Documento sin título
Contenido creado por Sofia Durand
Cine
Claroscuro

“Noirvember”: una lectura del cine noir y su evolución a través del tiempo

El género plantea preguntas que todavía importan y aborda la relación entre individuo, poder, deseo y destino.

10.11.2025 17:05

Lectura: 9'

2025-11-10T17:05:00-03:00
Compartir en

Por Sofía Lust
lust.sofia

Cada noviembre podemos hacernos la misma pregunta: ¿qué tiene el cine noir que sigue resultando tan vigente? "Noirvember", que empezó como un guiño entre cinéfilos en redes, se transformó en una especie de calendario alternativo. Un mes para revisar un subgénero que nació hace más de ochenta años y que todavía funciona como radiografía social.

Antes de convertirse en etiqueta, el cine negro fue un problema. Un conjunto disperso de películas que la crítica estadounidense despreciaba, que los estudios subestimaban y que el público consumía sin pensarlo demasiado. Durante los años cuarenta y cincuenta, Hollywood clasificaba estos títulos como “cine criminal”, una categoría genérica que servía para acomodar producciones baratas y rápidas. Ni Paramount ni Warner ni Fox se presentaban como creadoras de film noir. Nadie en la industria hablaba así. El concepto llegaría después y desde afuera.

Lo que hoy llamamos cine noir fue acuñado por los franceses antes que por los propios estadounidenses. Durante la Segunda Guerra Mundial y la ocupación nazi, Francia no podía ver estrenos de Hollywood. Cuando finalmente accedieron al material acumulado, inmediatamente después de la liberación, críticos como Nino Frank notaron un patrón: películas más oscuras, más tensas, atravesadas por un fatalismo que no coincidía con el optimismo clásico del cine americano. La terminología, el análisis y el intento de clasificación surgieron primero en Francia, influenciados por décadas de pensamiento cultural que iba desde Tocqueville hasta Baudelaire. Ese encuentro entre cine, teoría y política dio forma a una lectura que Hollywood jamás había formulado.

En Estados Unidos, el noir se desarrolló como un subproducto industrial que atrajo a un grupo de directores que venían de Europa. Fritz Lang, Robert Siodmak, Billy Wilder, Jacques Tourneur, Max Ophüls, Otto Preminger, Jean Renoir. Muchos habían pasado por el expresionismo y el realismo poético, tradiciones donde la luz, la sombra y la puesta en escena no eran solo decoración, sino sentido. Su llegada coincidió con un público norteamericano alterado por la Depresión, la guerra y el crecimiento urbano. Había un clima social predispuesto a este tipo de relatos: personajes perseguidos por su pasado, sociedades marcadas por la arbitrariedad del poder, instituciones incapaces de proteger a nadie.

El enigma del collar (1944), Edward Dmytrik 

El enigma del collar (1944), Edward Dmytrik 

El noir también debe mucho a la literatura hard-boiled. Hammett, Chandler, Cain, Woolrich y Goodis construyeron un universo donde la moral está deteriorada, los actos tienen consecuencias, y el protagonista se mueve en un terreno psicológico frágil. En estas novelas, la violencia es cotidiana. Estas ideas pasaron al cine, amplificadas por una técnica visual que tomó elementos de Rembrandt, Caravaggio y la fotografía de Weegee: iluminación lateral intensa, sombras que cortan el rostro, interiores estrechos, calles húmedas, reflejos en vidrios y cortinas filtrando la luz como si fueran rejas. La forma visual del noir nació de ese cruce entre pintura, fotografía urbana y arquitectura moderna que crecía sin planificación.

La crítica francesa de Cahiers du Cinéma consolidó la teoría. Truffaut, Chabrol, Rohmer, Godard, jóvenes cineastas que estaban formando su propio canon, se apropiaron del noir como objeto de estudio. Identificaron temas, obsesiones, arquetipos. Vieron en la oscuridad del noir un laboratorio moral: la angustia, la desesperación, el miedo al destino, la incapacidad de escapar de uno mismo. El noir se transformó en un espejo que devolvía una imagen incómoda del individuo moderno.

Dos ejes temáticos estructuraron su identidad. Uno es el pasado angustioso: personajes perseguidos por decisiones previas, errores inevitables o traumas enterrados. El otro es la pesadilla fatalista: una cadena de acontecimientos en los cuales la causalidad funciona como trampa. Los protagonistas pueden resistirse, pero el mecanismo ya está armado. La literatura existencialista, desde Camus hasta Sartre, reforzó esta mirada. El noir no es pesimista porque sí. Es pesimista porque parte de la premisa de que nadie controla del todo su historia.

Sus arquetipos también quedaron definidos. El buscador de la verdad que no es el héroe clásico, sino un tipo común atravesado por dudas. La femme fatale, figura subversiva que expone la fragilidad del deseo masculino y el desequilibrio de poder entre géneros. El perseguidor, marcado por la paranoia y la soledad. Personajes siempre al borde de un acto irreversible.

"Pacto de sangre" (1944), Billy Wilder

Visualmente, el noir desarrolló una iconografía que hoy parece obvia, pero que en su momento fue radical. Cámaras bajas para deformar la percepción del espacio. Ventanas con persianas que convierten la luz en barrotes. Movimientos de cámara que siguen al personaje como si se tratara de una amenaza invisible. Calles vacías a la madrugada. Interiores donde el techo pesa. Todo esto generaba una sensación de encierro psicológico, incluso cuando la acción ocurría al aire libre. El noir convirtió la ciudad en una extensión del estado mental de sus personajes.

Con el tiempo, la televisión, la literatura policial contemporánea, los videojuegos y el cine de los setenta y noventa reinterpretaron esta tradición. Polanski, Coppola, Scorsese, Fincher, los Coen, Dennis Villeneuve y hasta Tarantino absorbieron y reformularon el lenguaje clásico. Ahí apareció el neo-noir, que no busca imitar el pasado, sino examinar cómo se transformaron las fuerzas que moldean la conducta humana. El color reemplaza al blanco y negro, pero la estructura moral sigue intacta.

Revisar la historia del noir implica mirar títulos que definieron el canon. El halcón maltés (1941), de John Huston, suele nombrarse como piedra basal. Lo interesante es que no depende de grandes secuencias de acción ni de un despliegue técnico excesivo. Su impacto está en la estructura narrativa y en el comportamiento de los personajes. Bogart hace de Sam Spade, un detective que juega el juego mientras desconfía de todos. En ese equilibrio entre profesionalismo, cinismo y sospecha se define la figura del antihéroe noir. La película fija un tono: la verdad nunca se presenta limpia. Siempre viene contaminada.

Tres décadas después, Chinatown (1974) retoma la tradición desde un ángulo más político. Polanski usa la investigación policial para mostrar cómo el poder económico y estatal manipula ciudades enteras. El noir se vuelve una herramienta para exponer la corrupción estructural. El detective interpretado por Jack Nicholson cree que está resolviendo un caso individual. Lo que descubre es que el crimen está integrado al funcionamiento general del sistema. El final busca demostrar que, en ciertos contextos, el héroe no tiene margen de acción real.

"Chinatown" (1974), Roman Polanski 

La renovación del noir en las décadas siguientes pasa por reinterpretaciones estilísticas. Sin City (2005) adapta el lenguaje gráfico de Frank Miller y muestra que el noir puede sobrevivir incluso en su versión más estilizada. El interés no está tanto en la violencia en sí, sino en el modo en que la ciudad funciona como espacio moral corrupto. La película vuelve explícito algo que el noir clásico ya insinuaba: la arquitectura urbana como reflejo de la desesperación.

Se7en (1995) es un caso distinto. Fincher usa las convenciones del noir para actualizarlo. Pone al detective en un entorno donde el mal es más difuso, más abstracto. Brad Pitt y Morgan Freeman encarnan dos respuestas posibles frente a un sistema roto: la esperanza impulsiva y la resignación lúcida. La investigación policial es apenas el vehículo para examinar una sociedad agotada. El clima de lluvia constante y los interiores desgastados funcionan como continuación natural del claroscuro clásico. La ciudad no es una trama secundaria. Es un síntoma.

En el terreno del noir futurista, Blade Runner 2049 (2017) es uno de los ejemplos más sólidos. Villeneuve entiende que el noir siempre fue un género preocupado por la identidad y la percepción de la verdad. Al trasladarlo a un futuro tecnológicamente devastado, refuerza la idea de que los dilemas morales no desaparecen con el avance técnico. Ryan Gosling interpreta a un personaje cuya relación con la propia existencia es frágil. En ese sentido, la película actualiza el corazón filosófico del noir. Las luces de neón y los escenarios vacíos reemplazan al claroscuro original con la misma función: exponer la fragilidad humana.

Under the Silver Lake (2018) es una pieza excéntrica dentro del panorama reciente. Funciona como un noir paranoico adaptado al siglo XXI. Trabaja el noir desde la ansiedad cultural actual. El disparador es la desaparición de Sarah, pero lo central es la mente de Sam, que intenta encontrar sentido en un Los Ángeles saturado de símbolos, mensajes y referencias. Mitchell muestra cómo la lógica conspirativa se vuelve una forma de supervivencia para alguien que no encuentra claridad en ninguna parte. La película apunta a exhibir cómo la búsqueda desesperada de coherencia puede deformar la realidad y empujar al protagonista hacia una obsesión sin salida.

"Se7en" (1995), David Fincher

El legado del cine noir sigue vivo por varias razones. La primera es su flexibilidad. No necesita detectives con sombrero ni oficinas llenas de humo. Necesita conflicto moral, opacidad narrativa y un protagonista enfrentado a fuerzas más grandes que él. Eso puede ocurrir en 1941, en un futuro distópico o en un Los Ángeles actual.

La segunda es que el noir plantea preguntas que todavía importan: cómo se ejerce el poder, cómo se negocia la identidad, cómo se filtra la violencia en la vida cotidiana, qué significa tomar decisiones cuando todas están condicionadas. Las películas de este subgénero se centran más en darnos un diagnóstico que respuestas definitivas.

La tercera es su valor estético. El claroscuro no se agota. Cambia de forma. Puede ser luz natural, neón, pantalla digital o sombras proyectadas. Siempre conserva la capacidad de ordenar visualmente un dilema moral.

Y la cuarta es su influencia transversal. El noir alimenta thrillers psicológicos, series policiales, ciencia ficción, cine de autor y hasta videojuegos. No se limita a una época. Es un modo de pensar la narrativa.

Lo importante es que el noir nunca fue un género organizado. Fue una sensibilidad. Una forma distinta de abordar la relación entre individuo, poder, deseo y destino. Por eso sigue vigente.

Noirvember es una oportunidad para volver a la matriz conceptual. Una forma de revisar cómo el cine ha representado, década a década, aquello que la sociedad prefiere no mirar de frente: corrupción silenciosa, estructuras opacas, la fragilidad del yo y la insistencia del pasado en arruinar el presente.

Por Sofía Lust
lust.sofia