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Contenido creado por Federica Bordaberry
Humo sólido
Humo sólido

El tango, las lágrimas de Piazzolla y el París de Nadia Boulanger

La mañana en la que un ejercicio de piano de Nadia Boulanger le sacó canas verdes a Astor Piazzolla en París.

12.05.2022 09:03

Lectura: 2'

2022-05-12T09:03:00-03:00
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Por Jorge Alastra
jorge1963.azar

Es una mañana de París en el estudio donde una Nadia, apenas despierta, repasa su agenda del día. Van a dar las 10 y el estudiante que llegará en minutos se llama Astor. "Vaya nombre, tiene el de un dios, Thor"-murmura la vieja maestra de música y sonríe de su ocurrencia. A los pocos minutos suena el timbre del antiguo apartamento de la calle Ballu número 36.

Astor entra como una tromba y empieza a balbucear algo: que los ejercicios son difíciles y que le han sacado canas verdes. Nadia lo escruta en silencio y con una leve sonrisa lo invita a calmarse: "¿Un té, M. Piazzolla?"

El músico no responde y ya aborda el piano tratando de explicar en los hechos el ejercicio que la enorme Nadia Boulanger le propusiera hacer. "Está bien, Monsieur. Usted qué hace en Buenos Aires, qué música toca, cuénteme, venga" -la voz es la de una tía buena que trata de darle tranquilidad al sobrino con problemas emocionales. "Yo hago Tango señora"- contesta lacónicamente Astor. "¿Tango? A ver. Muéstreme".

El músico, transpirando, se acomoda al piano y lanza TRIUNFAL. El último acorde queda resonando entre las paredes del departamento en el diminuto y acogedor estudio, entre documentos, partituras y fotografías desperdigadas de ella y de otros músicos célebres. Nadia, al fin, comenta: "Eso que acaba de tocar lo desconozco, pero es fantástico. Usted no es un sinfonista ni un compositor de cuartetos, usted es esta música. Busca aquí lo que ya halló en su tierra, amigo mío".

Astor queda mudo, sentado aun frente al piano, de espaldas a su maestra, mientras una lágrima empieza a bajarle por la mejilla y trata de ganar el abismo llegando, dócil, hasta el bajo bonaerense, hasta los cafés y tabernas, al bullicio y la locura de la ciudad del Tango, rozando a Troilo, besando a Pugliese y muriendo, todavía tibia, en su amado doble AA.

Por Jorge Alastra
jorge1963.azar