Un despliegue argumental. Microhistoria desmenuzada. La fusión de dos campos del saber que se unen, se combinan, se fagocitan. El Círculo de Viena y sus postulados filosóficos. El funcionalismo radical de Hannes Meyer. La interrelación de áreas del conocimiento que, aunque resulte tentador, no pueden separarse: ni la metafísica de la filosofía, ni la estética de la arquitectura.
En esta obra, Laura Alemán analiza la producción arquitectónica y los discursos filosóficos en paralelo, y a veces no tanto. La más idónea para la concepción de este libro: su autora es doctora en Arquitectura (Udelar) con formación avanzada en filosofía en la misma institución. Poeta y narradora, integra también el Sistema Nacional de Investigadores, y es autora de numerosos escritos académicos y literarios.
Su afán por ambos mundos culmina en la presente obra, que recoge su tesis doctoral y propone una búsqueda por encontrar la sinergia entre diversos mundos de apariencia diferente. Entre sus publicaciones anteriores destacan Página blanca (2019), Hilos rotos. Ideas de ciudad en el Uruguay del siglo veinte (2012) y De los Campos, Puente, Tournier: obras y proyectos (2019), como compiladora y coautora.
¿Qué libro de otro autor/a te afectó de tal manera que te gustaría generar ese mismo efecto en tus lectores?
En el plano de la investigación y el ensayo tengo muchos referentes, entonces no puedo mencionar una obra. Con ese valioso respaldo, mi trabajo académico intenta conjugar rigor científico, consistencia argumental y calidad literaria.
Top 3 de libros que más regalaste/recomendaste.
Menciono estas tres maravillas: Puerca tierra (1979), de John Berger —que integra su célebre trilogía— Libro del frío (1992), de Antonio Gamoneda y Bella del Señor (1968), de Albert Cohen.
¿Qué sueño recordás más?
Creo que la experiencia onírica es una esfera de libertad radical, privada, y prefiero no divulgarla.
Si pudieras coescribir un libro con cualquier autor/a, vivo o muerto, ¿con quién sería y por qué?
El acto de escribir es a mi juicio una experiencia solitaria. Sin embargo, aprecio el trabajo de coedición, y me hubiera gustado hacerlo junto a Pablo Melogno, un querido amigo y maestro del que aprendí mucho.
¿Qué cosas nunca pueden estar separadas?
Pasado y presente. Razón y emoción. Amor y dolor. Cuerpo y alma.
Si estuvieras en la Biblioteca Nacional de Uruguay y te pudieras robar un libro sin que nadie lo supiera, ¿cuál sería?
Nunca robaría un libro de la biblioteca pública, aunque pudiera. Tengo un instinto moral muy arraigado —kantiano, diría— que me orienta —y me trae problemas, claro—.
Foto: Javier Noceti
Contanos qué estás leyendo ahora.
Mi lectura cotidiana suele conjugar dos mundos: el que nutre de modo directo mi labor académica y el de la ficción pura. Ahora estoy leyendo un ensayo de Karl Sigmund sobre el Círculo de Viena y Cuentos orientales (1938), de Marguerite Yourcenar.
¿En qué te gustaría reencarnar?
Nunca lo pensé. Quisiera no morir; de eso sí estoy segura.
El primer verso que te viene a la mente.
“No volveré a tocarte/ no te veré morir”. "Ya no", de Idea Vilariño. Belleza que duele como un tajo.
¿Qué libro prestaste de tu biblioteca y hasta el día de hoy no fue devuelto? ¿Y al revés?
He prestado muchos libros que no volvieron, perdí la cuenta.
Como lectora, ¿qué te gusta encontrar en un cuento?
A menudo exijo a la prosa lo mismo que a la poesía: el placer asociado al sonido y la forma de las palabras. Ese aroma que anida en los cuentos de Onetti y que trasciende el juego de la trama.
Nacida para...
La vida no tiene sentido, no hay un “para”.
Obligada a...
Sí estamos obligados: nos obliga la voz interna que mencioné antes, el mandato interior, esa "ley moral que impera en los hombres".
Imaginá que tenés la oportunidad de escribir una secuela para cualquier libro clásico. ¿Cuál libro elegirías continuar y qué dirección tomaría la historia en tu secuela?
No puedo imaginarlo. No me atrevería.
Foto: Javier Noceti
¿Qué escribirías en un muro? ¿Y en la pared de un baño?
No tengo ese impulso y suelo cuestionarlo en otros. Prefiero las fachadas limpias y el cuerpo sin tatuajes.
¿Qué libro nunca te aburrís de releer?
Siempre me gusta volver. Volver a leer, a mirar, a escuchar. Volver a una ciudad o a una calle. En el caso de los libros, vuelvo a la trilogía de Berger. A todo lo de Yourcenar. A la voz amarga de Thomas Bernhard. Al erotismo de Justine —Lawrence Durrell— o El amante (1984), de Marguerite Duras—. A los viejos y eternos libros de filosofía.
¿Por qué Elogio del esperanto?
La noción de esperanto es aquí una metáfora. Alude a un anhelo compartido por los miembros de la Bauhaus instalada en Dessau y los integrantes del Círculo de Viena: el hallazgo de un lenguaje universal capaz de conjurar todo resabio metafísico. En un caso, a nivel de la arquitectura. En el otro, en el plano de los enunciados verbales.
¿Cuánto tiempo te llevó escribir este libro, desde la concepción de la idea hasta la publicación final?
El libro recoge mi tesis doctoral: una investigación de largo aliento que se inició en 2014 y culminó en 2021. Un proceso que me indujo a tomar cursos de alemán y a visitar los archivos de la Bauhaus y del Círculo de Viena. La redacción final se concretó en unos dos años, en pleno encierro y durante la pandemia.
¿En qué momento te sentiste más viva?
Creo que uno se siente vivo bajo el influjo de Eros. Un hechizo que asocio a experiencias cotidianas: caminar por la ciudad, tomar un café en algún bar perdido, los encuentros fortuitos, la dulzura de Cabrera, o la fuerza de Beethoven sonando fuerte en mi casa.
¿Por qué esa dedicatoria?
Juliana Espósito, una amiga muy querida: una colega que llegó de Rosario, se reunió con su amor y se convirtió en uruguaya. Radiante, joven, hermosa. Siempre alentó mi trabajo, pero no pudo verlo concluido.
Si tuvieras que describir tu libro en una sola frase, ¿cómo la formularías?
Un intento de exponer y evaluar la comunión teórica creada entre el giro impulsado por Hannes Meyer, en el seno de la Bauhaus, y el programa neoempirista del Círculo de Viena, en tiempos de la República de Weimar y de la Viena Roja.
Foto: Javier Noceti
¿Cuál es la reacción más inesperada que recibiste con este libro?
El libro aún no se ha difundido, por lo que no tengo una respuesta a ello. Pero ya he recibido el comentario elogioso de quienes conducen el Archivo Bauhaus de Berlín, adonde lo envié en gratitud por su apoyo.
Si de la noche a la mañana pudieras hablar de manera fluida cualquier idioma, ¿cuál sería y a qué lugar viajarías para probarlo?
Alemán, sin duda. Un idioma que me atrae con mucha fuerza. Me encanta cómo suena y el modo peculiar en que construye sus enunciados, con el verbo al cierre de la oración y otros tantos “absurdos” complicados. ¿El lugar? Berlín, sin duda. Una ciudad que siento muy cercana.
Contanos sobre una lectura que haya tenido un impacto significativo en tu vida. ¿Qué libro fue y por qué fue tan importante para vos?
Voy a dos autores y a dos tiempos vitales. En años lejanos, Cortázar. Un autor al que me une la atracción por las bromas del azar, la intuición de algo insondable que a menudo nos asalta. Más adelante, Proust y su obra maestra. Un descubrimiento mayor y una íntima coincidencia: la que proviene de la evocación afectiva, del placer agridulce asociado al recuerdo que se dibuja y reinventa.
Escribir para ...
No lo sé. En el campo del ensayo, por la urgencia de exponer mis ideas. En el plano poético, quizá para convertir dolor en belleza. Pero ante todo, y en ambos casos, por puro placer. Por “el placer del texto”, como diría Barthes. Creo que esa es la respuesta más honesta.
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Fragmento de Elogio del esperanto
La investigación que aquí se recoge procura rastrear y discutir el lazo vislumbrado entre el ideario de la arquitectura asociada a la Neue Sachlichkeit [Nueva Objetividad] y la temprana prédica del empirismo lógico, con foco en un hecho histórico muy preciso: el contacto entablado entre la Bauhaus dirigida por Hannes Meyer y los integrantes del Wiener Kreis [Círculo de Viena, WK] a fines de los años veinte. Una apuesta que invoca el acercamiento entre estos mundos e intenta explorar la efectiva existencia de mutuas coincidencias. Una opción amparada en mi doble formación académica y encuadrada en lo que ha vertebrado mi trabajo en historia de la arquitectura: la exposición de este campo disciplinar al agudo escrutinio de algunas claves filosóficas.
En este caso la lupa se cifra en dos focos radiantes que condensan los términos en juego: la gesta de Meyer al frente de la célebre escuela alemana -a la que imprime un rotundo giro doctrinario- y el programa filosófico que impulsan los miembros del círculo vienés, quienes son convocados a exponer allí su ideario, en medio de un intercambio académico que se extiende al grupo de Berlín y otros núcleos análogos. Un lazo que en principio parece fundado en un anhelo común, en una misma meta: la construcción o el hallazgo de un lenguaje elemental y ecuménico, capaz de figurar el mundo -como diría Wittgenstein- y convertirse en su expresión directa y manifiesta. Un encuentro fugaz que ha sido apenas rozado por la filosofía y sus herramientas, y que no ha sido explorado a fondo entre los arquitectos.
Lo primero que se percibe aquí, de un modo aún vago y difuso, es un compartido afán de claridad o transparencia: el recurso a una estructura capaz de apresar los hechos sin mediación ni interferencia, aunque esto es muy complicado y será objeto de oscuros dilemas. Un reclamo que implica la cruda reducción formal, la purga despiadada, la feroz supresión de lo superfluo. De un lado la voz altiva de esta arquitectura presuntamente objetiva, que condena todo esteticismo y se reclama perpetua; del otro la filosofía autoproclamada científica, que cancela el atávico afán especulativo –el clásico planteo de grandes e insolubles desvelos- y se atiene a escrutar y depurar el lenguaje con la ayuda quirúrgica de la lógica. En este punto convergen filósofos y arquitectos: promueven el rechazo a la metafísica y el pleno ajuste a los hechos. Y en este impulso feroz niegan o matan a sus padres, cancelan la tradición, condenan a sus ancestros: bajo esta luz, arquitectura y filosofía dejan de ser tales para empezar a serlo.
Sobre esta base se procura mirar más hondo y más lejos: someter la alianza vislumbrada a un doble foco disciplinar y, en especial, al sesgo de la arquitectura. Examinar en detalle el citado contacto histórico y sus fundamentos teóricos, a fin de evaluar con precisión su contenido, su magnitud y su peso.
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