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Historias
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Andy Warhol, la cara del Pop Art que eligió el consumo como musa inspiradora

A 97 años de su nacimiento, el publicista que intentó burlar la naturaleza del arte y trasladó el capitalismo a la pintura.

06.08.2025 12:36

Lectura: 9'

2025-08-06T12:36:00-03:00
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Por Catalina Zabala
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“Un artista es alguien que produce cosas que la gente no necesita tener, pero que él, por alguna razón, piensa que sería buena idea darles”.

Esta frase parece sacada de un manual de definición del marketing. Sin embargo, la dijo un artista sobre sí mismo.

Andy Warhol mezcló lo que, hasta el momento, se consideraba irreconciliable: el arte y la publicidad. En un discurso poco claro que oscila entre la crítica y la celebración, dedicó su vida al consumo de masas, a la fama y a lo popular. Así fue como inventó el Pop Art.

Su empeño por bajar el arte del ámbito intelectual fue constante, y le costó caro. Warhol buscó de varias maneras quitarle a la expresión artística ese velo de superioridad casi metafísica que suele ir con su imaginario. Esa búsqueda de trascender lo efímero que viene de fábrica con la propia especie humana. Frases como que el arte “solo es otro trabajo” o que “hacer dinero es arte, y el buen negocio es el mejor de las artes” hicieron que se lo cuestione hasta el día de hoy.

Porque, entre afirmaciones como esa y retratos de latas de sopa para probarlo, Warhol parecía ser el último de los materialistas. Su discurso —o la falta de él—, que se intuía a través de sus producciones y su estilo de vida, cargaban con un nihilismo brutal frente a los grandes pilares que el arte venía construyendo desde que el hombre es hombre.

"Campbell´s Soup Cans" (1962)

Aunque se inclinaba por estudiar Educación Artística en la Universidad de Pittsburgh, se decidió por Arte Comercial en Carnegie Mellon University. Sin entrar en dilemas sin respuesta, al estilo del huevo y la gallina, lo cierto es que el publicista, lejos de centrarse en la expresión personal de su mundo interno, optó por explorar la sociedad de consumo. Una que florecía de manera cada vez más evidente en el siglo XX.

Su intención de romper los esquemas estuvo más que clara en todos los aspectos de su vida, incluida su apariencia: lentes grandes y peluca blanca. Su estridencia embadurnaba su porte, sus trabajos, pero sobre todo su manera de llevarlo a cabo. Porque a partir de una visión totalmente revolucionaria de lo que se entendía por la palabra arte, cambió muchos paradigmas y su influencia tocó múltiples líneas de expresión.

Su título en Diseño Artístico le permitió comenzar trabajando la publicidad de grandes firmas, destacándose en el dibujo de zapatos, como en Israel Miller. Así nació la línea seca, técnica pictórica que lo caracterizó. La aplicación de tinta en el papel para secarla mientras aún estaba húmeda. Así, con el uso del papel de calco podía repetir una imagen tantas veces como quería, y de manera veloz. Ascendió a Columbia Records, Vogue y Tiffany & Co.

"Díptico de Marilyn" (1962)

El Pop Art fue el principal de sus aportes. Con un pensamiento muy político como su estandarte, esta corriente evidencia las consecuencias —positivas o negativas— del capitalismo y su sociedad de consumo. La producción en serie, la falta de individualidad, los fanatismos. La motivación principal de Warhol nunca estuvo en la trascendencia de lo material ni en los conflictos de lo humano. Lejos de interesarse por un impulso escapista o evasivo que caracterizó a varias otras corrientes del arte —como el romanticismo, por ejemplo—, optó por un trabajo casi periodístico. Se sentó, observó, y replicó. Puso en la evidencia del discurso lo que ya se respiraba en cualquier esquina de la Nueva York que él habitaba. Latas de sopa Campbell. Botellas de Coca Cola. Animales y famosos. No buscaba respuestas fuera del mundo, porque creía no necesitarlas. Tenía lo que le rodeaba, y al parecer, con eso le bastaba.

Su amor por el arte estaba en dos factores clave: la exterminación de todo aspecto sobrenatural y trascendente, y el gusto por los objetos. Las cosas más reales y tangibles que lo rodeaban, y como consecuencia, la sociedad de su consumo. “Las pinturas son difíciles. Las cosas que quiero mostrar son mecánicas. Las máquinas tienen menos problemas, me encantaría ser una máquina”.

Su particularidad y su histrionismo estaban fundados en una mezcla tan poco vista que aturdía. Un hombre que se autodefinía como alguien “profundamente superficial”, pero que, sin embargo, había dedicado su vida al arte. El área que por tantos años la humanidad se había empeñado en crear para escapar, por un momento, de su realidad más próxima. Era una dicotomía, por lo menos, improbable.

"Green Coca- Cola Bottles" (1962)

Se obsesionó tanto con la producción en serie, que decidió trasladar esta misma idiosincrasia a su metodología creativa. Y su taller, The Factory —La Fábrica— daba cuenta de ello. A sus ojos, no era la cueva desordenada de un artista ultrasensible que lidia con sus emociones y se pelea con un lienzo. Era el recinto de elaboración de productos para vender. Todos iguales y sin alma propia. Que no irradian emoción ni esencia irreplicable.

Rompió también con un estigma en torno al artista antisocial. Esa imagen del hombre que se oculta del mundo, que lo evade. Mientras nombres como Van Gogh lidiaron durante toda su vida con trastornos psicológicos, conflictos con sus relaciones más próximas y se los relacionó con perfiles más solitarios y lúgubres, Andy Warhol afirmaba tener una “enfermedad social” que lo obligaba a salir todas las noches. Invitaba a los famosos a La Fábrica. Se codeaba con las celebridades principales del momento. Quería ser una estrella de rock. Para él, la fama no era el precio que había que pagar por dedicarse al arte. En su imaginario, el arte era la vía que lo llevaba al estrellato. Un éxito que solo parecía entender en clave de pertenencias materiales.

Más allá de cómo se sentía al respecto, se puede decir que se adelantó a lo que vendría en la escena pop. El consumo y la producción en serie que evidenciaba a través de su trabajo, solo era el comienzo de lo que vendría en las décadas posteriores a su muerte. Porque anunció: “En el futuro, todos serán famosos por 15 minutos”. La cultura de la cancelación, nombres que aparecen y desaparecen como ráfagas a través de las redes sociales. La producción de cantantes de pop diseñados por miles de expertos para generar éxitos en ventas y shows con entradas agotadas. Las fórmulas aplicadas en el cine una y otra vez para conseguir explosión en las taquillas. Live actions, secuelas interminables, pornografía y violencia. Todo esto apenas comenzaba a susurrarse en el contexto de Warhol, y se puede decir que dio en el clavo.

"Elvis I & II", (1964)

El acervo cultural generado por los sectores más populares de la sociedad también despertó su interés. Y así, entre varias de sus obras, destacaron los retratos. Su Díptico de Marilyn (1962) o Shot Marilyns (1964). Orange Prince (1984), Elvis I & II (1963), Che Guevara (1968). Todas elecciones de figuras aclamadas por un montón de gente común. Y todas con su propio nombre. En el imaginario y metodología creativa de Warhol no había nada más para agregar. Lo importante siempre estaba frente a los ojos, sin doble interpretación.

Los amplios recursos humanos con los que contaba The Factory también dieron de qué hablar. Porque como en toda fábrica —y en ningún taller de arte—, contaba con numerosos ayudantes que en ocasiones ejecutaban aquello que él les ordenaba, como los obreros de un arquitecto. Y en ese espacio, lejos de encontrar contemplación, uno se topaba con el vértigo: “Mientras alguien hacía una serigrafía, otra persona rodaba una película", describió el músico John Cale tras su paso por aquella cocina.

Y es que no se puede hablar de Warhol sin hablar de sus “superestrellas”. Su afán por el consumo, por lo masivo y lo despersonalizado lo llevó a ser un amante de la fama por sí misma. Así como buscaba de manera activa su reconocimiento propio, se interesó por varias figuras de la escena popular de aquel entonces. Entre los sesenta y los setenta, nacen las “Superestrellas de Warhol”. Aquellas celebridades que el artista se interesó por promover, que visitaban The Factory con frecuencia, y que sirvieron como modelos de sus obras en varias ocasiones. Entre ellas destacaron Edie Sedgwick, Nico o Ultra Violet.

"Mao" (1972)

Warhol coincidió en vida con los primeros fenómenos fanáticos. Con esta idea de una figura amada e idolatrada por todos a niveles irracionales. El primero, Elvis Presley. Así aparecieron varios, como Marilyn Monroe en el universo femenino. Su crecimiento impactó directamente en el imaginario del artista. Lo que genera la masa en el individuo, uno que no duda en hacerse parte de ella y perder su propia individualidad. Y Warhol lo exploró.

Lo que haría en vida, lo llevaría a su propia muerte. Porque en esta vorágine de obras como productos en la que vivía The Factory, Warhol perdería el guion original de una obra de teatro escrita por Valerie Solanas, una mujer que quiso mostrarle su trabajo para que le diera su opinión. La multitud de obras que reposaban en el taller hizo que este se perdiera. ¿El resultado? Recibió varios balazos de su autora un año después. Si bien se recuperó de sus graves heridas y sobrevivió, su salud nunca fue la misma. Su declive continuó, para finalmente fallecer en 1987, con tan solo 58 años.

Su búsqueda por trasladar el capitalismo al arte fue, sin duda, lo que innovó dentro del mundo de la expresión. Porque no se trata de un cambio en la técnica o en los objetos replicados; el cambio está en el entendimiento del arte en sí, y vuelve a dar paso a una pregunta tan antigua como conflictiva a lo largo de la historia: ¿qué es el arte?

Para algunos la respuesta es clara. Para otros, no hay respuesta.

Por Catalina Zabala
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