Por Sofía Durand Fernández
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2 de octubre a las 15:00. Hotel Sofitel. Nito Mestre espera pacientemente detrás de una cinta negra. Cualquiera que lo conozca –algo que en esta región no es difícil- puede encontrar en esta escena algo de gracia. En realidad, Nito sigue siendo aquel niño al que su maestro le cambió la vida llevándolo a ver A Hard Day's Night (1964) al cine.
No es casual que estuviera en el mismo país que Paul McCartney. Puede que sí lo sea el hecho de que se hayan alojado en el mismo hotel. Pero Nito vino a Uruguay con una misión clara: ver a uno de sus ídolos en vivo. La participación en el show de Palito Ortega el día anterior y las entrevistas —como esta— solo fueron planes que se hicieron sobre la marcha.
“Cómo me gustaría conocerlo a este tipo algún día”, recuerda Nito que dijo durante aquella proyección. Su maestro también era relator de fútbol. Visitó Inglaterra por ese motivo. Vio de primera mano lo que era la beatlemanía. Le contó todo sobre este fenómeno a su alumno. Lo llevó al cine para que lo viera con sus propios ojos.
Esta serie de eventos culminó en el hecho de que Nito Mestre decidiera dedicarse a la música. Y por lo tanto que Sui Generis, Vida (1972), Confesiones de Invierno (1973), y lo que su figura representa para el rock argentino, ocurrieran.
Pero también hubo un factor fundamental: Charly García. “Encontré una pata gigante, éramos el yin y el yang. ¿Te gustan los Beatles? A mí también. ¿Te gusta la música clásica? A mí también. Seamos amigos. Ambos teníamos una banda, y después dijimos: ¿Por qué no armamos una nosotros? Cuando uno aflojaba, el otro seguía”, cuenta Mestre. A joven edad, ya habían compuesto canciones como “Canción para mi muerte”. ¿Cómo alguien posee esa lucidez a los 20 años?
Se conocieron estudiando en el Instituto Social Militar "Dr. Dámaso Centeno", donde según Nito, los tenían “cagando”. “Era mixto y para nosotros era una gran ventaja porque, aunque te parezca mentira, es donde aprendimos a tener respeto por la mujer, por las compañeras. Había una cosa de respeto, de no decir malas palabras con los que nos enseñaban. Empezamos a ver las formas de molestarlos, pero sin que nos joroben. Entonces tenías que ser un adolescente rebelde sin que no te expulsen del colegio. Había que hacer vericuetos”, explica Mestre.
Pero también sostiene que leían mucho, “no había celulares ni redes sociales”. Veían mucho cine, escuchaban toda la música que llegara de otros lados. La curiosidad a flor de piel. “Había un programa de televisión que solo lo veían cuatro personas en toda la Argentina. Charly y yo éramos unos de esos. Cuando nos encontrábamos, teníamos de que hablar”, recuerda el músico y agrega que eran “los nerds del colegio, los bichos raros”.
La madre de García era productora de un programa de televisión de folklore. Los dos jóvenes iban seguido, luego del colegio. Allí conocieron a Mercedes Sosa, y aprendieron “cómo se manejaban los músicos”. Incluso, llegaron a tocar en vivo en alguna ocasión. “Terminaba el programa y nos tomábamos el colectivo para ver si alguien nos había visto en televisión. Imposible, porque estaban arriba del colectivo. Pero sentíamos que éramos partícipes de algo”, cuenta.
No es novedad que Vida es uno de los álbumes fundamentales de la historia del rock argentino. Por lo que festejarlo luego de 50 años de existencia es más que pertinente. Para Nito Mestre, la explicación es aún más profunda: “Hice un curso hace muchos años, antes de dejar de tomar alcohol. Una de las cosas que me quedaron grabados es que cuando vos tenés un objetivo, empezás un proyecto, lo continúas, lo terminás y festejas. Si no lo terminás festejando, te queda el proyecto por la mitad. ¿Festejaste lo que terminaste de hacer para autorreconocerte y agradecer? Recién ahí podés empezar con otro proyecto. Y hay ciertas cosas que no había terminado de hacer. Hay dos discos fundamentales para mí: Vida y Confesiones de Invierno”.
A los 19 años, Mestre tenía una fe ciega. Afirma que estaba seguro de que les iba a ir bien porque su creación era fresca, algo que le gustaría escuchar a él. Pero no se imaginaba que trascendería a otros lugares y generaciones.
“¿Sabés por qué? Porque los comentarios que se hacían en esa época eran el rock era para la gente joven. Después de 35 o 40 años el rock iba a dejar de existir porque no iba a haber nadie que lo cante. Eso es lo que se hablaba en ese momento, entonces vos imaginabas que no iba a trascender. Entonces todo lo que me pasó en mi vida fue mucho más de lo que me hubiese imaginado”, dice.
Pero también contrasta con los momentos más bajos de su vida, mayormente relacionados con el alcohol. Con 24 años volvió a comenzar y a visitar otros países. Ahí fue cuando tomó trascendencia de lo que había significado su trabajo para otros: “Me encontraba con una generación más joven que sabía cosas de mí que ni yo me acordaba. Supe lo que les pasó a los demás y lo que influyó. Eso lo empecé a ver mucho después de Sui”.
Lejos de renegar sobre su futuro, Mestre está orgulloso de haber sido parte de Sui Generis: “Con Charly decimos que somos Sui Generis para siempre. Porque es una actitud de hacer las cosas de manera diferente, de estar móviles y tratar de sorprender”.
Al preguntarle si podría vivir sin tocar, contesta que se aburriría. Con 72 años, asume que está en perfecto estado físico, que puede cantar y que, además, son pocos los de su generación que están así. Le gusta viajar en cualquier medio de transporte y los hoteles. Se define como un “culo inquieto” y afirma que, si pasa mucho tiempo sin tocar, comienza a extrañar el escenario.
Cuenta que antes, incluso se encargaba de elegir los hoteles y hacer los trámites pertinentes, pero que en cierto momento eligió dejar que se encarguen las personas a las que les corresponde esas tareas. Su equipo, en particular su banda, es como su otra familia. Su manager actual trabajó con él por primera vez en 1977.
“No tomo alcohol ni fumo hace 26 años, algo que mantiene mejor mi estado físico. Me gusta caminar mucho. Me gusta tocar, no te diría más que antes, pero por la edad tengo menos shows por delante que los que hice en mi vida, entonces todos los que vienen los aprovecho el triple”, explica.
Su mayor ejemplo es Paul McCartney, y afirma que se va a retirar cuando él lo haga. “Para mí él es como un ejemplo desde chico”, dice.
Mestre tuvo la oportunidad de ser telonero del ex-Beatle y tiene anécdotas de todo lo que hizo para conocerlo. Desde elegir un camarín contiguo al de él, hasta averiguar a qué hora llegaba a la prueba de sonido para estar antes. “Cuando terminé de tocar, estaba con su guardaespaldas y con unos concejales que le estaban dando las llaves de la ciudad. Entonces me hice el boludo, como si no se tratara de Paul McCartney, pero pensando en cómo me sacaba al guardaespaldas de encima. Lo paso un poquito y cuando doy la vuelta le digo: 'Paul, I was your opening act'. Los corrí a los dos concejales y les dije: 'Ustedes tienen tiempo de darle las llaves de la ciudad, váyanse. Yo estoy esperando conocerlo desde que tengo 11 años, ustedes están cumpliendo una finalidad", recuerda.
McCartney le preguntó cómo le había ido con la gente, y cómo creía que le iba a ir a él. Para Nito, era insólito que le estuviera preguntando eso, y le pareció algo todavía más loco que lo haya catalogado como un colega. Pero la impresión que le dio fue la de estar hablando con un compañero de colegio. De esa experiencia también recuerda haber conversado con Linda McCartney, y que le haya consultado si era vegetariano. Entre risas, cuenta sobre la estrategia que armó para sacarse una foto con su ídolo sin que le saquen la cámara: escondiéndola en una de sus medias. Al verlo sacar el dispositivo de ahí, McCartney se río y le dijo que no era necesario.
Con la paciencia de un fanático nato, Mestre lo esperó en el hall del hotel hasta verlo pasar. Si hay algo que queda claro, es que Sui Generis sí es una cuestión actitudinal, que incluye en sí misma la vitalidad eterna de un joven entusiasta.
Nito Mestre presentará "50 años de Vida" en la Sala Zitarrosa este 21 de noviembre. Las entradas se pueden adquirir aquí.
Por Sofía Durand Fernández
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