La propuesta de Massera es filosófica. Indaga en la identidad, en la naturaleza de lo individual, y en los propósitos. En este libro, cada una de las cinco obras que lo integran giran en torno a la dignidad humana. En torno a lo que se hace cuando el valor de la persona se ve estrictamente coartado por causas ajenas. Y lo hace a través del teatro, ese dispositivo capaz de crear y diseñar personalidades y darles vida por unos minutos encima de un escenario.

Sandra Massera es dramaturga, directora teatral, actriz y docente. Egresó de la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático y del Instituto de Profesores Artigas. Entre sus publicaciones destacan 25 obras para teatro y los libretos de cuatro óperas, que le valieron algunos reconocimientos como el Premio Florencio de la Crítica a mejor texto de autor nacional, Premios Nacionales de Literatura, Premios Juan Carlos Onetti, de la Comisión del Fondo Nacional de Teatro-Cofonte / Agadu, del Museo Vivo del Títere, entre otros. Sus textos han sido traducidos al inglés, francés y portugués, y fueron llevados a escena por directores de Uruguay y el extranjero.

Su vasta experiencia en la disciplina le ha permitido formularse preguntas que la trascienden, que van más allá, y que hoy se vislumbran con claridad en Casi humanos. Un texto que, a partir de figuras célebres de la cultura e historias conocidas, plantea debates y cuestionamientos que apelan a la propia naturaleza humana. A través de tres unipersonales y dos piezas de dos personajes, aborda la relación entre Mary Wollstonecraft y su hija Mary Shelley, autora de Frankenstein o el moderno Prometeo (1818), la figura del artista adolescente Petr Ginz, víctima del nazismo, Antonina, la esposa repudiada de Chaikovski, y Ainara, quien vivió de niña el bombardeo de Guernica.

¿Qué libro de otro autor/a te marcó tanto que todavía vuelve a tu escritura, aunque no lo busques?

Me impactó La tierra permanece (1949) de George R. Stewart. Tengo presentes muchas imágenes del libro, y sin duda eso quedó en mi inconsciente a la hora de pensar en algunos personajes.

Top 3 de libros que más regalaste o recomendaste. 

El amante del volcán (1995), de Susan Sontag, La mujer y el mono (1996), de Peter Høeg, y Extraños en un tren (1950), de Patricia Highsmith.

Si pudieras coescribir un texto con cualquier autor/a, vivo o muerto, ¿con quién sería y por qué?

Me imagino coescribiendo un texto sobre la mirada hacia las artes visuales con John Berger, porque creo que era un autor talentoso, agudo y con sentido del humor. Nada convencional.

¿Qué cosas nunca deberían estar separadas?

No deberían estar separadas la visión naturalista de los hechos y la visión imaginativa poética surreal.

¿Qué lectura reciente te sorprendió?

La novela Stoner (1965), de John Williams.

¿Qué libro prestaste y nunca volvió? ¿Y al revés?

Presté Todos los hombres son mortales (1946) de Simone de Beauvoir y nunca volvió. Nunca devolví La consagración de la primavera (1978), de Alejo Carpentier.

Foto: Javier Noceti

¿Qué libro nunca te cansás de releer?

El amante (1984), de Marguerite Duras.

¿Qué escribirías en un muro? ¿Y en la pared de un baño?

"Nuestro gran destino es no agradar a los peores", de Boecio. Lo mismo en un baño.

Nacida para… obligada a…

Nacida para escribir. Obligada a trabajar en otras cosas.

Si de la noche a la mañana pudieras hablar con fluidez cualquier idioma, ¿cuál sería y a dónde irías a probarlo?

Italiano, y visitaría cada rincón de Italia.

Escribir para…

Compartir pensamientos.

¿Tenés alguna rutina, ritual o cábala al escribir?

No. Me convencí hace tiempo de que no hay que esperar un estado anímico, hora o lugar perfecto para escribir. Si no, no se hace nada.

Foto: Javier Noceti

¿Cómo sabés cuándo un texto está terminado?

Cuando funciona en escena luego de que se estrena la obra.

¿Qué te gustaría que alguien te dijera después de leer —o ver— tu obra?

"Me identifiqué con lo que se dice en la obra" o "me dio curiosidad de saber más".

¿Qué frase, gesto o situación cotidiana te dispara ganas de escribir?

Cuando estoy sola en casa y hay silencio en la calle.

¿Qué lugar ocupa el humor en tu forma de mirar el mundo?

Un lugar importante. Sin humor no hay inteligencia creativa.

¿Cuánto tiempo te llevó escribir este libro, desde la concepción de la idea hasta la publicación final?

Es una recopilación de obras dramatúrgicas escritas entre 2016 y 2025, no se trata de un libro escrito con continuidad.

En Casi humanos aparece la pregunta por lo humano desde el humor y la escena. ¿Qué te interesa explorar cuando el teatro se mete en ese límite entre lo humano y lo otro?

Me interesa explorar los posibles sentimientos de seres que se van dando cuenta de que son personajes creados por alguien más, para existir únicamente en la escena, y no pueden salir de allí. Al principio se resisten, y luego son cada vez más conscientes de su condición y desean escapar y tener derecho a una vida en el mundo real. Salir de la ficción. Eso pone en evidencia la relación creador y creatura. Creamos inspirándonos en imágenes parecidas a nosotros, pero esas entidades quieren tener una vida propia. Son seres de papel, y esa situación es paradójica y desafiante.

¿Cómo cambia la escritura cuando sabés que va a ser dicha, encarnada, respirada por otros cuerpos en escena?

Va cambiando progresivamente desde que se va pensando en quién las va a tener que decir y cómo. Ocurre a veces que comienza como un discurso que busca la exactitud y la explicación racional, y se va convirtiendo en un lenguaje más espontáneo y fluido.

Foto: Javier Noceti

Tus textos tienen algo de juego, de ensayo, de laboratorio. ¿Qué espacio ocupa la improvisación en tu proceso de escritura teatral?

Si bien en mis textos hay mucho de exploración y juego, de búsqueda de situaciones inusuales, el espacio de improvisación no tiene demasiado peso en el proceso de escritura. Parto del estudio de un tema y de la búsqueda de datos en el caso de basarse en personajes reales, pero una vez que está armada la trama, se va fijando una estructura que se mantiene. Puede haber variaciones en el proceso de ensayos, incluso quitar o agregar personajes, cambiar de lugar escenas, comenzar por escribir la penúltima escena de la obra, pero una vez que está armada la historia no hay demasiado espacio para la improvisación.

Si pudieras elegir una emoción o una sensación que te gustaría que el público se llevara después de ver tus obras, ¿cuál sería?

La sensación de que vieron algo que les inspiró a su vez alguna idea o les recordó algo interesante que han vivido.

¿Cuál es la primera imagen o sonido que te impulsa a empezar a escribir una obra?

Varía mucho. A veces es la imagen de un espacio escenográfico, una pintura, una novela, un ensayo sobre algún personaje interesante, un hecho histórico, un objeto, una película, una coreografía.

Si tuvieras que describir tu libro en una sola frase, ¿cómo la formularías?

Obras acerca de la identidad y la búsqueda del nombre.

En Las madres del monstruo, la criatura de Frankenstein le reprocha a Mary Shelley que no le dio siquiera un nombre. En Antonina la repudiada, Antonina se lamenta haber existido solo como reflejo de la vida de Chaikovski. En Ainara de Gernika, la protagonista pronuncia incansablemente los nombres de los antepasados de su familia y de su descendencia como modo de preservar la vida ante tanta destrucción. En Casi humanos los personajes son sometidos al juego de cambiar permanentemente de nombre y convertirse en otros, y en La breve e imborrable vida de Petr Ginz y su hermana Eva, se cuenta la atroz realidad de que al ser llevado a Auschwitz, Petr perdió su nombre por un número.

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Fragmento de Casi humanos

Mary Shelley

La vida es una rara categoría de la muerte. Si antes de nacer y luego de

morir estuvimos y estaremos muertos durante toda la eternidad, por

miles y miles de incontables milenios, el insignificante tiempo en el

que estuvimos vivos es una curiosa excepción. La vida es una rarísima

condición entre tanta no existencia. La diferencia entre antes y des-

pués de la vida sería que después de haber vivido alguien nos recuerde.

«A Percy van a recordarlo. Me estoy encargando de ordenar y mandar

a editar su obra. Quedar viuda tan joven no ha sido fácil. Aunque te

parezca extraño, tener su corazón, ese pobre amasijo de tendones, ese

resto de músculos arrugados y sangre seca, me ha ayudado a sentir

que todavía está conmigo.

»A él van a recordarlo sin duda. Pero a mi pobre Criatura, al más

tremendo ser que pude haber inventado, nadie podrá recordarlo

más que como un fantasma. Por la sencilla razón de que no le puse

nombre. Su condición es peor que la de mis niños. Mis niños tenían

nombre, por lo menos. Hasta un retrato hecho por aquella pintora,

¿te acuerdas, Claire? ¿Pero quién podría retratar a alguien que solo

vivió en las páginas de un libro y es nombrado con el nombre de otro? A veces lo imagino viniendo a mi encuentro para hacerme angustiantes reproches».

Música amenazante. La luz cambia a tonos verdosos. Su cuerpo, que ha

avanzado hacia proscenio, proyecta una sombra distorsionada sobre el

cortinado del fondo. Se inclina con intención de tomar en sus manos un

pequeño libro de tapas doradas y rojas, pero se interrumpe al escuchar

la voz en off de alguien extraño y distante, una ronca voz de hombre.

Voz de la Criatura

«Todos los hombres odian a los miserables. ¡Hasta qué punto he de

ser yo odiado, yo que soy más infortunado que todas las cosas con

vida! ¿Cómo te atreves a jugar así con la vida? Me has hecho más po-

deroso que tú, pero he quedado excluido de la alegría y los placeres

de los hombres».

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