De fondo, se escuchan ruidos de sillas y conversaciones. Dani Umpi está sentado en un café de Maldonado, el lugar en el que vive hace aproximadamente tres años. "Algo que se fue dando", explica al respecto, la mudanza se dio en plena pandemia. Es la primera vez que vive la experiencia de vivir cerca de la playa y, aunque a veces dice que se siente un poco ermitaño, sabe sacarle provecho. Oriundo de Tacuarembó, Umpi se trasladó al medio urbano.

Con más de veinte años de carrera, afirma que a las nueva generación "no hay que explicarle nada". Umpi hacía arte con el concepto cringe en la cabeza antes de que tuviera nombre. “Tiene que ser bizarro, pero no bizarro", "tiene que ser bizarro, pero excelente”, "tiene que ser malo, pero sonar bien”, explica el artista en entrevista con LatidoBEAT.

Entre las novelas y las exposiciones de arte. Entre las presentaciones que le permiten evocar a la figura de la drag llorando al lado del piano y los shows en los que "casi ni se monta" y cuenta con una banda. Entre un Octapad y una batería. Entre el pasado, el presente y el futuro. Dani Umpi cree en el camino del artista, eso de probar y después ver qué pasa y crear en consonancia con crecer. 

Recordabas que tu presentación de la Sala Zitarrosa fue peculiar por la situación pandémica. ¿Se pierde algo de la conexión en esas condiciones?

Creo que fue muy solemne, por suerte lo grabamos. A mí también me gusta entrar cada tanto en ese mood. Me va muy bien eso de la cantante medio trash, así toda melancólica para un público sentado, esa cosa de café concert, cada tanto vuelvo a ese lugar. Ese momento de la pandemia fue medio un híbrido, ese show, sobre todo. Tuvo momentos solo con teclado, una cosa demasiado melodramática. Agarré más por ese lado. Siempre voy mezclando, pero es un lugar que a mí también me gusta un montón, no solo la pista de baile, también me gusta esa cosa de la drag llorando al lado del piano.

¿Ahora volviste al tipo de presentación anterior?

También me había pasado que con el disco anterior, con Lechiguanas, que canté un montón y fue cuando tuve una banda, dejé un poco lo performativo. Incluso, a veces cantaba sin montarme, estaba más copado en la cosa musical. Ahora quiero volver a algo más gráfico, pensar en algo más teatral. Vamos a ver cómo sale.

¿Tras tantos años de carrera, no pasás por momentos de inseguridad al respecto de tu capacidad creativa?

Al principio sí, porque sentía que tenía que definirme por algún lenguaje o por algo. Ahora, y con terapía de por medio, ya estoy más tranqui y no tengo tanto ese conflicto de si tengo que ser o solo dedicarme a escribir, o solo a cantar. Ya soy así, entonces continuo produciendo así. Ahora, por ejemplo, hice una muestra en La Plata, Argentina. Siempre estoy haciendo, no a la vez, pero siempre tengo proyectos que son o de literatura, o de música. A veces se juntan, a veces no. Ahora sí puedo decir más canchero que soy un artista multidisciplinario. Antes no, al principio sobre todo, me costaba, sentía que tenía que definirme con algo. Tengo una visión de artista medio romántica, que va probando cosas, lenguajes, que ahora no es tan así, es medio antiguo. Pero sí tengo esa visión del camino del artista, porque soy de ese palo. También me costaba tomarlo como algo así. Pero tengo esa manera de ver la creación, de crecimiento personal. Con esa creación, yo le digo medio romántica, podés decirle holística, te vas formando y creciendo a partir de eso. Si tenés curiosidad, tenés que ir a experimentar y después ver cómo seguir. En mi caso, por suerte pude concretar muchos libros y discos, pero también hay muchos que quedaron en el camino.

¿Sos crítico de tus obras?

Sí, obvio, sobre todo mientras las estoy haciendo. Cuando pasa el tiempo, no. Una vez que ya se termina o se define en algo, no. Tengo una exigencia bastante típica entre los artistas. Cuando me tranco, por suerte hago otras cosas que me pueden distraer y hacer una especie de zapping. En la escritura es mucho más fácil y donde más claro se ve. Por ejemplo, ahora retomé una novela que había dejado hace más de diez años, reposó. Es la primera vez que puedo hablar de que algo reposó y lo retomé. Hay cosas que demoran mucho tiempo, que tienen que fermentar, otras cosas son más inmediatas.

Cada obra tiene su proceso, su tiempo y nadie te pide que la hagas, así que vos mismo tenés que decidir cuándo está lista, cómo hacer, con quién y para dónde agarrar. Hago cosas en colaboración con otra gente, pero al final, esas cosas personales las defino yo y ahí sí soy autocrítico. Pero es una autocrítica muy difícil de explicar a otros, si se lo explico a otro a veces no tiene sentido lo que digo. Antes no existía la palabra cringe, entonces yo nunca lograba explicar lo que quería hacer. Decía, “tiene que ser bizarro, pero no bizarro", "tiene que ser bizarro, pero excelente”, "tiene que ser malo, pero sonar bien”. No tenía ese concepto y la gente tampoco lo tenía, entonces era muy difícil hacerse entender, sobre todo a nivel estético. Antes no era tan común la creación camp, no era tan popular. Ahora, a la nueva generación no tenés que explicarle nada, antes tenías que explicar todo, desde qué era el pop art o qué era una drag. Me da comodidad y comunidad.