Por Federica Bordaberry
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Antes de todo lo que vendrá, estuvo Federico García Lorca (1989 - 1936), una de las figuras del teatro español más influyentes. Del teatro español y del teatro del mundo. En 1930, en el sur del mundo, escribió una obra a la que llamó El público. No se estrenó hasta 56 años más tarde, aunque se la considera una de las claves teatrales de los españoles en el siglo XX.
Una obra surrealista, que no deja en claro qué parte es alucinación y cuál una realidad dramática. O, en términos sociales, la parte que maneja coherencia. Homosexualidad reprimida, derechos a la libertad en todos sus sentidos, pero específicamente la erótica. Lo han llamado parte del "teatro imposible" de Lorca.
Pero en 2024, en Montevideo, no parece resultar tan imposible. Todo lo que vendrá es esto: El público, escrito por Lorca, reversionado por Gabriel Calderón, el director actual de la Comedia Nacional, y dirigido por la española Marta Pazos.
Que es dramaturga, que dirige óperas, hace escenografías, es artista visual (Licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona). Que trae textos a las tablas que son contemporáneos y otros que son más antiguos. Trabaja con gente viva, entonces, pero también con muertos como Shakespeare, montando a Othello desde lo novedoso y lo actual. Y a Federico García Lorca, claro. Lo ha versionado a través de textos como la Comedia sin título o Viaje a la luna. Fundó las compañías teatrales Belmondo del 2000 al 2005 y Voadora del 2007 al 2022.
Y el color. Marta Pazos se ha dedicado a estudiar el color en la escena y todos los efectos que eso puede tener en un espectador. Alguien una vez dijo que es una dramaturga que le pone color a la caja negra del teatro. Lo es.
"Mi estudio en el último tiempo lo he pintado todo de amarillo para ver qué me da eso, si me da energía, o me da estrés. A veces la gente viene a visitarme al estudio y dice cómo puedes trabajar aquí, hay demasiada energía. Para mí es el nido, es la habitación propia de Virgina Wolf, es el lugar donde me siento confortable", dice Pazos en entrevista con LatidoBEAT.
Dice, también, que si tuviera que asociar a Federico García Lorca con algún color, no sería con el color tierra. Que en algún momento lo asoció con el amarillo, pero que ahora ha cobrado para ella el espíritu del color azul Klein.
Este viernes, se convertirá en uno de los otros mundos que propuso la Comedia Nacional para su programación de este 2024. Del 21 de marzo hasta el 20 de abril, estrenará El público y las entradas pueden conseguirse acá.
Te formaste en Bellas Artes en Barcelona, una ciudad bastante efervescente, ¿cómo jugó en tu formación la ciudad y su carácter?
Yo llego a Barcelona con 19 años, súper joven. Empecé a estudiar Bellas Artes en Pontevedra que era una facultad muy joven. De hecho, debería ser de la segunda promoción de allí, pero como yo también soy de Pontevedra, pues necesitaba irme fuera. Mi madre me llevó a Barcelona en el año 1995. Era una Barcelona post olímpica y era la capital del diseño, en la que se ha convertido ya. Mi madre que era enfermera, ahora está jubilada ya, iba a un congreso y me llevó. El avión aterrizó y cogimos un taxi que nos dejó en la puerta del Teatro del Liceu, que se acababa de quemar.
Esto es un dato importante porque la primera vez que yo pongo los pies en Barcelona fue en la puerta del Liceu, recién quemado, y el año pasado yo estrené una ópera en el Liceu. Todo lleno de círculos. Yo llego a Barcelona en esta época. En los años 90 yo tenía 19 y es una época sin internet. Es importante para mí contextualizar el impacto que tuvo la ciudad en mí, porque yo desde Pontevedra no tenía acceso como ahora, que puedes estar en cualquier lugar del mundo y enterarte en el mismo momento de lo que está pasando en la otra punta.
Era la primera vez que yo estaba sola, que vivía sola, y ahí descubrí cosas fabulosas. El arte de acción, mis grandes referentes artísticas referentes mujeres de los años 60, toda la cultura y la subcultura catalana y pues mis primeros coqueteos con el teatro fueron ahí. Entonces, es una ciudad muy importante para mí, a la que siempre vuelvo, en la que tengo amigos de corazón de toda la vida y con la que estoy muy vinculada. Por suerte, en los últimos años estoy trabajando mucho ahí.
Hablamos de tu educación más formal, pero también hay otra escuela que es la vida. ¿Qué de la vida sentís que te formó para ser la Marta que sos hoy?
La propia experiencia de eclosionar yo, de no ser la "hija de", o en aquel momento "la novia de". Era una artista, en aquel momento, muy verde, muy joven, y muy arriesgada. Realmente no es muy diferente a cómo soy ahora en aquel momento. En la esencia no he cambiado mucho, sí que ha cambiado ser conciente de aquello que soy y poder potenciarlo. Cómo poder, desde cómo soy, relacionarme y dialogar mucho más con el contexto y con los otros y las otras artistas. En lo personal, lo mismo. Pero fue una ciudad, y las personas que tuve la fortuna de conocer allí, que me forjó en una manera libre de pensar, una manera irreverente.
Era un espacio de posibilidad aquel, y era una manera muy fuerte de pensar out of the box. Fue un giro muy grande en los años 90 con respecto a la España en la que yo había sido niña, que era la España de la transición. De repente entró Europa, ese pensamiento mucho más grande, de muchas más posibilidades y mucho más empoderamiento. Creer que yo podía hacer cosas, aunque me faltara la cercanía de muchos referentes y todo lo que pasó después con la llegada del feminismo. Volviendo sobre mis pasos durante estos años, ya ese germen estaba ahí, ya en lo que estaba haciendo, las personas con las que me estaba conectando. Ya había una perspectiva de género y un fuerte pensamiento feminista sin saber o sin poder ponerle nombre y teorizar sobre esto.
Me hablás de una Marta muy feroz. ¿En algún momento tuviste miedos profesionales?
Sí. Es un miedo para mí constante, que es como que hay una dirección que ahora ha cambiado, pero antes era venir de abajo e ir hacia arriba. Entonces, el miedo que tenía yo era volver para atrás, para lo que yo consideraba que era abajo. Este es un pensamiento que ha cambiado y, por lo tanto, el miedo ha cambiado también. Se ha transformado porque he podido, con la madurez, atravesarlo y pensar que eso no iba a ocurrir nunca, puesto que siempre estoy en transformación.
Pero había algo cuasi adolescente, ese lugar intermedio en el que ya no tienes un cuerpo que no te pertenece, o ya no te gustan las cosas que te gustaban hacía dos años, y tampoco encajas en lo nuevo. Por mi forma de ser, y mi forma de estar en la vida y en el arte, siempre he estado bastante en una burbuja. Me ha ayudado mucho mi carácter porque soy muy afable y muy empática, pero sí que hay una parte de universo personal que he sabido y he podido conservar muy bien. Podría haber tenido miedo a la pérdida de la identidad, que no la ha habido.
Hay un miedo constante, pero esta es una cuestión de género y te va a resonar completamente, eso de no ser lo suficientemente buena. Pero no es algo con los demás, es algo conmigo. El síndrome de la impostora, que en el género nuestro es mucho más fuerte. También he podido encontrar a lo largo de mi vida, maestras que me han puesto un espejo delante o de las que yo he aprendido, muchas mujeres muy interesantes que me han reflejado eso, que otros mundos eran posibles y ahora el miedo, que muchas veces es una defensa lo he aprendido a querer, también, y a que sea un compañero.
Tu bio dice que sos una de las artistas más influyentes de la vanguardia española, ¿hay una búsqueda consciente del vanguardismo? ¿O es algo que se da con tu carácter artístico?
Para mí no hay una búsqueda de lo diferente. Para nada. Para mí hay una búsqueda de ir hacia el origen, hacia adentro y hacia algo mucho más profundo. Es curioso, ahora te hablo de esto y era el miedo que tenía, de volver hacia abajo y ahora es hacia donde quiero ir, hacia una protección. De trabajar para el mundo, pero que me afecte lo menos posible el mundo, sobre los juicios, sobre mi obra que es algo muy característico de la juventud. Siempre estás pensando aquello que le guste a la gente y este camino ha ido girando hacia algo mucho más puro y mucho más genuino. Y mucho más respetuoso con el proceso artístico y la idea de cada proyecto, la idea de mi propio proyecto y de mi propia trayectoria en este momento y cómo se van trenzando los trabajos a lo largo de los años. Cómo hay un espíritu que permanece incorruptible, puro.
Son treinta años de trayectoria artística y sí que ha habido mucho aprendizaje sobre que el contexto va cambiando. Por eso es muy importante ser coherente con lo que estás haciendo, porque luego lo otro son cuestiones de gustos y a veces sí que he hecho un trabajo que se ha presentado y a lo mejor el contexto no estaba preparado para recibirlo y ha provocado rupturas, o ha provocado cosas dolorosas también para mí como artista porque una quiere que la quieran.
Ahora soy mucho más consciente de cómo abro la obra, qué pensamiento hay detrás de cada obra y no hay un pensamiento de obra única. No está pensado para un sistema, sino para mi propia relación entre las obras. Eso lo tengo mucho más sano, ese pensamiento está más colocado. Cuando se produce ruptura entiendo por qué se produce fricción con el contexto porque hay obras mías que se han recibido en un momento de una manera, y el paso de los años ha cambiado su percepción y eso también es precioso. Es doloroso en el presente.
Eso que tú has dicho no lo he escrito yo de mí, lo he recogido para mi bio, pero no fue algo que yo escribiera y me parece muy bonito, aunque yo no era consciente de ser referente para nuevas generaciones, o para otras artistas, sobre todo. Esto de abrir camino para que otras puedan venir detrás o puedan venir al lado y honrar también a las que nos han precedido. Soy consciente de que formo, en mi país, parte de una generación bisagra y que hemos podido hacer muchas cosas que nuestras compañeras del pasado no han podido. Me alegra mucho cuando artistas más jóvenes pueden hacer cosas que yo a su edad no pude hacer, eran cosas impensables.
Eso me da mucha esperanza y me da así como vergüenza, pero también acojo e intento habitar este lugar de referente. Sí que pienso el impacto que tiene mi forma de hacer y el cuidado que tengo no solo en lo que hago, sino cómo lo hago, en mi contexto. Entonces, eso me hace querer hacerlo mejor.
¿Tu lugar de vanguardista, entonces, está mucho más vinculado a la honestidad que al romper o querer cambiar?
Sí, aunque no tanto en la importancia de lo que hago, sino cómo lo hago. Para mí es fundamental. Yo soy una amante y una estudiosa de los procesos artísticos y me interesa mucho cómo llegamos a hacer las cosas. Luego, se hacen las cosas, los proyectos, que es una parte de lo que ve el público, pero aquello que se genera mientras que estamos haciéndolo, poder también romper las reglas de cómo se ha hecho.
En mi faceta de directora, cómo es la tradición de la dirección, cómo ha sido, que ha estado muy vinculada con la tiranía, con abusos de poder sobre los otros oficios que nos rodean. Sí que he estado muy consciente y he querido mucho romper eso y sí que los puestos de liderazgo son puestos muy estresantes, pero hay que tener un compromiso con querer cambiar las cosas y que puedes llegar a lo sublime en tu trabajo sin tener que pasar por encima de la gente.
Eso me lo ha traído el feminismo, el ser consciente de que se puede trabajar y que hay que hacerlo desde ahí, desde los cuidados de la vida y que lo que haces tiene un impacto muy grande en las personas cuando estás en puestos de liderazgo. Pues sí que hubo un momento de mi carrera en la que fui consciente de eso y me puse a trabajar desde un liderazgo regenerativo, que no solo estés haciendo arte, sino que estés limpiando, sanando, los espacios de arte y la vinculación. Crear todos los puentes con los gestores y las gestoras culturales, con toda la industria. Con los técnicos, con las técnicas, con las artistas, las creativas, las administrativas, las contables, la persona que diseña los carteles, todas formamos parte de algo grande porque estamos trabajando y generando arte que es el alimento de la libertad. Es el alimento del alma.
Hace un par de años vino Mario Vargas Llosa a Uruguay y en una charla que dio él dijo algo como que no existe esa suerte de complicidad entre generaciones de artistas, que no hay nada orquestado ni coordinado, sino que más bien tienen la casualidad de estar viviendo un mismo momento, ¿sentís que es así?
Yo particularmente siento mucho vínculo y creo que también nos hemos esforzado por hacer eso, es algo muy de ahora. Porque a las mujeres y a las artistas históricamente nos han vendido que el éxito artístico está relacionado con la soledad, o con la histeria, o con el fracaso familiar, o con la locura, y eso es lo que percibimos desde niñas, desde que estudiamos las pocas referencias artísticas que se estudiaban, por lo menos en mi época.
Pero cuando llegas a un lugar, cuando te vas desarrollando en tu carrera artística, también el sistema muchas veces busca enfrentamiento entre las distintas personas de la generación, se trabaja desde la escasez. Desde hay muy poco trabajo, entonces quítate tú para ponerme yo. Lo que se ha revelado ahora es la sororidad. La sociedad estaba preparada para la guerra, no estaba preparada para el amor.
Me siento muy orgullosa de mi generación, de todas las colegas y los colegas que nos llamamos y que nos ayudamos, y que nos alegramos y celebramos cuando los otros reciben trabajos, o reciben premios. Esto energéticamente ha cambiado porque estamos mucho más unidas, y porque el premio de una y los éxitos de una son éxitos para todas. En eso me siento muy vinculada. Ahora podemos vivirlo porque cada vez nos sentimos más empoderadas y sentimos que nuestros trabajos tienen más impacto, que se reciben mejor y que podemos trabajar desde nuestra propia identidad, no tener que amoldarnos a algo, a una forma para encajar.
Has puesto ya en escena textos de García Lorca, pero también de Shakespeare, que no son contemporáneos para nada. Y a los contemporáneos también los has puesto en escena. ¿Qué diferencia tiene dirigir un tipo de texto y otro?
En el contemporáneo, primero de todo es que el dramaturgo o dramaturga está vivo y es una diferencia sustancial. Desde la forma de trabajar. Negociar hay que negociar siempre, o por lo menos dialogar. Yo he trabajado con dramaturgos y dramaturgas contemporáneas de muchas formas, partiendo desde el texto que me enviaban y vi, generando la propuesta artística o no, desde una idea primigenia, ir trabajando juntas, o desde escribir y reescribir en las salas de ensayos, o a petición. Es maravilloso, me gusta mucho trabajar con gente viva porque también el proceso está muy vivo.
Cuando se trata de textos que ya está la gente fallecida, escojo textos generalmente de la cultura popular, porque eso es lo que me interesa. Cómo este texto ha sido cogido por la cultura pop y se ha reformulado con el tiempo, o cómo hay ideas que están vigentes hoy aunque tengan 400 años. Eso es lo que me interesa, lo que nos conecta. También la visión, con esa perspectiva histórica, para decir que no ha cambiado nada. Cuando monto Othello, por ejemplo, entiendo que tengo que montarlo para decir que qué responsabilidad tenemos como sociedad para que esto no vuelva a pasar.
Entonces, dialogo con estos textos desde ese lugar, con muchísimo respeto, intentando conectar siempre con la esencia y teniendo esto como bandera, conectar con el impacto que tuvieron cuando fueron escritos, con este carácter popular para el que fueron escritos y conectar ahí con la irreverencia. Muchas veces, estos textos fueron hechos de una forma muy popular y después han llegado pues a otros estamentos que han hecho que tengan un peso que en origen no tenían. Es intentar recuperar eso, dialogar con esto. Pero siempre que lo he hecho, lo he hecho de la mano de dramaturgos y dramaturgas contemporáneos para traerle una nueva, por ejemplo como aquí estoy haciendo con El público. Calderón y la Comedia Nacional me invitan a mí, pero llego yo y le digo a Calderón que él tiene que hacer la adaptación del texto, la versión tiene que ser suya porque es "el público", pero el público es uruguayo. Tiene que ser versionada para el público uruguayo.
El público es una reversión de Lorca, hecha por Gabriel Calderón, dirigida por ti. ¿Qué aportó y qué aportará cada uno al producto final?
Pues vamos a aportar la libertad con la que nos hemos relacionado con esto. Ahí me ha encantado trabajar con Calderón porque para mí Lorca tiene un peso muy fuerte. Lorca es la cara de nuestra idea nacional, es algo muy fuerte. Para mí es una figura muy grande. Cuando te hablaba de esta catedral que muchas veces nos cuesta, porque nos da tanto respeto, pues a mí con Lorca me pasa eso. Calderón trabaja con tanta libertad con él que es un aprendizaje muy grande. También como un espejo de pensar que yo estaba trabajando con libertad, pero lo veo a él y disfruto mucho.
Ha sido importante porque El público fue escrito de este lado del océano y para mí estar aquí, por primera vez, me conectó con esa mirada casi de niña, de descubierta. Como le pasaba a él, que poder estar aquí y poder estar alejado de su propia obra, de su propio público de la recesión, es lo que le hace cuestionarse su papel como artista. Lo que nos une es la libertad y el compromiso con la experiencia, con que Lorca estaba haciendo el llamamiento para hacer las cosas de manera diferente y nosotros hemos tenido el compromiso, no solo él o yo, sino todos los artistas y las artistas implicadas. Hemos tenido esto como bandera, hacer vanguardia. Romper, salir de nuestros ejes, estar conectados con este espíritu y con este llamado, también con el compromiso que hace él de enseñarse cuando escribe, por eso es un teatro irrepresentable en aquel momento.
¿Cómo va a jugar el color en El público?
El trabajo con el color es algo que llevo experimentando ya en los últimos años. El color siempre ha estado en mi vida y en mis piezas. Alguien escribió, y me encantaría traer el nombre de la persona, no lo recuerdo, y es bello cuando eso aparece porque tú estás haciendo tu obra y no tienes la percepción de tu obra, pero de repente alguien estudia tu obra y escribe. Ponía, “Marta Pazos destierra el negro de la caja escénica”, y yo pensé, ¿yo hago eso? Fui a ver mi obra y me di cuenta que sí. Pude poner foco ahí.
Y el poner foco ahí me hizo que el trabajo que yo estaba haciendo con el color eclosionara de una manera muy fuerte y que pudiera, a través del color y a través del estudio de la percepción del color, físicamente, transformar la mirada del público. No solo transformar, sino que puedo a través del color, junto con mi equipo, que tú veas colores que no existen, que no están existiendo delante de ti y que veas una experiencia real. Trabajar el impacto visual desde ahí, con mi formación de pintora. Esto es algo que me está dando mucho placer, es algo identitario que reconozco, pero que en los últimos años he podido quedarme a explorar ahí, por lo tanto el público tendrá esta presencia del color de una manera fuerte.
He traído artistas con los que colaboro habitualmente, como el compositor Hugo Torres, o el iluminador Nuno Meira, pero yo también quería trabajar con artistas uruguayos y ahí el diseño de vestuario lo hace Agustín Petroño del Colectivo Boicot, que hace un trabajo increíble. Apuesta por el color, la escenografía la he diseñado yo, pero hemos estado trabajando juntos todo el tiempo y ha entendido a la perfección esto.
¿Por qué es tan relevante el color para el arte?
Para mí el color es como el aroma, es algo que te transporta. Además es algo que tiene mucho que ver, que está íntimamente relacionado con tu cultura. Yo eso lo estudio mucho, qué impacto en el contexto donde lo voy a presentar tiene. Yo sé que si en España la escenografía es roja y amarilla va a pasar una cosa, o si es en Portugal roja y verde. Se va a ir a la bandera completamente. Hay un estudio muy grande porque el color provoca un viaje en ti, hay una psicología del color. Entonces, a través de eso, cuanto más lo conozco y lo investigo puedo llevar al público hacia un lugar, o hacia otro lugar.
Y a los propios actores.
Sí, yo trabajo en ocasiones con códigos de vestimenta a la hora de acceder a la sala de ensayo porque lo que estás viendo me está contando cosas de ti, y está haciendo que yo tenga una experiencia sensorial.
Asumo que, como actor, les permite responder de otra forma frente a un diálogo.
Fundamental en eso es el trabajo que he llevado como artista visual, las instalaciones que hago en museos. Porque en las escenografías el público generalmente no entra. A veces sí, el diseño de escenografía el público las habita, pero no es lo normal en teatro. En un museo, sí, están dentro. Y ahí se produce una experiencia con el color muy grande. A veces si impacta mucho la gente se marea o la gente se queda adentro porque le da bienestar, pero lo experimento desde mi propia casa o estudio. Antes de llevarlo ahí, me experimento a mí misma con la exposición al color, a ver qué sensaciones me da. Mi estudio en el último tiempo lo he pintado todo de amarillo para ver qué me da eso, si me da energía, o me da estrés. A veces la gente viene a visitarme al estudio y dice cómo puedes trabajar aquí, hay demasiada energía. Para mí es el nido, es la habitación propia de Virgina Wolf, es el lugar donde me siento confortable.
Hablando del amarillo, yo lo asocio muchísimo a Lorca con ese color. Y, mientras que para ti es “nido”, para mí se vincula con la muerte desde un lugar más indirecto. ¿Qué color le atribuirías a la obra de Lorca?
Yo empecé por el amarillo, también, el Viaje a la luna que yo hice es amarillo. Pero ahora es muy duro porque Lorca está enterrado y no se ha encontrado. Pero no es de color tierra. Está ahí, pero no lo es. Creo que sería azul barraca, ese azul Klein, ese azul de los monos, de esto que hizo él que es un poco lo que hizo el Teatrino, ese espíritu de llevar el teatro y los clásicos a donde se le espera y a donde no se le espera también, eso es vanguardia. Me quedo con ese azul.
Por Federica Bordaberry
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