Hace 50 años salía Mateo solo bien se lame, el disco que Eduardo Mateo grabó en los estudios Ion, en Buenos Aires. Lo que en aquel entonces iba a ser un álbum con orquesta, resultó ser uno minimalista, en el que toca el músico solo. De hecho, ni siquiera lo terminó. Dicen que dijo “chau”, se fue y nunca apareció. Entre octubre y diciembre del mismo año, el productor Carlos Píriz editó el álbum, eligió su orden, la tapa y el nombre. Así se gestó un disco que influyó a decenas de artistas de la música nacional: a Jaime Roos, a Mariana Ingold, a Fernando Cabrera, a Mandrake Wolf, entre tantos otros, y, también, a Nair Mirabrat. El viernes 16 y sábado 17 —casi 82 años después del día en el que Mateo nació—, ese portal que Mateo abrió y nunca se cerró, latirá un poco más fuerte, cuando este conjunto uruguayo de candombe y jazz fusión lo interprete en la Sala Hugo Balzo.

Martín Ibarra, comopositor de Nair Mirabrat, conoce la música de Mateo desde que era niño. Cuando se dio cuenta de que el disco cumplía 50 años, los mismos que tenía el artista cuando murió, se le ocurrió versionarlo. Su padre tenía Mateo Clásico, un compilado de canciones dividido en dos volúmenes editado por Jaime Roos para que la música de Mateo llegara a más oídos, y que fue más escuchado que los discos que ya existían, cuenta. Así, con esa influencia de la música que se escuchaba en su casa, de tocar “El blues para bien mío” de Mateo y Trasante, de alguna manera, Martín Ibarra siempre estuvo acompañado de las canciones del mito uruguayo. Por eso, también dice que se queda con todas y con ninguna, porque son todas parte de diferentes épocas, de crecer, de conocer a un artista con el que nunca compartió tiempo y espacio —físico, claro—, porque, para él, Eduardo Mateo bien podría ser inmortal.

¿Qué orden de canciones hubiera elegido el artista si hubiese terminado Mateo solo bien se lame? Esta fue una de las preguntas que replicó en la mente de Ibarra, antes de pasar los temas del disco emblema de la música uruguaya por nuevas puertas, esas que se reflejan en la tapa del disco, que son infinitas, que abrieron y descubrieron, una vez más, las posibilidades de su música. Así, el conjunto versionó las canciones del álbum y les dio un toque actual, para dialogar con ellas, como si hubieran pasado por una máquina del tiempo, aquella de la que tanto habló Mateo.

¿Cómo es entrar por las puertas de Mateo?

Hay una frase de Freud que dice: “Cuando Juan me habla de Pedro, sé más de Juan que de Pedro”. En realidad, en una parte, estamos siendo más nosotros que Mateo en sí. Por esto de reversionar, de ser nosotros y ponerle nuestra impronta. Es agarrar esos temas que te llevan a miles de lugares, arrancar viaje y seguir, como si ese disco fuera una nave y un pretexto para tocar. Un tema va conectado con otro, te lleva a un ritmo, seguís por ahí, te quedás. Los temas en el disco duran tres minutos, o dos, a veces nosotros nos quedamos jugando más en alguna parte, vamos surfeando esa ola que proponen los temas. Hay mucho nuestro también.

¿Cómo fue el proceso de adaptar la esencia de Nair Mirabrat a un disco tan minimalista?

Hace poco leí que Carlos Píriz, que fue quien lo grabó, dijo que en un principio no iba a ser así el disco. Mateo no iba a estar solo, iba a grabar una parte, una base, y después se iban a sumar músicos argentinos para hacer un disco más producido. Ese dato nos dio pie para decir: “¿Y si somos nosotros también esa banda, que 50 años después se suma a esas maquetas y rellena lo que está por ahí?”. Hicimos ese juego, recreamos las canciones para meternos en ese universo.

Vemos mucho la carátula del disco, donde él abre una puerta a un cuarto que lleva a muchos otros. Por eso dijimos: “Juguemos con esa imagen, entremos a ese cuarto para ver qué hay en todo ese universo”. Tampoco nos quedamos con las versiones exactas, no hacemos “Jacinta” como bossa nova, rescatamos la melodía y la letra, pero jugamos con todo eso. Tal vez hoy él hubiese hecho eso, ¿no?

¿Cómo fue ese proceso? ¿Cuánto tiempo les llevó?

Mucho tiempo. El espectáculo está aprobado por el Ministerio de Educación y Cultura, primero vino la idea y después se convirtió en un proyecto. Lo bueno de estos procesos es que te exigen que tengas las ideas claras: cómo lo vas a hacer, cuál es, cómo lo vas a presentar, para qué sentís que hay que hacerlo. Entonces, fue mucho de cabeza mía y luego juntar a la banda, que ahí empezó a sonar todo. ¡Somos 14! Es como una orquestita, hay que estar en todo, pero es tremenda banda así que no tengo que hacer mucho tampoco, suena.

¿Hay alguna recomendación para preparse antes de la presentación?

Quienes vayan, aunque conozcan el disco, pueden darle una escuchada más a fondo para dialogar y que la experiencia sea más rica. Porque a veces decís: “Sí, ya escuché el disco”, pero capaz que fue hace un tiempo y no es lo mismo cuando uno escucha un disco cocinando o haciendo una cosa que cuando se sienta a escuchar. Es como una película, vos no mirás una película cocinando, podés hacerlo, pero no es lo mismo que cuando vas al cine y estás ahí. Con los discos pasa igual, si vos cerrás los ojos y vas a escuchar, escuchás otras cosas que están atrás de la melodía y atrás de la letra, pasan cosas. Tanto en la guitarra, en las tumbas, en la voz de él, cosas que pasan ahí atrás. Entonces, profundizar con la escucha te hace ir más a fondo con la experiencia en la Hugo Balzo, porque jugamos con eso, con poner la lupa en otros lugares. Vamos a hacer otros jueguitos, se va a desprender todo de ahí.

También interpretar la invitación de él de la máquina del tiempo, por qué él hablaba tanto de eso. Hay un toque en vivo que él dice: “No sé si habrán oído hablar de la máquina del tiempo, se necesita la colaboración de todos ustedes”. Intentemos captar algo de eso, ver hacia dónde nos lleva, qué es la máquina del tiempo.

Él hablaba mucho de la inmortalidad; se murió, pero no a la vez. Todo el mundo lo conoce, está en las casas, siendo tocado o escuchado. Eso funcionó de una forma.

Además, él se interesó por el hinduimsmo, la reencarnación juega un rol importante.

No es joda. Y va a seguir. Eso también es parte. Hay algo cultural que yo no lo sé explicar, pero eso de qué es la palabra cultura, por qué es tan fuerte esto que hacemos de releer eso que pasó, de un disco que inspiró a Jaime Roos, a Fernando Cabrera, a Mandrake Wolf, al Pitufo Lombardo, a Mariana Ingold. Y, ellos, a su vez, esparcieron pila de semillas por todos lados. Entonces decís, hay una música montevideana, que tiene un color y tiene que ver la cultura, la identidad de una música, ¿por qué decís la música uruguaya?, ¿qué es eso? La música montevideana también, es más específico.