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Contenido creado por Catalina Zabala
Música
Lindy hoppers bounce

La nostalgia de un baile de Harlem: Swing by Montevideo y el renacimiento de un fenómeno

La comunidad uruguaya mantiene vivos los ritmos y movimientos de una época dorada y se prepara para su Experiencia Savoy, como cada año.

28.08.2025 12:14

Lectura: 9'

2025-08-28T12:14:00-03:00
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Por Ivonne Calderón | @malenamoon13

El Savoy Ballroom fue "el lugar de los pies felices". Un salón de baile nocturno en Nueva York que se hizo popular entre las décadas del treinta y del cincuenta. Allí, sin segregación alguna, cualquier persona podía bailar. Abrió sus puertas el 12 de marzo de 1926, en Harlem, entre las calles 140 y 141, sobre la avenida Lenox. Hoy, el lugar es ocupado por un complejo de viviendas.

Se dice que los vecinos alcanzaban a escuchar el beat que provenía del Savoy. Un bounce que te contagiaba. Su pista vio nacer a los mejores bailarines de lindy hop durante la era dorada del swing (1935-1945), a fines de la Gran Depresión, cuando la música era un antídoto para la crisis. Los jóvenes negros de Harlem deslumbraban con sus pasos. Los Whitey’s Lindy Hoppers: George Shorty Snowden, Frankie Manning, Norma Miller.

La anécdota cuenta que el nombre lindy hop surgió en un concurso de baile en el mismo Savoy. El estadounidense Charles Lindbergh había logrado, en mayo de 1927, la hazaña de atravesar el océano Atlántico desde Nueva York hasta París, a bordo de su avión The Spirit of St. Louis. Uno de los bailarines acuñó el término, usando el diminutivo lindy para referirse a Lindbergh, y hop —salto en inglés— para vincular los pasos aéreos de los bailarines —lindy hoppers— con el vuelo transatlántico. Lo cierto es que el lindy hop es un estilo de baile de Harlem que combina elementos de la danza africana con prácticas de danza pareja al modo europeo. Evolucionó a partir del jazz, el tap, el charleston, y terminó siendo la forma más usual de bailar el swing.

Por su parte, esta variación del jazz, que apareció hacia 1929 —el jazz swing— en el seno de la cultura afroestadounidense, se dio a conocer en ballrooms como el Savoy, el Alhambra o el Cotton Club. Allí se presentaron las emblemáticas big bands de Chick Webb, Benny Goodman y Count Basie, entre otras. El swing pasó a ser uno de los géneros de mayor popularidad en Estados Unidos por su propuesta musical, que incorporaba más instrumentos y arreglos, y por la relación que construyó con el lindy hop como danza. Ya en agosto de 1943, la revista Life afirmaba que el lindy hop era "un baile nacional", mientras el swing sonaba en todas las radios.

El Savoy Ballroom cerró sus puertas en 1958, y el swing vivió su descenso. Se impuso el estilo jazz bebop —menos bailable—, el twist, el rock & roll. Sin embargo, muchos fenómenos culturales suelen tener su renacimiento. En los años ochenta y noventa, el lindy hop experimentó el suyo en Europa. Un resurgimiento que también se dio en América Latina —aunque tardíamente—, y Uruguay no fue la excepción.

En 2006, Eugenia Malcon, hoy profesora de danza de la comunidad Swing By Montevideo, se fue a la Gran Manzana. Había sido parte del elenco de la comedia musical de Nacho Cardozo, y viajó para entrar en contacto con el jazz y el tap.

Un día, aún en Nueva York, recibió una llamada telefónica de su madre que cambiaría todo. "¿Te acordás de aquella película que vimos juntas acá en Montevideo, Swing Kids (1993)?" —preguntó su madre—, bueno, ¡estás en la cuna del swing! Todo eso que a vos te encantó de la película está ahí". En Nueva York, Malcon encontró la Academia Jazz Manhattan, y ahí empezó su viaje hacia el lindy hop y el swing. Hoy, ella es una figura ineludible de este renacimiento en Uruguay.

Eugenia habla, y cuando quiere evocar el ritmo del swing chasquea los dedos. Mueve los pies bajo la mesa. "Es como que te está latiendo el corazón en todo el cuerpo y te ponés a bailar", dice. Habla del lindy hop y sus raíces negras con solemnidad. "Siento una profunda gratitud con esas generaciones que fueron muy resilientes, muy resistentes a la época. Usaron la música que traían de su lugar de origen para poder sobrevivir", comenta.

En 2012, de regreso a Uruguay, inauguró la academia Jazz Do It, junto al también bailarín Fernando Imperial. La academia incluía ritmos como el hip hop, el tap, el jazz y algo de swing. En 2019, apoyada por el bailarín cordobés Marcos Arca, que residía en Montevideo, Eugenia se concentró en la enseñanza del lindy hop como baile. Junto a él y a Chiara Repetto —gestora cultural— conformaron la comunidad Swing by Montevideo, un espacio independiente de la academia. Aquello fue un punto de inflexión para el resurgimiento del lindy hop en esta esquina del continente.

En cada país se puede encontrar una comunidad swing. Se han expandido los concursos y los festivales como la FrankieBA de Buenos Aires, el Rock That Swing Festival, el Lindy Poh en Chile, y desde 2022 la Experiencia Savoy, que Swing by Montevideo organiza en Uruguay. "Es un guiño que hacemos a esos años del swing", dice Malcon. Un evento con músicos en vivo que el año pasado, en noviembre, tuvo su tercera edición en El Chamuyo. Aquel lugar se transformó en un pequeño Savoy Ballroom. Los bailarines, vestidos a la manera de los cuarenta, llenaron de risas y entusiasmo la pista con sus rock steps, swing outs, jigwalks. Una fiesta al ritmo de la gran Savoy Swing Band, de la que hace parte la leyenda viva del jazz Héctor Fino Bingert y otros músicos que acompañan como Jorge Rodríguez, Nhils di Concilio, Juan Pablo Amorín, Marcos Caula y Matías Rubilar. "No queremos que bailen solo los que saben", agrega Malcon. "Queremos que baile todo el mundo".

Clase de lindy hop. Foto: Andrea Zabotinsky

Clase de lindy hop. Foto: Andrea Zabotinsky

Junto a la gran fiesta anual y las clases que imparte Eugenia Malcon, Swing by Montevideo hace cada mes un evento social, aunque no siempre con músicos en vivo. Para procurar ese espacio a los lindy hoppers, Patricio D’Amato, guitarrista de Dama Fuzz y del Apagón y bailarín de la comunidad, ha ideado un nuevo proyecto musical: la banda Chispa Swing. Sus músicos, provenientes de otras arenas, han arreglado canciones representativas del blues y el rock, habilitando un diálogo de estilos y géneros aledaños.

Muchos temas son "jazzeados", comenta D’Amato, con el fin de ajustarlos a los lindy hoppers, así que "puede ser un rock, pero estás escuchando una base de jazz, entonces lo estás bailando como jazz tranquilamente, solo que es un tema de Elvis", dice. Recuerda que llegó al swing buscando sentir el ritmo en los pies para comprender el estilo musical, y en esa búsqueda se quedó en la comunidad. Durante el ensayo con la banda, Patricio va guiando a los músicos en la gestión de los arreglos. Les indica cuándo un tema va muy rápido o muy lento, y lo hace bailando, haciéndoles notar el bounce.

El debut de Chispa Swing fue el pasado 16 de mayo, en Weik House. Aquella noche, la banda interactuó con el público danzante a través de coros y palmas. La temperatura emotiva del lugar subía mientras Alan Girardin, el saxofonista, hacia su solo. "¡Hey!", respondía la gente cuando la banda lo marcaba. Luego todo fue espontáneo. Alan terminó en medio de la pista, con su saxo, rodeado de lindy hoppers. La energía era de pleno disfrute. El pasado 8 de agosto fue la segunda presentación de Chispa en un social de Swing by Montevideo. Abrió el evento una clase abierta ofrecida por Malcon; luego la fiesta, y todos a bailar.

Los había expertos y otros que se entregaban al ritmo, improvisando. Arriba del escenario, Guzmán Mederos, el bajista, Diego Souza en la batería, Matías Leyera y Patricio D’Amato en las guitarras. Y ese estilo de Micaela Tanco, la voz femenina de la banda, que se distribuía el repertorio con la voz de Joaquín González. Micaela y su atuendo que fusiona lo contemporáneo con el glamour clásico de los cuarenta. Esa noche, su voz entonaba con nostalgia la letra de "Why Don’t You Do Right?". Si mirás a Micaela, si la escuchás, podés viajar en el tiempo.

Eso mismo dice Bruno González, psicólogo. Para él, el lindy hop es un viaje en el tiempo. Relata que, en 2018, después de haber tomado clases con Eugenia Malcon y otros profesores de Argentina que visitaron Uruguay, viajó a Buenos Aires a la Fifty Fifty, una fiesta swing de gran calado. "Fue como entrar en una película de los años veinte, treinta. Yo me dije ´acá quiero estar, quiero pertenecer a esto´". Desde entonces, forma parte de Swing by Montevideo. Para él, bailar swing te saca una sonrisa, te hace estar bien. "A través del lindy he vivido momentos hermosos, muy memorables. Es difícil transmitirlo con palabras", dice. Así como Bruno, Camila Morales, veterinaria, poeta y alumna de Swing by Montevideo, se alegra cuando habla del tema: "El lindy hop me ha ayudado muchísimo a traer musicalidad y ritmo a mi vida cotidiana".

La comunidad de lindy hoppers en Uruguay es diversa. Como decía Frankie Manning, embajador del swing, "a nadie le importaba de qué color eras, todos estaban mirándote los pies". Este año, el 15 de noviembre, la Experiencia Savoy abrirá sus puertas para aficionados y curiosos en El Chamuyo. Estará presente la Savoy Swing Band, esta vez con Chispa como banda invitada. Un fin de semana a puro swing recordando aquel Savoy Ballroom, el mítico lugar de los pies felices.