los proyectos también determinan el resultado de las obras.
Sí, y también están los casos como Rosalía, que es una tipa increíble que hace una música increíble, pero que además es ultra mainstream. Eso también pasa. Cuando vos estás creando un proyecto, lo importante es entender dónde está tu foco. Hay toda una tendencia de quienes quieren hacer música para pegarla, y para mí eso es re válido. Que venga alguien de 20 años que quiera que la música sea el motor de su vida y que quiera vivir de ella. Tenés claro lo que querés.
A mí me parece que lo que a veces sí pasa, es que la gente se frustra porque quiere traer una lógica mainstream a cosas que no son para ese mundo. Un disco de música electrónica instrumental medio introspectivo en Uruguay, obvio que no va a ser mainstream. Ser un poco realista en eso con tus proyectos me parece que está bueno, y si después vienen otras cosas, mejor. Me acuerdo de una entrevista que le hicieron a Yann Tiersen, que hizo la música de Amélie (2001), y se volvió un éxito mundial. Él decía que no tenía ni banda armada. No pensaba tocarlo nunca en vivo, pero la película explotó, la banda sonora se puso muy de moda, y vino todo lo que vino después. Si llega es buenísimo, pero que no sea el objetivo. Me parece que eso es muy liberador y te permite también crear desde esa libertad; no le tiene que gustar a todo el mundo ni le va a gustar a todo el mundo. Y eso también está bien.
Es raro, porque en Uruguay también hay una demonización del mercado y de que te vaya bien. La humildad y el no llamar la atención son grandes valores acá, pero también está bueno querer hacer música y que te vaya bien. Lo traslado, por ejemplo, a los jugadores de fútbol. El jugador de fútbol quiere que le vaya bien, la quiere pegar y jugar en el Barcelona. Y eso también lo hace ser muy bueno, yo creo que es algo que también hay que promover. Lo veo en pibes más chicos que yo. Tengo 40 años, pero veo a las generaciones del Knak, pibes que tienen 20 y pico y que tienen objetivos mucho más claros en eso. Para mí es increíble que eso esté pasando en Uruguay, querer pegarla y que les vaya bien.
Volviendo a la conversación anterior, creo que es importante ser realista sobre qué es lo que vos estás haciendo y a dónde podes llegar con eso, cuáles son tus objetivos. Porque también hay muchos que te dicen que no les importa, y sí les importa. En Uruguay es difícil vivir de la música y eso es una limitante, pero muchas veces es una virtud.
Foto: Javier Noceti
Has trabajado con múltiples artistas, tanto nacionales como de afuera. ¿Qué tiene que tener un músico para que vos quieras colaborar? ¿Hay una especie de regla general o depende de cada caso?
Está bueno lo que preguntás. Yo creo que a veces se da por la relación humana, porque vos conoces a alguien y vibrás de una manera que te hace querer trabajar en conjunto. Pero cuando lo llevás a la música, eso a veces no se transfiere tanto, y ahí también está bueno poder ser honesto. A veces también pasa al revés, tenés cierta compatibilidad porque te parece interesante lo que hace alguien, pero te juntás y es un pelotudo. Ahora me voy a trabajar con Facundo Yalve, que es el productor de Wos, que ha trabajado con decenas de artistas en Argentina y es un tipo con mucha trayectoria. Con él nos conocimos en festivales, y siempre nos quedábamos charlando de cosas en común. Hace un tiempo me lo encontré en un festival al que fue con Wos, y me dijo de hacer algo juntos.
La idea es que yo le produzca un tema de su disco, y que él me produzca uno del disco solista que estoy haciendo. En ese caso fue por ese lado; evidentemente tenemos afinidad, y ahora nos vamos a meter al estudio a ver qué pasa. Puede ser que esté buenísimo o que sea una porquería. Pero ese riesgo siempre está, y también creo que es parte de algo lindo de asumir. Uno se puede quedar en su zona de confort como todo en la vida, o podés experimentar ciertos riesgos y ver qué pasa. Hay que sacarle drama a las cosas. Si no funciona, no funciona, no pasa nada. Yo viví con cinco parejas en mi vida, y él nunca vivió con nadie y tiene mi edad. Y yo le digo que soy así, si no funciona yo me separo. Armo la valija, me la llevo en el auto y me voy. Pero no estoy especulando tanto, es mi manera de ser. No digo que haya que ser así, pero soy de ir y después ver. Me parece que está eso de asumir los riesgos y que para uno sea una aventura.
Foto: Javier Noceti
El miedo paraliza
Sí, es algo muy loco. Ahora, por ejemplo, vamos a tocar para 27.000 personas con el Cuarteto, y me preguntan: ¿no te da miedo? Y sí, obvio que me da miedo, me muero de miedo. Pero lo hago igual, porque creo que hay algo en eso que se aplica para cualquier cosa en la vida, y es que todo el mundo tiene miedo. Hoy te hablaba de Rosalía, y yo la conocí. Estuve unos días con ella en Las Vegas, charlamos, al otro día nos vimos de nuevo, fuimos a comer una hamburguesa, nos escribíamos por Instagram. Después se volvió la mega Rosalía, y yo solo era uno más de los que ella había conocido en la vida. Yo la conocí cuando salió El mal querer (2018), por una persona en común. El día previo a los Grammys se hace un evento que se llama La Persona del Año, y ese año era Alejandro Sanz. Ella iba a cantar su canción "Cuando nadie me ve" con toda su orquesta, y en ese momento no era la Rosalía de ahora. Era una persona que estaba empezando. Yo le pregunté si no le daba miedo y ella me dijo que obvio que sí, pero que tenía que convivir con eso. Me parece que esa actitud está buena frente a los riesgos en general.
Si tuvieras que definir Distancia para una persona que nunca lo escuchó y que no conoce el proyecto, ¿cómo lo harías?
Te diría que para mí es la banda sonora de una película que no salió. La banda sonora de una película de ciencia ficción medio melancólica que todavía no salió. Es como si tuvieras que hacer la banda sonora para Blade Runner 2049 (2017) ocurriendo en el Paso Molino. Tiene algo muy uruguayo y para nada uruguayo al mismo tiempo, y yo la siento como una banda sonora. Es un disco muy visual, para predisponerse a la escucha. Mucha de la música instrumental tiene esa capacidad, porque al no tener un discurso tan racional, te permite a vos completarla. A mí me gustan mucho las bandas sonoras, y creo que este disco tiene algo de eso. Tiene una cosa medio melancólica, pero también unos atisbos perdidos de esperanza.
¿Falta silencio en la música actual?
Te diría que falta silencio, punto. Y te lo digo mientras hablo un montón, pero sí. Yo creo que lo que pasa es que hay una lógica compleja, que es la del embutido de los algoritmos, donde parece que solo existiera una música. Uno a veces se pierde de decenas de cosas que están ahí pasando por eso, porque hay una cosa muy teledirigida. Falta silencio y, sobre todo, falta tener una escucha más diversa. Más heterogénea.
Es muy difícil zafarle a las lógicas del mercado, y con la música eso pasa mucho. Es una industria; entonces, muchas veces lo que se está buscando es que las cosas funcionen económicamente, y eso no va de la mano del disfrute de la gente. Es un enlatado. Yo ahí lo que intento hacer —porque también lo sufro y quedo atrapado en la lógica del algoritmo— es probar otras cosas. Intento buscar algo que no tenga nada que ver. Agarro YouTube y pongo: "Rapero africano videoclip de esta semana". Trato de encontrar otras cosas. Cuando venís en una rosca y escuchás otra cosa, te resulta tan renovador e inspirador, que entendés que el mundo no era eso. Todos caemos, porque tiene que ver con la inercia y el automatismo, con los algoritmos, con un mundo que está diseñado para que no pienses mucho. Caen los de 10 años y los de 70. Para trabajar yo dejo el celular afuera del estudio, justamente para no caer. Está bueno que la música no mainstream que aparece sea una lamparita para ver otros caminos que existen, tanto para el que escucha como para el que hace.
¿Hay planes de seguir componiendo juntos?
Sí, totalmente. La idea es en marzo probablemente presentar el disco acá, en Montevideo. Tenemos ganas de presentarlo en el planetario, que es un lugar que le pega al disco y estaría buenísimo. La idea es presentarlo después en Dinamarca, en Copenhague, donde vive Lolo. Y en esas juntadas, componer. Es una amistad que quedó entrelazada por la música y que, cuando se nos den los espacios, volveremos. Los dos estamos con muchos proyectos; pero sin tener muchas pretensiones, queremos volver a encontrarnos, porque la experiencia fue linda.
Por Catalina Zabala
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