Por Delfina Montagna | @delfi.montagna
La discusión sobre el avance tecnológico contemporáneo tiende al entusiasmo celebratorio o al pesimismo fatalista. En este contexto de aceleración sin precedentes, vale la pena hacer el intento de detenerse y pensar: ¿qué impactos cognitivos y psicológicos estamos atravesando? ¿Qué sucede con la educación? ¿Nosotros creamos la tecnología, ella nos crea a nosotros, o es más bien un proceso recíproco?
Estas son algunas de las incógnitas que Penguin Libros Uruguay se propuso abordar en la "Colección Filosófica", una antología de tres libros coordinada por Lucía Lin y Natalia Costa Rugnitz. Esta se propone ofrecer herramientas conceptuales para leer la era digital sin reverencia ni rechazo, apostando por una lectura crítica y de nivel académico pero siempre accesible, incluso con recursos narrativos atrapantes y fluidos.
Los especialistas abordan distintos vértices de la vida digital contemporánea. Somos tecnología, de Javier Mazza, propone una mirada amplia sobre la relación recíproca entre humanos y técnicas; Pensar en la era de las máquinas, de Miguel Pastorino, despliega una crítica al imperio del dato y reivindica el valor humanístico de la interpretación; y Tecnoproductividad, de la propia Costa Rugnitz, examina la subjetividad del individuo contemporáneo frente al empuje de la inteligencia artificial generativa.
En Tecnoproductividad, Costa Rugnitz parte del ya conocido aparato conceptual del filósofo coreano Byung Chul-Han, cuyo diagnóstico analiza la sociedad del cansancio, protagonizada por el sujeto de rendimiento. Este individuo, liberado de la coerción externa de la sociedad disciplinaria y regido por el mandato afirmativo del "poder hacer", cae en una autoexplotación mucho más eficaz que cualquier dominio ajeno. La productividad se convierte en la narrativa central de sentido, un dictamen seductor que actúa como combustible y brújula.
Este sujeto hiperactivo se despliega en el Tercer Entorno (un concepto del filósofo español Javier Echeverría), el espacio digital que, al carecer de materialidad y distancias, borra la diferencia entre antes y después, volviéndose el caldo de cultivo ideal para la actividad continua y la disponibilidad sin límites. Costa plantea que este ecosistema, asediado por el data tsunami y un flujo incesante de información, satura el aparato cognitivo. El cansancio del homo digitalis deviene, entonces, en un proceso de atrofia de la inteligencia.
La irrupción masiva de la Inteligencia Artificial Generativa (GenAI), con ChatGPT como su emblema, obliga a replantear el marco teórico que describe esta realidad. La autora argumenta que las categorías de Byung-Chul Han, si bien fundamentales, resultan insuficientes para describir la vida cotidiana en la era post-GPT. La GenAI, al prometer asistencia y eficiencia, en realidad intensifica la carrera de optimización. En sus palabras, “En la era post-GPT, el sujeto de rendimiento corre su carrera de optimización contra sí mismo, contra sus pares y contra los mismos sistemas que deberían librarlo del cansancio”.
Algunas de las dinámicas concretas que observa junto con sus efectos son el infinite scroll, que erosiona la capacidad de elección; el multitasking, que afecta la atención; el burnout o estrés crónico en entornos de alta activación informativa, las burbujas algorítmicas que refuerzan un narcisismo al confirmar permanentemente la propia idiosincrasia (exacerbando la polarización social) y se acentúan aún más con la actitud servil de la GenAI. Entre todos estos factores, la tecnoadicción se acentúa por el entorno ansiógeno del tercer entorno, en el que “cada estímulo novedoso desencadena una liberación de dopamina que alimenta la expectativa de una recompensa posterior. Como la satisfacción obtenida es fugaz, se desata un loop en que el usuario se ve atrapado en una búsqueda compulsiva de microplacer”.
La autora se ve obligada a recordarnos constantemente que, más allá de que ya existen algunos indicadores y sustento empírico para este impacto psico-cognitivo que ella describe, falta respaldo clínico sistemático, y esto se debe en gran parte a que nadie tiene presente este aspecto a la hora de desarrollar y comercializar tecnologías digitales. A pesar de que, ante este panorama, muchos reaccionan con una actitud fóbica y extremista de un retorno a lo pre-digital o analógico, Costa señala lo oportuno que podría ser encontrar modos distintos de ser homo digitalis, basados en la regulación, reuniendo mucha más evidencia, y adoptando un enfoque desaceleracionista que priorice los riesgos sobre la innovación.
Luego, en Pensar en la era de las máquinas, Miguel Pastorino dirige su ensayo a confrontar el imperio técnico y el culto al dato en el siglo XXI. Señalando a la filosofía como posible salvavidas, el profesor e investigador invita a recordar todos los presupuestos que traficamos cuando asumimos acríticamente que los datos describen la realidad; el hecho de que no hablan por sí mismos sino que os datos no hablan por sí mismos, sino que siempre surgen de marcos interpretativos. Es decir, detrás de cada dato hay personas que deciden qué preguntar, y esas preguntas se basan en supuestos, prejuicios y en lo que definen como relevante o un problema a resolver entre infinidad de posibilidades. Por eso, no podemos quedarnos con el presupuesto de que su mera acumulación es suficiente para describir el mundo.
Este culto a los datos y prevalencia de lo técnico-instrumental viene aparejado, según Pastorino, de un declive de la cultura humanística. La filosofía emerge como la herramienta indispensable para acceder a una forma de pensamiento ligada al sentido, al cuerpo y las complejidades de la existencia. En la era de las máquinas, pensar se convierte en un acto de resistencia, y la capacidad interrogativa de esta disciplina es indispensable para desarrollar el pensamiento crítico y poder habitar un ecosistema donde al ciudadanía no es extremadamente vulnerable a la manipulación y el autoritarismo.
No obstante, frente a este diagnóstico, aparece la alternativa de la bildung, una concepción de la educación que va más allá de la adquisición de competencias técnicas y destrezas. Esta idea concibe el proceso de aprendizaje como un espacio de formación del carácter y de recuperación del placer intelectual. Es una concepción integral del ser humano donde aprender significa transformarse desde dentro mediante el encuentro con el saber y la cultura.
El tercer ensayo de la colección, Somos Tecnología, de Javier Mazza, nos invita a una exploración filosófica para ganar distancia crítica de aquello que se ha vuelto demasiado familiar: el concepto de tecnología. Mazza, en el rol de un guía paciente, propone una travesía conceptual para escapar del llano donde las ideas se vuelven eslóganes o se reducen a artefactos y objetos digitales. La meta de esta marcha no es conquistar el territorio, sino calibrar nuestros instrumentos de observación para afinar el oído frente a las simplificaciones. Alentando al lector a un extrañamiento de lo cotidiano, el libro propone discernir las ofertas superficiales —como la reducción de la técnica a mera innovación—, para luego adentrarse en concepciones más refinadas, aunque también insuficientes, que han marcado la producción académica en este campo.
El punto de inflexión del análisis se encuentra en el rechazo de las visiones unidireccionales sobre el fenómeno técnico. Por un lado, se enfrenta al instrumentalismo, que, centrado en la agencia humana, reduce la tecnología a una herramienta neutral bajo nuestro control exclusivo. Por otro lado, desafía al determinismo tecnológico, la idea que esencializa a la técnica como una fuerza autónoma que avanza inexorablemente y nos moldea sin que podamos intervenir. En este panorama de polaridades, Mazza introduce una perspectiva más potente: la coproducción. El gran hallazgo del libro es que el ser humano no solo crea tecnología, sino que la tecnología, a su vez, lo crea a él en un proceso recíproco. Esta comprensión de la relación "humano-técnica" es la clave para que el lector no solo entienda el paisaje que lo rodea, sino que se comprenda mejor a sí mismo al asumir la complejidad de que estamos constituidos por las herramientas que fabricamos.
Mazza, Pastorino y Costa Rugnitz proponen una lectura situada, lúcida y abiertamente crítica de la vida digital, sin perder de vista que lo técnico es también una experiencia humana e interviniendo en un debate que a menudo queda capturado por el marketing tecnológico o por diagnósticos terminales. Así, la Colección Filosófica apuesta por una tercera vía: pensar la técnica sin fetichizarla, recuperar la pregunta por el sentido en medio del ruido informativo y asumir que la tarea crítica no es patrimonio exclusivo de la academia, sino una práctica ciudadana. Con paciencia conceptual, sensibilidad ética y destreza narrativa, sus autores aportan una pausa para reflexionar en una época donde los matices tienden a ser sacrificados en pos de la urgencia.
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