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Contenido creado por Sofia Durand
Cine
Body Horror

“Together”: cuerpos que hablan y emociones que matan en un año bisagra para el terror

La película de Michael Shanks convierte la toxicidad en experiencia tangible en la que los vínculos más cercanos pueden asfixiar.

16.09.2025 17:46

Lectura: 7'

2025-09-16T17:46:00-03:00
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Por Juampa Barbero | @juampabarbero

El cine de terror atraviesa un momento de plenitud. No se trata de un repunte pasajero, es la consolidación: las salas, las plataformas y los festivales están repletos de estrenos que demuestran la vitalidad de un género históricamente relegado y ahora celebrado con una fuerza renovada. Hablar de 2025 es hablar de un año bisagra, de un territorio en el que las pesadillas encontraron nuevos lenguajes y donde cada película parece dispuesta a expandir los límites de lo posible.

En ese contexto, títulos como Bring Her Back, 28 años después, Pecadores, Weapons, Destino final: lazos de sangre o la cuarta entrega de El conjuro son hitos que marcan la conversación. Son señales de que el terror vuelve a los cines con nombres poderosos y que además los espectadores responden con un entusiasmo que multiplica el fenómeno. Y lo que se avecina —Bienvenidos a Derry, Camina o muere y hasta una nueva vuelta de tuerca de V/H/S— confirma que el género no descansa, que siempre hay algo latente dispuesto a irrumpir.

Pero el mapa de este año no se reduce a la fuerza de las franquicias ni a los regresos esperados. Hay películas que trabajan desde la intimidad, lo incómodo y el filo de lo corporal. Obras que no necesitan espectros ni infectados para asustar, porque comprenden que el cuerpo humano es el mayor de los campos de batalla. Together pertenece a esa línea, y por eso merece ser leída en clave de body horror, como un capítulo más en la genealogía de un subgénero que nunca se agota.

El body horror no es simplemente un recurso de maquillaje grotesco ni una excusa para incomodar con fluidos y deformaciones, es una poética. Es la manera en que el cine revela el miedo más primario: perder el control de la propia carne, descubrir que la frontera entre lo humano y lo monstruoso no está en un castillo lejano, sino en la piel que habitamos. David Cronenberg lo entendió como pocos, y construyó un universo entero a partir de esa certeza.

La huella de Cronenberg se extiende hasta hoy, no como repetición servil, sino como herencia fecunda. Películas recientes como Titane (2021), de Julia Ducournau, o La sustancia (2024), de Coralie Fargeat, se bañaron en esa tradición para transformarla, vinculando la mutación física con dilemas contemporáneos de género, poder y deseo. El cuerpo que estalla o se fusiona no es un shock aislado: es un manifiesto, un comentario político y una forma de narrar lo que duele.

En ese linaje se inscribe Together. Lo hace con una propuesta singular: no hay fábricas industriales ni laboratorios clandestinos, sino algo mucho más íntimo, casi doméstico. La película dirigida por Michael Shanks, con Dave Franco y Alison Brie como protagonistas, coloca a una pareja en un escenario mínimo —una casa junto a un bosque, un pozo en medio de la nada— y los somete a una experiencia que los transformará de la forma más literal.

Tim y Millie acaban de mudarse con la intención de comenzar un nuevo ciclo. La película comienza con la promesa de lo que viene y pronto la convierte en un infierno. El accidente que los lleva a caer en un pozo es el detonante narrativo, pero no el centro del relato. El verdadero descenso ocurre cuando, al beber agua contaminada, comienzan a pegarse físicamente, a fusionarse piel con piel, en un abrazo involuntario que los obliga a experimentar la pareja desde lo orgánico.

La premisa es tan brutal como simple: dos cuerpos que no pueden separarse. Lo que en el amor suele describirse como metáfora —ser uno con el otro, estar siempre juntos— aquí se vuelve literal, insoportable y grotesco. La película no deja de recordarnos que aquello que suena romántico en el discurso cotidiano puede convertirse en pesadilla cuando se materializa de manera radical.

La caída en el pozo funciona como símbolo de ese paso al vacío que implica el compromiso. La tierra húmeda, el encierro y la imposibilidad de escapar dialogan con los miedos más comunes de cualquier pareja. Perder la individualidad, quedar atrapado en una rutina sin salida, depender por completo del otro. Together lleva esas ideas al extremo, encarnándolas en imágenes de fusión corporal que se sienten viscerales.

Together (2025)

Together (2025)

En ese sentido, la película se diferencia de otras propuestas del año. Mientras El conjuro 4 se sostiene en el ritual colectivo del susto y 28 años después apela a la escala épica de la catástrofe, Together se concentra en la microfísica de la pareja. El terror no está en un demonio externo ni en un virus global, sino en la intimidad de dos cuerpos que deberían amarse y terminan devorándose.

Dave Franco interpreta a Tim con una mezcla de desconcierto y desesperación. Su personaje encarna la fragilidad masculina frente a un escenario en el que no puede controlar nada. Alison Brie, en cambio, le da a Millie una resistencia más firme, una capacidad de soportar lo insoportable. La dinámica entre ambos se sostiene en esa diferencia: él cede, ella resiste, y juntos forman una tensión que se multiplica a medida que avanza el relato.

El trabajo actoral resulta fundamental, porque prácticamente no hay otros personajes relevantes. El guion los encierra en un escenario mínimo y confía en la química —o en la falta de ella— para sostener el interés. Esta decisión radical potencia el clima de claustrofobia; el espectador no tiene escapatoria, solo puede acompañar la fusión de Tim y Millie como si fuera un experimento del que no hay salida.

Lo interesante es que la película nunca se queda en la superficie del asco. La fusión corporal abre la puerta a un comentario más amplio sobre la pareja contemporánea. ¿Qué significa realmente compartir la vida con alguien? ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a ceder nuestra autonomía? ¿Qué lugar queda para el deseo cuando todo se convierte en obligación física? Together obliga a formular esas preguntas sin ofrecer respuestas fáciles.

El body horror se convierte en alegoría. La piel adherida, los músculos que se mezclan, las dificultades para moverse o incluso para respirar son metáforas del compromiso como pérdida parcial de la libertad individual. Es una mirada que incomoda porque enfrenta a los espectadores con temores cotidianos; no hace falta ser mutante para sentirse atrapado en una relación.

Together (2025)

Together (2025)

En el apartado técnico, la película construye una atmósfera que combina crudeza con lirismo. Los planos cerrados sobre la carne pegada conviven con momentos de silencio en los que el bosque parece observar a los protagonistas. La naturaleza no aparece como refugio, sino como juez. La humedad, la oscuridad y el agua, son testigos de una mutación que no tiene marcha atrás.

Esa decisión la conecta con la tradición del body horror, pero desde un ángulo personal. Si Cronenberg hablaba del cuerpo en relación con la tecnología y Ducournau lo vinculaba con la identidad, Shanks lo usa para hablar de la pareja, del vínculo amoroso como territorio de mutaciones. Es un enfoque novedoso que amplía las posibilidades del subgénero.

Al mismo tiempo, Together dialoga con un público que atraviesa sus propias crisis afectivas. En una época en la que las relaciones son más frágiles y cambiantes, ver a dos personajes literalmente pegados genera una reacción ambivalente, repulsión y empatía, rechazo y compasión. Esa tensión emocional es lo que mantiene viva la experiencia más allá del impacto visual.

Lo que propone Shanks es un recordatorio poderoso: el miedo más profundo no está afuera, sino adentro, incluso en la experiencia de compartir la vida con otro. El body horror es el espejo deformado de una verdad cotidiana. Amar implica, siempre, una forma de transformación. Como espectadores, lo único que podemos hacer es mirar cómo la piel se pega y aceptar que el terror, como el amor, también es un asunto de dos.