Por Nicolás Medina
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Basta con encontrarse con una película de Jonás Trueba para darse cuenta de que la intención del español, lejos de encasillarlo (lo cual sería imposible para la libertad que emana su obra), es contar historias que, aunque siempre se sientan como un mimo al alma, son lo más alejado al romanticismo en su acepción más convencional, aquella que glorifica el idealismo y la exaltación de las emociones a expensas de la realidad.
En cambio, su cine se aferra a la veracidad de la experiencia humana, explorando la complejidad de las relaciones interpersonales con una sinceridad que desarma, sin adornos ni idealizaciones, sumergiéndonos en una cotidianeidad de la cual, en general, queremos escapar al ver una película.
Pero Jonás logra, a veces a través de historias y personajes entrañables, a veces con propuestas narrativas desafiantes, pero siempre con un naturalismo que por momentos parece de Nouvelle vague, transformar esa cotidianeidad en un espacio de reflexión y de identificación. Nos enfrenta a un espejo, a uno que con cuidado desnuda las vulnerabilidades y las inquietudes de sus personajes y de nosotros mismos. Pero uno jamás se siente expuesto.
Con Jonás abrazamos la rutina, los procesos, los ciclos. Incluso algunos que no querríamos volver a visitar, aunque no fuéramos nosotros los personajes. Alejándose del escapismo tradicional del cine, la belleza que el español pone en pantalla es compleja, contradictoria, y esperanzadora.
En Los ilusos (2013), que es el nombre de la productora que acompaña a sus películas, Trueba exploraba lo complejo, frustrante, pero también reconfortante del proceso de hacer una película. La virgen de agosto (2019) acompaña a una chica que navega por un Madrid caluroso y desierto durante el mes de agosto, mientras reflexiona sobre su vida y sus deseos, convirtiendo la ciudad en un escenario ideal para la introspección y la búsqueda de una identidad que jamás se siente condescendiente.
En Quién lo impide (2021), un híbrido entre documental y ficción presentado como experiencia inmersiva, Jonás reflexiona sobre la juventud y la adolescencia de una manera íntima, pero con un tratamiento temático universal. Y en Tenéis que venir a verla (2022) retrata un reencuentro por momentos banal, por momentos incómodo, y por momentos esperanzador entre dos parejas de amigos, que sirve para cuestionar las dinámicas del paso del tiempo. Si hubiera que resumirlo en pocas palabras, Jonás trabaja sobre la autenticidad y sobre la desdramatización de ciclos y etapas que pintamos de complejos.
Este año, después de una carrera de más de veinte años, Jonás llegó a la Quincena de Cineastas del Festival de Cannes. Algo que, mientras charla con Latido BEAT, desdramatiza sin dejar de lado su humildad y su agradecimiento: “Me quiero resistir un poco a decir que esto es un sueño y tal, porque yo en general estoy un poco en contra de esta teoría con respecto al cine, como cuando te dicen que has hecho la película que has soñado. Siempre digo que intento no soñar mucho. Sé que hay grandes directores que trabajan mucho con los sueños. Yo siempre he preferido no hacerlo, porque pienso que luego es muy difícil alcanzar el ideal del sueño. Por eso he intentado siempre mantenerme más pegado a la realidad. Tampoco Cannes era un sueño o un objetivo”.
Continua argumentando su punto y afirma que está feliz de haber hecho la película, de que se hayan fijado en lo que hacen y de estar en el festival, pero que "también es importante decir que hay muchos otros cineastas que nunca van a estar aquí y, quizá, hacen películas muchos mejores que las que se exponen".
"La gente con la que trabajo y yo nos habíamos demostrado que podíamos hacer películas sin pasar por Cannes, que podríamos quizás no haber venido nunca y no hubiera pasado nada, y al mismo tiempo estoy súper agradecido al comité de selección y la Quincena de Cineastas, que creo que se ajusta y está más cerca de mi manera de entender el cine. La quincena simboliza cosas que para mí son importantes: una sección creada por los propios cineastas y que históricamente viene de una idea del cine independiente que para mí es fundamental”, concluye Trueba.
El pasaje de Jonás para incursionar por primera vez en el Festival de Cannes es su nueva película, Volveréis, la cual se estrenó el pasado mayo en el festival y acaba de estrenarse en España. Para Uruguay aún no hay noticias, aunque Jonás es una figurita repetida y amigo de la Cinemateca Uruguaya, que ha alojado gran parte de sus películas.
La propuesta es muy digna de Jonás. Por lo mundano, pero también por lo inusual: Ale (Itsaso Arana) y Alex (Vito Sanz), una pareja que ha compartido más de una década, se va a separar, pero lejos de hacer un drama al respecto, consideran celebrar su ruptura con una fiesta para amigos y familiares. Esta peculiar propuesta, que surge de una vieja broma del padre de Ale (interpretado por el padre de Jonás, el reconocido productor, guionista y director Fernando Trueba), se convierte en un medio para explorar la complejidad de sus emociones, revelando que, a pesar de la inminente separación, ambos se sienten “muy bien”. Cosa que no paran de repetirles a sus invitados, confundidos durante toda la película.
Sobre su primera visita a Cannes, Jonás parece más que conforme, sobre todo por el hecho de haber sido capaz de disfrutar los días en los que ha estado presente. Esto se debe a que tuvo la posibilidad de estar viendo películas como "espectador", algo que en sus palabras, "no estaba tan claro que iba a ser así".
"Ha sido bonito e interesante. Te llevas cosas, aprendes, también ves lo que no te gusta. Una de las partes buenas objetivamente es que esto es un gran mercado, y que le permite a la película de pronto llegar a sitios y alcanzar acuerdos, llegar más fácilmente a distribuidores. Al final, cuando haces una película se trata de conseguir que se ponga en cines, ¿no? Entonces vamos a ver en qué se traduce, pero parece que la película ha sido bien recibida y hay interés en ella”, reflexiona el director.
Sin embargo, Trueba aprovecha para hacer una especie de declaración, que funciona casi como un manifiesto que pocos realizadores se animarían a poner en palabras en un entorno tan cuidadoso como es Cannes: “Todos los cineastas deberíamos hacer una reflexión, sobre hasta qué punto los festivales de cine se están convirtiendo en una especie de obligación. Y que efectivamente se convierte en una vara de medir, que cuando no pasas por ella, de pronto es muy difícil seguir haciendo cine, igual que los premios. Creo que hay tantos festivales, tantas galas, premios y demás, que hay algo que es peligroso. Nos podemos volver locos de darnos tantos premios a nosotros mismos. Creo que hay que hacer una reflexión con esto. Es uno de los peligros del cine contemporáneo. Muchos cineastas están pensando a qué festival quieren ir casi antes de hacer la película o están pensando la película para que le guste a tal festival”.
Trueba, junto a sus coautores y protagonistas Itsaso Arana y Vito Sanz, juega hábilmente con las convenciones del relato romántico, transformando el proceso de la ruptura en un acto creativo que recuerda la planificación de una celebración matrimonial. “La comedia romántica es un género que si lo pensamos, hoy está casi que en desuso”, opina.
A lo largo del filme, los personajes no solo se enfrentan a sus decisiones, sino que también se involucran en un juego de metacine, donde algunos pasajes del filme se convierten en otra película dentro de la película que Alex dirige. Este enfoque no solo enriquece la narrativa, sino que también invita a reflexionar sobre la naturaleza del tiempo y cómo el paso de este redefine nuestros vínculos, algo que Jonás trató recientemente en Tenéis que venir a verla, la cual se siente casi como una secuela espiritual.
“Fíjate que Tenéis que venir a verla fue una película muy feliz para mí, aunque nace en el contexto de la pandemia. Pero es una película que hicimos en ocho días, de manera muy instintiva, intuitiva y rápida. Ojalá pudiera hacer películas así siempre— comenta el director, entre risas—, en cambio, Volveréis ha sido más compleja de producción, pero surgió realmente el año pasado. Empezamos a escribirla en enero 2023, y en enero 2024 la estábamos terminando de montar”, explica.
Trueba afirma que cambió muchos planes y que pensaba hacer otra película, que por "una serie de circunstancias", abandonó: "Esta película surge como algo revulsivo que necesité hacer, para quitarme de encima los problemas que arrastraba.
El director también habló sobre la importancia de la confianza y la fidelidad dentro del equipo de trabajo. "Venimos trabajando con el mismo equipo de técnicos y actores prácticamente desde mi primera película", afirma.
Esta continuidad no solo crea un ambiente de confianza, sino que también permite una evolución constante en su forma de contar historias. Sin embargo, reconoce que mantener esa fidelidad a lo largo del tiempo requiere esfuerzo y renovación, un tema central en Volveréis.
“Creo que la película muestra un poco este cuestionamiento, esta incomodidad que tenemos cuando estamos haciendo una película. Al final es un proceso de creación que es muy frágil. Y es algo muy bonito, porque habla de un grupo que se ha ido creando y ha ido creando una confianza y una fidelidad, pero luego no es fácil sostenerla a lo largo del tiempo, que es lo que le pasa a la pareja en la película", reflexiona Trueba y afirma que, si bien lleva muchos años trabajando en conjunto con Los Ilusos, "no es un pacto de sangre, es algo que tienes que ir renovando, que no sabes si va a durar para siempre", y explica que requiere trabajo.
"La película habla de esto, de cómo a través de una pareja, tú ves que es necesario quizás ponerse en crisis, renovar el pacto, y esta es una reflexión que vale para el amor, pero que también vale para el trabajo. Sobre todo si te lo tomas como una forma de amor”, concluye el director.
Y en este caso, aparte de sus colaboradores habituales, Trueba contó con la participación de su padre, Fernando Trueba, a quien dirige y de quien habla entusiasmado constantemente. No necesariamente acerca de su influencia en el proceso de creación de la película, sino sobre la importancia que este vínculo padre e hijo ha tenido en su vida.
“Mi padre es el cineasta con el que he crecido. Es un gran cinéfilo, con lo cual he tenido la suerte de poder disfrutar de las películas que él amaba y que me ofrecía para ver cuando yo era pequeño. Estas películas de comedia americana son películas de las que he mamado. He crecido con esas películas, y es bonito dialogar ahora un poco con ellas a través de esta película. Dialogar también con mi padre, que finalmente toma un espacio dentro de la película que es importante. Estoy feliz de haberme atrevido a encontrar este hueco ahí para él y hacer esta película, para devolverle algo de todo lo que me ha dado”, expresa,
“El gesto de ponerse delante de una cámara es tan fuerte, tan generoso y tan frágil. Tengo muchos amigos que son actores y siempre les digo que la película tiene que servir para ellos. Les tiene que devolver una imagen de sí mismos que quizás no es tan evidente. Y con mi padre ese era también el punto. Creo que es bonito cuando los actores pueden ponerse en escena y reírse un poco de sí mismos. Y creo que mi padre aquí hace un ejercicio de autoironía que es sano”, continúa.
El cine de Trueba también está marcado por influencias significativas, desde Jonas Mekas hasta Hong Sang-soo, a los que considera "cineastas familiares", porque cree que forman parte de una especie de familia, en su lugar y a su estilo. Además, subraya su admiración por aquellos que crean de forma íntima y auténtica retratos de la cotidianeidad: “Al final, son cineastas que nos muestran que se pueden hacer películas de otra manera”.
La película desdibuja las líneas del tiempo y explora las resonancias emocionales del amor y la separación, acercándose por momentos a las comedias románticas del cine clásico y destacando su conexión con las exploraciones filosóficas de la pareja y la vida cotidiana. En este contexto, Jonás Trueba comparte su reflexión sobre la naturaleza competitiva del cine contemporáneo y asume que se haya convertido en algo donde "no se puede fallar", algo que le parece agotador: "Cuando vas al cine y ves un tráiler tras otro, y en todos es un milagro, una obra maestra, la mejor no sé qué, y ocho mil premios. No puede ser".
Compara esto con la campaña de promoción de Tenéis que venir a verla, en la que se decía que no era la mejor película del año, ni que contaba con estrellas o premios. "Creo que nosotros intentamos concentrarnos en ofrecer otra cosa: una especie de tranquilidad, películas a una escala más pequeña. Es una forma de decir que el cine puede ser otras cosas”, dice Trueba.
Trueba continúa profundizando en su proceso creativo: “Creo que es algo que no lo predeterminas mucho. Lo vas encontrando película a película. Cada una requiere una manera de hacerla específica. Cada película necesita una serie de elementos, de tiempos. Intentamos no hacerlas sistemáticamente siempre igual. Quien lo impide necesitaba otra manera de hacerse, necesitaba estar muy tranquilo con los jóvenes y pasar con ellos mucho tiempo, prácticamente yo solo con una cámara. En cambio, para hacer Volveréis se necesitaba algo muy distinto. Al final, el estilo viene de cómo planteas la producción”.
Este enfoque se traduce en la esencia misma de Volveréis, donde la intención de Trueba era crear una película en la que la pareja protagonista tuviera un encanto especial, similar a esas parejas en las películas que, aunque discuten sobre la separación, el público desea que permanezcan juntas. “Eso era algo que trabajamos mucho con los actores: cómo generar ese encanto y ese deseo en el espectador de querer que ellos vuelvan”, explica.
Asimismo, el cine a menudo tiende a retratar los momentos más espectaculares de la pareja, como el enamoramiento o la ruptura. Sin embargo, Trueba defiende la importancia de mostrar la realidad de una relación más desgastada, casi rutinaria, pero que aún posee su propia belleza: “Creo que también está bien mostrar que hay algo bonito en eso”.
Volveréis, en última instancia, es una celebración de la conexión humana, del amor en sus diversas formas y de la búsqueda constante de renovación en nuestras relaciones. Jonás Trueba logra tejer un relato que va más allá de la separación, utilizando la ruptura como un punto de partida, casi como un efecto McGuffin, para explorar la esencia de las relaciones interpersonales.
Así, el filme no solo reinterpreta las convenciones del romance clásico, sino que también nos muestra que, incluso en la rutina y la desacralización del amor, hay destellos de belleza y encanto que merecen ser celebrados. En su complejidad, Volveréis nos recuerda que el verdadero arte del cine reside en su capacidad de reflejar la vida tal como es, con sus matices, sus ciclos de repetición y, sobre todo, la inquebrantable conexión entre los seres humanos. Pero, ¿a dónde ira el cine de Jonás Trueba? ¿Seguirá explorando la cotidianeidad y la banalidad con cariño y cuidado?
“No me cierro a nada, no quiero parecer un cineasta dogmático. Me gustaría sorprenderme a mí mismo. Es verdad que siento que soy un cineasta limitado, no soy un virtuoso que puede contar cualquier historia. Yo siento que tengo que conocer mis propios límites, y que probablemente es por eso que necesito hacer películas que siento que puedo controlar, que las tengo que construir un poco a mi medida, siendo muy consciente de todo lo que sé hacer. También voy aprendiendo e intentando arriesgarme y sorprenderme. Por otra parte me gustaría seguir haciendo películas así, como las he venido haciendo hasta ahora en el sentido de hacerlas libremente dependiendo de mí y de unos pocos amigos”, responde Trueba.
Y es que para Jonás, el cine es un acto de esperanza. "Creo que el cine nos hace mejores", reflexionó, describiendo cómo el acto de ir a ver una película representa una predisposición y confianza en el mundo.
“En el momento que vamos a ver una película, y tenemos la mejor actitud posible como espectadores, y vamos a ver qué te cuenta un cineasta de Taiwán, de Uruguay o de España, creo que ese pequeño gesto de ir a ver una película le da esperanza a la vida. Es una muestra de predisposición, de interés, de confianza. Creo que el cine es una forma de estar bien en el mundo”, concluye.
Esta visión sobre el cine, optimista, es fundamental para entender su enfoque y su deseo de ofrecer un trabajo que, aunque modesto, tenga un impacto significativo en su audiencia.
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