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Contenido creado por Sofia Durand
Cine
Fábula televisiva

“Pluribus”: la última persona infeliz del mundo y el sistema distópico que la amenaza

Protagonizada por Rhea Seehorn, la serie plantea preguntas en torno a las nuevas tecnologías y el atentado a la naturaleza humana.

17.12.2025 16:29

Lectura: 6'

2025-12-17T16:29:00-03:00
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Por Sofía Lust
lust.sofia

¿Cómo se sobrevive cuando todo el mundo parece haber encontrado la paz, excepto vos? Esa es la pregunta que hace Pluribus (2025), la nueva serie de Apple TV+ creada por Vince Gilligan. La serie de ciencia ficción desplaza el foco del espectáculo hacia la incomodidad de seguir siendo individuo en un mundo que ya no lo necesita, y obliga a repensar la libertad, la identidad y el precio de la armonía colectiva en pleno auge de los discursos sobre inteligencia artificial y eficiencia emocional.

Pluribus se presenta como una fábula televisiva poderosa: en un mundo arrasado por un fenómeno que convierte a casi toda la humanidad en una mente colectiva optimista y unánime, una escritora cínica y taciturna llamada Carol Sturka queda inmunizada. Contra todo pronóstico, se convierte en la última resistencia a la felicidad totalitaria. Esa tensión entre “felicidad” y autonomía es el corazón temático que Gilligan quiere diseccionar.

Creador de series tan influyentes como Breaking Bad (2008) y Better Call Saul (2015), Gillian abandona la atmósfera criminal y los antihéroes tradicionales para sumergirse en una serie más filosófica que cuestiona lo que significa ser humano cuando la colectividad elimina el dolor a expensas de la singularidad. La elección de esta premisa no es menor: en un momento histórico donde la tecnología promete “optimizar” la vida humana, Pluribus indaga en cómo nuestra relación con el dolor, la disidencia y la individualidad es constitutiva de nuestra humanidad.

La introducción al fenómeno que afecta a la humanidad sucede al inicio del primer capítulo y de forma bastante abrupta. Gilligan y su equipo se toman su tiempo para que esa extrañeza se asiente y el espectador acompañe a Carol, mientras ella se da cuenta de que ahora habita un mundo que cambió de forma radical. Desde esos primeros minutos, la serie promete y cumple con un tono que oscila entre lo contemplativo y lo desconcertante, con secuencias donde la ausencia de conflicto y de dolor, se siente extremadamente perturbadora.

Rhea Seehorn, quien ya había colaborado con Gilligan en Better Call Saul, ofrece una de esas actuaciones que trascienden la pantalla. Su Carol es una protagonista que no busca simpatía ni redención fácil, sino desafío y contradicción. Interpretar a “la persona más miserable de la Tierra” es una elección radical que subraya la complejidad de resistir contra un mundo que te ofrece todo aquello que, supuestamente, deberías querer.

Las actuaciones secundarias también destacan. Karolina Wydra como Zosia, una integrante de la mente colectiva que actúa como guía de Carol, encarna la bondad uniforme de “los Otros” con una serenidad y una calma que parece diseñada para hacer estallar cualquier chispa de individualidad. Carlos Manuel Vesga como Manousos representa otra forma de resistencia: la de quienes eligen separarse del todo por motivos que no siempre son conscientes, sino más humanos.

Visualmente, lo que quiere transmitir es un mundo donde la belleza y la monstruosidad a menudo son indistinguibles. La paleta se mueve entre tonos luminosos y escenas de quietud que bordean lo espectral, contraponiéndose deliberadamente a las convenciones de la ciencia ficción postapocalíptica que privilegian caos y ruido. El silencio y la sensación de que “todo va bien” es la verdadera amenaza. El diseño sonoro acompaña esa ambigüedad: a veces minimalista, y otras veces lleno de texturas que te dejan los pelos de punta, como si el propio universo de la serie respirara detrás de nuestras espaldas. Esa decisión estética obliga al espectador a sentir, más que a entender, el peso de la transformación global que plantea la historia.

Pluribus entra en diálogo con preguntas enormes: ¿qué perderíamos si pudiéramos eliminar el dolor? ¿La felicidad unilateral es una forma de opresión? ¿Es posible que la armonía absoluta sea, paradójicamente, una prisión? Gilligan pone estas cuestiones sobre la mesa prefiriendo un enfoque que obliga al público a cuestionar sus propios valores ante un espejo narrativo que es filosófico y emocional. En ese sentido, la serie funciona como metáfora de nuestros tiempos. En una era donde las tecnologías prometen solucionarlo todo, especialmente el sufrimiento y la fricción inherentes a las relaciones humanas, la historia de Carol y los pocos inmunes restantes resuena como una advertencia contra la homogeneización de la experiencia humana. La “felicidad” que ofrece la mente colectiva no es liberación, sino anulación de la complejidad que define lo humano.

Pluribus (2025)

Pluribus (2025)

El ritmo narrativo puede sentirse deliberadamente lateral; lejos de las estructuras clásicas de suspenso, Gilligan apuesta por un desarrollo que privilegia la reflexión y la observación. Hay momentos de contemplación silenciosa y otros de ironía afilada, que obligan al espectador a reevaluar no solo lo que está viendo, sino lo que siente al verlo.

La serie también resuena con otras obras de ciencia ficción que exploran colectividades y la individualidad, desde La invasión de los ladrones de cuerpos (1956) hasta Severance (2022). Pero lo hace con una voz propia, más enfocada en el tejido emocional de sus personajes que en los giros argumentales espectaculares.

Pluribus generó conversación cultural rápidamente: rompió récords de estreno en Apple TV+, fue aclamada por la crítica —con una aprobación cercana al 98 % en Rotten Tomatoes—, y ya se aseguró una segunda temporada gracias a su combinación de originalidad y profundidad temática. Además, recientemente se posicionó como la serie más vista en la historia de la plataforma.

Pero la grandeza de la serie no reside solo en sus cifras o premios potenciales. Está en la manera en que nos confronta con la pregunta fundamental que plantea su propio título, una alusión reverberante a “e pluribus unum” —de muchos, uno— . Nos obliga a pensar no solo en una hipotética mente colectiva alienígena, sino en nuestras propias sociedades: ¿cuánto de nuestra individualidad estamos dispuestos a sacrificar por la ilusión de unidad o paz?

Al cerrar cada episodio, uno siente haber sido convocado a una conversación sobre lo que valoramos, lo que tememos y lo que estamos dispuestos a aceptar como “normal”. En ese sentido, Pluribus cumple con creces su ambición más profunda: perturbar e iluminar al mismo tiempo los rincones más complejos de nuestra naturaleza. Si Gilligan propone con esta serie una pregunta tan audaz como “¿es la felicidad obligatoria mejor que cualquier otra cosa?”, la respuesta que Pluribus ofrece es justamente la invitación a pensar, sentir y debatir sobre la misma. Y eso, en una época saturada de respuestas prefabricadas, es un logro enorme.

Por Sofía Lust
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