¿Qué es lo que hace a la esencia de una banda? ¿Dónde nace el espíritu de un proyecto musical? La respuesta quizás sea difícil de obtener, pero Fernando Peláez se ha dedicado durante años a intentar responder esta pregunta. A desenterrar las claves creativas de cada una de las bandas que ha investigado en los últimos años. La pieza clave de los álbumes que marcaron la historia del rock nacional.
En Pueblo chico, infierno grande (2025), Peláez desempolva la matriz del célebre álbum de Níquel. Lanzado en 1996, el análisis musical que propone el autor es el hilo conductor para contar la historia de la banda, inmersa en la realidad de un país y el contexto de una época. Peláez desarma el álbum y lo vuelve más ameno y descifrable para cualquier integrante de su público lector.
Oriundo de Montevideo, Fernando Peláez es Profesor de Enseñanza Media y Universitaria, Licenciado y Magister en Matemática, y fue Pro Rector de Enseñanza de la Universidad de la República entre 2015 y 2018. Desde 1996 investiga la historia del rock uruguayo, y publicó los libros De las cuevas al Solís Tomos 1 y 2 (Premio Revelación Bartolomé Hidalgo en 2003), Rock que me hiciste mal (2006) —en coautoría con Gabriel Peveroni— y Rada (2014), una biografía artística sobre Rubén Rada. Días de blues (2020) es otro de los libros que integran la serie "Discos", ganador del Premio Graffiti 2021 al mejor libro de música uruguaya.
¿Qué disco o canción te marcó tanto que todavía vuelve a tu cabeza, aunque no lo busques?
Discos un montón, son muchos años. Y canciones también, por supuesto. Pero si tengo que elegir una, es “Milonga de pelo largo”, en la versión de Dino.
¿Cuál fue el primer disco que compraste con tu propio dinero?
Si cuenta el dinerillo que me daban mis padres para algunos gastos, entonces fue Green River (1969), de Creedence. Estaba en quinto de escuela y recién teníamos tocadiscos en casa. Si con “propio” solo cuenta el obtenido como pago por algún laburo, entonces fue en 1975, con lo que obtuve de mis primeras clases particulares de matemática. Compré Blow By Blow de Jeff Beck. Me acuerdo porque unos compañeros del preparatorio habían ido a las cabinas del Palacio de la Música con sus tablas de dibujo, y me trajeron tres LP´s de regalo para mi cumpleaños. Uno era ese mismo que yo recién había comprado.
Si pudieras elegir cualquier banda o artista para escribir un próximo volumen de la serie, ¿cuál sería y por qué?
Ya está elegido, sin duda Rubén Rada. Y creo que no es necesario justificar la elección.
¿Tenés algún ritual cuando escuchás música? ¿Alguna forma particular de escuchar un disco por primera vez?
Sentado en un sillón formando un triángulo equilátero con las dos cajas de parlantes del estéreo. Y no hago otra cosa que escuchar. Tal vez eventualmente revisar la información que trae el disco o que puedo conseguir en otro lado si escucho desde plataformas. Muchas veces también lo hago con auriculares, y en ese caso conformar el triángulo no es necesario. Claro que en casa, durante gran parte del tiempo, la música está sonando en modo ambiente, pero a eso no le llamo escuchar un disco.
Foto: Javier Noceti
¿Qué libro, disco o película te ayudó a entender mejor la música?
Los libros Músicas populares del Uruguay (2007), de Coriún Aharonián y Razones locas (1994), la biografía de Eduardo Mateo, escrita por Guilherme de Alencar Pinto. Este último fue fundamental para que me propusiera investigar la historia del rock en nuestro país durante los 60 y los 70. Tuvo una influencia definitiva en mi devenir dentro de estas lides.
Ya habías escrito Días de blues (2020) para la misma colección. ¿Qué cambió en tu forma de abordar un disco después de aquella primera experiencia?
Había quedado muy conforme con el resultado de Días de blues, y además gustó y fue premiado. No tenía que cambiar el abordaje y tampoco se me ocurrió. Mantuve la misma metodología, que es la que a mí me copa. En lo único que estoy cambiando, es en que ya no pongo notas al pie explicando los antecedentes de cada persona. Si no sabés quién es Skay Beilinson, entonces googlealo.
En Pueblo chico, infierno grande (2025) se nota una escucha minuciosa, casi artesanal. ¿Cómo es tu proceso para “desarmar” un disco y volverlo palabra?
Una de las características de la colección "Discos" es la variedad de enfoques que plantean los autores que, a su vez, son muy diversos entre sí, y eso está bueno. Personalmente, y simplificando bastante, hay tres ejes que no puedo dejar de lado: contexto —donde incluyo historia global y personal—, poética y música. Si vamos al punto de vista estrictamente musical, lo primero que hago es escuchar la canción con gran concentración, como nunca antes lo había hecho. Descubrir lo que hacen todos los instrumentos, y no solamente los más notorios. Incluso “sacar” lo que se toca y reproducirlo; no como para subir a un escenario, pero sí para adentrarme mucho más en lo que tocan los músicos. También la voz y los coros.
Es un proceso inicial de descomposición lo más exhaustiva posible. Después voy rearmando por etapas, por las zonas de la canción, y trato de traducir en palabras lo que va ocurriendo. A veces son metáforas o asociaciones con otros aspectos de la vida, sin entrar en cuestiones musicales técnicas. Por ejemplo, en el tema “La gamela”, marco: cuando termina el “Santa Lucía, en su lecho te espera”, minuto 2:08, comienza la parte instrumental —que sigue hasta el 2:30—, donde no hay solo de guitarra, sino una sucesión de acordes que mueve al galeón de un lado para otro como consecuencia de un viento atemorizante.
En otro momento de la misma canción ya hay una mezcla, aparece algún tecnicismo, pero la idea es que no ahuyente al lector. La melodía que canta Jorge tiene un sabor árabe- andaluz y, para redondear la pintura de corte ibérico, es clave el trabajo de Pablo. En medio de las estrofas cantadas —o cuando no hace el riff—, toca frases en la escala menor armónica —modo frigio dominante—, en este caso de Fa sostenido. Hay un cambio en la estructura de acordes cuando se canta “sangre y sudor, guaraní en su bodega” o en “plata y rubí, la ambición misionera”, donde se pasa a un La y a un Si mayores que transmiten cierta dosis de esperanza, totalmente infundada, ya que el trágico desenlace era inevitable. Más allá de la tormenta que se avecinaba al llegar al Santa Lucía, el galeón, totalmente sobrecargado de plata, no iba a soportar el viaje hasta España. Cuestiones más técnicas, como las notas que componen cierto riff, las coloco en notas a pie de página.
Foto: Javier Noceti
En este libro conviven la historia de una banda, un país y una época. ¿Cómo equilibrás el análisis musical con la narración histórica y personal?
Esta pregunta tiene que ver con el primer eje que mencionaba: la historia y el contexto. ¿Cómo lo equilibro? Bueno, intentándolo. Trato de mechar toda vez que se pueda. Justamente me parece bueno jugar buscando un equilibrio entre varios aspectos: análisis, información, contexto, historia, vivencias personales. Lo intento y lo hago a mi manera, ya que estoy a años luz de poder narrar como Gustavo Espinosa, por ejemplo. En Días de blues hice un repaso de la historia del rock uruguayo desde sus orígenes hasta que se armó la banda, que finalmente tuvo un único disco. Fui metiendo a los músicos del trío como protagonistas de ese proceso. Pueblo chico, infierno grande es uno de los últimos discos de Níquel, entonces correspondía hacer un resumen de su trayectoria. Eso dio pie para hablar también del movimiento de rock posdictadura (1985-1989) y del contexto del rock uruguayo en la primera mitad de los 90.
Mencionás que este disco de Níquel puede ser “el Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band uruguayo”. ¿Qué lo hace tan singular dentro del rock nacional?
Aquí, las dos tendencias extremas de Níquel se encuentran en su máxima expresión: la experimental y de tomar riesgos, y la del costado más pop o popular. Y entre medio de ellas aparecen, también en su máxima expresión, los subterritorios musicales inseparables del ADN del grupo. Hay rock potente, hay blues —un extenso blues de esos que te parten el alma con Pappo como invitado—, hay buenísimas baladas que pasaron bastante desapercibidas, hay experimentos y hallazgos como “Milonga Hey”, una milonga en ritmo de shuffle. “Conferencia secreta”, donde el clásico patrón rítmico de Bo Diddley se combina con el candombe. Hay fusión en “Demasiados tangos” donde, al decir de Darnauchans, el tanguero bandoneón de Edison Bordón logra "pichuquear" entre Lennon y Richards, y hay covers. Un cover muy arriesgado donde una bola de distorsión Marshall frasea en medio de las estrofas de “El violín de Becho”, uno de los más grandes emblemas de la música uruguaya. O sea, hay mucha variedad, mucha música. Es ambicioso desde el punto de vista artístico. No es un disco que le facilite al oyente nada; por el contrario, lo desafía.
Foto: Javier Noceti
¿Qué aprendiste de Nasser, Pato Dana y los demás músicos al escucharlos de nuevo con la distancia del tiempo?
Jorge Nasser, Pato Dana y Roberto Rodino. Yo ya conocía sus competencias como músicos, así como el cuidado que el grupo le ponía al desarrollo de todos sus proyectos. Profesionalismo, detallismo, la evolución como músicos y como intérpretes de sus instrumentos, la prolífica pluma de Jorge. Luego de las conversaciones con ellos, esas percepciones se vieron potenciadas. ¡Cuánto más saben de música que lo que uno imaginaba! Como pusieron los editores en la contratapa: al final de la lectura —tan disfrutable, como ilustrativa y detallista—, uno tiene la impresión de que antes había conocido tan solo la punta de un iceberg musical —tanto disco como banda— que es, en realidad, mucho más grande y complejo.
Si pudieras agregar un bonus track a Pueblo chico, infierno grande, ¿qué historia o canción incluirías?
Incluiría el tema “Whisky malo” que hicieron con Pappo en Sondor, la misma tarde que grabaron “Mal presentimiento”. Pero también aplicaría el antónimo de bonus. Quitaría tres temas: “Será mejor blues”, “Playa honda 2” y “La piedra del mono” por las razones que doy en el libro.
Cada autor de la serie tiene su propio tono: algunos más técnicos, otros más emotivos. ¿Cómo definirías el “sonido” de tu escritura?
Creo que mi sonido es una mezcla de estilos y de influencias. Hay rock, hay baladas, hay blues, hay pop, hay hallazgos, hay fusión. Como en Níquel. Y también candombe, como en Rada.
__________________________________________________________________
Fragmento de Pueblo chico, infierno grande
“Loco por demás” es una balada que remite mucho a “Candombe de la Aduana” decía el Darno. Y sí, es heredera del “Candombe” en muchos aspectos, desde el armado global del tema, hasta la parte rítmica propiamente dicha. Incluso, están en el mismo tempo.
Francisco – Recuerdo que estuvieron dándole vuelta allá en la sala, hasta que al final mi padre le dijo directamente a Rodino: “Buscale el groove de Candombe de la Aduana”.
Y también son dos viajes. Uno a pie desde la Plaza Independencia hasta la Aduana y el otro en auto desde Montevideo a Rivera. Pero, por otro lado, “Loco” es como el alter ego del gran éxito de la banda. “Candombe” es bien montevideano (aún cuando podría estar pintando cualquier aldea portuaria), mientras que “Loco” va más hacia el interior del país, ese interior que cubría Níquel como ninguna otra banda de rock. Con una importante presencia de un órgano con Leslie tocado por Pablo, llega el estribillo en el minuto 0:46, donde obviamente se cambian los acordes y la melodía.
A veces creo que es muy poco
A veces creo que está mal
A veces creo que estoy loco
Loco por demás
Cuando termina “es muy poco”, hay una frenada bastante original de la batería (minuto 0:49), que es seguida por la eléctrica de Pablo con una frase tomada de la B.B. King box. Lo mismo ocurre cuando termina “que estoy loco” (minuto 1:00).
Roberto – Estas frenadas quedan muy bien. Yo iba a hacer otra frase, otro pique, pero me dijeron “no, ahí dale un respiro y seguimos”.
Jimi Hendrix / en el walkman
Con su máquina infernal
San Gregorio / Piedra Sola
Arbolito in the sky
Pueblo chico / infierno grande
Dice el dicho popular
Banda en fuga / circo errante
Corazón de Tony Park
“Corazón de Tony Park” es probablemente la mejor metáfora del álbum.
Jorge – Los Tony Park eran los parques de diversiones del interior, que iban de pueblo en pueblo. Eran gypsys, supergitanos. La novedad de la ciudad del interior era que el Tony Park estaba esa semana ahí. Me acuerdo que algunas veces coincidíamos con Los Buitres en algún lugar y nos encontrábamos con ellos en el Tony Park. Antes de tocar, paseábamos un rato e íbamos al Tony Park. Juegotes felinescos, digamos. Ambiente felinesco. Pero lo disfrutábamos muchísimo porque lo podíamos atesorar.
Nuevamente el estribillo y, a partir de otro “Yeah” de Jorge, comienza un fino solo de guitarra de Pablo (2:19 a 2:42).
Pablo Traberzo – Con alguna notita prestada, pero esencialmente todo está tocado en la pentatónica mayor de La. Exacto para esta música. Me hace acordar mucho a esas bandas de rock sureño, bueno, en la onda de “Sweet home Alabama”. Este solo atiende a la canción, eso es lo importante. Una cosa simple, pero que sea efectiva. Está muy bien logrado eso.
__________________________________________________________________
Acerca de los comentarios
Hemos reformulado nuestra manera de mostrar comentarios, agregando tecnología de forma de que cada lector pueda decidir qué comentarios se le mostrarán en base a la valoración que tengan estos por parte de la comunidad. AMPLIAREsto es para poder mejorar el intercambio entre los usuarios y que sea un lugar que respete las normas de convivencia.
A su vez, habilitamos la casilla [email protected], para que los lectores puedan reportar comentarios que consideren fuera de lugar y que rompan las normas de convivencia.
Si querés leerlo hacé clic aquí[+]