Si pensamos en Yorgos Lanthimos, naturalmente pensamos en cine de autor.
Si hay algo que reconocerle y agradecerle al griego (la idea de agradecerle por la incomodidad y el desasosiego que nos generan sus narrativas sería una expresión de masoquismo), es ser uno de los pocos directores contemporáneos que defiende, a través de su obra, aquella teoría del autor promovida por los críticos de Cahiers du Cinema en los 50.
Con su absurdismo oscuro y sus narrativas mordaces, Lanthimos nos recuerda atentamente que el cine, como la vida, puede percibirse y expresarse como un festival de perturbación cuidadosamente orquestado. Y es que para Lanthimos, el ser humano es, a fin de cuentas, la pobre criatura definitiva.
Este hilo, oscuro y retorcido, ha tejido cuidadosamente el monstruo de Frankenstein extrañamente armónico que es su filmografía. Pero con la llegada de su nueva película, Kinds of Kindness (o Tipos de gentileza, como se estrenará localmente el próximo 22 de agosto), el autor parece echarnos en cara otro elemento que ha trabajado en todas sus películas y del que poco se habla al tratarse de su cine: las relaciones de poder.
Desde un padre autoritario y maquiavélico en Dogtooth (2009), un adolescente con una moral distorsionada en The Killing of a Sacred Deer (2017), hasta las figuras machistas que, con un descaro casi encantador, intentan someter a nuestra querida Bella Baxter en Poor Things (2023). Las dinámicas de poder siempre han sido un elemento central en el universo de Lanthimos.
Who am I to disagree?
Kinds of Kindness comparte muchas de las características esperadas en el cine de Lanthimos. Es una comedia negra que, por supuesto, se sitúa justo al borde de lo inapropiado, provocando risas involuntarias que, al reflexionar sobre ellas, nos hacen cuestionar nuestra propia moralidad; retrata el horror subyacente en nuestra humanidad tan decadente como siempre; y, para no variar, tiene a Emma Stone en su nómina.
Por otro lado, difiere en otros aspectos. Estructuralmente se trata de un tríptico compuesto de tres capítulos presentados a modo de antología (los cuales aparte de compartir tema y narración comparten actores); la diégesis nos ubica extrañamente en un entorno sospechosamente “normalito” (tengamos en cuenta que el concepto de "normal", al hablar de Lanthimos, cambia), situado en la actual Estados Unidos, sin reconstrucciones históricas ni incursiones en la fantasía explícita; y, hay que decirlo, se trata de una propuesta extremadamente ligera para lo que se puede esperar del director de The Lobster (2015).
Además, Lanthimos decide prescindir de Tony McNamara, el guionista con quien cosechó un Oscar por The Favourite (2018) y una nominación por Poor Things, y vuelve a colaborar con Efthymis Filippou, el co-guionista que ha estado a su lado en Dogtooth, Alps (2011), The Lobster y The Killing of a Sacred Deer.
Donde más se expresa en el espectador esta indiferencia en comparación con sus anteriores películas, es en el hecho de que las historias propuestas en cada uno de los capítulos, las cuales se presentan casi como una excusa para hablar de un tema, resultan mucho más interesantes que el tratamiento final del tema, ya sea en cada una o a nivel global.
La primera historia, “The Death of R.M.F”, cuenta la historia de un empleado (Plemons) que vive y respira en base a instrucciones de su jefe (Dafoe), quien le indica qué debe comer, qué debe vestir y hasta con quién debe casarse. Un día, la indicación implica un accidente de tránsito. La propuesta es posiblemente la más atractiva de las tres y funciona muy bien por sí sola.
La segunda, “R.M.F is flying”, comienza con Daniel (Plemons), un hombre afligido por la desaparición de su esposa Liz (Stone). Pero cuando esta aparece, luego de meses desaparecida, en una isla desierta, Daniel teoriza sobre la posibilidad de que Liz sea en verdad un doppelgänger, dados los cambios de actitud y personalidad que presenta en relación a quién era antes de desaparecer. Es así como Daniel empezará a plantearle propuestas cada vez más extremas y cínicas a Liz.
Es en este segundo capítulo donde se hace transparente el principal recurso que el griego intenta aplicar en cada historia: la repetición. Como si el tema y el reparto no fueran suficientes, Lanthimos repite en ejecución y en elementos: en todos los capítulos habrán hospitales, accidentes, sexo, gemelos o clones, comida, y elementos siniestros que bien podrían hacer que esto fueran capítulos de alguna serie del estilo de The Twilight Zone (2019) o Night Gallery (1969).
El último capítulo, “R.M.F. eats a sándwich”, presenta a Plemons y Stone como dos miembros de un culto en un balneario que es liderado por Dafoe y Chau. Al igual que la anterior, esta resalta más por su universo que por su tratamiento.
A fin de cuentas, en Kinds of Kindness, Lanthimos ofrece una sátira que se siente como un experimento que aún no ha encontrado su equilibrio. La película, que debería ser una exploración aguda de las relaciones de poder y el absurdo humano, se queda en una tierra de nadie entre la brillantez y la mediocridad.
Los capítulos, aunque interesantes, parecen más bocetos que obras terminadas. Por un lado, el griego nos deja cuestionando hasta dónde llegan las personas en una relación de dependencia, pero por otro, no cuenta con la mordacidad afilada que ha caracterizado al resto de su filmografía, con la que es imposible no comparar la película por similitudes temáticas.
Kind of Kindness tiene su estreno en Uruguay planeado para el próximo 22 de agosto. Mientras tanto, casi todas las películas de Lanthimos pueden verse en streaming: Poor Things en Disney +, The Favourite también en Disney +, The Lobster en Netflix y The Killing of a Sacreed Deer en Max. A su vez, MUBI alberga tres de sus películas: Dogthoot, Kinetta y Alps. Aparte de uno de sus cortometrajes, Nimic.