Por Gustavo Kreiman | @guskreiman
Escribir es escribir. Correr es correr. Leila Guerriero es Leila Guerriero.
Nadie encontrará en esta entrevista un mito o una metáfora. Lejos de la metáfora y del mito, se amasa el pan.
“Hay que amasar el pan todas las semanas, de todos los meses, de todos los años, sin pensar que habrá que amasar el pan todas las semanas de todos los meses de todos los años: hay que amasar el pan como si fuera la primera vez. Habrá que amasar el pan cuando ella se muera, hubo que amasar el pan cuando ella se murió, hay que amasar el pan antes de partir de viaje, y al regreso, y durante el viaje hay que pensar en amasar el pan: en amasar el pan cuando se vuelva a casa. Hay que amasar el pan con cansancio, por cansancio, contra el cansancio. Hay que amasar el pan sin humildad, con empeño, con odio, con desprecio, con ferocidad, con saña. Como si todo estuviera al fin por acabarse. Como si todo estuviera al fin por empezar. Hay que amasar el pan para vivir, porque se vive, para seguir viviendo. Escribir. Amasar el pan. No hay diferencia”.
(Escribir)
La gravedad es un fenómeno natural por el cual los cuerpos materiales o energéticos se atraen entre sí. Se puede observar entre los planetas, las galaxias y otros objetos del universo. En la Tierra, las cosas tienden a caerse, o bien, a sostenerse haciendo pie en el suelo. A esa tendencia, suele llamársele fuerza de gravedad, o bien, gravitación.
Una teoría de la gravedad podría ser una teoría que explique o describa cómo y por qué las cosas en la Tierra permanecen en la tierra, o en la materia o superficie que haga la vez de piso. Una teoría de la gravedad podría explicar, de alguna manera, por qué las cosas no flotan, por qué no se desvanecen en el aire aunque se eleven.
Teoría de la gravedad se llama un libro de Leila Guerriero.
Correr es una manera de desafiar la gravedad, de rato en rato, al menos. Cuando el cuerpo se impulsa sobre el suelo, ya sea con un pie o con ambos, se hace pie en el aire (al menos con uno) hasta que vuelve a caer.
Ese momento en el que un pie se suspende en el aire, y se hace fuerza con la otra pierna apoyando la planta para darle continuidad al impulso, es un momento de suspensión: por un segundo, un pie se eleva, luego se apoya, para que se eleve el otro por otro segundo. A fuerza de repetición, con cierta velocidad y técnica en la postura, si se hace, se está corriendo.
Leila Guerriero nació en Junín, al noroeste de la provincia de Buenos Aires.
Además de Teoría de la gravedad, escribió varios libros de No-Ficción. El primero: “Los suicidas del fin del mundo: Crónicas de un pueblo patagónico”, publicado en 2005. El último: “La llamada”, publicado este año, a partir de entrevistas con Silvia Labayru, quien fue presa política, estuvo exiliada, y fue denunciante de un crimen de violencia sexual cometido durante la última dictadura cívico-eclesiástico-militar argentina.
Escribe sobre personas reales y acontecimientos que ocurrieron. Ha hecho perfiles sobre Idea Vilariño, Roberto Fogwill, Nicanor Parra, entre otros (incluidos en “Plano Americano”). También escribió a partir de conversaciones con Bruno Gelber, en el libro “Opus Gelber”.
Escucha a los demás, mira a su alrededor, y luego escribe, con un oficio y una técnica de la cual se aprende leyendo.
Viajás mucho por tu trabajo. ¿Te gusta viajar? ¿Te gusta trabajar? ¿Podés separar las dos actividades, o casi siempre van juntas?
Empecemos por si me gusta trabajar. Me gusta mucho lo que hago, no es que me gusta, no podría ser otra cosa. Me gusta trabajar de esto que hago. No creo que pudiera trabajar de otra cosa, no sé qué haría. Viajo mucho por mi trabajo y tu pregunta de me gusta viajar es un poco amplia.
Me gusta mucho viajar por placer, me gusta mucho viajar muy largo, por vacaciones, no las puedo tomar todos los años, pero cuando lo hago, sí, lo disfruto mucho, leo mucho, son siempre momentos que me gustan mucho. Los viajes de trabajo me gustan, algunos más, otros menos, forma parte de mi trabajo. A esta altura no puedo separar la escritura de cierta parte de mi trabajo.
Incluso te diría que, a veces, los viajes han sido muy estimulantes a la hora de escribir las columnas, por ejemplo. A veces, no siempre. Y a veces, bueno, lo que tiene el viaje de trabajo es que te interrumpe una cierta rutina. Cuando los viajes son muchos, cuando viajas dos veces por mes o más, complica un poco la concentración, todo eso que uno necesita para poder escribir y también que necesita para poder reportear.
Hay diversas respuestas para tu pregunta, pero a la pregunta final de si puedo separar las dos actividades, o si casi siempre van juntas, puedo separarlas perfectamente. Por un lado, es un poco confuso lo que me estás preguntando. Mi trabajo implica viajar a veces y muchas veces implica estar. El otro trabajo que es el de escribir, implica que esté en mi casa escribiendo.
Además de escribir, salís a correr seguido. Hay muchos escritores y escritoras que establecen vínculo entre las dos actividades. ¿En qué se parecen correr y escribir?
Sí, yo corro una hora por día. Bueno, ahora estoy en Bogotá, desde donde te contesto, acá no puedo correr porque es muy alto y a mí la altura me afecta mucho. Así que acá no corro, pero trato de correr una hora por día, excepto que no me quede nada de tiempo, o que tenga un día plagado de actividades de la mañana a la noche, o que llueva muchísimo.
¿En qué se parecen correr y escribir? Bueno, en varias cosas. En principio, a veces lo haces aunque no tengas ganas de hacerlo, porque sabes que haciéndolo te dan ganas de hacerlo. Como dice un amigo mío, corro para haber corrido, en un punto donde uno también escribe para haber escrito.
Yo busco en el correr lo mismo que busco en esos momentos privilegiados de la escritura en los que estás medio como fuera del mundo, con la cabeza en otra parte, completamente entregado a lo que estás pensando, a mi escribir, me trae muchas ideas. En la resistencia, en el entrar. A veces, los primeros 15 minutos de correr son momentos en los que no querés estar corriendo, por decirlo simplemente, y muchísimas veces en la escritura pasa algo de eso. Los primeros días de escritura son momentos en los que no quisiera aceptar estar escribiendo. Así que sí, se parecen mucho las dos cosas.
Cuando hablamos en Montevideo de escribir y correr, vinculaste ambas actividades en relación con cómo el pie vuelve a caer a pesar de elevarse, y me dijiste algo así como: "No voy a dejar de hacer otra cosa, siempre voy a volver a caer acá". ¿En qué medida la actividad de un escritor es ineludible?
Mira, yo creo que es ineludible para una persona que quiere ser escritor. Pero si no logra ser escritor, deberá, lamentablemente, hacer otra cosa. Yo creo que cualquier cosa por la que sentís un deseo profundo es un poco ineludible.
Ser artista plástico, ser bailarín, ser ebanista, no sé, tocar la guitarra, incluso, que te gusten los negocios, tener una empresa.
Entonces, en ese sentido, ¿qué es eso? Todo lo que uno desea profundamente es ineludible, incluso si uno lo elude, eso se vuelve después, se transforma en algo, en un síntoma, en una frustración.
Pero a mí no me gusta esto de pensar en el escritor sufrido como la condena. No sé, he escrito incluso acerca de qué es eso, de momentos, de momentos con la escritura en los que, bueno, en los que la cosa parece que no, que es más complicada, más compleja, un poquito más tortuosa, digamos, pero condena como condena, no. No me gusta esa idea del escritor martirizado. En todo caso, uno tiene cuestiones, no sé, tortuosas o complejas en la vida y eso también es uno y uno es una persona que escribe, eso se termina reflejando también en la escritura. Pero me parece que es un cliché un poco la idea de escritor como alguien condenado o martirizado por su vocación.
Dijiste que correr por la rambla se te hace apenas monótono. Que preferís correr por otros paisajes. ¿Por qué paisajes te gusta más correr? ¿En qué ciudades te sentís mejor corriendo?
Hay dos cosas que me gustan. Me gusta mucho correr en Buenos Aires, por el lugar por el que corro. Tengo dos o tres circuitos y son todos absolutamente urbanos. No me gusta correr por parques, no me gusta correr en la naturaleza. Me gusta ir viendo ciudad cuando corro.
Los fui armando teniendo en cuenta determinadas cosas, por ejemplo, que sean calles de asfalto, no de adoquines. Yo corro por el asfalto, que es mucho menos perjudicial para el cuerpo que la baldosa de la calle, que es más dura. También voy viendo, dependiendo, sobre todo en el verano, cuando hace mucho calor.
Hay algunos de esos lugares por los que corro donde da el sol muy temprano. Entonces tengo que regular si salgo a la tarde o si salgo a la mañana, voy por un sitio o voy por el otro. Yo corro con alta temperatura, pero a veces cuando es muy alta, más de 34, por ejemplo, puede ser un poco agobiante. Entonces busco lugares con cierta sombra.
Y otra de las cosas que me gusta mucho es descubrir una ciudad corriendo. Bueno, una parte de una ciudad. Me gusta mucho llegar a una ciudad que no conozco y salir a correr, como yo corro todos los días, o trato de correr todos los días. Y bueno, correr una hora por una ciudad desconocida, de un lado hacia el otro, para ver lo que hay, me gusta mucho.
¿Ciudades en las que me gusta correr que no sean Buenos Aires? A mí me gusta mucho Madrid, y todo el mundo va a correr al Parque del Retiro. Pero como yo te dije, la naturaleza no es mi lugar preferido, encuentro cierta monotonía. Pero me gusta correr por el Retiro, me gusta Madrid, entonces todo lo que haga en Madrid me gusta mucho.
Como te decía, me gusta descubrir mientras corro. Estuve en La Puglia el septiembre pasado, y me gustó mucho correr por los caminos de tierra de un pueblo de La Puglia. Con un circuito muy largo, muy hermoso, con muchas cuestas. A mí no me gusta correr con cuestas en general, pero ahí me gustó mucho. Y era un paisaje que, si bien tenía mucha ruralidad, tenía mucho también como de casas de ruralidad. Era un paisaje habitado, como casi todo en Europa, que no hay más de dos metros sin que haya una casa. Y eso me gustó.
¿Por qué paisajes te gusta más escribir? ¿En qué ciudades te sentís mejor escribiendo?
Salvo que haga una residencia literaria larga, como la que hice en México, en Alcalá de Henares o en la Costa Brava, el mejor paisaje para escribir es el estudio de mi casa. No puedo escribir mucho cuando viajo, en general, porque son viajes de muchísima agenda, muy exigida, y lo que necesito para escribir es que no me interrumpan.
¿Creés que la geografía nos cambia la manera de mirar o llevamos puesta la misma manera de mirar a todas partes?
Yo creo que se lleva puesta la manera de mirar, pero esa manera de mirar es una manera de mirar que tiene que ser flexible. Por lo menos, en mi caso, intento que sea flexible y se vaya nutriendo de cosas nuevas, de modo que en esos cambios geográficos también ves cosas nuevas que no estaban allí y que van, bueno, que te hacen. Sí, ¿qué sé yo? Abrir la mirada hacia otras partes.
En Uruguay, se habla de "penillanura levemente ondulada" para describir el territorio. ¿Te gusta Uruguay? Me dijiste que sentís que te aplasta un poco.
¿Yo te dije que Uruguay me aplasta? No. No, no, no sé. ¿Habrás escuchado mal? ¿Me habré expresado mal? No, Montevideo por momentos en invierno, me parece un poco, sí, como demasiado, como con una especie de tono muy bajo, que no me viene del todo bien, pero es una ciudad que me gusta mucho. No conozco mucho de Uruguay, en verdad, conozco muy pocas ciudades de Uruguay.
Sí podría decir que tengo un recuerdo. Mi primer encuentro con Uruguay fue cuando era muy chica, adolescente, con mis padres, que fuimos en una camioneta con la que viajábamos. Me gustó muchísimo ese paisaje, levemente ondulado, las cuchillas. Me gusta, igual, es como un poco general decir eso, ¿no?
“Te gusta Argentina, te gusta Paraguay”, ¿qué es eso? No sé si me gusta. Me gusta, por supuesto que me gusta. Es un país que quiero muchísimo. Fue el primer país en el que alguien confió fuera de la Argentina en mi escritura y es alguien que fue muy importante para mí. Así que sí, es un país que quiero, básicamente. No sé si puedo decir me gusta, sí puedo decir que lo quiero.
El año pasado, junto a Lucrecia Martel, dieron una charla en Cinemateca que fue muy bella. Hablaban de cosas muy complejas de una manera sencilla, amigable y generosa. ¿Cuál es la diferencia entre escribir y conversar? ¿Hay algo de eso que pasó entre ustedes en la charla vinculado a la escritura, en el sentido de no hacer hincapié en lo importante, decir las cosas como al pasar?
Me preguntas cuál es la diferencia entre escribir y conversar. Bueno, yo creo que toda es la diferencia, todísima. Yo no converso igual que como escribo, para nada. Y tampoco converso con cualquier persona como converso con Lucrecia Martel. Creo que en la escritura puedo tener una técnica para que parezca que estoy diciendo las cosas como al pasar, pero eso es un trabajo que se hace con la escritura. En cambio, cuando converso, te diría que la parte técnica no está presente, o sea, digo, no lo estoy pensando. No pienso, “ahora voy a decir en la próxima oración, en voz alta, las cosas como al pasar”. Hay una espontaneidad en la conversación, que en la escritura sucede de otro modo.
¿Por qué, incluso a pesar tuyo, quizá sigas amasando el pan, quizá sigas escribiendo?
Yo no escribo a pesar mío, yo escribo porque quiero, escribo porque siento un profundo deseo de escribir. Por supuesto, como te decía antes, en el momento de la escritura lo que quisiera hacer es cualquier otra cosa menos escribir. Creo que a todos los escritores les puede pasar eso, o a muchos les pasa eso.
¿Por qué nos duele el mundo? ¿Hay algo que hacer en relación con eso?
Cada uno encontrará su respuesta para eso. Yo creo que lo que puedo hacer para hablar de las cosas del mundo que me parecen espantosas es decirlas en voz más o menos alta. Tengo un espacio para poder decirlas y mucha conciencia del privilegio y la responsabilidad que implica. Me parece que visibilizar algunas historias, quizá, puede hacer que pase alguna cosa buena, pero yo no lo hago con ese objetivo. Soy bastante escéptica. Quizá otra persona podría darte una respuesta más épica, pero no la vas a encontrar en mí.
¿Qué cosas te hacen bien?
Son muchísimas. Muchísimas. El afecto, viajar, escribir. No escribo para que me haga bien, pero me hace bien escribir. Leer. Me hace bien ir al cine.
Me hace bien salir a correr. Son muchas las cosas que me hacen bien, pero no las tengo contabilizadas. A veces, cuando escucho gente que habla con tanta certeza de cosas que me hacen bien, me las imagino con una planilla de Excel poniendo cosas que me hacen bien, cosas que me hacen mal. Esto, chequeado, chequeado, check, check, check, check, no sé. Hay cosas que ahora no se me ocurren y que seguro que me hacen bien. Ir en auto, mirando por la ventanilla, escuchando música, me hace bien, que sé yo.
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