Por Gustavo Kreiman | @guskreiman
“La guitarra antes de ser guitarra fue simplemente un árbol, y esa madera del campo tiene que haber recibido en sus ramas toda clase de pájaros a través de los años (...) Y así esa madera sensible se ha recontra penetrado de ese sonido. El hombre y la guitarra se buscan porque tal vez un día, fueron parte de la misma estrella”.
Atahualpa Yupanqui.
Mauricio Aznar fue un poeta y músico de Zaragoza, líder de las bandas Golden Zippers, Más Birras y Almagato, conocido también por componer el tema “Apuesta por el rock and roll”, que popularizó a Héroes del silencio. Falleció en 2000. En los 90 viajó hacia el norte argentino para conocer los paisajes donde vivió Atahualpa Yupanqui y se encontró con un modo social de vivir y sentir la música completamente alternativo a sus experiencias.
La estrella azul (2024) no solo está basada en el camino de Aznar, sino que además, devela algo de la historia personal de su director, Javier Macipe, en el proceso de producción de la película. Historias de españoles que van a Argentina a reunirse con formas de lo inesperado, que no habrían encontrado en su lugar natal.
La película da cuenta de choques culturales pero también de encuentros posibles entre personas de lugares distintos, de aprendizajes posibles de maneras de habitar con otros territorios en común, los paisajes de la música. Y también cómo esos paisajes también se diversifican por el suelo, la geografía, por las tonadas, los acentos y las maneras de ser de las personas de cada lugar. Hay una materialidad en común que funciona como centro de reunión: la guitarra. El instrumento de cuerdas que en Argentina y en España forma parte de la tradición folclórica y desde ahí se diversifica eléctrica o acústica para contagiar su influencia hacia otros géneros, funciona como la caja de resonancia (no sólo musical, también social y filosófica) donde los acuerdos y los acordes distintos pueden superponerse en armonía.
La Estrella Azul es la ópera prima de Macipe. La madre de Mauricio Aznar le sugirió que la haga. Él investigó y le pidió a amigos con mayor visibilidad, como Enrique Bunbury, que lo ayuden en la promoción para conseguir financiamiento. Estuvo más de 10 años escribiendo el guion y haciendo la pre-producción. Cuando tenía todo listo para empezar el rodaje, llegó la pandemia. Demoraron muchos años más en poder viajar para filmarla, por las restricciones y el confinamiento. La hicieron. La presentaron. Fue premiada dos veces en el Festival de San Sebastián y forma parte de las tres pre-seleccionadas por España para competir por el Oscar. Fue estrenada en el Festival Internacional de Cine en Cinemateca, y ganó el premio del público
“Lo que se ve en la película de Argentina casi no se conoce afuera, porque la imagen de Argentina está mucho más asociada a la vida urbana y a la realidad de Buenos Aires”, dijo Macipe, en más de una ocasión, durante esta entrevista. El personaje de Mauricio Aznar también lo dice la película. Es cierto. Los contenidos argentinos que se exportan casi siempre dan cuenta de una vida más parecida a la extranjera, más occidentalizada. Y cuando se intentan mostrar aspectos de la vida social y cultural del interior o del folclore, pocas veces trascienden la estetización que los simplifica para volverlos pintorescos para el turismo.
En el norte argentino y en Santiago del Estero la música es el centro de la vida social y familiar. Todo el año las personas se encuentran y desencuentran alrededor de las guitarras y los bombos. Son sinécdoques del paisaje. Parte del todo. Árbol que nace en el suelo cerca del río, para devenir madera con la que se hace instrumento. Atahualpa Yupanqui, músico, guitarrista, poeta, filósofo popular, conocía esto. Mauricio Aznar vivía en España y si bien le iba más o menos bien con su música, estaba atravesando una crisis existencial y un problema de adicciones allá. Entonces decide viajar al norte argentino para hacer la ruta por la que viajó, escuchó, escribió y vivió Yupanqui.
“La estrella azul” puede verse en Cinemateca.
¿Cómo surge el proyecto de hacer la película? ¿Por qué las ganas de contar este cuento?
Soy de Zaragoza, y ahí Mauricio Aznar es una figura muy conocida, muy importante para la música y la cultura. A mí siempre me gustó mucho lo que hacía, yo también toco la guitarra y fue una gran influencia, una gran referencia para mí. Cuando estudiaba cine hice un cortometraje y le pedí autorización a la madre de Mauricio para incluir una canción de él en ese proyecto, a partir de ahí quedamos en contacto. Un tiempo después, ella me contó que Carlos Saura le había propuesto hacer una película sobre Mauricio, y me dijo que ella prefería que lo haga yo. Imagínate, era algo que me quedaba muy grande en ese momento. Yo lo primero que le dije es, “¿estás segura de lo que me estás diciendo?”. Le dije que tenía que prepararme, terminar de estudiar. Y desde ahí comenzamos una relación. Yo terminé de estudiar y me preparé. Esto fue hace 16 años. Hace 10 le dije que ya sentía que podía dirigir y escribir el proyecto. Y ahí comenzó con el guion y la producción.
Cuando presentaste la película en el Festival Internacional de Cine de Cinemateca, comentaste que primero escribiste otra versión del guion, y luego la descartaste para empezar a trabajar en una versión más parecida a este. ¿Cómo era ese otro guion, por qué te pareció mejor cambiar el enfoque?
Lo que permanece es alguien que viene desde allá a hacer el viaje por Córdoba, el Cerro Colorado y Santiago del Estero. Pero estaba contado desde el punto de vista de una sobrina de Mauricio, era bastante más ficcional. Me daba un poco de reparo poner a un actor a hacer de Mauricio, hacerlo hablar desde el guion, teniendo en cuenta que fue una persona real. Hacer diálogos inventados me daba reparo. Entonces la película contada desde el punto de vista de una sobrina que repetía el viaje de Mauricio me parecía más abordable. Pero en un momento me di cuenta de que estaba escribiendo eso por miedo. Era por respeto, pero igual me estaba coartando la libertad creativa. Cuando me di cuenta, tiré ese guion entero y empecé de cero. Yo quería contar la historia de Mauricio desde el punto de vista de Mauricio, en primera persona, así que empecé de nuevo y ahí empezó a fluir. Ahí es donde empezó el verdadero viaje de la escritura y también el mío. La historia de Mauricio también se empezó a volver un poco propia, y yo también fui encontrándome en lo que quería contar de él.
Tuvo un proceso muy largo hasta que empezaron a rodar, y comentaste también que cuando estaban a punto de empezar a filmar, los frenó la pandemia.
Desde que empecé a escribir el guion hasta que empezamos a rodar pasaron 6 años. Fueron 6 años de investigación, de preproducción, de reescritura. Para ser mi primera película el proyecto era complicado, por ambicioso y también por su anclaje en la realidad. La historia ocurre entre España y Argentina en los años 90, es necesario reconstruir una época pasada desde el guion y el arte, por lo tanto tuvimos que investigar mucho el contexto histórico y no solo la historia de Mauricio. Tuvimos que hacer muchas locuras para conseguir financiación también, para conseguir padrinos, personas con mayor visibilidad que ayuden a que el proyecto se conozca para instituciones y privados que podrían invertir. Ahí la figura de Enrique Bunbury (de Héroes del Silencio) ayudó mucho, él era amigo de Mauricio, creyó en la película y ayudó a que el proyecto se conociera. Como esas, hicimos muchas locuras, incluso ir hasta la puerta de la casa de gente famosa, stalkearlos, estar ahí hasta que nos abran. Lo logramos.
Conseguimos el dinero. Y comenzamos a filmar el 9 de marzo de 2020. Y el confinamiento por la pandemia se decretó el 10 de marzo, así que imagínate. Estuvimos tres años sin poder filmar. Además, recuerdas como era la pandemia, que al principio creías que iba a ser por diez días, luego por quince, luego por tres meses, después parecía que se iba a poder pero se extendía el confinamiento por tres meses más, y así. Y fue difícil porque tampoco podíamos agarrar otros trabajos, porque estábamos todos comprometidos con esto y pensando que en cualquier momento empezábamos a filmar.
Muchas veces estuve a punto de abandonar el proyecto. Una de esas veces me fui a Lisboa porque a Mauricio también le gustaba mucho y pensé que me iba a hacer bien. Estaba bastante decidido a dejar la película y empezar algo nuevo, porque era muy difícil, parecía imposible. Y allí, en Lisboa, estaba en un bar, y de repente una mujer desconocida abrió su computadora y empezó a sonar una canción de Peteco Carabajal, “La estrella azul”. La película ya tenía ese título. Imagínate. Yo soy bastante agnóstico y racional, por lo cual pienso todo en términos de probabilidades, pero es realmente algo muy improbable, porque es un tema muy poco conocido, mucho menos en Lisboa. Ahí me decidí a seguir adelante con el proyecto, y menos mal. A estas cosas si las cuentas en España parece que estás hablando de dioses o de creencias sobrenaturales muy extrañas, pero cuando las cuentas en Santiago o en Latinoamérica, te dicen, “y sí, claro, por supuesto, así tenía que ser”.
¿Cuánto te parece que influenció la historia final la experiencia del equipo de rodaje? Porque es una coproducción, y también hay un grupo de españoles que viaja por la geografía argentina. La película hacia el final reflexiona sobre eso.
En la película hay como 3 viajes. El viaje de Mauricio, que es la base de la historia. Luego están los viajes que hice yo para investigar, que de alguna manera se conectan con los viajes de Mauricio. Por ejemplo, el librero que aparece en la película, es el librero que a mí me vendió El canto del viento (1965), de Atahualpa Yupanqui, en Buenos Aires. Luego lo llamé para actuar. Y se mezcla también el viaje del equipo de rodaje. Decidí incluirlo porque ese viaje es parte de lo que estamos contando y creo que también otorga una perspectiva del paso del tiempo, además de otra dimensión artística. A mí me gusta la idea de que la película también dé ganas de viajar, contagie a las personas que la vean ese deseo, esa curiosidad. Ya van 3 personas que conozco hacen el viaje y conocen esos lugares a partir del visionado de la película. Lo hizo Mauricio en los 90, luego lo hice yo en 2010, luego lo hicimos con los actores y el equipo en 2020. Me encanta que ahora sean los espectadores quienes quieran recorrer esas rutas.
En la película se habla de encuentros culturales, y también de choques por momentos, se juega con la comedia alrededor de las diferentes cosmovisiones. ¿Cuál es tu perspectiva sobre las diferencias culturales entre europeos y latinoamericanos, luego de haber pasado por esta experiencia de coproducción?
En general los equipos de cine son muy grandes, y cuando llegamos a los lugares, destrozamos todo. Lo ocupamos con equipos, con cables, con motorhomes, con muchas personas en los sets, y eso altera completamente la vida de los lugares a donde vas a filmar. Para esta película eso fue delicado, porque como estábamos trabajando con no actores, necesitábamos reducir al máximo posible las personas que estén alrededor de ellos. No podía ser, como es habitualmente, que a veces entre técnicos y equipo artístico hay más de 20 personas alrededor de los actores en cada escena. Tuvimos que reducirlo al máximo, para que puedan actuar y repetir tranquilas, sin avergonzarse, a veces hicimos más de 30 tomas por plano. Pero a su vez, las condiciones de producción, las burocracias y reglamentaciones de un país y otro, hace que a veces te exijan tener en el equipo más personas de las que necesitás involucradas en el rodaje, porque recibiste un fondo y te comprometes a generar determinados puestos de trabajo, por ejemplo.
Las condiciones de producción son muy distintas en Argentina que en España, las cuestiones impositivas, las restricciones y obligaciones, hay cosas diferentes, eso es cierto, y a veces hay algunas cosas de estas que te comento, a nivel legal o burocrático, no fueron simples. Pero yo creo que lo más importante tuvo que ver con el encuentro. La película habla de personas distintas que se encuentran alrededor del canto, de la guitarra, que se escuchan, que se observan. Me parece que logramos que eso prime más allá de las diferencias. Cuando había alguna dificultad, ser conscientes de lo que estábamos contando, de que era importante tanto para la realidad local como para nosotros, ayudaba mucho a ponernos de acuerdo. Conectar con amor y respeto por lo que estábamos haciendo.
¿Fueron así la mayoría de las escenas?¿Rodaron alrededor de 30 tomas por plano?
A veces más. Las más coreografiadas por supuesto eran las que tenían muchos extras, y por cuestiones económicas había que hacerlas rápido. Pero luego, las escenas de los personajes más importantes, con no actores, casi siempre fueron así, a veces filmábamos solo un plano por jornada en más de 30 tomas. Me di cuenta de que ante la falta de experiencia en actuación, les salía todavía más natural cuando decían el guion tal cual estaba escrito que cuando improvisaban, aunque en general tiendes a pensar que va a ser al contrario. Había algo que sucedía después de repetir 20, 30 veces, que generaba otra frescura, empezaba a haber una naturalidad aún más orgánica que cuando intentábamos que improvisen o que prueben otras cosas.
¿Qué va a buscar Mauricio a Argentina que no puede encontrar en Europa? ¿Encontraste algo parecido cuando viajaste?
Yo creo que cuando uno inicia un viaje muchas veces no sabes lo que estás buscando exactamente, tomas dimensión de ello cuando lo encuentras. Creo que lo que buscaba Mauricio era alejarse de algo, en primer lugar. Estaba en un momento de crisis creativa, con lo que la industria quería hacer de él y su banda, y también con un problema de adicciones. Él quería salir de ahí. Había una perspectiva de recorrer los caminos que había recorrido Yupanqui, e ir a los paisajes donde nacía la música que le gustaba, pero porque creía que esa música dialogaba de formas diferentes con el mundo. De hecho, termina en Santiago un poco por casualidad, como se cuenta en el film, porque en realidad luego del Cerro Colorado él pensaba ir hacia Chile, para conocer la tierra de Violeta Parra y Víctor Jara, que también le gustaban muchísimo. Yo creo que termina encontrando algo diferente.
Al quedarse en Santiago encuentra un lugar donde la música es el centro de la familia. Y él en su familia había sido rechazado por ser músico, porque el padre no quería que toque la guitarra, había conflicto con eso, con el hecho de que él y su hermano sean músicos. Llegar a un sitio donde tocar la guitarra desde niño es un motivo de orgullo es muy significativo para él. Un lugar donde el folclore no es una cuestión de museo sino que es parte de la vida.
Y yo toco la guitarra también, entonces en algún punto me pasó lo mismo que Mauricio cuando conocí esos lugares. Me acerqué a la historia por la guitarra, me acerqué con mi guitarra a la historia de Mauricio con su guitarra, y es así que nace y se hace la película. Yo también estoy completamente enamorado de la chacarera. De la abundancia de riqueza que tienen las letras, y en una estructura musical aparentemente simple, porque siempre es la misma, pero que dentro de esa simpleza ofrece infinitas variaciones. No hay dos chacareras iguales aunque tengan la misma estructura, la sutileza de matices que permiten los patrones que genera la convención me resulta impresionante. Cómo de un mismo ritmo hay infinitas posibilidades aunque no varíe la estructura me resulta muy bonito, en otros tipos de música podés variar como quieras. Lo que habilita la sensibilidad variar dentro de un patrón me resulta maravilloso. Y además la vitalidad, la manera de vivir la música de los santiagueños.
Creo que eso es un aprendizaje también para lo cinematográfico, no solo para lo musical. Es una alegría de la que tenemos muchísimo que aprender. En Europa estamos todo el tiempo corriendo atrás de la agenda, y pensando en este momento en lo que vamos a hacer el momento siguiente. Los santiagueños tienen una manera de vivir la música y la vida en la que lo más importa es el encuentro, el momento presente. De hecho Cuti Carabajal, que es un músico muy conocido con una carrera con mucha demanda, él podía de repente frenar todos sus compromisos para pasarse una semana tocando la guitarra conmigo, antes de empezar a filmar. Eso me transformó. No sé bien cómo lo hacía, pero lo hacía y luego igual cumplía con lo que tenía comprometido.
La película empieza con una frase hermosa de Atahualpa, “El hombre y la guitarra fueron parte de la misma estrella”. Se dice que la guitarra viene del árbol y resuena con el canto de los pájaros. ¿De dónde vienen las cámaras y las islas de edición?
La materia prima del cine es la luz. Eso es muy bonito. Sin luz no se puede filmar nada. Más allá de los avances tecnológicos en las cámaras a través del tiempo, de la diferencia entre analógicas y digitales, si no hay luz, no hay imagen, no importa la cámara con la que quieras grabar. Es la luz en el cine lo que te permite contar un cuento. Y si intentas comprender la luz desde una perspectiva física, o metafísica, la luz es la representación más adecuada para la idea de la vida o de Dios. Es lo que permite la vida y por eso se asocia con lo divino. Suena un poco religioso quizá, pero no necesariamente es así. Con la meditación se entiende de una manera sencilla, si no le quieres llamar Dios le puedes llamar vida, realidad.
La guitarra es una tradición española y latina. ¿Qué resonancias comunes te parece que comparten?
La guitarra hace que cuando llegues a Argentina hables un lenguaje en común viniendo de España. El idioma incluso, aunque sea el mismo, a veces produce malentendidos más grandes por las formas de hablar y entender la realidad a través del lenguaje. En la guitarra, los acordes son comunes, más allá de la construcción de melodías, y eso te permite una comunicación, un encuentro que a veces con la palabra es más complicado. Si te sientes vinculado a la guitarra, es más posible que te entiendas con personas que no comparten tu realidad o tu geografía. Y es más probable también que puedas compartirle algo de ti, a través de la música, que hablando quizá sea más difícil de explicar. La guitarra es un elemento de hermanamiento.
Otra frase muy buena que le dice a Mauricio el personaje de Cuti Carabajal en la película es “El rasguido de guitarra en el folclore es como el acento, se pega en el cuerpo”. ¿Qué acentos se te pegaron en el cuerpo haciendo la película?
Me hubiera gustado que se me pegue más el rasguido de la chacarera, todavía lo estoy practicando. Es muy difícil de aprender si no es escuchando. No es algo que se aprenda intelectualmente o de manera racional, tiene que ver con una experiencia integral. Por eso es que a Mauricio le costaba aprenderlo, y por supuesto que a mí también me cuesta. A mí me pasa que me sale mejor cuando lo hago yo solo que cuando tengo a un santiagueño al lado. Solo puedo conectar con algo, pero con alguien local cerca me intimido. Creo que con el acento pasa parecido, es más fácil de representar para los demás, pero no al lado de lo que los tienen naturalmente. La chacarera también, tiene un vínculo con el presente, con el aquí y el ahora, que para mí otros estilos musicales tanto no tienen. Creo que se me pegó algo de ese acento presente.
¿Y qué sería para vos estar en contacto con el presente?
Algo en relación con el aquí y el ahora, con los tiempos de la naturaleza, con lo que te decía de detener todo para priorizar en la mente y en el corazón el encuentro que está ocurriendo. Privilegiar el contacto humano. No estar pensando todo el tiempo en los eventos o en los contactos que van a venir después. Que lo importante sea a quienes tenés al lado ahora, alrededor. Creo que el mate como costumbre tiene mucho que ver con eso. El hecho de que te encuentres con las personas a pasar tiempo, a tomar eso, que se comparta y que no sea sólo que cada uno tenga el suyo. Me parece que tiene que ver, aunque suene medio cliché. En España te juntarías a tomar un café pero no es lo mismo, tomando un café es más fácil que te vayas del presente y estés pensando en lo que va a venir después. Allá probablemente se vería como una pérdida de tiempo pasar tanto tiempo tomando mate, y yo entendí que es al contrario, que el tiempo que ganas es ese, que muchas veces el tiempo que pierdes es el otro, ese otro donde crees que estás usando tu tiempo de una manera efectiva o productiva.
¿Te parece que esa forma de vida tiene algo que ver con el vínculo con los pueblos originarios?
La película hace bastante referencia a mitos y leyendas de los pueblos originarios, pero no es que pretenda poner el acento en ese aspecto de una manera específica. Las personas en Santiago están muy vinculadas a sus orígenes, pero tampoco es que lo están reivindicando todo el tiempo desde la perspectiva de lo originario. Por eso para mí tiene más que ver con una forma de vida que con una reivindicación étnica, que no es menor, por supuesto, pero no tiene tanto que ver con lo que queríamos contar. La forma de vida de los personajes, por su idiosincrasia, supone que la realidad está compuesta por cuestiones naturales y algunas más sobrenaturales o misteriosas, y eso es así, para ellos no necesita tanta explicación, por lo que tampoco intentamos darlas en la película. El hecho de que hablen quechua por momentos o que algunas palabras provengan del quechua, es importante, claro, pero no es donde nosotros queríamos poner el foco porque ellos tampoco ponían el foco ahí. La película habla de un hermanamiento con lo diferente así que intentamos narrar eso. Para mí su vínculo con el presente tiene que ver con su forma de vida, pasada y actual, y lo que aprendimos haciendo la película y lo que aprendieron los personajes en la historia tiene que ver con eso. Con el presente. La historia es parte del presente, no es algo que venga antes ni después.
La película habla de ser un árbol y ser agua. Dice que para aprender a ser santiagueño hay que aprender a ser un árbol y bañarse en el Río Dulce. ¿Qué hay que hacer para ser de donde sos vos?
Justo hace poco estuve conversando con un amigo de lo evolucionados que están los árboles, que no necesitan moverse para poder alcanzar todo lo que necesitan. Esa capacidad de estar sentado en un lugar, contemplar, y saber que tenés a mano el mundo entero, es una forma de vivir de las personas de Santiago pero también tiene que ver con lo que dice Buda. Con la meditación te das cuenta de que en cada punto del espacio está el universo entero. La película habla de eso. Hay una canción que dice “Fue mucho mi penar andando lejos del pago / Tanto correr pa’ llegar a ningún lado/ Y estaba donde nací lo que buscaba por ahí”.
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