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Contenido creado por Catalina Zabala
Literatura
Los libros y sus autores

Mercedes Estramil: "Nunca olviden que no trabajan para nadie, solo para su obra"

La autora presenta "Espinos blancos, fiestas privadas", libro de relatos publicado por Editorial HUM.

29.08.2024 14:29

Lectura: 11'

2024-08-29T14:29:00-03:00
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El Uruguay interno es vasto: carreteras, ríos y pueblos perdidos adornan su geografía y la hacen aún más rica. Pero en cada uno de sus recovecos, también se esconde la miseria humana. Estos 15 relatos hablan de los estímulos más oscuros del ser humano, que aunque sueñan con el paraíso, adoptan los colores del infierno. 

Su autora, Mercedes Estramil, es escritora y periodista. Es colaboradora de El País Cultural, y obtuvo el Premio Municipal en poesía por su libro Ángel sólido (1994). Sus más recientes novelas han sido galardonadas con el Premio Bartolomé Hidalgo de la Feria Internacional del Libro en Montevideo: Washed Tombs (2017; 2022) y Mordida (2019; 2021), libro que recibió además el Premio Nacional de Literatura/ MEC en 2022.

Fotos: Javier Noceti

Fotos: Javier Noceti

¿Preferirías viajar al futuro o al pasado?

Como preferir, preferiría viajar más en el presente, pero varias cosas conspiran para que ese deseo se postergue más de lo necesario. Pero si la opción es entre pasado y futuro, sin duda futuro. Ver en qué termina esta broma, o en qué deriva. Aunque da un poco de miedo, confío en que alguien seguiría hablando español y el mundo no se habría extinguido del todo. 

¿En qué te gustaría reencarnar?

¿En qué o en quién? Siguiendo con la línea del futuro, si es un “qué”, que sea una máquina pensante, y si es un “quién”, alguien con el don del canto, con una casa en la montaña, un lago cerca, una RAM en la puerta, un gato, y un amor que me entienda. 

¿Qué libro de otro autor/a te afectó de tal manera que te gustaría generar ese mismo efecto en tus lectores?

Historias extraordinarias (1845) de Poe, cuando lo leí de adolescente frente a la estufa a leña de la casa de mis padres. 

Top 3 de libros que más regalaste/recomendaste

El guardián entre el centeno (1951), de Salinger, Las cosas que perdimos en el fuego (2016), de Enriquez, y  Madame Bovary (1856), de Flaubert

¿Qué cinco cosas guardarías en una cápsula del tiempo?

Una foto de mis padres y hermano en la cocina de nuestra casa, en Nuevo París. La túnica de acrocel con bordados que hizo mi madre, modista, para mi primer año de escuela. El reloj Tissot que me regaló mi padre al cumplir quince. Mi máquina de escribir Underwood (si aún la tuviera). Y una plegaria. 

Fotos: Javier Noceti

Fotos: Javier Noceti

¿Qué abrazo no se te quita del cuerpo?

Eso es privado. Aunque no quita que lo escriba algún día, camuflado en personajes que no sean yo. 

Si pudieras coescribir un libro con cualquier autor/a, vivo o muerto, ¿con quién sería y por qué?

Ya coescribí uno con mi amigo Álvaro Ojeda. Supongo que iría con él mismo por la segunda parte. Ya tenemos el título, pero no lo digo acá para no quemarlo, y porque estamos procrastinando demasiado su inicio. 

Si estuvieras en la Biblioteca Nacional de Uruguay y te pudieras robar un libro sin que nadie lo sepa, ¿cuál sería?

No sería ninguno, no me interesa robar un libro. Por ahí Valentín Trujillo se entera y me mata. 

 ¿Qué escribirías en un muro? ¿Y en la pared de un baño?

Nunca escribiría en un muro ni en la pared de un baño. A los que escriben en muros y paredes de baño (ajenos) les tatuaría indeleble algo bien feo en la frente, pa’ que aprendan, que vayan a "artistear" a otra parte. ¿Reaccionario? 

Contanos qué estás leyendo ahora

Las chicas doradas, de Manuel Soriano, Felicidad perversa de Tove Ditlevsen y Desde dentro (2021), de Martin Amis. A Soriano lo sigo y nunca me defrauda, a la danesa Ditlevsen recién la conozco, y a Amis lo amo. Qué pena que se fue. 

Si pudieras tener una conversación de una hora con cualquier escritor famoso, pero después nunca más podrías leer ninguna de sus obras, ¿a quién elegirías para tener esa conversación?

Con uno que no me guste, claro. Por ejemplo, Philippe Claudel. Nunca entenderé cómo un libro tan malo como La nieta del Señor Linh (2005) hizo llorar a tanta gente y a él le dio tanta fama. Misterios de la literatura.  

El primer verso que te viene a la mente.

“Adolescente fui en días idénticos a nubes”, del gran gran gran Luis Cernuda. 

¿Qué libro prestaste de tu biblioteca y hasta el día de hoy no fue devuelto? ¿Y al revés?

Se ve que no presté nada muy importante porque no me acuerdo ni lo echo en falta. Y tengo varios que aún no devolví pero son de amistades fuertes que no me los reclaman. O a lo mejor también tienen mala memoria, qué sé yo. 

¿Como lector/a qué te gusta encontrar en un cuento?

La sensación de que me hubiera gustado escribirlo yo.

Tu idea de felicidad y tu idea de miseria. 

Felicidad: no haber hecho daño y no ser dañado; un imposible, un ideal. Miseria: cualquiera en el camino de la maldad gratuita y complaciente; una realidad. 

¿Qué le dirías a Dios?

No me siento emisor para tal destinatario. No le diría nada. 

¿Qué libro nunca te aburrís de releer?

Debe haber gente que relee mucho. No es mi caso, apenas tengo tiempo de leer lo nuevo que quiero leer. Pero si se trata de, cada tanto, sentir la necesidad de leer de nuevo algo que te marcó, o te deleita por el puro placer de cómo está escrito, Borges, de la A a la Z.

Fotos: Javier Noceti

Fotos: Javier Noceti

Si pudieras invitar a tres personajes literarios a cenar, ¿quiénes serían y por qué?

A la Beatriz de El Polaco (2022), de Coetzee: para preguntarle qué sintió de verdad por Witold. A Bayardo San Román, de Crónica de una muerte anunciada (1981), de García Márquez: para saber qué diablos hizo durante los 27 años en que estuvo lejos de Ángela.  A cualquier personaje de César Aira: para que hablemos del autor. 

¿Por qué Espinos blancos, fiestas privadas?

Porque en ese relato que da título al libro, un personaje dice un poema de Cernuda, Los espinos, que es un canto al carpe diem. Esa sería la primera parte. La segunda, “fiestas privadas”, matiza el concepto del “vivir el día” con una premisa moral. 

¿Cuánto tiempo te llevó escribir este libro, desde la concepción de la idea hasta la publicación final?

Hay cuatro relatos que son anteriores y salieron en distintas revistas. El resto, once relatos, los escribí en el verano pasado, en tres instancias de viajes dentro del país: a Salto, a San José, y a Canelones. Agua termal en Salto, piscina privada en San José, y mar en San Luis, Canelones. Fueron surgiendo, sin proponerme una rutina de escritura. Nacieron de la necesidad y el entusiasmo. 

¿Cuál es el disfraz más peligroso?

El de bueno, o tonto, o ingenuo, cuando no se es. 

Si tuvieras que describir tu libro en una sola frase, ¿cómo la formularías?

Nada es lo que parece y, de cualquier modo, todo está perdido. 

¿Cuál es la reacción más inesperada qué recibiste con este libro?

La del gato de una amiga. Le llevé el libro, lo abrió con una patita y se acostó sobre él. Estuvo ahí una media hora. 

¿Qué consejo o frase inspiradora darías a otros escritores que están buscando su voz y estilo literario?

Que nunca olviden que no trabajan para nadie, solo para su obra. 

Si de la noche a la mañana pudieras hablar de manera fluida cualquier idioma, ¿cuál sería y a qué lugar viajarías para probarlo?

El noruego, o cualquiera de los países nórdicos, para poder leer lo que no llega traducido, que es mucho. Y para ver ese otro mundo y entender lo que dicen. Pero también me gustaría saber árabe, alemán, ruso. En el futuro se implantarán chips que permitan incorporar esas lenguas de la noche a la mañana.  

¿Qué sueño recordás  con más intensidad?

Son tres, repetitivos: 1. viajo en un ascensor que de pronto sale del edificio y va por las nubes y no parece que vaya a volver. Me aterro, obvio. 2. Estoy en una playa rodeada de acantilados y de repente el mar empieza a subir. Me aterro, obvio. 3. Voy a ver a mi padre a la casa de Nuevo París, pero cuando estoy llegando me acuerdo de que él murió. Sin embargo, lo veo. Me aterro, obvio. Los sueños son una mierda. 

Escribir para ...

No morir del todo.

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Relato de Espinos blancos, fiestas privadas

"Milagro alemán" 

Hace minutos, en el centro de ese barrio periférico al que solo volví para ver a mi padre, acaban de matar a un hombre. Iba caminando y, de repente, le atravesó el pulmón derecho una bala. Bien ahí, ¿a quién se le ocurre caminar tan campante por tierra de nadie a la noche? Lo estoy viendo en el informativo de última hora, mientras ceno con Lukas, un alemán que recibo semestralmente en mi casa, en la modalidad de Airbnb cohabitado con su dueño. Las últimas veces evitamos la aplicación y negociamos entre nosotros. Bebemos un Hereford tinto en las copas de cristal que Lukas Oberbach me regaló la primera vez que nos acostamos juntos. Ahora me dice «Heidi», como bromeando, y le sonrío, aunque no me hace gracia. Llevo la sonrisa pronta para usar, para que todo resulte leve y confiado. Todavía no sé bien cómo proceder con Lukas. Algo traman esas facciones flácidas de alemán con dinero, histriónico y con cociente intelectual por encima de la media (dice él).

La tele cuenta que efectivos policiales se hicieron presentes en el lugar tras el aviso de un vecino. Cuenta que la víctima presentaba un impacto de bala con orificio de salida y que se aguarda el dictamen forense. No sé. Todo es demasiado vertiginoso para haber pasado hace minutos. No le cuento a Lukas que viví en ese barrio, así como él no me cuenta de ninguna esposa ni hijos esperando en algún lugar de Groninga, donde vive. Con el macaco de Google anduve por esas calles, así que sé de qué me habla cuando me dice que es un lugar ordenado, limpio y seguro. Aun así, él está encantado con la sección roja de los noticieros y con todo lo que refiera a problemas de seguridad. Me dice que en su país a lo sumo la policía expulsa activistas que interrumpen el tránsito. Se nota el orgullo cuando lo dice, cuando lo escupe como una sentencia. Se nota que apoya ciegamente a las fuerzas de la ley y el orden y que si fuera por él le pasaría por arriba con una oruga a todos esos buenistas defensores de ballenas extranjeras.

Empieza: «Creo, mi pequeña Heidi, que estamos de acuerdo en lo sustancial y es que este orden se está acabando y vendrá uno nuevo. Allí, Dios mediante, algunas columnas caerán, y la gente ya no hablará de cambio climático ni ideología de género ni disforia ni capitalismo salvaje. ¿Me explico? Porque está claro que todo está mal. Un mundo lleno de psicópatas, atorrantes. ¿Se dice así, o es un vocablo viejo? ¿Cómo sobreviven aquí las Heidi como tú? En Groninga todo es alegría y esplendor. Nadie mata, no hay rejas; hay modestos pero honorables jardines, autos de alta gama y mujeres fértiles de niños sanos».

En la cama se porta correcto, y aunque dispone de todo el tiempo del mundo, tiene el apuro de los adúlteros. Cuando le empieza la apnea, me levanto sigilosamente y me voy a la terraza, a imaginar el paraíso groninguense con un vaso de fernet. Escucho sus ronquidos de esposo que no es esposo, huésped que no es huésped, amante que no es amante. Los vecinos de piso son silenciosos, una pareja dueña de un gato siamés al que le falta una patita. Amo a los gatos callejeros, no a los de raza, ni a los solo negros o solo blancos, ni a los pelirrojos. Cuando Lukas deja de roncar, vuelvo a la cama y rezo a la Virgen del Carmen para no soñar.

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