Los golpes de una infancia entre luces y sombras volvieron a doler cuando Bruce Springsteen terminaba la gira de The River, el disco que lo encaminaba a volverse un artista reconocido a nivel mundial, y volvió a su casa, en Nueva Jersey.

El hombre común y corriente que recorría el mundo sin lujos ni excesos —como se podría esperar de un cantante de rock que sabía que se ganó un lugar en la industria musical de un país poderoso— cayó en una depresión que, de alguna manera, lograría identificar a través de un álbum íntimo y personal, un abrazo a la oscuridad de un mundo, que al igual que su infancia en blanco y negro, también tiene historias violentas, confusiones y sufrimiento.

Desde el cuarto de una casa alquilada en Colts Neck, Springsteen —acompañado de una grabadora— cambiaba el sentido lógico: se perdía para entenderse, para materializar una obra honesta con historias ajenas que asumió en primera persona como una vía para salvarse. El Jefe dejó el rock por un rato y se sumergió en un folk sincero.

En un mundo en el que los biopics abundan, el director Scott Cooper (Corazón rebelde) dijo en una conferencia virtual, en la que participó Montevideo Portal, que para plasmar su historia en Springsteen: música de ninguna parte, eligió un “capítulo personal”.

Es que la grabación de Nebraska fue en medio de un estado depresivo y de “dolor”, pero también de resiliencia. Para Cooper, el disco fue lo “más honesto” que el artista podía hacer. Una vía de acceso —de 1981 a 1982— a la salud mental, en una época en la que había más prejuicios que soluciones.  

El director tomó como referencia el libro homónimo del escritor y músico Warren Zanes, quien también estuvo presente en los rodajes y dio, de algún modo, el material necesario para que la película tuviera más que las grabaciones de Springsteen en solitario en su cuarto, para sumar la introspección que vivió el artista que aún no tenía claro quién era, aunque el mundo pensaba que sí.

Con ojos marrones que tapan su azul profundo, Jeremy Allen White admitió que encarnó al héroe de la clase obrera estadounidense con “miedo”. “Sé cuán querido es Bruce y cuán íntimas y personales son las relaciones entre los fans, las audiencias y los músicos, sobre todo los del nivel Springsteen. Al principio, me preocupaba con exteriorizar ideas”, dijo el protagonista de The Bear.

Primero, sintió que “se enterraba el mismo” al interpretar al Jefe, pero después encontró la manera: que el artista pasara de ser “un Dios a un hombre”. El que llega a su casa en búsqueda de paz, pero encuentra lo opuesto. El que tiene su propio proceso creativo. El que sigue su instinto.

La película transita por la vida de un hombre que tiene miedo a la soledad y reconoce sus propias carencias emocionales, pero no puede hacerse cargo ni tomar control sobre ellas. La búsqueda del dolor y de las palabras desde el sufrimiento ajeno a través del rol de un observador.

Entonces, la música también es una posibilidad que salva. Y un entorno de contención que no prioriza el éxito antes que su honestidad intelectual, de un vínculo con Jon Landau —interpretado por Jeremy Strong, que define la relación entre el artista y su mánager como "una religión"—, de un amor que no florece, del perdón que llega y tanto esperó.  

Springsteen: música de ninguna parte se estrena este jueves 23 de octubre en las pantallas de los cines uruguayos.