Se sabe que si nadie fuera a ver shows en vivo, los shows en vivo no existirían. Se sabe que si el ballet no gozara de aplausos, el ballet no existiría. Se sabe que, si a las galerías de arte no fuera nadie, y nadie comprara piezas, las exposiciones no estarían. Se sabe que hacer una obra de teatro, estrenarla, y que el público sean solo los asientos vacíos, no tiene ningún sentido.

Es que la cultura, en general, no tiene sentido sin su público, sin su gente. La cultura es, en definitiva, su gente. Y no solamente porque sea quien presencia, sino porque es quien genera tema, quien cuestiona, quien mueve y redirecciona. La cultura se forma constantemente por la gente. 

Quizá la definición de cultura más conocida sea la más básica, la de un diccionario. En este caso, la Real Academia Española dice: "Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.". Está, entonces, el grupo social, en determinada época, y sus modos de vida y costumbres como parte de eso que define a la cultura. Lo otro, para nada menor, es el grado de desarrollo (artístico, científico, industrial, etc.).

Y si 44.5 mil personas consumen los contenidos de otra, si muchísimas más utilizan esa plataforma en un tiempo y espacio para consumir, para el ocio, para comunicarse, para criticar y cuestionarse, ¿no es todo eso también cultura?

Son 44.5 mil personas las que siguen a esta persona, a este Personas. Es que las redes sociales son cultura.

De su nacimiento, ella, no sabe mucho. Tampoco preguntó. Sí sabe la hora en que nació porque, años después, se interesaría por la astrología. Lo otro que sabe es que a los tres meses ya estaba subida a un avión, yéndose a Italia con su padre, el conocido jugador de fútbol Fabián Oneill, y su madre.

Con lo que pasó en su infancia sucede lo mismo, no lo tiene muy claros. Sobre sus primeros recuerdos asume, porque no sabe, que tienen que ver con su abuela, que fue como su segunda mamá. “De vivir con nosotros, pasar veranos con ella, de tener tremendo vínculo, esa abuela muy maternal que te da la mema a escondidas, ver Tommy y Jerry”, dice Marina Oneill.

Esa abuela falleció con 54 años, de cáncer de mama. Cuando la tuvieron a ella, “mi mamá tenía 20 y mi papá 21, gracias a que mis papas me tuvieron jóvenes yo pude disfrutar a mi abuela”, agrega.

En su viaje a Italia, el destino fue Cerdeña, una isla. Cree que, quizá, por eso le gustan y le interesan las islas. Y viajar a ellas. Allí fue porque su padre estaba jugando en un cuadro y allá estuvo hasta los cinco años, cuando sus padres se separaron.

El siguiente paso fue Uruguay. El apartamento en el que estuvo cuando volvió, en Punta Carretas, sería el mismo en el que viviría los primeros cuatro años de su independencia. “No me acuerdo lo que yo sentía estando ahí, pero seguro que donde estaba mi mamá yo estaba bien”, comenta.

Por lo que le dicen, esa Marina niña “era bastante bien y medio loquita, como ahora”. Uno de los recuerdos, de los pocos, es del día que le regalaron su primer celular. Vino por parte de su padre, “me trajo un celu que era como un huevito, redondito, que se abría para arriba, era el último de ese momento, re pro, creo que fui la primera en tener celular de mi generación”, dice. Tendría doce o trece años.

¿A partir de dónde recuerda? A partir de los 22 años, que es cuando se independizó. Antes de eso, y después de eso, el tema profesión no estaba muy claro. Aunque, cuando le preguntaban, decía que quería tener una marca de ropa. Marina creció siendo una adolescente que, por la cultura a la que estaba expuesta, se pintaba un lunar en la cara para parecerse a Luisana Lopilato en Rebelde Wey.

Cuando terminó el liceo, se mudó un año a España. “Siempre me gustó viajar y siempre quise vivir un año afuera, siempre fui bastante desapegada, no hay muchas cosas que me aten a estar en Uruguay. Si estoy acá es porque lo quiero, o hoy que estoy en pareja y lo decido, pero en realidad siempre dije que me gustaría vivir en otro país”, agrega.

Estando allá, lo que hizo, fue “buscarse la vida”. Se fue con bastantes ahorros, pero trabajó cuidando niños e, incluso, montó su propia marca de accesorios. Ese fue el primer emprendimiento, Chiquitúa, que es como le decía su abuela. “Vendía accesorios, pero en negro, metida atrás en un cuartito, miedo que vengan los policías y me encuentren, todo muy turbio”, recuerda.

Su madre, incluso, le mandaba las piedras por FedEx porque, allá en España, no vendían esas piedras preciosas para hacer collares.

En España también comenzó a estudiar diseño de modas, hasta que volvió a Uruguay. Volvió con su emprendimiento y, dice, fue “furor porque yo lo que hacía era ver qué está pasando en Uruguay. En ese momento, en Uruguay se usaban los collares de piedras preciosas, estaba todo muy de moda con eso, y en España como que no tocaba mucho esa cosa”.

En Uruguay siguió un tiempo con eso, hasta que se aburrió. Su siguiente proyecto fue un second hand con dos amigas del Liceo Francés. Mientras tanto, llegó a estudiar seis meses de la carrera de Psicología y, después, pasó a hacer Producción de Moda en la Escuela de Pablo Giménez.

Con el tiempo, Marina Oneill comenzaría con gestión de redes de marcas de ropa y, gracias a eso, se convertiría en una de las influencers más vistas de Instagram en Uruguay. Gracias a eso, a todo aquello, a todo esto anterior, a cada paso dado, sería conocida por 44.5 mil personas (la cantidad de seguidores que tiene actualmente en la red) como Mari Oneill, esa influencer que no solo habla de moda, sino que también habla de salud mental, de derribar tabúes, de cómo ser feliz en los tiempos que corren.

Recién hablabas y me decías que tenés una comunidad re linda. En ese sentido, te quiero pedir que me definas a tu comunidad. ¿Cómo es la comunidad de Mari?

Mi comunidad es como yo, y eso suena re narcisista, pero mi comunidad es re parecida a mí. Me siento re identificada con ellas, son como loquitas, pero son personas que se toman el tiempo de mandarte un mensaje lindo constantemente. Para mí son como muy buenas personas, personas profundas, sensibles, personas alegres, que le desean el bien al otro, de corazón, real, que, por lo menos, quieren ir hacia la alegría.

Un ejemplo estúpido es que las marcas me escriben y me dicen, “yo ya sé cuándo es una seguidora tuya cuando está mandándome corazones”, porque son tan amorosas, por ese tipo de cosas que hacen, que son gestos. Qué lindo estar rodeada de esta gente, por lo menos digitalmente, es re bueno. Y, en definitiva, sí, muy buena gente.

¿La comunidad llega a ti o la vas a buscar tú? ¿Cómo se crea una comunidad?

Yo creo que la genera uno. En realidad, eso me lo enseñaron ellos. Es un poco yo siempre agradeciéndoles a ellos por ser como son. Ellos me dicen, “no, te agradecemos a vos por ser como sos y nosotros lo que damos es un poquito de lo que vos nos das, este mensaje es por todas las veces que me ayudaste a salir, me ayudaste a pensar en algo, me ayudaste a cuestionarme, tu mensaje me sanó”. Entonces, yo te devuelvo con este corazoncito y con esta forma de ser que tengo contigo y con desearte lo mejor.

Pero yo creo que la crea uno, 100%, porque la gente en realidad te sigue porque se siente identificada, porque es una parte tuya. Es como que algo en común tenemos. Hablo de la comunidad en general. Algo sentís que tenés que ver conmigo, o por lo menos si te gusta mi look que estoy mostrando, o mi estilo, o mi forma de pensar, o mi forma de hablar.

Yo, por ejemplo, soy muy acelerada y hablo mucho. A veces, hay personas que eso les parece un plomo. Yo no puedo ver a una persona que habla a tres por hora, decime la información rápida, pero hay gente que me pone, “dejá de hablar tan rápido, por favor, no entendemos nada”. Capaz que a esa persona le molesta como hablo, pero se la banca porque dice, “a esta mina la banco fuerte igual”. Algo tiene que ver contigo, se identifica con algo, son parte con vos en algún punto, algo en común tenés con esa gente. Creo que el nexo de conectar a todas estas personas es una, ser influencer.

Se dice que el influencer vive del canje y que tiene la vida solucionada. Contame qué es lo que hace el influencer detrás de cámara, todo el trabajo que no se ve que hay detrás de eso.

El influencer, para mí, puede vivir de canje, no pasa nada con eso. Creo que es un prejuicio que se generó ahí. Yo creo que lo que hay que entender es que es un laburo y que, si vos tenés las cosas que tenés, es porque te las ganaste. Por más que te las estén regalando, te las regalan por algo. Hay un intercambio ahí. No creo que alguien esté regalando por ahí cosas sin pedir nada a cambio. Sería muy raro.

Yo, particularmente, no laburo por canje a no ser que sea algo que necesito puntualmente. Por ejemplo, me mudé y necesitaba amueblar mi casa. Obviamente, no le voy a estar cobrando a un sillón que sale 60.000 pesos. Yo necesito del sillón, vos me lo querés dar, yo te puedo hacer la publicidad. Ahí está el canje que yo hago.

Después, en el día a día, no laburo por canje con nada. Lo dejé de hacer hace mucho tiempo. Al principio, lo hacía por esto de ayudar y porque había emprendedores que no podían pagar, pero lo que pasa con eso es que llega un punto en que se te llena la casa de cosas, ya no podés recibir regalitos, tenés que filtrar y tenés que devolver. Vos me das, yo te hago la publicidad y te lo devuelvo.

La gente piensa que todas las cosas que muestro las tengo en mi placar, pero mi ropero no tiene todo lo que mostré esta semana, ni todos estos meses, ni hace dos años, sino me desbordaría de ropa. Sería una montaña de ropa mi casa, no es así. Yo, ahora, en este momento, estoy trabajando con una mánager que arrancó en febrero.

Quiero hacer énfasis en el laburo que hay atrás de todo esto, que parece una boludez, que yo hice hace mucho tiempo, y creo que fue una de las cosas que hice para cuidarme y para cuidar mi salud mental, también. Fue como empezar a delegar un poco todo esto porque es un montón, y a delegar un poco también el estar con el celular, porque soy una persona que trabaja con el celular constantemente. Hoy por hoy nos comunicamos y está todo tan globalizado con el celular, si encima tengo que estar gestionando a qué hora me traes la ropa, si te sirve el presupuesto o no, respondiéndote el mail, hablando contigo, hablando por celular, es un montón.

En realidad, Mari, que es mi mánager, hace todo. Tenemos una planilla de Excel, una de 2020, una de 2021, y una de 2022, y ahí están todas las fechas del año. Yo ya trabajo con marcas hace bastante tiempo, como que son marcas fijas y tenemos planes más fijos. También tenemos planes de marcas que vienen a trabajar por primera vez conmigo y les mandamos un presupuesto. Tenemos ya varios presupuestos estipulados.

Ella es la que se encarga de hacer todo eso, pero más o menos el orden de las cosas es: viene una marca, te escribe, le preguntás qué le gustaría hacer, generalmente es un unboxing o algo de eso. Si es algo más particular, se presupuesta por separado. Ahí les paso el presupuesto, la persona dice “ok, me va, ¿podría ser en esta fecha?”, ves la fecha, cerrás esa fecha. Después, yo me manejo con que esa marca tiene que pagar el día anterior a que yo reciba la ropa, me tiene que mandar la ropa el día anterior, también. Yo hago la acción y al otro día se hace la devolución de la prenda. Después, mando métricas y el feedback también.

Hay un laburo atrás porque llegan muchas propuestas por día. Mari me dice todo el tiempo que no hay día que no responda millones de mensajes, un montón. Hay mucha cosa. Eso y propuestas de grandes como Claro, Santander, L’Oreal, que son contratos que hay que firmar, que hay que darle vueltas, que hay que leer páginas y páginas, que tenés que estar muy alerta. Uno solo no puede, es un montón.

¿De qué manera estuvo presente la carrera futbolística de tu padre en tu vida?

A nivel de recuerdos, no me acuerdo, sinceramente. Tampoco me acuerdo de ir a la cancha o verlo jugar, esas cosas no me acuerdo. Mi papá abandonó el fútbol cuando yo era muy chica y, como te hablé de esta memoria nula que tengo, nada. Creo que es la primera vez que he hablado de mi papá, no lo he nombrado en ningún momento. De hecho, creo que debe haber gente que hace dos más dos, cuatro, pero hay otros que me parece que ni siquiera saben, y creo que son la mayoría, quién es mi papá.

Eso es un tema. Primero, que es una de las heridas más grandes que tengo en la vida. Como todo niño o niña, que es complicado. Mi papá es una persona que está enferma y, a parte, fue un papá bastante ausente por esa enfermedad. Siento que es un tema como que sigo resolviendo, por eso tal vez no lo hablo mucho. Estoy esperando a poder resolverlo para contarlo, para que le sirva a otro, como todo lo que me sucede, porque me parece que está buenísimo.

Por otro lado, porque dije, “este es mi camino y yo quiero hacer mi camino por mi propio lado, no quiero estar contando que yo soy porque mi padre es”. Es como que yo soy yo, mi papá es él, y cada uno eligió su vida y hace las cosas a su forma. Nunca lo conté. En ese sentido, no me afectó en mi laburo o en nada. No me dio, ni restó, absolutamente nada, gracias a Dios. Lo que sí está bueno es que siempre sentí mucho respeto por la gente que sí sabe, toda mi vida. De hecho, cuando iba al colegio, que también que sabían quién era mi papá, siempre había buenos comentarios. Se ve que hizo buenas cosas.

La gente lo quiere mucho y eso está bueno. Capaz, si tuviese que convivir con un padre que la gente odiara, sería bastante complicado, que por suerte eso no.

¿Qué te dejó tu papá?

El 70% de lo que soy yo, soy mi papá. Tengo muchas cosas más de mi papá que de mi mamá, a nivel de personalidad. Mi mamá es mucho más tranquila, más paciente, más administrada, mucho más tradicional. Le cuesta tirarse al agua, le cuestan los cambios, piensa mucho las cosas antes de hacerlas, es muy cautelosa, que para mí está demás, pero yo soy mucho más explosiva, impulsiva, de ir, de cambios, de adaptarme a todo. Eso creo que lo saqué de mi viejo. El desapego con el dinero, también, las ganas de ayudar a los demás. Tengo muchas cosas de mi papa.

Quiero pasar al tema astrología, que sé que te interesa. ¿Cómo empieza ese camino?

Eso empieza cuando tengo el ataque de ansiedad. Yo me voy a una casa del árbol en Punta del Este. Una amiga que me rescató un poco en ese momento, donde claramente no podés ver a mucha gente y estés en un mood en que no querés ruido.

Justo era mi cumpleaños. Viví un ataque de ansiedad justo en el proceso de mi cumple y una amiga me dijo, “te voy a regalar la carta natal”, y me regaló con Adri, que es una astróloga en Punta del Este, que es una divina. Con ella hice la carta natal que, claro, es creer o reventar. Estás ahí sentado con un desconocido que te encaja toda tu vida.

Me acuerdo de que la loca arrancó y me dijo “sol acá, papá ausente o murió”, y yo ¿qué? ¿cómo? Y todos podrán decir vio tu apellido, y yo les juro que no porque el resto de todas las cosas que me dijo fueron una locura. Ahí dije, “esto es increíble”. Cómo vos podés saber, y no que es que tenés un súper poder o sos un médium, no, simplemente estás leyendo el cielo y los planetas de cuando yo nací y podés darme un montón de data. Ahí dije, “wow, esto es una buena herramienta para aprovechar”.

Y con Adri hice una regresión también a mi infancia, que fue muy loca, ahí empecé mi caminito por la astrología, que me empezó a interesar y empecé a creer un poco.

Además de tu trabajo como influencer, está Vermut, está Bruta, y me imagino que algún otro kiosko. ¿Cómo hacés para no sobrecargarte de horas laborales? Le pasa mucho al emprendedor que trabaja muchas más horas que el resto y no necesariamente pagas.

Delegando, es la única manera. Y me cuesta mucho delegar, como a todo emprendedor. Entiendo que a todos nos pasa, sentís que no hay nadie que lo pueda hacer como vos. Hay una cuota ahí como de narcisismo, que es un poco real. Nada como algo propio, que uno le pone la camiseta, la garra, labura mil horas.

Siento que ahí está la diferencia, pero es delegando. Creo que es la única manera. Y confiando y haciéndote un buen equipo que se ponga igual la camiseta, mantener ese equipo motivado etc.

Soy una persona que va a tener, a lo largo de su vida, un millón de emprendimientos porque soy de emprender constantemente, es como un poco lo que me mantiene arriba. Creo que el mensaje es ese, delegar.

¿Cuál fue el día más feliz de tu vida?

No sé si tengo un día más feliz de mi vida, creo que tengo varios días más felices de mi vida. Seguro tengo muchos, por suerte, porque no sé cómo definir si un día es más feliz. Cuando son días felices, son felices por igual, todos.

Creo que cuando hago cosas que tienen un impacto en otros es cuando me generan un día feliz. Por ejemplo, cuando hice la campaña del suicidio fue un día muy feliz para mí. No sé si ese día puntual, o cuando salió y lo vi, y me emocioné. Me acuerdo de estar en la playa y se me caían las lágrimas de los mensajes que recibía de pila de gente. Ahí, en ese impacto, cuando hacés esas cosas, me acuerdo de que es un día feliz.

Por el contrario ¿cuál es el día más triste?

También, muchos. De los días más tristes de mi vida fue cuando tuve el ataque de ansiedad. Fueron días muy tristes, muy para adentro, muy oscuros, muy de pozo, muy de no entender qué está pasando, de no poder controlar. Creo que está muy salado no poder controlar tu cuerpo, tu mente, y no poder salir. Sentir que no podés. Creo que ese fue el peor día y hoy ya no lo voy a volver a repetir porque ya tengo otras herramientas. Sé que puedo, no importa lo que esté pasando, sé que puedo. Ya arrancó desde otra base.

¿Algo que la vida te haya hecho aprender a los golpes?

A vivir sin papá. Eso es algo que tuve que aprender. No sé si lo tuve que aprender porque es lo que me tocó, pero cuando crecés te das cuenta del impacto que tiene eso en tu vida. Es tu 50%. Después de eso te das cuenta de que tenés un montón de mambos que vienen de ahí, que realmente duele y que tiene que ver con tu niño interior, con tu vida, con tu infancia, con tu nacimiento. Que todo tiene que ver con todo, en realidad.

Lo que no pasó ahí después impacta en un futuro y hay un montón de cosas a sanar. Creo que eso sí es a los golpes porque no está en tu control, y es un aprendizaje que te servirá para otra vida, pero no para esta.

¿Cuál fue el momento en que sentiste mayor libertad en tu vida?

Siento libertad en mi vida todos los días, por suerte. De verdad. Y creo que más desde que me independicé y aprendí que puedo tener mis cosas y que puedo hacer lo que yo quiera. Creo que todos los días siento libertad. Soy una persona re libre.

Si estoy acá es porque quiero estar. Si estoy con alguien es porque quiero estar. Si trabajo de esto es porque quiero trabajar de esto. Si me quiero comprar algo, me lo compro. Si me quiero tomar un avión, me lo tomo. Me siento muy libre todos los días. No sé si tengo un día más libre que otros, siento que soy libre todos los días.

Si murieras hoy, ¿irías al cielo o al infierno?

Me veo en el cielo, pero no sé, no sé si creo tanto en eso. Justo ayer estaba pensando en hacer un debate en Instagram en que consideramos qué es una mala persona, en qué nos basamos para considerar que alguien es una mala persona.

Me intriga mucho cuál es la respuesta de la gente porque creo que todos tenemos algo, un error. Si me decís “hacer daño con intención”, en algún momento capaz que también lo has hecho, qué se yo. Tal vez, si lo hacés todos los días de tu vida, sí, corrés al infierno. Pero si alguna vez te salió, somos seres humanos, no sé, yo creo que tengo el cielo. Quiero creer.