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Historias
That’s Life

Frank Sinatra en “la pelea del siglo”: un musical noir con cámara, sangre y 15 rounds

Un lunes en el Madison Square Garden, el cantante más fotografiado del siglo XX fue un extraño en la noche de los invictos Ali y Frazier.

14.10.2025 19:12

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2025-10-14T19:12:00-03:00
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Por Sebastián Chittadini

Los viejos ojos azules miran hacia el ring del Madison Square Garden con el mismo asombro con el que un niño ve algo por primera vez. De los dos hombres que van a disputar la corona mundial de los pesados, hay uno al que conoce bien. Es el mismo que, unos años antes, le advirtió que tendría que acostumbrarse a su existencia, a su nombre y a su religión. Se llama Muhammad Ali y no olvidó el apoyo explícito a Floyd Patterson en aquella pelea de 1965, cuando todavía lo llamaban Cassius Clay. Por eso, cada golpe a su rival irá también dirigido a todos los periodistas y celebridades blancas que no toleran a un negro confiado, seguro de sí mismo y arrogante. Para ponerles nombre y cara, los llamará “los Frank Sinatras”.

Frente a él, el drama que se avecina parece escrito para Broadway. Pactado a 15 rounds, el combate del 8 de marzo de 1971 es esperado como el evento deportivo del año. Por su épica, terminará ascendiendo en la consideración hasta alcanzar el status de "La pelea del siglo". Más de 20.000 personas en las tribunas, cerca de un millón y medio de dólares de recaudación y los ojos de más de 300 millones de telespectadores en todo el planeta para presenciar cómo, entre las cuerdas, “dos animales brillosos con las mismas armas” —Gabriel García Márquez dixit— ponen en juego sus invictos. Joe Frazier, 27 años, 92.986 en la balanza y un récord de 26-0, es el campeón del mundo. Ali, 29, 97.500 y 31 victorias sin derrotas, mucho más que el retador.   

A los 55 años, Frank Sinatra está a dos semanas de anunciar su concierto de despedida. Sabe que el público femenino ya no cae a sus pies como antes, no sintoniza con los jóvenes y su álbum conceptual Watertown vendió apenas 30.000 copias. Casi una década atrás, dijo en una entrevista con la revista Playboy que estaba a favor de cualquier cosa que lo ayudara a pasar la noche, ya fuera rezar, tomar tranquilizantes o sumergirse en una botella de Jack Daniels. Quizá, la velada cumpla con esa premisa. De golpe, está ahí acreditado como fotógrafo para la revista Life. Hace 20 años que se apasionó por la fotografía y a Ralph Graves, el editor, le pareció una gran idea tener a "La Voz" como ojo.

Lo sabe bien. El boxeo es mucho más que dos tipos pegándose. Lo que está por suceder ahí arriba puede convertirse en la musa inspiradora de cualquier libro o de la película más realista jamás soñada. Se dispone a retratar algo a medio camino entre la crónica, el teatro y sus propias canciones sonando en su cabeza con elegancia derrumbada. Un musical noir en el Madison, pero que también podría tener lugar en un club de Manhattan, entre humo, aplausos y notas en el aire. No hace falta una orquesta ni luces tenues. Alcanza con los dos cuerpos que se van a romper de a poco una vez suene la campana. La cámara apunta. Empieza a disparar.

Click.

Ali vs. Frazier. Foto: Chris Smith

Ali vs. Frazier. Foto: Chris Smith

ACTO I — “Come fly with me”

Podría ser una escena de una de sus películas. De elegante esmoquin, camisa blanca y corbata gris, con su credencial que dice “Frank Sinatra, Photographer”, el hijo pródigo de la ciudad mira desde abajo del altar. Conoce bien ese templo por el que ha pasado lo sublime y lo abyecto, todavía resuenan en su memoria los aplausos y los murmullos. En sus butacas, lo más selecto de la sociedad espera por la sucesión de paradigmas de la vida que tendrá lugar arriba del escenario. Hay Kennedys, astronautas y celebridades de todo tipo. Afuera se vive un clima tenso, de país dividido. Esa Nueva York es más cruda, más negra y más combativa.

La primera campanada suena como un tono de orquesta. Ali y Frazier se encuentran, el Madison ruge. Todo es crudo, perfecto. Sinatra no solo ve la pelea. La escucha en su cabeza como si tuviera su fraseo característico. Cada flash que dispara es un compás. Cada guantazo que corta el aire con un fuff seco y estilizado es un compás en una Big Band invisible, un acorde disonante en su sinfonía mental.

Let’s fly, let’s fly away...

ACTO II — “Fly me to the moon”

Let me play up there with those stars. 

Ricos, famosos, amantes del estilo. Intelectuales. Celebridades. Mirar al público es tan entretenido como ver la pelea. Hombres con pantalones de terciopelo, abrigos de piel hasta los pies y sombreros de copa con plumas de pavo real. Mujeres con minifaldas o vestidos largos. Peinados afro, bucles, glamour. En la calle se pelean para estacionar Cadillacs.

En los lugares de privilegio hay figuras de la música —Miles Davis, Duke Ellington, Bob Dylan, Diana Ross, Sammy Davis Jr.—, estrellas de cine —Dustin Hoffman, Gene Kelly, Diane Keaton, Woody Allen—, el base de los Knicks Walt "Clyde" Frazier, los ex campeones de boxeo Gene Tunney y Joe Louis, y el futuro campeón George Foreman. El Madison Square Garden tiene una atmósfera circense.

El artista LeRoy Neiman pinta a Ali y Frazier mientras se golpean sobre el ring. Burt Lancaster comenta para la transmisión por circuito cerrado. Norman Mailer escribe para Life una historia sobre la pelea, que acertadamente titulará "Ego". Otras personalidades se quedaron fuera, como Paul Newman o Elvis Presley, que se conforman con ver la pelea por circuito cerrado desde Hollywood y Memphis, respectivamente. Nelson Mandela la sigue en blanco y negro desde un viejo televisor en su celda en Robben Island. En Estados Unidos, todavía gobierna Richard Nixon, a un año de ser reelecto con una de las mejores votaciones de la historia. En la previa de la pelea, Muhammad Ali declaró que nadie quería hablar con Joe Frazier salvo el presidente, que también sigue la pelea por televisión desde la Casa Blanca. 

No es solo un combate. Es un musical mental, un universo en miniatura en el que se entrecruzan luces y sombras, sudor y lágrimas, humo y mitos. 

Let me see what life is like on Jupiter and Mars...

Foto: Robert Riger

Foto: Robert Riger

ACTO III — “That’s life”

That’s what all the people say

El cuero silba y roza el viento con la misma cadencia que Frank sabe darle a sus canciones. Mientras busca la foto perfecta, otros lo fotografían a él o le piden que pose junto con ellos para la posteridad. George Kalinsky, el fotógrafo oficial del MSG, le saca una foto junto a Burt Lancaster e incluso le da algunos consejos. 

La violencia también tiene swing. Frazier, que desprecia a Ali por llamarlo “Tío Tom”, lo castiga de una manera en la que nunca fue castigado en los 183 rounds que boxeó antes. El favorito tambalea, como un recordatorio de que nadie se salva. Un tipo de saco blanco redobla la apuesta mientras una mujer de largos guantes grita sin saber muy bien por qué.

La nube de humo flota, borracha y melancólica, como un acompañamiento de jazz. Hoy estás arriba, mañana te puede tocar mirar lo mismo desde abajo. La existencia, como las canciones, está llena de metáforas.

Las imágenes son la evidencia de un mundo que gira sin pedir permiso. El fotógrafo de Life hace foco. Dispara. Esa foto será la portada de la revista.

You're riding high in April... shot down in May.

ACTO IV — “I’ve got you under my skin”

So deep in my heart that you're really a part of me

El sudor se vuelve el perfume dominante. También hay olor a billetes, a whisky, a miedo. Los fotógrafos vibran, capturan, terminan rollos. Sinatra busca algo más. Cada disparo del obturador es una nota que captura la tensión de un país, de una era, de la decadencia de un crooner que ya no vende discos.

Un uppercut corta el aire como una trompeta solista. Se podría dibujar un pentagrama con la sangre de los dos gladiadores, sobre el que el rugido del público entra como un arreglo de metales y el chasquido de los golpes marca la percusión.

La pelea tiene ritmo, colma las expectativas del público. Eso comentan los especialistas mientras Ali conecta más golpes al principio, deslizándose con la ligereza de sus mejores años. Sinatra le comenta a un periodista que tiene al lado que Frazier está dejando la cabeza demasiado desprotegida. Le parece que puede ganar, pero que desafiar a Ali de esa forma puede mandarlo al hospital. 

Hasta que los impactos de Frazier empiezan a hacer mella. En el octavo asalto, el campeón lidera en todas las tarjetas. A partir del noveno, no hay un alma sentada en todo el estadio. Ali parece caer en el undécimo, pero contraataca. El doce y el trece son pura acción. En el último round, Frazier conecta un gancho de izquierda al mentón de Ali, que se levanta a los ocho segundos del conteo, pero no puede evitar perder por decisión unánime.

Don’t you know, little fool...

Portada de Life del 19 de marzo de 1971

Portada de Life del 19 de marzo de 1971

ACTO V — “In the wee small hours of the morning” (Epílogo)

You’d be hers, if only she would call...

Con el final de la pelea, un piano distante suena en su cabeza. La noche le salió redonda. Vio perder a Ali y lo pudo registrar. No imagina que cinco años más tarde va a colaborar en un álbum llamado Las aventuras de Ali y su pandilla contra el Sr. Caries, que incluso va a ser nominado a un Grammy.

En la residencia presidencial, Nixon celebra la victoria de Frazier sobre “ese maldito desertor del servicio militar”. Tampoco imagina que, en agosto de 1974, dos meses antes de que Ali recupere el título en una épica pelea contra George Foreman en Zaire, se va a ver obligado a renunciar a la presidencia por el escándalo del Watergate. 

Sinatra guarda la cámara en silencio. Años después, el crítico Will Friedwald escribirá que, en él, cualquier tipo de consideración vocal o musical resulta secundaria frente a su misión principal: contar una historia de la forma más expresiva posible. 

La multitud abandona el Madison. Recorre las calles de Manhattan rumbo a los restaurantes o a sus hogares, mientras los dos boxeadores se van al hospital por precaución. Cuando el mundo está en silencio cada uno puede estar a solas con sus pensamientos. La noche de Nueva York se empieza a llenar de comentarios, recuerdos y sensaciones. Alguien dirá que empiecen a correr las noticias en la ciudad que nunca duerme, Ali declarará que la gente se olvida de todo en dos semanas.

Mientras Sinatra, la tercera persona más fotografiada de la noche, sale por el pasillo de servicio, una canción suena dentro suyo. No lo sabe, pero nunca más volverá a tomar fotos para ninguna otra publicación. Afuera, Nueva York late como un contrabajo. Aún faltan años para que popularice su himno, pero esa noche, en el silencio posterior al último golpe, la melodía lo está esperando. Sin saberlo, ya vive dentro de esa canción.

These vagabond shoes

Are longing to stray

Right through the very heart of it

New York, New York

Por Sebastián Chittadini