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Cine
Sin disfraz

“El jockey”: las obsesiones y referencias que representan la insignia de Luis Ortega

La película se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Venecia y representa una apuesta por parte del director argentino.

23.10.2024 09:28

Lectura: 8'

2024-10-23T09:28:00-03:00
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Escribe Juan Gabriel López | @galopezjuan

La condensación de varios mundos dentro de un no-mundo puestos al servicio del surrealismo. El juego con el humor negro y el absurdo hasta el límite. La nueva obra de Luis Ortega, El jockey (2024), consigue juntar las características más sobresalientes del director. La concentración de condimentos fuertes y a priori indisolubles, hacen de El jockey un plato no apto para cualquier paladar.

En esta oportunidad, vuelve a elegir a Nahuel Pérez Biscayart, que se devora al personaje y demuestra por qué triunfa en Europa y por qué está entre los actores más desaprovechados de Argentina. La película es mucho más experimental y arriesgada que su última entrega (El Ángel, 2018) lo que recuerda a sus primeros pasos como Caja negra (2002), Los santos sucios (2009) y Lulú (2014).

El film retrata la vida de Remo Manfredini, un crack en las carreras de caballo que no pasa por su mejor momento. Como el mejor de los rockstars, Pérez Biscayart encarna con rebeldía salvaje al jockey adicto a las drogas y al alcohol. Segundeado por su colega, rival y pareja, Abril (encarnada por la catalana Úrsula Corberó) el personaje principal sufre un inconveniente en su memoria que le da un giro épico a la película. Encima del jockey, está todo el tiempo un clan mafioso compuesto por el trío de históricos actores argentinos: Osmar Núñez, Roberto Carnaghi, y el recientemente fallecido, Daniel Fanego. Todos matones de Sirena, el capo mafia interpretado por otro grande del cine latinoamericano, el mexicano Daniel Giménez Cacho.

El comienzo es muy prometedor. El uso del color es uno de los elementos visuales más potentes y es una intención que Ortega se deja en claro desde el primer cuadro. Cabe aclarar que, a lo largo del film, los colores cambian sutilmente para reflejar los estados emocionales de los personajes, especialmente los de Remo. Esto crea una atmósfera inmersiva, que envuelve al espectador en la experiencia visual y emocional que Ortega propone. Los tonos oscuros, los rojos y el contraste con la luz hospitalaria (o veterinaria, en estos primeros cuadros) representan la tensión mediante las que se mueven Remo y los suyos.

El jockey (2024), Luis Ortega

El jockey (2024), Luis Ortega

Esta primera parte podría contabilizarse hasta el primer “chiste”, que a la vez funciona como un guiño nuevo dentro de lo que son los recursos orteguianos para hacer una película: el humor, que no es la ironía ni el absurdo, rasgos ya presentes en anteriores ficciones del argentino. En este punto, la cuestión se pone compleja. Y, a la vez, un tanto burda y un tanto evidente.

Los guiños surrealistas se vuelven humorísticos y viceversa. Una persona sin extremidades que aparece y desaparece de la nada, enanos, un recién nacido que nunca es el mismo, pero que siempre aparece en brazos de Sirena sin ninguna explicación. Varios detalles que dan un efecto de fluidez y mareo, pero que también desbaratan el sentido del film, haciéndolo pender de un hilo frágil.

Otro de los elementos presentes en la filmografía de Ortega es la escena musical bailable. Quizás en Historias De Un Clan (2015) sea en donde mejor se desarrolla, aunque en El jockey no hay nada que envidiar. Remo y Abril protagonizan desenfrenadas danzas de la mano de "Sin Disfraz", clásico ochentoso de Virus, y "Stil", un track electrónico significativamente raro para lo que es un soundtrack más bien de cancionero antiguo. La canción pertenece a los DJs franco-argelinos Acid Arab y aparece en una de las escenas más divertidas.

En el tema de los hermanos Moura, la letra reza, “y ya no sé, si es hoy, ayer o mañana”. El símbolo funciona también para la representación atemporal de la película. Si contamos a Leo Dan, Carlos Gardel, Sandro, Nino Bravo y Piero más algunas óperas europeas, el resultado es una musicalidad que atraviesa todas las épocas, más o menos como lo que empieza a pasar con Remo a partir de su accidente, el punto álgido del film. Al principio, la época parece ser la década del 30 previa a la muerte del Zorzal Criollo, con los pingos a flor de piel social, ludismo, alcoholismo, sombreros y chalecos propios de una Buenos Aires de antaño, que desapareció entre el concreto y el smog.

Cuando el polémico jockey sufre su accidente, la atención médica parece trasladarse a los 60 de Leo Dan y Sandro, aunque la fuga del hospital y la posterior deambulación por la ciudad confunden por completo el panorama entre contemporaneidad y pasado.

La nota sobresaliente y el párrafo aparte son para la actuación de Nahuel Pérez Biscayart. El actor de 38 años, oriundo del barrio porteño de Parque Chas, tiene una carrera que parece no conocer techo. Si bien en Argentina no fue reconocido como en Europa, el papel de Remo Manfredini parece hecho a su medida. Su personaje desequilibrado tiene escenas entre tensión y diversión y la justa medida entre rockstar engreído, pero apenas desbocado. El personaje es un torbellino al principio, y un niño desmemoriado después.

El jockey (2024), Luis Ortega

El jockey (2024), Luis Ortega

Nahuel pasó de ser una revelación extranjera a uno de los mejores actores establecidos en el cine francés, con diversos galardones que lo avalan. Su manejo del idioma galo le permitió protagonizar films de alto perfil como 120 Pulsaciones Por Minuto (2017) y una inédita en estas latitudes, llamada Un Año, Una Noche (2022), de Isaki Lacuesta. Si hay algo de lo que entiende el artista, es sobre lenguaje cinematográfico, más allá y por fuera del costado actoral. Esto se debe a que también participó como productor de El Auge Del Humano 3 (2023).

Nahuel y Emanuel ya habían trabajado juntos. Fue en Lulú, hace 10 años. Peréz interpretó a Lucas, un personaje cargado de una intensidad visceral. Un joven rebelde y marginal, que junto a su pareja Lulú, interpretada por Ailín Salas, vive una vida errante y desprovista de reglas. Ambos personajes están sumidos en un estilo de vida que bordea lo salvaje y lo poético, en una relación que transita entre el amor apasionado y la destrucción, una buena precuela a lo que fue Remo en El jockey.

La segunda parte de la película, en la que Remo es un ente sin peso, ni muerto ni vivo, ni mujer ni hombre, resalta la habilidad de transformación que tiene el joven actor. Es esa la palabra usada por Ortega para describir el cambio que sufre el personaje: “Se transforma, no transiciona, aunque supongo que está bien también que se interprete así”.

El jockey (2024), Luis Ortega

El jockey (2024), Luis Ortega

De todas maneras, la película cambia radicalmente y el hilo, la trama y las continuidades son difíciles de seguir, o de digerir. Así, la película queda partida al medio desde el accidente de Remo, disolviéndose el sentido en pura estética absurda.

También es a partir de allí donde las referencias se vuelven burdas y los homenajes están hechos con evidencia de gigante. Para la crítica, Aki Kaurismaki es la más clara influencia desde su maravillosa El Hombre Sin Pasado (2010). El nombre del director finlandés aparece también porque detrás de cámara, quien dirige la fotografía de El jockey es nada más y nada menos que Timo Salminen, histórico colaborador y amigo de Aki.

Sin embargo, las comparaciones más odiosas para Ortega deberían estar posadas en las escenas oníricas y surrealistas. Varias veces es Luis Buñuel el evidente director, aunque también el disfraz de escenas lyncheanas propias de Twin Peaks se ajustaría al argentino. En menor medida, el spaghetti western llevado al absurdo por Quentin Tarantino también podría ser un tema de comparación en El jockey.

A pesar de esto, la película sigue siendo una atrevida apuesta de Luis, que se sale intencionada y odiosamente del circuito comercial. Así como ingresó con El Ángel, ahora decide excluirse y arriesgar. Y es que han sido varias las veces en las que el director ha renegado contra el rechazo de quienes tienen la lapicera final. Cansado de lidiar con los peces gordos, Ortega fundó su propia productora para este film. Los guiones jugados o intrépidos no son parte del circuito, y por eso, le guste a quien le guste, al director se lo debe felicitar por la apuesta que estará compitiendo en festivales internacionales durante el 2025.